Del lince al urogallo cant¨¢brico, Espa?a en ocho animales
Viajes donde la fauna es la protagonista en el entorno de Do?ana, Sierra Morena, Valencia, la isla de El Hierro o el valle de Laciana
Si el toro y el lobo han sido durante d¨¦cadas las fieras de cabecera para contar Espa?a, la supervivencia de esos t¨®tems depende de muchas otras especies menos vistosas, pero enormemente decisivas, que sostienen los ecosistemas pese a que casi nadie las incluya en sus relatos. Ahora m¨¢s que nunca vale la pena explicar c¨®mo y d¨®nde nos relacionamos con ellas. Lagartos gigantes, urogallos o linces ayudan a entender por qu¨¦ la isla de El Hierro, el valle de Laciana o Sierra Morena son como son. Los ejemplares que aparecen a continuaci¨®n integran Lagarta, libro que presenta historias donde animales a menudo tan invisibles como emblem¨¢ticos conectan asombrosamente con personas dotadas para lo natural. Las alianzas entre estos seres invisibles determinar¨¢n nuestro futuro.
1. Lince
Aunque en la Pen¨ªnsula coincidieron el lince ib¨¦rico y el boreal, de este ¨²ltimo ya no queda ni rastro y el ib¨¦rico se salv¨® por los pelos a finales del siglo pasado, cuando Espa?a se resisti¨® a ser el primer pa¨ªs del mundo moderno donde desapareciera un gran felino. El dinero logrado con un proyecto Life eu??ropeo reconcili¨® a pol¨ªticos, ecologistas, cazadores, ganaderos, vecinos y otros colectivos que habitan los territorios rondados por este felino. Resultado: tras calcular unas 30 hembras reproductoras, el ¨²ltimo censo de linces ib¨¦ricos ha sido de 1.111.
El coto de Do?ana fue clave para mantener con vida a la especie, si bien ha perdido su gancho. El ib¨¦rico solo come conejo y el lentisco es su refugio ideal, pero ambos est¨¢n escaseando en Do?ana, mientras los linces se multiplican a un ritmo que los incita a diseminarse por Sierra Morena (con And¨²jar reclamando la capitalidad lincera) y a seguir rutas que conectan el r¨ªo Guadalmellato y Carde?a (C¨®rdoba), en un viaje imparable hacia el norte que ha permitido avistarlos en los Montes de Toledo, la Extremadura de Valdecig¨¹e?as o el valle del Matachel.
2. Murci¨¦lago
En el escudo de Valencia hay un murci¨¦lago, y mucha gente no sabe por qu¨¦. La pandemia estigmatiz¨® a¨²n m¨¢s a un animal tocado por leyendas de vampiros, si bien los valencianos campesinos e ilustrados aprecian de lo lindo lo que vale un ratpenat. Dicen que su lugar en el escudo tiene que ver con una noche en la que las tropas de Jaume I acamparon en el barrio de Ruzafa. Mientras los soldados dorm¨ªan, un murci¨¦lago cay¨® del cielo sobre la tienda del rey, provocando un estr¨¦pito de armas y armaduras. Jaume I se despert¨® a tiempo de percatarse de que los musulmanes estaban a punto de atacarles y se libr¨® de la derrota.
Los agricultores de arroz y horchata adoran al supuesto chupasangre porque les libra de millones de mosquitos y de la bactra que pulveriza la chufa, y por eso hasta les fabrican dormideros. Massanassa, un pueblo arrocero, o la chufera Carpesa, como tantas localidades del extrarradio, son ideales para contemplar los beneficios de este mam¨ªfero, al que tambi¨¦n salvaguardan en el Centro de Recuperaci¨®n de Fauna de la Albufera.
3. Ballena vasca
Ya no hay ballenas vascas en la costa cant¨¢brica, pero quien desee recordarlas puede seguir la l¨ªnea litoral que une la Getaria guipuzcoana con la Gu¨¦thary francesa, por donde los cet¨¢ceos nadaron durante siglos dando pie a una industria ballenera de vanguardia¡ hasta que su historia se silenci¨®. El secreto entre pescadores reacios a revelar sus caladeros y, luego, la correcci¨®n pol¨ªtica, que desaconseja reivindicar la caza industrial de animales, casi han volatilizado los relatos que vinculan al Pa¨ªs Vasco y la ballena, si bien desde que la historiadora brit¨¢nica Selma Huxley rescat¨® la historia en los archivos de O?ate el mam¨ªfero est¨¢ recuperando su lugar en el imaginario de unos pueblos que fabricaron traineras y barcos veloc¨ªsimos y llegaron a delimitar sus jardines con huesos del coloso.
As¨ª, es posible explorar la relaci¨®n siguiendo la her¨¢ldica de localidades como Hondarribia, Ondarroa o Motrico, adem¨¢s de visitando los astilleros de Albaola en Pasaia o los puertos de las Getarias, Zarautz u Orio, que luce un equipo de traineras de ¨¦lite y rememora la caza de la ¨²ltima ballena vasca con una fiesta.
4. Desm¨¢n
El desm¨¢n es un micromam¨ªfero que solo habita junto a r¨ªos de aguas impolutas y circunscribe su actividad a la noche. Adem¨¢s, desde la est¨¦tica humana se ve m¨¢s bien feo y no es lo mismo concienciar sobre la importancia de un lince que sobre este topillo de cuerpo peludo. Pero a¨²n hay quien ha visto colear al desm¨¢n en Espa?a. Al principio lo llamaron pirenaico porque lo descubrieron en la occitana Tarbes, pero luego aparecieron en el Sistema Central o en Asturias y lo apellidaron ib¨¦rico. En cualquier caso, marca la pureza de un ecosistema.
