La Costa Azul del Gran Gatsby
Entre Niza y Saint-Raph?el, escenarios de la Riviera francesa que cautivaron a Scott Fitzgerald y otros atormentados e ilustres personajes
Durante algunos d¨ªas he estado viajando por la Costa Azul. Niza, Juan-les-Pins, Saint-Rapha?l, Cannes¡ El motivo era el asueto, pero tambi¨¦n localizar los genius loci, en especial literarios, que poblaron durante d¨¦cadas la Riviera francesa. La temperatura mesurada, los horizontes cobalto, el mar, apetecible incluso en invierno, ya daban una idea de por qu¨¦ tantos artistas se vinieron aqu¨ª. Es llamativa la poca presencia de espa?oles, quiz¨¢s debido a que en el imaginario ib¨¦rico es un ¨¢rea cara (seg¨²n y c¨®mo) y por nuestras espectaculares playas.
Niza es un lugar inesperado, monumental, lleno de villas y fachadas bell¨ªsimas, y repleto de los ingleses que colonizaron la zona a?os ha, los rusos que la reafirmaron, los alemanes, los italianos¡ Por la Promenade des Anglais se encuentran placas en los edificios donde vivieron Ch¨¦jov y Matisse, o te topas con el bar del hotel Negresco, donde el qui¨¦n es qui¨¦n de finales del siglo XIX y principios del XX se cog¨ªa las cogorzas. En la ciudad se puede visitar la impresionante Villa Mass¨¦na (65 Rue de France), el palacete del mariscal napole¨®nico, donde en una c¨¢mara acondicionada aguarda La crucifixi¨®n de Louis Br¨¦a. En Niza, G¨®gol escribi¨® Almas muertas (1842) y al parecer no dejaba de dar la brasa sobre su misi¨®n divina: salvar el mundo; Nietzsche se paseaba deslumbrado por la magn¨ªfica luz, lami¨¦ndose las heridas de su ruptura con Lou Andreas-Salom¨¦. En el escondido Museo de Bellas Artes descubr¨ª al simbolista Gustav-Adolf Mossa: esperaba en la ¨²ltima sala, casi aplastado por cuadros de tama?o desmesurado. El escandaloso escritor Jean Lorrain deambulaba por sus calles (una avenida lleva su nombre), pintado como una puerta, y se llevaba a Colette de putas (en este caso, putos), ¡°donde Jean gozaba de una magn¨ªfica reputaci¨®n¡± seg¨²n cuenta Giuseppe Scaraffia en su libro La novela de la Costa Azul (2013). El gran Maiakovski, destrozado por una pena inmensa ante el fracaso de la revoluci¨®n rusa, escrib¨ªa: ¡°Aqu¨ª estoy de nuevo cantando la gloria?/ de hombres tan dolidos como un hospital?/ y mujeres banales como un proverbio¡±.
En la?Costa Azul se juntaban buscavidas, chiflados, escritores, millonarios, arist¨®cratas, reyes y princesas, amantes de reyes y princesas, pintores, un mont¨®n de tuberculosos a la b¨²squeda de un calor que les secase los pulmones y kamikazes varios que buscaban pulirse sus fortunas en los casinos. Maupassant, Romain Gary, Sagan, Blasco Ib¨¢?ez, Somerset Maugham, Marguerite Yourcenar, Katherine Mansfield, ?luard, Apollinaire, Coco Chanel, Brigitte Bardot, Andr¨¦ Gide, Graham Greene, Malraux, Glenway Wescott, Cyril Connolly, C¨¦line, Simenon, Henry Miller, Cocteau¡ Todos tuvieron casa o pasaron por all¨ª, protagonizando en algunos casos verdaderos culebrones. Casas o casoplones. El escritor Somerset Maugham es de estos ¨²ltimos: solo hace falta ver la villa La Mauresque, en Saint-Jean-Cap-Ferrat (52 del bulevard du G¨¦n¨¦ral De Gaulle), un colosal palacio con cinco hect¨¢reas de terreno ¡ªhoy una residencia privada¡ª, donde escrib¨ªa tres horas al d¨ªa y recib¨ªa, recib¨ªa mucho: Churchill, Aga Khan, Kipling, Wells¡
El universo de un genio
Los enormes yates anclados en Niza, Antibes o Cannes; en esta ¨²ltima, la riqueza obscena de los ¨¢rabes que entran en Cartier con familias enteras. Los caracter¨ªsticos tup¨¦s de los franceses. Los complejos vinos blancos de Sancerre o los Pouilly-Fum¨¦.
