Fuentes: Ayuntamiento de Ciudad del Cabo, Gobierno de Sud¨¢frica, ONU
Fuentes: Ayuntamiento de Ciudad del Cabo, Gobierno de Sud¨¢frica, ONU
Fuentes: Ayuntamiento de Ciudad del Cabo, Gobierno de Sud¨¢frica, ONU
Fuentes: Ayuntamiento de Ciudad del Cabo, Gobierno de Sud¨¢frica, ONU
La vibrante capital cultural de Sud¨¢frica tiene dos caras: un centro inspirado en las urbes europeas y una periferia empobrecida y violenta. Varias iniciativas luchan por hacerla m¨¢s integradora
Textos: Pablo Le¨®n | Fotos y v¨ªdeo: Carlos Rosillo / Ciudad del Cabo (Sud¨¢frica)
La m¨²sica resuena en una calle sin asfaltar de Gugulethu. Un joven, delgado, de blanco impoluto y con gafas de sol, est¨¢ reunido con un grupo de amigos frente a Mzoli?s, de donde emana el sonido. Ayanda tiene 21 a?os y lleva toda la vida en el barrio, una de las favelas (denominadas township) de Ciudad del Cabo, a unos 15 kil¨®metros del centro de la que llaman la ciudad madre. Junto a Gugulethu, Khayelitsa, Langa, Nyanga y Mitchell?s Plain son los principales poblados que rodean la urbe. En ellos reside casi un tercio de los habitantes de Ciudad del Cabo (3,9 millones de habitantes en 2014). Las casas de materiales consistentes se alternan con los shacks (chabolas). ¡°El apartheid gener¨® un exitoso modelo de ingenier¨ªa espacial excluyente que se mantiene¡±, cuenta Brendon Bobsworth, editor de UrbanAfrica.Net, publicaci¨®n del African Centre for Cities de la Universidad de Ciudad del Cabo. La vibrante capital cultural de Sud¨¢frica, que este a?o espera atraer a 1,9 millones de turistas, tiene dos caras: un centro inspirado en Europa, tranquilo y cuidado ¨Cla ciudad madre; desde el siglo XV, cuando los portugueses avistaron el cabo, la zona ha estado vinculada al Viejo Continente¨C, y un complicado, empobrecido y, en muchos casos, violento cintur¨®n suburbano.
Ciudad del Cabo entr¨® el a?o pasado en la clasificaci¨®n de las ciudades m¨¢s peligrosas del mundo. Lo hizo en el puesto n¨²mero nueve del listado, elaborado por el Consejo Ciudadano para la Seguridad P¨²blica y la Justicia Penal de M¨¦xico. Ascendi¨® 11 posiciones en un a?o. ¡°Es la m¨¢s insegura de ?frica, pero esa violencia est¨¢ deslocalizada¡±, resume Gavin Silber, experto en planificaci¨®n urbana y espacio p¨²blico. En 2015 hubo 2.415 homicidios en la urbe (65,53 por cada 100.000 habitantes); la gran mayor¨ªa de ellos ocurrieron en los suburbios. Adem¨¢s, se ha producido un aumento de los cr¨ªmenes relacionados con las drogas, llegando a los 57.500 en 2014, cuatro veces m¨¢s que una d¨¦cada anterior. ¡°La incidencia de la violencia es much¨ªsimo mayor en los townships. En el centro, debido a los precios de las viviendas, solo pueden permitirse residir algunas personas. Es una zona cuidada, segura y agradable. De hecho los precios de los pisos han subido en torno a un 20%. Pero eso beneficia a menos de un 1% de la poblaci¨®n¡±, a?ade Silber, que tambi¨¦n es activista y colabora con Ndifuna Ukwazi, asociaci¨®n donde realiza an¨¢lisis legislativos y pol¨ªticos para apoyar la campa?a Reclaim the City (Reclama la ciudad), que critica la especulaci¨®n urban¨ªstica, la gentrificaci¨®n y lucha por una localidad m¨¢s integradora.
