Una familia en Saint Louis
Por tercera vez, una parte del equipo de Planeta Futuro se desplaz¨® a la ciudad senegalesa, que dio una sorpresa tras otra a la redactora
Pensaba que Saint Louis, ciudad senegalesa que la redacci¨®n de Planeta Futuro sigue durante un a?o, tendr¨ªa poco que ofrecerme despu¨¦s de que todos los compa?eros de la secci¨®n ya hubieran pasado por all¨ª y regresado con decenas de historias en sus libretas. Pero todav¨ªa quedaban (y a¨²n hay) personas incre¨ªbles, lugares y actividades por descubrir y contar. Saint Louis me regal¨® una sorpresa tras otra.
Hab¨ªa planeado el viaje con la Agencia Espa?ola de Cooperaci¨®n para el Desarrollo (Aecid), que se hizo cargo de la log¨ªstica, para que pudiera ser testigo y transmitir el legado que la ayuda espa?ola ha dejado en la ciudad y los programas que a¨²n siguen en marcha. Para conocer el contexto y tener una fotograf¨ªa m¨¢s amplia de la relaci¨®n entre Senegal y Espa?a, entrevist¨¦ en su despacho en Dakar al embajador en aquel pa¨ªs, Alberto Virella. Tambi¨¦n charl¨¦ durante la hora de la comida con la responsable de la oficina t¨¦cnica de cooperaci¨®n, Bel¨¦n Revelles. Hab¨ªa que aprovechar el tiempo para salir hacia Saint Louis cuanto antes, pues nos esperaban a¨²n cuatro horas de carretera.? ?
Ya de noche, Miguel Lizana (el fot¨®grafo de la Aecid) y Mario Viyuela (t¨¦cnico de la agencia en Senegal) y quien escribe llegamos al hotel, pero no tocaba descansar todav¨ªa. Khadi Mbaye me esperaba en su casa para una entrevista. Ella era una de las ocho mujeres poderosas de Saint Louis que las compa?eras de Planeta Futuro que ya hab¨ªan estado all¨ª hab¨ªan considerado importante dar a conocer para conmemorar el D¨ªa de la Mujer, para el que faltaban cuatro d¨ªas. Cuando la conoc¨ª, toda ella era energ¨ªa y generosidad, y me cont¨® su historia, supe que merec¨ªa la pena el esfuerzo y posponer el encuentro con la cama. Mbaye es peluquera y forma a mujeres presas en estilismo para que a su salida de la c¨¢rcel tengan posibilidades de encontrar un empleo. Por esto y por otras tantas proezas cotidianas, sus tres hijas se mostraban muy orgullosas de su madre. Con ella, empec¨¦ a construir la peque?a familia que he dejado en aquella ciudad.
Pronto, a la ma?ana siguiente, conocer¨ªa a un par de miembros m¨¢s: el profesor Sen y Fatima Fall. El primero, me acompa?¨® durante todo el viaje para traducir a mis interlocutores del franc¨¦s y el wolof al espa?ol y viceversa, pues no hablo ni entiendo ninguno de los dos idiomas. La segunda, una de las ocho mujeres poderosas para el 8M, dirige el Centro de Investigaci¨®n y Documentaci¨®n de Senegal (CRDS, por sus siglas en franc¨¦s) apoyado por la cooperaci¨®n espa?ola. Adem¨¢s de su historia personal, en su despacho descubr¨ª libros fascinantes. Pas¨¦ muchos minutos maravillada con un ejemplar sobre la geograf¨ªa y gentes de ?frica, escrito por un holand¨¦s que nunca pis¨® el continente, pero recog¨ªa los relatos de quienes regresaban del mismo. ?Las ilustraciones eran impresionantes!
Despert¨¦ de mi ensimismamiento cuando mir¨¦ el reloj. Ten¨ªa que regresar al hotel para escribir las dos entrevistas que ya ten¨ªa en mi cuaderno. La propia Fall me llev¨® en su coche, del que al apearme, varios ni?os talib¨¦s ¡ªestudiantes de escuelas cor¨¢nicas a los que su maestro obliga a mendigar para llevarle dinero¡ª se me acercaron para pedir comida o monedas. Esto se repiti¨® cada vez que pis¨¦ la calle, para mi asombro de la gran cantidad de estos peque?os abandonados que deber¨ªan estar en el colegio, jugando y riendo, no pidiendo, hambrientos y temerosos de recibir una paliza si no consiguen suficiente dinero.
Los siguientes d¨ªas fui llenando m¨¢s y m¨¢s p¨¢ginas con experiencias, lugares y personas tan interesantes como an¨®nimas e invisibles. Algunas ni siquiera existen oficialmente. Era el caso de los protagonistas de la fotograf¨ªa que ilustra este art¨ªculo. Una imagen que, sin duda, se ha convertido en una de las an¨¦cdotas del viaje. Posan como una familia... pero no lo son. ?C¨®mo llegamos a inmortalizar como parientes a estas cuatro personas?
