Hasta d¨®nde se puede negar
La palabra ¡°negacionismo¡± tal vez se queda corta para nombrar tanta desverg¨¹enza
La palabra ¡°negacionismo¡± circula s¨®lo recientemente entre los hablantes del espa?ol. Hab¨ªa nacido algunas d¨¦cadas antes en Francia (n¨¦gationnisme), para referir el movimiento minoritario que consideraba falso el Holocausto, que no cre¨ªa en que hubieran existido las c¨¢maras de gas y hac¨ªa todo lo posible por blanquear el nazismo.
El banco de datos de la Academia anota el primer uso espa?ol de ¡°negacionista¡± en 1995, dentro de un art¨ªculo del fil¨®sofo Jean Baudrillard publicado en El Mundo (traducido del franc¨¦s). La siguiente menci¨®n se hallar¨¢ en 2009, en el diario argentino Clar¨ªn. Por su parte, la herramienta Ngram Viewer, de Google, detecta esta palabra espa?ola en 1980, y refleja un gran incremento de su presencia a partir de 1991 (en franc¨¦s la data en 1969, con una subida descomunal desde 1990). La evoluci¨®n de los ¨²ltimos decenios en ambos idiomas registra alzas del 100% cada dos o tres a?os (como se aprecia en el referido corpus inform¨¢tico de Google).
Las Academias del espa?ol incorporaron muy recientemente este t¨¦rmino al Diccionario (en la edici¨®n de 2014), y con esta definici¨®n: ¡°Actitud que consiste en la negaci¨®n de hechos hist¨®ricos recientes y muy graves que est¨¢n generalmente aceptados. [Ejemplo:] El negacionismo del Holocausto¡±.
Pero hoy en d¨ªa el negacionismo ya no lo practican ¨²nicamente quienes rechazan la existencia del exterminio de los jud¨ªos en Alemania, sino que se ha extendido a otros hechos no s¨®lo ¡°generalmente aceptados¡± sino demostrados por la ciencia. El auge reciente de los partidos de ultraderecha y los bulos sin control han ampliado la capacidad de manipular hechos tan indiscutibles como la tragedia del clima, la violencia contra las mujeres, la redondez de la Tierra o la eficacia de las vacunas.
Y cabe preguntarse en este punto si las palabras ¡°negacionistas¡± y ¡°negacionismo¡± no se quedar¨¢n cortas para designar tama?as desverg¨¹enzas. Porque todos esos negacionistas no rechazan algo como puede hacerlo quien no est¨¢ de acuerdo con una propuesta, o con la alineaci¨®n del equipo nacional o con la elecci¨®n del men¨² para la boda. Los negacionistas han emprendido un camino que puede terminar en el rechazo de las matem¨¢ticas. No s¨®lo discuten la realidad comprobada, sino que inventan ¡°hechos alternativos¡± que conecten con las emociones de quienes est¨¢n dispuestos a aceptar cualquier idea que congenie con sus prejuicios. No s¨®lo niegan algo: son mendaces. Este adjetivo, que ya en lat¨ªn significaba ¡°mentiroso¡± (mendax -acis), evoca la actitud de la mentira continuada, la conducta habitual, la costumbre de enga?ar.
Rechazar la historia, las verificaciones de la ciencia y las comprobaciones de la estad¨ªstica para crear en su lugar teor¨ªas indemostrables no es simplemente negar; es mentir. Mentir como lo entender¨ªa un juez: con riesgo para el mentiroso de ser condenado por su falso testimonio.
Los t¨¦rminos ¡°mentiroso¡±, ¡°mentira¡±, ¡°mendaz¡± o ¡°mendacidad¡± han de proferirse con cuidado, s¨ª, eso es cierto; porque una persona puede incurrir en falsedad sin haber mentido (simplemente, porque est¨¢ equivocada). Pero en las cuestiones que aqu¨ª comentamos, el error colectivo no tiene disculpa. Hay una mendacidad que se basa en la corrupci¨®n de los argumentos, en el rechazo de la raz¨®n.
Negar la evidencia es la forma posmoderna de mentir. Y tanto el verbo ¡°negar¡± como sus derivados empiezan a funcionar aqu¨ª como un eufemismo.?
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