David Hockney: el artista descarado detr¨¢s de una de las im¨¢genes m¨¢s compartidas en las redes sociales durante el verano
'Retrato de un artista (piscina con dos figuras)' es un icono global y su creador el gran maestro contempor¨¢neo de la pintura. Todo un triunfo para el v¨¢stago gay de un matrimonio de clase obrera
El 15 de noviembre de 2019, la casa de subastas Christie¡¯s adjudic¨® un cuadro de David Hockney (Bradford, Reino Unido, 1937) por 80 millones de euros, el precio m¨¢s alto pagado hasta entonces por la obra de un artista vivo. Con ello desbancaba a un perrito de acero inoxidable de Jeff Koons. Retrato de un artista (piscina con dos figuras) se hab¨ªa pintado casi medio siglo antes, pero a partir de entonces disfrut¨® de una nueva vida como icono global: es, hoy en d¨ªa, una de las im¨¢genes a las que los usuarios de las redes sociales recurren con m¨¢s frecuencia para evocar el verano de sus sue?os.
Poco importa que al cabo de seis meses Koons volviera a la cima de la clasificaci¨®n, de la que a¨²n no ha sido destronado, con otra de sus esculturas zoomorfas. Ocurre que hoy el arte y su mercado se confunden hasta ser una misma cosa para el p¨²blico mayoritario. Y tambi¨¦n que ese p¨²blico reclama la continuidad del relato del arte como sucesi¨®n de grandes personalidades individuales (genios, los llamamos) que se habr¨ªa iniciado en el siglo XVI con las Vidas de Vasari para reforzarse en el XX gracias a Picasso. As¨ª que Hockney quedaba para siempre legitimado como el gran maestro contempor¨¢neo de la pintura. Todo un triunfo para el v¨¢stago gay de un matrimonio de clase obrera del norte de Inglaterra.
Burgu¨¦s o revoltoso, popular o elitista, superficial o penetrante, anticuado o modern¨ªsimo, se ha definido de muchas formas a David Hockney, y quiz¨¢ su secreto consista en no haber tenido que elegir, en serlo todo al mismo tiempo
Suelen destacarse estos or¨ªgenes para acomodar su trayectoria vital a otro relato cl¨¢sico, el de la historia de superaci¨®n. Que en este caso recorre la l¨ªnea trazada entre un oscuro barrio popular brit¨¢nico y un universo californiano hecho de verdes lomas, teselas azules y arquitectura racionalista bendecida por el sol y el capital. Sin embargo, para darse cuenta de que sus or¨ªgenes siempre han viajado con ¨¦l basta con escucharlo hablar: a trav¨¦s del pelo oxigenado y los impecables atuendos que constituyen su sello de f¨¢brica emerge ese denso acento de Yorkshire que lo define y ubica mejor que ninguna otra cosa.
La Segunda Guerra Mundial estall¨® cuando David ten¨ªa poco m¨¢s de dos a?os, y eso a la fuerza debi¨® marcarle. Los largos a?os de privaciones, las cartillas de racionamiento. Su padre, austero creyente metodista y prosovi¨¦tico, hab¨ªa sido objetor de conciencia. My parents and myself, el cuadro inacabado en el que en 1975 retratar¨ªa a Mr. y Mrs. Hockney y donde ¨¦l figura tambi¨¦n a modo de imagen especular, dice en efecto tanto de los padres del artista como del propio artista. Los endomingados progenitores ocupan ambos lados de la imagen: ¨¦l, un oficinista puritano puesto de lado al que la chaqueta le viene grande; ella, algo r¨ªgida, cruza manos y pies y ladea la cabeza, pero mira de frente evidenciando una firmeza de esp¨ªritu que la modestia de sus maneras trata de enmascarar. Entre ellos est¨¢ su hijo. O, mejor dicho, el reflejo de este. Sobre una pila de libros y junto a un ramo de tulipanes amarillos. Y en esta imagen queda todo dicho.
Los tulipanes remiten inevitablemente a sus cabellos, que decidi¨® te?irse de rubio siguiendo los consejos de un anuncio de Clairol donde se afirmaba que ¡°las rubias se divierten m¨¢s¡±. Esto, junto con las gafas de montura gruesa y el calculado dandismo de sus atuendos, lo hace parecer un cr¨ªo travieso, o bien el alumno m¨¢s aplicado de la clase de trigonometr¨ªa, o ambas cosas a la vez. Ha llegado el momento de hablar, por cierto, de Hockney como referente de la moda: no es solo que los colores vibrantes y las piscinas de sus cuadros hayan inspirado dise?os de Saint Laurent o Michael Kors, sino que las estudiadas indumentarias con los que siempre se presenta en p¨²blico ¨Cque sepamos, no se le ha pillado en un renuncio- suponen tambi¨¦n una inagotable fuente de inspiraci¨®n para fot¨®grafos, estilistas y dise?adores.