Un coche de polic¨ªa cruza despacio la calle de la marcha de Gugulethu. No deja de dar vueltas por la zona mientras la gente no para de llegar. ¡°El ambiente de los domingos es muy relajado¡±, cuenta el joven Ayanda. Dentro de la carpa de Mzoli?s, un DJ pincha mientras dos chicos tocan los timbales creando una especie de fusi¨®n electro africana. El p¨²blico baila, come carne (los domingos son d¨ªa de barbacoa) y bebe refrescos, cervezas o sidra, muy t¨ªpica en el pa¨ªs. ¡°Aqu¨ª no se vende alcohol¡±, avisan en el interior, ¡°a veces la gente se emborrachaba mucho y ten¨ªamos problemas¡±. Las bebidas se pueden adquirir en una tienda aleda?a y tomarlas al son de la m¨²sica. Es lo que hacen tres j¨®venes y blanqu¨ªsimos turistas. Un amigo suyo les recomend¨® la fiesta y no les est¨¢ defraudando: ¡°La m¨²sica es buen¨ªsima y el ambiente muy aut¨¦ntico, muy real¡±, dice una chica del tr¨ªo.
A pesar de la escasa distancia f¨ªsica que existe entre el centro de Ciudad del Cabo y los townships, ambas realidades est¨¢n desconectadas. ¡°Ciudad del Cabo fue concebida con un centro, donde viv¨ªan los blancos, rodeado de asentamientos para negros y mestizos (coloured). Estos ¨²ltimos herederos de europeos, que llegaron a la zona en el siglo XV cuando los portugueses rodearon ?frica, y asi¨¢ticos, que comenzaron a desembarcar en la ciudad en el siglo XVII, cuando los colonos holandeses llevaron a los primeros esclavos y cuya presencia se acentu¨® durante la colonizaci¨®n brit¨¢nica. De hecho, los mestizos son la etnia dominante (42,4% de la poblaci¨®n) seguidos de los negros (38,6%). La minor¨ªa blanca (15,7%) vive junto a la costa; en los suburbios su presencia es testimonial. Y mientras en Mitchell?s Plain se concentran los mestizos (forman el 91% de los residentes en este asentamiento de m¨¢s de 300.000 personas), en Khayelitsa, Langa, Gugulethu y Nyanga domina la poblaci¨®n negra (99% de los habitantes).
Desde el comienzo del apartheid, oficialmente en 1948, las ciudades sudafricanas se construyeron en base a los principios de zonificaci¨®n extra¨ªdos del urbanismo modernista, inspir¨¢ndose en el modelo de ciudad jard¨ªn de Ebenezer Howard (asentamientos descentralizados de las almendras centrales y de las f¨¢bricas para aportaban un espacio saludable y tranquilo a los trabajadores) y de la Villa Radial de Le Corbusier. Con un matiz, se cambiaba la visi¨®n ambiental y de bienestar por la racial. ¡°Seguimos siendo uno de los pa¨ªses m¨¢s desiguales del mundo¡±, dice Silber, ¡°por eso hay que hacer un cambio radical de modelo¡±. Los asentamientos, alejados del coraz¨®n de las ciudades, fueron dise?ados para que fuera f¨¢cil controlarlos en caso necesario. Es decir, que fuera complicado conectar con la urbe y que la polic¨ªa pudiera entrar con escaso esfuerzo. Esa desconexi¨®n se ha mantenido. El modelo tambi¨¦n: el programa de mejora de casas del Gobierno, que transforma chabolas en casas consolidadas, lo hace sobre el dise?o informal realizado por los habitantes de las favelas. En Khayelitsa, por ejemplo, se construyen unas 10.000 nuevas infraviviendas al a?o. Actualmente, en el poblado, ideado para unas 200.000 personas, viven m¨¢s del doble, seg¨²n el censo de 2011.