En Podor, una de las zonas m¨¢s desfavorecidas de Senegal, una paup¨¦rrima familia que apenas ten¨ªa tres cabras que le hab¨ªa donado la cooperaci¨®n espa?ola, asegur¨® que nadie ¡ªantes de recibir tan preciada ayuda¡ª se hab¨ªa pasado por all¨ª para apoyarles o interesarse por ellos
C¨¢ritas Espa?a apoya a su secci¨®n en Saint Louis para que haga campa?as de sensibilizaci¨®n y asistencia legal para el registro de ni?os que no lo est¨¢n, lo que les impide cursar la secundaria entre otras cuestiones. Llegamos a una de esas jornadas de concienciaci¨®n en una aldea en el extrarradio de la ciudad por la tarde. Cuando ya hab¨ªa entrevistado a la responsable del programa, pedimos poder retratar a una familia cuyos hijos antes no tuvieran papeles y ahora, gracias a la intermediaci¨®n de la ONG, s¨ª. La luz del sol se estaba apagando y ten¨ªamos que ser r¨¢pidos para que Miguel pudiera realizar las instant¨¢neas. "Aqu¨ª est¨¢n", nos dijeron. En los ¨²ltimos disparos de la c¨¢mara, ya era de noche. Fue cuando proced¨ª a entrevistar al caballero, cuando descubr¨ª que ni la mujer era su esposa, ni los ni?os ¡ªque hab¨ªan acudido a la cita con un profesor¡ª eran sus hijos. Aunque los cuatro, eso s¨ª, compart¨ªan una circunstancia com¨²n: no hab¨ªan estado registrados hasta que recibieron informaci¨®n y ayuda de C¨¢ritas.
Otro tipo de inexistencia, aquella producto del olvido, fue la que me encontr¨¦ en Podor, una de las zonas de la provincia de Saint Louis m¨¢s desfavorecidas del pa¨ªs. Una paup¨¦rrima familia que apenas ten¨ªa tres cabras que le hab¨ªa donado la cooperaci¨®n espa?ola, asegur¨® que nadie ¡ªantes de recibir tan preciada ayuda¡ª se hab¨ªa pasado por all¨ª para apoyarles o interesarse por ellos.
Como aquella familia, la primera que me invit¨® a un t¨¦ de los muchos que tomar¨ªa durante el viaje, las gentes de Saint Louis y los alrededores me abrieron las puertas de su casa. Como la de Khady Ndeye, una matrona de una cl¨ªnica privada a la que Lola Huete, responsable de Planeta Futuro, hab¨ªa conocido dos meses antes en el encuentro entre periodistas espa?oles y africanos en Gandiol, en el centro cultural Hahatay. En su hogar, nos invitaron cenar pescado a la parrilla servido en un plato com¨²n del que todos comen con las manos. A Miguel y a m¨ª, nos dieron un tenedor por cortes¨ªa.
Lo mismo hicieron en casa de Fanta Mbodj. Esta mujer, hace poco m¨¢s de una d¨¦cada, con 23 a?os, era lo que llamamos una nini. Pero escuch¨® un anuncio en la radio que ofertaba formaci¨®n gratis en una escuela taller apoyada por la Aecid. Tras dos a?os de aprendizaje en agricultura, encontr¨® un trabajo en una granja de legumbres francesa. Hoy, es la jefa y tiene a su cargo a decenas de jornaleros. En las tierras que dirige pasamos mucho calor y algo de hambre que aplacamos mordisqueando una mazorca reci¨¦n cortada. Muy dulce.
En su vivienda, donde accedi¨® a que la grab¨¢semos al d¨ªa siguiente, nos invit¨® a t¨¦, pan con mantequilla y cacahuetes. "La merienda tradicional", nos indic¨® el profesor Sen, que a estas alturas ya se hab¨ªa convertido en nuestro gu¨ªa y compa?ero, adem¨¢s de traductor. Fueron tan hospitalarios que nos dio la hora de cenar: alubias con salsa picante. "Estoy muy contenta por vuestra visita", me escribi¨® Fanta en un mensaje a mi WhatApp cuando llegu¨¦ al hotel. Lo traduje con el tel¨¦fono m¨®vil y le contest¨¦. Todav¨ªa me sorprende que haya gente que me agradezca que les invada su intimidad y les robe su tiempo. Y Fanta no fue la ¨²nica que lo hizo en este periplo.
Tambi¨¦n la se?ora Fatubintu Sar, representante de la asociaci¨®n de mujeres procesadoras de pescado, me transmiti¨® su agradecimiento. A ella la conoc¨ª el 8M. Mientras en Espa?a miles de mujeres hac¨ªan huelga y se manifestaban, esta septuagenaria limpiaba y salaba pescado en el puerto de Saint Louis. Ante mi inter¨¦s por su situaci¨®n, dijo: "Me alegra que venga hoy una mujer a preguntarme, porque entre nosotras nos entendemos. Nosotras lo hacemos todo. S¨¦ que t¨² me entiendes". Con mi lazo morado pinchado en la camisa, no pude m¨¢s que asentir y continuar escuchando su larga lista de reivindicaciones. Solo una frase as¨ª pod¨ªa conseguir que mereciese la pena estar a m¨¢s de 3.500 kil¨®metros de la hist¨®rica manifestaci¨®n en Madrid en defensa de la igualdad y los derechos de las mujeres.
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