Benidorm a vista de p¨¢jaro, la vida en un rascacielos de 40 pisos
Un paradigma del desarrollismo y para¨ªso de jubilados que mantiene en pie torres desmesuradas, terrazas con vistas al mar y singulares vecinos. Este es un recorrido por las alturas de Benidorm, la ciudad del mundo con mayor n¨²mero de rascacielos por habitante, destino vacacional de m¨¢s de tres millones de turistas al a?o
CUANDO NOS perdemos en un bosque, el musgo de los ¨¢rboles nos indica d¨®nde est¨¢ el Norte. Cuando nos perdemos en Benidorm, los miles de terrazas de las fachadas nos dicen d¨®nde est¨¢ el Sur, un Mediterr¨¢neo deslumbrante y terso como papel de aluminio. La costa alicantina se despliega infinita desde las alturas de v¨¦rtigo de edificios de m¨¢s de 100 metros de altura, torres que oscilan con el viento y desde cuyas azoteas se alcanza a ver hasta la lejana isla de Ibiza, como desde esta planta 33? del edificio Playa Azul, en la playa de Levante. Aqu¨ª Antonio D¨ªaz repite su lema: ¡°No dejes que los ¨¢rboles te impidan ver el bosque¡±, mientras contempla esta ciudad a la que lleg¨® hace seis a?os por tres d¨ªas y al final se qued¨® para disfrutarla al m¨¢ximo. ¡°Lo que me gusta de vivir tan alto es que esto es una altura de verdad; en Barcelona, de donde vengo, una azotea es un sexto piso. Aqu¨ª estoy en la planta 33?. Adem¨¢s, a Benidorm la gente viene a divertirse, no a un sepelio¡±, r¨ªe. Despu¨¦s recuerda a su amiga Paqui, con quien ten¨ªa un n¨²mero de baile en silla de ruedas en un local, un n¨²mero gratuito para ?levantar el ¨¢nimo a la gente, hasta que Paqui se march¨®. No ha perdido el humor, sin embargo. Por la ventana, rematando la curva de la bah¨ªa, vemos la silueta imponente del Bali, el hotel Bali, desde cuya estructura en obras el gran fantoche Benito Gonz¨¢lez de la pel¨ªcula Huevos de oro so?aba con levantar el rascacielos m¨¢s alto de Espa?a.
No fue el primero. All¨¢ por 1956, el entonces alcalde, Pedro Zaragoza Orts, intuyendo el potencial tur¨ªstico de un enclave con m¨¢s de 3.000 horas de sol al a?o, proyect¨® el que fue el primer Plan General de Ordenaci¨®n Urbana de Espa?a. Zaragoza, Peret para los amigos, ya hab¨ªa apuntado maneras cuando unos a?os antes las primeras turistas extranjeras aparecieron en biquini, para espanto del arzobispado de Valencia, que le abri¨® cuatro expedientes de excomuni¨®n. El alcalde no dud¨® en subirse a su Vespa en Benidorm y plantarse en El Pardo para que Franco autorizara el uso del ba?ador de dos piezas. Y lo consigui¨®. Esto ocurri¨® en 1952. Tanto se us¨® el biquini que a principios de los sesenta una misi¨®n cat¨®lica subi¨® a pulso la empinad¨ªsima carretera de la Serra Gelada con una cruz a cuestas para redimir a la ciudad de su fama de fr¨ªvola y pecadora. Ahora La Cruz es otro de los muchos reclamos tur¨ªsticos, el Mulholland Drive de Benidorm, en lo m¨¢s alto de la sierra.