Nathaniel, de 28 a?os, reside desde hace algo m¨¢s de un a?o en Langa, uno de los primeros asentamientos, establecido en 1923. Vino de Nigeria y trabaja en una empresa del centro, ¡°de manitas¡±. Cada d¨ªa viaja desde el suburbio: un trayecto de entre tres y cuatro horas al d¨ªa. ¡°El tren no siempre funciona bien, por lo que si quiero llegar a tiempo al trabajo tengo que salir con bastante antelaci¨®n¡±, cuenta el joven. Eso le obliga o bien a levantarse muy temprano, cuando a¨²n no ha amanecido, o bien a regresar muy tarde a casa, despu¨¦s del atardecer. Y la oscuridad siempre esconde m¨¢s peligros.
El programa Violence Prevention through Urban Upgrading (prevenci¨®n de la violencia a trav¨¦s del desarrollo urbano) mapea esos lugares peligrosos en los suburbios. Una vez identificados intenta empoderar a la poblaci¨®n y crear una ¡°ciudadan¨ªa activa¡±. ¡°La idea no es solucionar el problema de la violencia como agentes externos, sino apoyar a la poblaci¨®n local que quiere vivir en un lugar seguro¡±, explican desde la organizaci¨®n, una iniciativa del Gobierno y el Banco Alem¨¢n de Desarrollo. Para crear esa red de lugares seguros, construyen centros c¨ªvicos, que operan todo el d¨ªa con el apoyo de voluntarios. Su construcci¨®n viene acompa?ada de iluminaci¨®n estableciendo un camino seguro. El programa comenz¨® hace m¨¢s de una d¨¦cada y en las zonas donde se ha instaurado se ha reducido la violencia hasta un 33%, seg¨²n sus propios datos. ¡°Intentamos cambiar el liderazgo en lugares donde dominaba el menudeo, el robo de coches o el crimen organizado. Las opciones que tienen estos lugares es o construir un centro comunitario o vivir la ley del crimen. Cambiar eso es trabajar por la sostenibilidad social¡±, cuentan desde la direcci¨®n del programa. En Nyanga, el suburbio que ostenta la fama de ser el m¨¢s peligroso, ¡°con zonas donde ni la polic¨ªa entra¡±, apunta Nathaniel, hay varios de estos centros. En Gugulethu tambi¨¦n.
Cada diez casas comparten un ba?o. El grifo de agua corriente es comunitario y lo usan una veintena de personas. La electricidad tambi¨¦n es colaborativa: a cada poste se enganchan varias casas perfilando un paisaje de cables y favelas. El Gobierno de la ciudad defiende (datos de 2013) que nueve de cada diez ciudadanos tienen acceso a un ba?o; un 96,5% a agua corriente; un 93,9% a electricidad y a m¨¢s del 94% se les recoge la basura al menos una vez a la semana. ¡°Hay mejoras, pero llevamos m¨¢s de dos d¨¦cadas en una situaci¨®n muy parecida. Se part¨ªa de una situaci¨®n muy complicada, pero hay que hacer cambios radicales¡±, defiende el activista Silber, que considera que los principales problemas de Ciudad del Cabo son la violencia, el precio de las casas y la movilidad.
¡°Sin duda la movilidad lo es¡±, ratifica Brendon Bobsworth del African Centre for Cities. ¡°Ciudad del Cabo se sit¨²a, desde hace tres a?os, como la ciudad m¨¢s congestionada del pa¨ªs. Ir a trabajar en el centro de la ciudad resulta problem¨¢tico porque el transporte p¨²blico no es fiable, as¨ª que todo el que se lo puede permitir opta por el veh¨ªculo privado¡±, a?ade. Aunque tampoco soluciona nada: los conductores gastan un 71% del tiempo al volante en atascos, seg¨²n un estudio municipal. El Ayuntamiento lanz¨® en 2010 la red de autobuses p¨²blicos My City con la idea de establecer un transporte p¨²blico seguro y r¨¢pido. Est¨¢ prohibido portar armas (6,6 habitantes de cada 100 posee una en el pa¨ªs, seg¨²n datos de la organizaci¨®n Gun Policy); se pueden meter bicis y en algunos hay wifi. Se mueven por el centro y van ampliando su red, pero no tienen nada que ver con los colectivos que usa la mayor parte de la poblaci¨®n. ¡°My City es una buena idea, pero hay que bajar su precio, ampliar la red y, sobre todo, crear v¨ªas exclusivas para el transporte p¨²blico¡±, recomiendan desde el African Centre for Cities. Valoran esos esfuerzos por crear espacios p¨²blicos capaces de cambiar las relaciones con los ciudadanos, pero consideran que se necesita incidir en ellos.