El movimiento hippie, que forzosamente conoci¨®, no dej¨® huella en ¨¦l: ni en plena apoteosis de los sesenta sucumbi¨® a la psicodelia. Podr¨ªa decirse que su estilo parte de los rasgos externos que caracterizan a las clases altas brit¨¢nicas -con deslizamientos hacia otros territorios como Tintin o el Aschenbach de Thomas Mann y Visconti- para saturarlos de colorido. En ese raro equilibrio entre adhesi¨®n acr¨ªtica al orden establecido y su resignificaci¨®n subversiva se mueve todo: sus ropas, su arte, su misma vida.
Cuando era adolescente, en el Reino Unido de los a?os 50, la homosexualidad era un delito penado. Pese al medio hostil, decidi¨® no esconder ni reprimir sus tendencias, inspirado por la figura del empresario ruso de ballet Sergei Diaghilev: un referente sin duda peculiar en aquel momento y aquel lugar. De la solidez de sus gustos e intereses tambi¨¦n dio muestras como estudiante del Royal College of Arts. Si en los a?os 50 lo que se esperaba de un joven pintor de vanguardia era que copiara a los expresionistas abstractos americanos bajo la esperanza de convertirse en un nuevo Pollock, ¨¦l se mantuvo fiel a la figuraci¨®n, y con m¨¢s motivo no dej¨® de hacerlo una vez levantada el acta de defunci¨®n del informalismo. Y si en los 60 y los 70 la contracultura, las denuncias de mercantilizaci¨®n del arte y el auge de lo conceptual aconsejaban desmaterializar la obra art¨ªstica para adentrarse en los dominios de la instalaci¨®n, el land art o la performance, ¨¦l sigui¨® transitado obstinadamente por la vieja senda de pintar cuadros. Asignado por muchos al universo pop, la etiqueta se despegaba vistos los elementos expresionistas de sus inicios, y despu¨¦s ante sus referencias clasicistas, tan refinadas como literales. Y sobre todo nada ir¨®nicas. Es decir, ni remotamente posmodernas.
A mitad de la d¨¦cada de los 60, tras vender completa su primera exposici¨®n individual en una galer¨ªa, comenz¨® su etapa de Los ?ngeles. Encontr¨® que la ciudad era fascinante: ¡°Tres veces mejor de lo que pensaba¡±, dir¨ªa, pero no al modo sard¨®nico de Warhol y sus seguidores. Se puso a pintar las piscinas y los pulidos interiores de las mansiones angelinas, y tambi¨¦n a sus propietarios, con la misma agenda que pod¨ªa tener un Canaletto para el Gran Canal de Venecia o un Vermeer para la burgues¨ªa holandesa. Que consiste en representar tres cosas a la vez: un instante congelado en el tiempo -qu¨¦ otra cosa es su obra m¨¢s c¨¦lebre, A Bigger Splash-, el universo particular en el que ese momento manifiestamente se inscribe y todo lo esencial e inmutable de la condici¨®n humana que se esconde detr¨¢s de ¨¦l.
Por composici¨®n, clima y densidad simb¨®lica, muchas de sus obras podr¨ªan tomarse por variaciones sobre El matrimonio Arnolfini, de Van Eyck. En este sentido, sus padres fueron solo una de las muchas parejas que pint¨®. Entre sus mayores logros se cuentan los retratos de amigos como Ossie Clark y Celia Birtwell, Henry Geldzahler y Christopher Scott o, sobre todo, el escritor Christopher Isherwood y su joven novio Don Bachardy. En este ¨²ltimo cuadro late con fuerza cierta idealizaci¨®n sobre la imagen de la pareja gay. Es f¨¢cil interpretarlo as¨ª bajo la hip¨®tesis de que fue la paz conyugal que irradiaba la pareja Isherwood-Bachardy lo que animar¨ªa al propio Hockney, hasta entonces c¨¦libe, a buscarse una media naranja con la que reproducir el mismo patr¨®n.
Y esa media naranja la encontr¨® a los 28 a?os mientras impart¨ªa un curso de dibujo en la UCLA. Uno de sus alumnos era el ef¨¦bico Peter Schlesinger, que apenas acaba de llegar a la mayor¨ªa de edad. Schlesinger es uno de los dos protagonistas de Retrato de un artista (piscina con dos figuras), aunque antes ya lo hab¨ªa pintado en The Room, Tarzana (1967), tumbado boca abajo sin pantalones ni ropa interior como una odalisca de Boucher. Schlesinger y ¨¦l trasladaron al plano de la realidad la fantas¨ªa matrimonial burguesa de Hockney, primero en Los ?ngeles y despu¨¦s en Londres, hasta que la relaci¨®n termin¨® a mediados de los a?os 70. La ruptura se document¨® en A Bigger Splash, pel¨ªcula dirigida entre 1971 y 1974 por Jack Hazan, muy osada para la ¨¦poca por su tratamiento sin tapujos de una historia de amor y desamor homosexual. El director declarar¨ªa que, tras verla, Hockney se encerr¨® en su habitaci¨®n durante dos semanas y expres¨® su deseo de no haberlo conocido nunca.
