De los parecidos
S¨¦ de amigos y amigas que estaban enamorados de alguien, o por ah¨ª. De pronto les toc¨® frecuentar a su familia, y se les alter¨® la visi¨®n del ser amado
AL MENOS EN TRES de mis novelas los parecidos han tenido un papel epis¨®dico pero no exento de importancia, as¨ª que es un asunto al que le doy vueltas de tanto en tanto. Ahora me toca de nuevo a ra¨ªz del nacimiento de una ni?a, nieta de mi mujer, a la que de momento (s¨®lo cuenta siete meses) veo una considerable semejanza con su abuela, en ciertos rasgos f¨ªsicos y en lo que se anuncia como un car¨¢cter risue?o y alerta. Su hija, la madre de esta ni?a, ya se le parece notablemente, hasta el punto de que la gente las toma por hermanas en ocasiones, cuando las ve juntas. Por lo visto, la madre de mi mujer (a la que ¨¦sta no conoci¨® hasta su adolescencia, y entonces s¨®lo durante un breve periodo) era asimismo id¨¦ntica a su hija, por tanto a su nieta y quiz¨¢ a su bisnieta, a las que tampoco conoci¨®, obviamente. De ser todo esto as¨ª, sumar¨ªan cuatro generaciones de mujeres con facciones muy similares, y alguien tan dado al pensamiento ocioso como yo no puede por menos de preguntarse el porqu¨¦ de tan exagerada insistencia en determinados genes. Cierto que cada una tuvo, tiene o tendr¨¢ su personalidad y su biograf¨ªa: diferentes personas forjadas cada una a s¨ª misma, complejas; en alg¨²n caso opuestas entre s¨ª, la negaci¨®n de la anterior. Pero con una fort¨ªsima semejanza en el ¡°continente¡±.
No es tan frecuente la reiteraci¨®n. Los parecidos acaban diluy¨¦ndose (intervienen nuevos individuos en la creaci¨®n de cada criatura), la prolongaci¨®n indefinida no suele darse. De ni?o todo el mundo dec¨ªa que yo era clavado a mi madre. Entonces no lo ve¨ªa, porque los ni?os no se ven bien; ni siquiera distinguen demasiado a los otros (recuerdo haber cre¨ªdo durante a?os que James Stewart y Gary Cooper eran el mismo, y otro tanto me ocurr¨ªa con Dean Martin y Robert Mitchum; claro que a ellos los encontraba de tarde en tarde en el cine, y adem¨¢s caracterizados). M¨¢s adelante s¨ª llegu¨¦ a verlo, y cuando ella muri¨®, a mis veintis¨¦is, en el trayecto en coche hacia el cementerio me ve¨ªa parcialmente en el espejo del conductor, y, tras una noche de pena e insomnio, s¨®lo acertaba a pensar en bucle: ¡°Debo de ser lo m¨¢s parecido a ella que queda¡±. Ahora que he cumplido casi tres a?os m¨¢s de los que ella cumpli¨®, no s¨¦ si sigo ¡°represent¨¢ndola¡±, seguramente no. Uno va cambiando, y le surgen parecidos que no sol¨ªa tener. A algunos de mis t¨ªos, muy distintos de mi abuelo, los vi de repente id¨¦nticos a ¨¦ste, seg¨²n se adentraron en la edad de su padre cuando yo lo trat¨¦. De mis cinco sobrinas, hay una a la que durante tiempo cre¨ª verle m¨¢s semejanza conmigo que con su propio padre, hermano m¨ªo. Ahora no s¨¦: ella y yo vamos variando.
Los parecidos, adem¨¢s de misteriosos o inquietantes, pueden resultar tambi¨¦n peligrosos. S¨¦ de amigos y amigas que estaban enamorados de alguien, o por ah¨ª. De pronto les toc¨® empezar a frecuentar a la familia de ese alguien, y no s¨®lo se les alter¨® la visi¨®n del ser amado, sino que incluso dejaron de quererlo paulatinamente. Conocieron a un padre o a una madre con los que guardaba parecido el ser amado. Y no s¨®lo ¡°preanunciaban¡± la posible evoluci¨®n de ese ser (se entiende que para mal, o para desaliento), sino que lo que mis amigos tomaban por peculiaridades de su novio o su novia resultaron ser vulgares ¡°copias¡± o ¡°contagios¡± de quienes los preced¨ªan, de unos transmisores tal vez desagradables, antip¨¢ticos o mal educados. Conocer y tratar a una persona a solas, en s¨ª misma, es muy distinto que conocerla y tratarla en su medio original, en su entorno familiar, que puede provocar un rechazo tan dr¨¢stico como para impregnar sin remedio a quien hasta entonces se quer¨ªa con locura e incondicionalmente. Por eso no entiendo la suicida afici¨®n espa?ola a las familias, a las propias y a las pol¨ªticas o adquiridas. Cada nuevo miembro suele ser engullido por ellas sin la menor consideraci¨®n, y los aterrizados c¨®nyuges o parejas se oponen poco, se dejan absorber y fagocitar, tanto si les agrada el terreno que pisan como si no.
Yo he tenido la ¡°suerte¡± (para m¨ª, no para ellas, claro) de que la mayor¨ªa de mis parejas eran hu¨¦rfanas de padre o madre o de los dos. De que carecieran de verdadera y vamp¨ªrica estructura familiar. Si hablo de suerte es porque no he corrido el riesgo de sentir ese rechazo ¡°vicario¡± o ¡°por delegaci¨®n¡±. En lo que a m¨ª respecta, consciente de ese peligro, he ¡°impuesto¡± lo menos posible a mi familia, para no ser yo v¨ªctima de ese injusto repudio contra el que no se puede luchar. Si alguien que nos quiere nos ve s¨²bitamente como ¡°reflejo¡± o prolongaci¨®n de alguien mayor que le pone de los nervios o le cae como un tiro; si vislumbra nuestro rostro futuro en un rostro envejecido y tal vez amargado o quiz¨¢ abotargado, en unos rasgos que le repelen o le causan decepci¨®n, no es dif¨ªcil que, a su pesar, se aleje de nuestra compa?¨ªa. Puede suceder lo contrario, claro est¨¢: padres o madres tan encantadores, comprensivos e inteligentes, y de f¨ªsico tan grato en sus diversas edades, que nos inviten a quedarnos cerca de su hijo o su hija, ante la probable promesa de una admirable evoluci¨®n. Pero, por si acaso, yo ser¨ªa partidario de suprimir todo contacto con las familias sobrevenidas, no vaya a ser que, por su culpa, nuestro amado o nuestra amada se nos tornen insoportables, y los perdamos.?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.