Imbuido por todo este imaginario, yo buscaba uno en concreto: el universo de Francis Scott Fitzgerald. Para entender bien sus novelas, adem¨¢s de viajar a Nueva York o los Hamptons, hay que visitar un par de sitios en la Costa Azul: Juan-les-Pins y Saint-Rapha?l. Su imaginario se crea entre 1923 y 1929 en esa franja de la Riviera, cuando vivi¨® y escribi¨® y se emborrach¨® con Zelda y sus amigos millonarios, los Murphy ¡ªquienes los acogieron en su inmensa Villa America, que sigue en pie¡ª, huyendo de la vida desmadrada que llevaban en Nueva York. En Juan-les-Pins, en lo que ahora es el hotel de lujo Belles Rives, hay una placa con un escrito de Fitzgerald de 1926: ¡°Soy feliz como no lo era desde hace muchos a?os. Es uno de esos momentos extra?os, tan valiosos como breves en los que todo parece ir bien¡±. Antes de convertirse en hotel fue la Villa Saint-Louis, en la que Fitzgerald vivi¨® durante un par de a?os, el tiempo necesario para terminar el corpus b¨¢sico de Suave es la noche (1934). Los escenarios en los que transcurre la novela est¨¢n a poca distancia, unos tres kil¨®metros al sur, en el majestuoso Hotel du Cap-Eden-Roc; vale la pena visitar ambos establecimientos y tomarse un champ¨¢n a la memoria de Scott.
Las noches de alcohol, lujo, derroche; los celos y escenas de Zelda; los actos rid¨ªculos y narcisistas de Francis; la neurosis, la genialidad, los complejos de inferioridad respecto a sus amigos mecenas que la pareja no era capaz de superar. Todo aliment¨® su literatura con la potencia de un Negroni, ¡°era como un gran cuento de hadas. ?ramos todos tan j¨®venes¡¡±, recordar¨ªa mucho despu¨¦s Sara Murphy. Posiblemente, en esa costa Fitzgerald ver¨ªa al fondo el faro de Antibes, la famosa luz verde al final del malec¨®n de Daisy en su novela El Gran Gatsby. Posiblemente comenz¨® a perge?ar en su cabeza, entre su ya condenada joie de vivre, sublimando sus complejos, la historia de un trepa llamado Jay Gatsby, cegado por un sue?o tan letalmente rom¨¢ntico.
Me acerqu¨¦ tambi¨¦n a Saint-Rapha?l: all¨ª, el escritor alquil¨® Villa Marie, con sus balcones moriscos, rodeado por el perfume de los eucaliptos y los jazmines, sobrellevando las infidelidades y el alcoholismo de Zelda (y ella el suyo), para comenzar a escribir las famosas l¨ªneas iniciales de El Gran Gatsby: ¡°En mis a?os j¨®venes y vulnerables mi padre me dio un consejo sobre el que llevo recapacitando desde entonces. ¡®Cuando te sientas con ganas de criticar a alguien ¡ªme dijo¡ª, recuerda que en este mundo no todos han tenido las mismas ventajas que t¨²¡±. Me content¨¦ con quedarme en el H?tel Continental, donde Scott estuvo alojado, y pedir una cervecita en homenaje al genio. Al final de ese verano, escribi¨®: ¡°Hab¨ªa sido un buen verano. He sido infeliz, pero mi trabajo no se ha visto perjudicado¡±. Y tanto: acababa de escribir una de las m¨¢s conmovedoras novelas de la historia.
Es sabido que el cuento de hadas acabar¨ªa mal, y que los j¨®venes estaban malditos. A?os despu¨¦s, cuando la amistad entre los Fitzgerald y los Murphy era ceniza, Gerald le escribi¨® a Francis: ¡°Ahora s¨¦ que lo que escribiste en Suave es la noche es cierto. Solo la parte artificial de nuestra vida consigue crear una armon¨ªa verdadera y una belleza aut¨¦ntica¡±.
Ignacio del Valle es autor de la novela ¡®Coronado¡¯ (Edhasa 2019).
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