La aventura de deconstruirse
No tiene que ser f¨¢cil ser una revista masculina en pleno proceso de demolici¨®n de las viejas masculinidades
Ser lector de revistas masculinas en los a?os posteriores a la Segunda Guerra Mundial deb¨ªa de ser, ciertamente, agotador. Fueron esos los tiempos dorados de un subg¨¦nero impreso que la posteridad ha acabado identificando bajo el nombre de Men¡¯s Adventure Magazines, pero que, en su d¨ªa, y dentro de los bien compinchados gremios de editores y distribuidores, se conoc¨ªan coloquialmente como revistas de mancha sobaquera. En sus p¨¢ginas se reun¨ªan relatos pulp en los que h¨¦roes de una masculinidad gran¨ªtica rescataban a opulentas damiselas en peligro de las garras de s¨¢dicos nazis, tribus can¨ªbales, animales rabiosos, p¨¦rfidas encarnaciones de la otredad racial (por lo general, ¨¢rabes l¨²bricos u orientales perversos) y comunistas con lujuria de gulag. En sus portadas, ilustradores como Charles Copeland, Vic Prezio, Bruce Minney y, sobre todo, Norman Saunders ¨Cla gran estrella de la especialidad¨C jugaban a la hip¨¦rbole viril con grandilocuentes e hipersexualizadas sublimaciones de una concepci¨®n de la aventura que, poco a poco, iban alimentando de exceso el inconsciente colectivo del hombre de posguerra. Que la mancha sobaquera se convirtiera en metonimia de la masculinidad es un detalle que, sin duda, hubiese fascinado a un maestro del sobreentendido como Ernst Lubitsch, aunque la est¨¦tica del sudor rudo dif¨ªcilmente podr¨ªa conciliarse con su refinado universo de tel¨¦fonos blancos y copas de champ¨¢n. S¨ª, leer revistas masculinas en esos a?os deb¨ªa de ser agotador, porque tener que medirse con ese brutal imaginario de la masculinidad no pod¨ªa ser m¨¢s estresante para un hombre com¨²n con m¨¢s posibilidades de morir aplastado por una hipoteca que de vivir dando mandobles a toda suerte de villanos y malandrines.
El d¨¦cimo aniversario de una revista como ICON, publicaci¨®n que me cuenta a la vez entre sus lectores y en su lista de colaboradores, puede ser una buena ocasi¨®n para reflexionar sobre lo que ha llovido desde el surgimiento de las Men¡¯s Adventure Magazines hasta ahora, pero tambi¨¦n para evaluar cu¨¢les han sido los retos m¨¢s significativos que ha tenido que afrontar el campo sem¨¢ntico de las revistas dirigidas al p¨²blico masculino en estos ¨²ltimos diez a?os. 2013, el a?o en que naci¨® esta publicaci¨®n como eco espa?ol de su hom¨®nima italiana aparecida en 2011, nos hizo ver cosas que no hab¨ªamos visto antes. De hecho, esto se podr¨ªa decir de todo a?o desde que el mundo es mundo, pero fue en 2013 cuando vimos a un papa renunciar a su trono, a una mujer como Park Geun-hye alcanzar la presidencia de Corea del Sur y a un exempleado de la CIA como Edward Snowden hacer volar por los aires toda posibilidad de readmisi¨®n y, de paso, desestabilizar el orden mundial a base de filtraciones. Entretanto, el productor cinematogr¨¢fico Harvey Weinstein, que el a?o anterior hab¨ªa logrado aplacar al combativo cineasta Michael Moore con un acuerdo legal que cerr¨® su litigio por los beneficios de Fahrenheit 9/11 (2004), segu¨ªa gozando de la impunidad que le permit¨ªa acosar como si no hubiera un ma?ana. O como si lo que podr¨ªamos llamar la Cultura de la Mancha Sobaquera fuera su amparo y el axioma que no cuestionaba (casi) nadie. Cuatro a?os despu¨¦s, las cosas cambiaron y el destino del patriarca de Miramax se vio para siempre condicionado por el redentor y viral hashtag del #MeToo, una nueva letra escarlata para lo que algunos llamar¨ªan Cultura de la Cancelaci¨®n y otros considerar¨ªan ¨²nicamente justicia.