El relevo lo tom¨® Gregory Evans, otro hombre joven y m¨¢s que bien parecido. Cuando se conocieron, Evans era amigo de Peter Schlesinger y pareja de Nick Wilder, el galerista de Hockney en aquel momento. Y, pese a su juventud, acumulaba un interesante historial a sus espaldas. A los quince a?os hab¨ªa huido de su Oklahoma natal para sumarse a la escena hippie de San Francisco, para despu¨¦s recalar en Los ?ngeles con unos amigos, actores del musical Hair. Inteligente, carism¨¢tico y disipado, atrajo de inmediato su atenci¨®n. El pintor quiso retratarlo junto a Wilder en la fabulosa casa que compart¨ªan en Hollywood Hills, para lo que realiz¨® varias fotos y bocetos. La obra nunca lleg¨® a pintarse, pero a cambio Evans posar¨ªa en solitario para innumerables obras de Hockney, ya convertido en su pareja (y despu¨¦s como su amigo y colaborador).
El chef John Fitzherbert ser¨ªa su compa?ero desde principios de los 90, cuando ya disfrutaba de un reconocimiento universal y las retrospectivas se suced¨ªan en centros de arte de todo el mundo. En 2013, un hombre de 23 a?os llamado Dominic Elliott falleci¨® tras haber ingerido un producto de limpieza con ¨¢cido sulf¨²rico en la casa y estudio del pintor en la costa de Yorkshire. Elliott resid¨ªa y trabajaba all¨ª, y en aquel momento lo acompa?aba Fitzherbert, de quien era amante. Fue ¨¦l quien lo llev¨® al hospital en un largo y ag¨®nico trayecto. Mientras el joven era atendido sin ¨¦xito, Fitzherbert llam¨® al asistente principal del estudio para pedirle que eliminara de la habitaci¨®n todo resto de estupefacientes, al parecer con el fin de evitar el esc¨¢ndalo a un Hockney de salud delicada (meses antes hab¨ªa sufrido un ataque cardiaco). Se supo entonces que aquella noche Fitzherbert y Elliott hab¨ªan estado consumiendo alcohol y drogas ilegales. El tribunal determin¨® que la muerte hab¨ªa sido accidental, y tanto Hockney como Fitzherbert quedaron eximidos de toda responsabilidad en ella. Sin embargo, el artista termin¨® vendiendo aquella mansi¨®n, situada a un centenar de kil¨®metros de su ciudad natal, para regresar al soleado Hollywood Hills.
Los paisajes de Yorkshire han sido una fuente de inspiraci¨®n para las ¨²ltimas dos d¨¦cadas de su producci¨®n. En 2012, el Guggenheim de Bilbao acogi¨® una exposici¨®n de su obra paisaj¨ªstica en la que destacaban unas impresionantes pinturas al ¨®leo de gran formato, pero que tambi¨¦n se hac¨ªa eco de su trabajo reciente con iPads y m¨®viles. Antes de eso ya hab¨ªa utilizado las c¨¢maras de fotos tanto en sus trabajos preparatorios como para componer unos logrados fotocollages de inspiraci¨®n cubista (Picasso es una de las influencias que ha reconocido), y tambi¨¦n hab¨ªa explorado las posibilidades expresivas de la fotocopiadora. Esta aparente paradoja por el uso de medios contempor¨¢neos sin abandonar t¨¦cnicas que, como el ¨®leo o la acuarela, se dan por amortizadas en la historia del arte, es uno de los aspectos m¨¢s interesantes de su pr¨¢ctica pict¨®rica. Tambi¨¦n realiz¨® una exhaustiva investigaci¨®n para demostrar que la c¨¢mara l¨²cida -un instrumento ¨®ptico basado en la concurrencia de espejos y lentes- fue abundantemente utilizado por los maestros del Renacimiento y el Barroco como despu¨¦s por ¨¦l mismo.
Burgu¨¦s o revoltoso, popular o elitista, superficial o penetrante, anticuado o modern¨ªsimo, se ha definido de muchas formas a David Hockney, y quiz¨¢ su secreto consista en no haber tenido que elegir, en serlo todo al mismo tiempo. Como hace cinco a?os declar¨® en una memorable entrevista a The Guardian: ¡°Solo porque seas un descarado, no significa que no hables en serio¡±.
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