¡°En otros pueblos los propietarios vendieron sus parcelas a promotores. En Benidorm fueron ellos mismos quienes construyeron. En vez de almendros o naranjos, plantaron edificios¡±
La vista en picado desde la cima de este parque natural, donde el viento azota con furia helada los pinos, los matorrales y todo lo que encuentra a su paso, alcanza hasta m¨¢s all¨¢ de la playa de Poniente. La ciudad se eriza como cristales de cuarzo all¨ª abajo, entre las sierras color malva y el mar. Algunos edificios destacan por s¨ª mismos, como la Torre Coblanca, obra de Juan Guardiola Gaya, armoniosa como un ba?ador de una sola pieza, y la elegante y suave curva del hotel Don Pancho, del arquitecto Garc¨ªa Solera. ¡°A Benidorm vienen alcaldes de todo el mundo para estudiar el modelo urban¨ªstico, uno de los m¨¢s rentables que existen, pero este es un modelo ¨²nico, irrepetible. No hay ning¨²n otro emplazamiento en el mundo con dos bah¨ªas mirando al Sur y un microclima protegido por dos sierras que bloquean la lluvia¡±, explica Boris Strzelczyk, miembro de Guiding Architects, una red internacional de arquitectos y urbanistas dirigida a profesionales y amantes de la arquitectura. ¡°En la costa encontramos dos modelos, el ¡®tapizante¡¯, de pueblos como Calpe, que consiste en parcelas con casas unifamiliares con una infraestructura urban¨ªstica que, una vez deteriorada, al Ayuntamiento le resulta muy cara renovar, y el modelo ¡®vertical¡¯, como este de Benidorm. En los otros pueblos de la costa los propietarios originales vendieron sus parcelas directamente a promotores, que a su vez vendieron viviendas tur¨ªsticas obteniendo un gran beneficio¡±, contin¨²a, ¡°mientras que aqu¨ª fueron los mismos propietarios quienes construyeron; en vez de plantar almendros o naranjos plantaron edificios. Estos inmuebles los han ido alquilando con el tiempo, no vendiendo, y son estas mismas familias, propietarias de toda la vida, las que se ocupan de mantener los edificios en las mejores condiciones posibles¡±.
Las mejores condiciones posibles suponen obras de acondicionamiento frecuentes, y esto, en construcciones de hasta 40 o m¨¢s pisos de altura, se traduce en un tipo de andamiaje diferente al habitual. Aqu¨ª los andamios van anclados a la pared y funcionan con motor. ¡°Es un tipo de andamiaje en cremallera, por monorra¨ªl, igual que el tren bala¡±, dice Miguel Mart¨ªn, un operador que trabaja a veces a m¨¢s de 100 metros del suelo, sin perder el casco ni el humor. Le pregunto si le da miedo, dice que no. Recuerdo esa leyenda urbana que refer¨ªa que los rascacielos de Manhattan se construyeron gracias a que los indios no ten¨ªan miedo a las alturas, cuando la realidad era que fueron los ¨²nicos que arriesgaban su vida por pura necesidad.
Ciento cuarenta y cinco metros son muchos metros, y eso es lo que mide el edificio Kronos, una esbelta torre de vidrio azul profundo contra el azul transparente del cielo. En subir al ¨²ltimo piso, el 41?, se tarda nada menos que un minuto y diecis¨¦is segundos, algo a considerar antes de bajar a por tabaco. ¡°A la hora de salida de los colegios siempre hay atasco de ascensores¡±, explica Iv¨¢n Mart¨ªnez, el ¨²nico conserje del edificio, en alerta permanente, atento al m¨®vil, a las obras, al enorme refrigerador que unos vecinos intentan meter en uno de los cuatro ascensores, uno reservado para bomberos y casos de emergencia. Hay alarma de evacuaci¨®n cada dos pisos y unas escaleras de incendios de v¨¦rtigo asegurado. ¡°Aqu¨ª se cuelan los competidores del Campeonato de Salto Base del hotel Bali a entrenar el d¨ªa antes, arroj¨¢ndose desde la azotea con paraca¨ªdas¡±, contin¨²a Iv¨¢n, quien por un segundo parece san Pedro guardando las llaves de las puertas del cielo.
En un piso de la planta 31? viven Guillermo Ituarte y Gabriel Casco, una pareja de Mar del Plata, junto con dos gatos sin nombre (Sin Nombre Uno y Sin Nombre Dos). Para Guillermo vivir a esta altura supone disfrutar de unas vacaciones eternas. ¡°Siempre hay sol aqu¨ª arriba. En verano la luz de la luna llena llega hasta la mitad del sal¨®n, como un sol de noche. Y cuando hay niebla ves un tsunami de nubes que viene del mar y se queda por debajo de esta altura. Es impresionante¡±. No tienen cuadros en las paredes, el cuadro es la vista del mar a lo lejos, de las luces nocturnas y los fluorescentes multicolores de los rascacielos: fucsia, dorado, violeta. Sin Nombre Uno trepa a la cama, colocada con el cabecero contra la ventana, desde donde la vista a plomo de la avenida espabila m¨¢s que cualquier caf¨¦. Guillermo me ense?a la sierra a la espalda del edificio. A este lado Norte apenas hay nada construido en altura. Abajo, sobre los aparcamientos y los solares vac¨ªos, la sombra interminable del Kronos se?ala la hora como la aguja de un reloj de sol. A quien se le par¨® el tiempo es a Ana Corral, una adelantada en aquello de vivir en uno de los primeros rascacielos en la playa de Poniente, el edificio Ikerne. Lleg¨® cuando ¡°era joven y guapa¡± con su marido, un vasco de buena planta, capit¨¢n de Marina Mercante, con quien recorri¨® medio mundo hasta que muri¨® hace unos a?os. Ahora vive en la planta 17?, en compa?¨ªa de las vistas impagables sobre el mar, la isla de Benidorm, un mueble bar de barco y un canario sin nombre.