Hace una d¨¦cada asom¨® en el r¨ªo Eresma, en Valsa¨ªn, si bien las talas de ¨¢rboles lo han desplazado y ahora se concentra en cauces pr¨ªstinos del Sistema Central y, sobre todo, de Galicia, los montes c¨¢ntabros y el norte de Portugal.
5. Cig¨¹e?a negra
Su car¨¢cter reservado, el deseo de alejarse de las cig¨¹e?as blancas y el n¨²mero cada vez m¨¢s reducido de ejemplares perfilan a la cig¨¹e?a negra no solo como bastante indetectable, sino tambi¨¦n como virtuosa buscadora del silencio y la discreci¨®n.
Hay quien la llama gitana debido al plumaje negro que la cubre como una gran mantilla por donde asoman sus intrigantes ojos rojos y ese soberbio pico escarlata que hace pensar en labios pintados.
Solitaria, recelosa y devota de r¨ªos y embalses, de riscos y bosques, tambi¨¦n fan de la umbr¨ªa del encinar que refresca a los pollos y camufla las plumas, la cig¨¹e?a negra no quiere ruido ni m¨¢s desconocidos que los peces que ensarta o atenaza con el estuche-espada que tiene por pico. Lo mismo hace con cangrejos, reptiles, ranas, salamandras y todo tipo de anfibios, que igual captura en el siberiano embalse de Valdecaballeros (Badajoz) que en la sierra de Malcata, al filo de Portugal, adem¨¢s de en el parque natural de Arribes del Duero o la desembocadura del Guadalhorce. Pero, sea donde sea, ?qui¨¦n la ve?
6. Urogallo
En Espa?a existe un ave de biolog¨ªa singular: el urogallo cant¨¢brico. Todas las poblaciones europeas de urogallo viven en regiones boreales con bosques de pinos y abetos, mientras que el cant¨¢brico, desplazado por una glaciaci¨®n, recal¨® en estas monta?as, logrando sobrevivir entre hayedos y robles. A cambio, ha desarrollado un plumaje que le blinda las patas y los orificios nasales del fr¨ªo. Se trata, en fin, de un ser poderosamente excepcional.
Cuando en 2017 la especie entr¨® en la UVI de la fauna salvaje hubo quien se estremeci¨® ante la posibilidad de no volver a escucharle cantar. De ah¨ª que se haya prohibido acudir a cantaderos, y que en Castilla y Le¨®n y el suroccidente asturiano se activara un plan de rescate que, entre otras cosas, favorece la proliferaci¨®n de ar¨¢ndanos (le encantan). Los amantes del urogallo prefieren callar d¨®nde est¨¢n los cantaderos, pero quien desee sentir su aliento puede asomar por Villablino (Le¨®n), sede del Centro del Urogallo, o el centro de cr¨ªa en cautividad de Sobrescobio (Asturias), adem¨¢s de pasear por la Umbr¨ªa de Cerredo, donde las madrugadas de apareamiento se escuchan vuelos, cantos o aleteos.
7. Lagarto gigante de El Hierro
El Hierro est¨¢ marcado por el malpa¨ªs y una geolog¨ªa abrupta culminada por acantilados como el Risco, una sucesi¨®n de crestas dentadas donde a¨²n corretean lagartos de tama?o inusual que hoy emergen como emblemas de la isla canaria. Tambi¨¦n hay lagartos gigantes en La Gomera y Tenerife; las variaciones entre unos y otros son m¨ªnimas, pero la ubicaci¨®n extrema del herre?o, su aura de superviviente en la isla l¨ªmite, le confiere un simbolismo imantador. Retiro, soledad, vejez, volc¨¢n, extinci¨®n.
Adem¨¢s, su historia se vincula a la memorable amistad entre el pastor y luchador canario Perico Mach¨ªn y el bi¨®logo Miguel ?ngel Rodr¨ªguez: el t¨¢ndem que, desde el lagartario de la isla y el Ecomuseo de Guinea, dise?¨® un plan de protecci¨®n que ha preservado a la especie.
Hoy se distinguen siete puntos de El Hierro con lagartos en libertad, la mayor¨ªa de ellos acantilados al borde del oc¨¦ano, aunque el lugar m¨¢s inexpugnable es el Roque Chico, un islote al que solo se puede acceder escalando sus rocas desde el mar o en helic¨®ptero.
8. Bucardo
La apasionante historia del bucardo se narra desde el parque nacional de Ordesa (Huesca). All¨ª, en enero de 2000, la nieve parti¨® un abeto que aplast¨® la cabeza de una bucarda. Al ser la ¨²ltima de su especie, se convirti¨® en el primer animal extinguido en el siglo XXI. Como cient¨ªficos espa?oles hab¨ªan congelado c¨¦lulas de bucarda, procedieron a clonarla en Zaragoza. La cr¨ªa vivi¨® ocho minutos. Para rastrear su pista cabe viajar a Torla, de donde part¨ªan los cazadores, y seguir hasta la Faja de Pelay, donde Javier Seijas detect¨® a una hembra tras muchos meses de espera, para acabar en la Muralla de Du¨¢scaro, su ¨²ltimo refugio.
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