En 2010 tambi¨¦n se puso en marcha un ambicioso programa de consolidaci¨®n de hogares en diversos suburbios. Sobre todo, aquellas hileras de casa situadas en primera l¨ªnea de la carretera que une el aeropuerto con el centro de la urbe: el N2 Gateway Project. Algunos lo tildaron de maquillaje ya que ese a?o Sud¨¢frica acog¨ªa el Mundial de F¨²tbol. Consideraban que se hac¨ªa por los turistas. Con un crecimiento anual de en torno al 4%, este a?o esperan atraer a casi dos millones de visitantes internacionales, el turismo es un eje econ¨®mico de la ciudad. ¡°Sin duda tenemos problemas¡±, dice Enver Duminy, CEO de Cape Town Tourism, ¡°pero tambi¨¦n una ciudad vibrante, un entorno natural inigualable, unos vinos espectaculares y una historia muy interesante¡±.
Define el turismo como ¡°luz en la oscuridad¡± cuando habla de iniciativas como Maboneng (que significa luz): ¡°Son rutas en las que se visitan las favelas y se anima a los visitantes a conocer esa realidad. Por un lado se generan focos de desarrollo local. Por otra, concienciaci¨®n¡±. Duminy, que naci¨® y creci¨® en una favela, tambi¨¦n habla de Ciudad del Cabo como referente de turismo gay. Hace un par de meses la ciudad acogi¨® la convenci¨®n anual de la IGLTA, organizaci¨®n dedicada al turismo LGTB. Era la primera vez que se hac¨ªa en una capital africana. ¡°La protecci¨®n de las minor¨ªas forma parte de nuestra esencia como joven pa¨ªs. Algo que se recoge en la Constituci¨®n de 1994. Fuimos el primer pa¨ªs del mundo en reconocer los matrimonios entre personas del mismo sexo y un refugio en el continente para el colectivo LGTB. En el centro de Ciudad del Cabo. La dicotom¨ªa centro-periferia tambi¨¦n ocurre en lo relacionado con derechos y en una favela ser gay no es f¨¢cil: ¡°No se lo he dicho a nadie en Langa¡±, cuenta Nathaniel. Huy¨® de Nigeria porque una noche entraron en su casa y mataron a su pareja. A ¨¦l le apuntaron como el siguiente objetivo. Huy¨® del pa¨ªs y encontr¨® asilo en Ciudad del Cabo. Sigue teniendo miedo y prefiere no dar su apellido ni m¨¢s detalles de su vida. Tampoco confirma ni desmiente si vive con el VIH. Aunque uno de cada diez sudafricanos est¨¢ infectado por el virus, las nuevas infecciones entre j¨®venes de 15 a 24 a?os han ca¨ªdo en los ¨²ltimos a?os (actualmente afecta a un 5,6% de los j¨®venes); el acceso a tratamientos gratuitos ha crecido y las muertes relacionadas con el sida han bajado 20 puntos en la ¨²ltima d¨¦cada.
La tarde del domingo en la fiesta de Mzoli?s todos estos problemas se desdibujan. La m¨²sica, la comida, las risas, la mezcla racial, que no se da en otros lugares de la ciudad, y la alegr¨ªa dominan la jornada. ¡°Es un lugar incre¨ªble. Una de las mejores fiestas a las que se debe ir¡±, describe el estilista David Lerouw, originario de Johannesburgo. Comienza a atardecer y la m¨²sica sigue sonando. ¡°Es un lugar fenomenal, pero al caer la noche hay que tener cuidado sobre todo si no eres de aqu¨ª¡±, avisa Lerouw. ¡°Por el d¨ªa todo el luminoso y divertido, pero cuando llega la oscuridad, con tanta gente bebiendo, llega el momento de irse¡±, a?ade. Hay que volver a la bella ciudad madre no vaya a ser que aparezca su faceta de madrastra.