En el Ikerne vive otro vecino muy especial: Loren. Loren tiene 12 a?os y una imaginaci¨®n desbordante. Habla sin parar, con fascinaci¨®n, de su gran pasi¨®n: los rascacielos. ¡°Esto es la Nueva York de Espa?a¡±, dice desde la terraza de su casa. Quiere ser arquitecto, fundar ciudades fant¨¢sticas con nombres que se inventa, como ¡°Benileng¡±, donde estar¨ªa ¡°la Torre Krent, de 536 kil¨®metros¡±, o ¡°La Ciudad Sin Piedad¡±, con todos los edificios separados por mil¨ªmetros. ¡°Le voy a proponer al alcalde, al que ya conozco, que construya aqu¨ª un edificio m¨¢s alto que el Burj Khalifa, de Dub¨¢i, que tiene 828 metros de altura. Me ha prometido que me subir¨¢ al Intempo cuando lo acaben¡±. Al Intempo lo llaman por aqu¨ª El anillo de pedida, y lleva 12 a?os, desde que empez¨® su construcci¨®n, esperando a que alguien se case con ¨¦l de una vez. Entonces ser¨¢ el edificio residencial m¨¢s alto de Espa?a; ahora se encuentra desierto, dos torres de 192 metros coronadas por un cono que produce v¨¦rtigo y escalofr¨ªos mirar desde tierra. Para cuando lo acaben, Loren ya habr¨¢ inventado mil lugares m¨¢s. ¡°Mis ciudades imaginarias tienen unas atm¨®sferas inimaginables¡±, dice el cr¨ªo, se?alando sus rascacielos de Lego.
¡°Creo en todas las alucinaciones¡±, escribi¨® J. G. Ballard sobre sus lugares favoritos. Uno de ellos, Benidorm: cruce de Las Vegas y Manhattan, del sue?o visionario y la vigilia ut¨®pica, de vanguardia y distop¨ªa
Otra peque?a enamorada de los rascacielos es Martina, de tres a?os, una polvorilla a quien su madre tiene que sujetar para que deje de pulsar las tentadoras decenas de botones del ascensor del hotel Meli¨¢, donde se alojan en la planta 18?. M¨®nica Mart¨ªnez, la madre, lo que siente es v¨¦rtigo, la sensaci¨®n de ser muy peque?os. ¡°Tienes la impresi¨®n de que la fachada Sur del edificio es como un escenario y la parte de atr¨¢s como un decorado¡±, dice mientras le se?ala a Martina la gente ah¨ª abajo. El hotel Meli¨¢ se encuentra en el Rinc¨®n de Loix. Muy cerca se alza la Torre L¨²gano, hasta hoy el edificio residencial m¨¢s alto de Espa?a. Aqu¨ª, en la planta 36?, viven Veronica y Ludwig Grigoras, una pareja de empresarios californianos que pasaron a?os buscando por todo el mundo un lugar con vistas al mar y sol todo el a?o. Este era el sue?o adolescente de Ludwig en su Karlovy Vary natal. Cuando a sus 18 a?os estall¨® la revoluci¨®n en Checos?lovaquia, en 1968, huy¨® del pa¨ªs. Trabaj¨® duro hasta llegar aqu¨ª arriba, a esta terraza suspendida sobre el mar infinito, donde recuerda cuando tuvo que vender su sangre a la Cruz Roja para sobrevivir un fr¨ªo octubre en Viena. Ahora no piensa m¨¢s que en estar aqu¨ª cuando se encuentra de viaje. Benidorm resplandece, un ej¨¦rcito de vidrio y metal y largas sombras negras. A la espalda de Ludwig las gaviotas planean sobre la calle de Viena, donde se encuentra la Torre L¨²gano; sobrevuelan esta ciudad cruce de Las Vegas y Manhattan, del sue?o visionario y la vigilia ut¨®pica, icono pop, vanguardia y distop¨ªa. ¡°Creo en Tokio, Benidorm, La Grande-Motte, la isla Wake, Eniwetok, la plaza Dealey¡±, public¨® J. G. Ballard. Tambi¨¦n escribi¨®: ¡°Creo en todas las alucinaciones¡±.?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.