La fatiga democr¨¢tica
Los d¨ªas de furia en Chile y otras partes se explican por la politizaci¨®n de la desigualdad
Ciudadanos descontentos y distanciados, convencidos de que el uso de los canales institucionales de presi¨®n no surten efecto; pol¨ªticos incapaces de entender el entorno o no dispuestos a empujar los l¨ªmites de lo posible para acoger las demandas crecientes y nuevas mediante un cambio de tim¨®n; m¨¢s gente fuera del pacto social¡ Estas explicaciones que aporta la profesora Rossana Castiglioni para analizar los d¨ªas de furia que se van sucediendo en Chile sirven, en uno u otro grado, para escenarios m¨¢s amplios como el continente latinoamericano o nuestras sociedades m¨¢s cercanas. Una suerte de fatiga democr¨¢tica acompa?a al mundo en este primer cuarto del siglo XXI.
Las protestas, heterog¨¦neas, se extienden por los lugares m¨¢s dis¨ªmiles, con al menos tres contenidos comunes: el contexto de desaceleraci¨®n econ¨®mica que acaba de sentenciar en su asamblea el Fondo Monetario Internacional; la politizaci¨®n de la lucha contra la desigualdad (ya no es s¨®lo un problema social o econ¨®mico, sino directamente pol¨ªtico), y una pronunciada ca¨ªda en los niveles de identificaci¨®n con los partidos pol¨ªticos y con instituciones centrales como los Gobiernos o los Parlamentos. Para el caso de Am¨¦rica Latina ya lo anunciaba el Latinobar¨®metro 2018 (Marta Lagos, su directora, defini¨® 2018 como un annus horribilis para la democracia de la regi¨®n): los latinoamericanos est¨¢n insatisfechos como nunca con la salud de la democracia y se inclinan cada vez m¨¢s hacia modelos autoritarios (las democracias iliberales): el respaldo a la democracia, que hab¨ªa tenido su valor m¨¢s alto hace una d¨¦cada (en 2010, un 61% de los ciudadanos confiaba en ella), cay¨® hasta el 48% el a?o pasado, cinco puntos menos que en 2017. El 28% de los encuestados de 18 pa¨ªses de la zona se declararon indiferentes ante la forma de gobierno. Los beneficios de la democracia no calan entre la mayor parte de los latinoamericanos, pese a que hoy est¨¢n mejor que hace 40 a?os. Hay m¨¢s demandas de algunos que llegaron m¨¢s arriba y de otros que quieren escalar. El escenario se abre hoy a experimentos que no siempre cumplen del todo con las normas de la democracia. Entonces (noviembre del a?o pasado, cuando se present¨® el Latinobar¨®metro) no hab¨ªa ni rastro de lo sucedido en Ecuador, Per¨², Argentina, Bolivia, Chile, M¨¦xico¡
El largo ciclo de crecimiento gener¨® una clase media que sali¨® de la pobreza y que ahora tiene exigencias propias de clase media: por ejemplo, la mayor calidad y acceso a la sanidad y a la educaci¨®n p¨²blicas en un pa¨ªs como Chile. Pero en muchos casos se trata de una clase media altamente vulnerable (puede retroceder y caer a la clase baja), que es consciente de su d¨¦bil situaci¨®n y que est¨¢ viendo insatisfechas sus expectativas materiales y emocionales. Ello reduce la cohesi¨®n social. Son los ¡°ciudadanos cr¨ªticos¡± que define la polit¨®loga Pippa Norris: dem¨®cratas insatisfechos con el funcionamiento de la democracia.
En el caso chileno, el modelo de desarrollo, que hizo experimentar en el pasado altas cotas de crecimiento al pa¨ªs, no acab¨® con los desequilibrios m¨¢s lacerantes, entre ellos la brutal desigualdad. Ha sido un modelo mucho m¨¢s inclinado al mercado que a la participaci¨®n del Estado. En Chile no hay una verdadera red de protecci¨®n social p¨²blica y el Estado no desempe?a el papel activo suficiente para proteger a los necesitados, y tampoco da las oportunidades y seguridades requeridas a las clases medias.
Ello conecta con algunas de las conclusiones del ¨²ltimo libro de Daron Acemoglu y James Robinson, titulado?El pasillo estrecho (Deusto Editorial), reci¨¦n aparecido en castellano: la verdadera libertad s¨®lo surge cuando se logra un equilibrio fr¨¢gil y delicado entre el Estado y la sociedad; el pasillo que lleva a la libertad es estrecho y s¨®lo puede recorrerse si se produce una lucha constante entre el Estado y la sociedad. La libertad s¨®lo puede existir cuando la sociedad cuestiona el papel del Estado y de las ¨¦lites, pero tambi¨¦n cuando, al mismo tiempo, existe un Estado robusto capaz de defender los derechos ciudadanos si se ven amenazados.
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