La energ¨ªa m¨¢s o menos oscura que emanaba de las p¨¢ginas de las Men¡¯s Adventure Magazines ir¨ªa desembocando, con el paso del tiempo, en publicaciones que, a la postre, servir¨ªan para alimentar el sedimento cultural del que acabar¨ªa emergiendo lo que hoy se identifica como sensibilidad incel, esa subcultura intern¨¢utica de los c¨¦libes involuntarios que maceran su soledad en odio y resentimiento hacia el sexo opuesto y el cada vez m¨¢s surtido repertorio de sexualidades disidentes. De las Men¡¯s Adventure Magazines a, pongamos, cabeceras como Soldier of Fortune va la l¨ªnea recta, pero descendente, que separa a una antigualla con cierto encanto kitsch ¨Cno hay que olvidar que Taschen dedic¨® varios de sus lujosos vol¨²menes al imaginario de las fundacionales revistas sobaqueras¨C de sus declinaciones claramente grimosas y dif¨ªcilmente redimibles. En una suerte de universo paralelo, surgi¨® otro modelo de revistas orientadas al p¨²blico masculino que, en cierto sentido, parec¨ªa marcar una distinci¨®n de clase con respecto a los poco sofisticados lectores de esas publicaciones de batalla: su target era el hombre cool que se viste por los pies y que, pese a presumir de vida interior e inquietudes culturales, no se quejar¨¢ demasiado cuando lo que naci¨® con un cierto peso espec¨ªfico (iconogr¨¢fico y textual) acabe degrad¨¢ndose en camuflado cat¨¢logo de prendas, objetos y gadgets para el lector con poder adquisitivo o, por lo menos, con mucha voluntad aspiracional.
No es f¨¢cil intentar entroncar una cabecera como ICON con todas estas genealog¨ªas, porque, si bien resulta evidente que no es hija de las Men¡¯s Adventure Magazines, tambi¨¦n es incuestionable que poco tiene del esp¨ªritu Duty Free del segundo modelo. No tiene que ser f¨¢cil ser una revista masculina en pleno proceso de demolici¨®n de las viejas masculinidades. En muy poco tiempo, han pasado por las carteleras dos pel¨ªculas que han tenido mucho que decir al respecto: Barbie de Greta Gerwig, con su hilarante asociaci¨®n entre el patriarcado y el amor a los caballos, ha logrado que ya nadie ¡ªo, por lo menos, nadie en su sano juicio¡ª pueda seguir tom¨¢ndose en serio la ¨¦pica viril de esas portadas dibujadas por Norman Saunders y sus disc¨ªpulos. No ha hecho falta cancelar la Cultura de la Mancha Sobaquera: simplemente ha bastado con reducirla al absurdo, convertirla en algo rid¨ªculo. En Orlando. Mi biograf¨ªa pol¨ªtica el fil¨®sofo Paul B. Preciado culmina su discurso con una escena luminosamente ut¨®pica (?cuidado con el spoiler!): la escritora Virginie Despentes, en la piel de una jueza, decreta que, a partir de ese momento, las partidas de nacimiento van a quedar liberadas de asignar un g¨¦nero a cada reci¨¦n nacido. Si analizamos el estricto presente podr¨ªamos decir que, sin lugar a duda, estamos en Barbie, aunque nos dirigimos, con firmeza, pero tambi¨¦n con menos prisa de lo que ser¨ªa deseable, hacia Orlando. Mi biograf¨ªa pol¨ªtica, pel¨ªcula que, pese a su t¨ªtulo, no va sobre Paul B. Preciado, sino, en buena medida, sobre todos nosotros.
Llegar¨¢, por tanto, un d¨ªa en el que daremos un salto colectivo hacia el pensamiento no binario y determinadas inercias que a¨²n compartimos nos parecer¨¢n tan rancias como la imagen de un h¨¦roe sudado y musculoso dando pu?etazos a una tribu mas¨¢i. Ser¨¢ el momento en que ya no tendr¨¢ sentido el concepto de revista masculina (ni el de revista femenina). Es importante, con todo, ocupar el tiempo de espera. Y uno sabe que el mejor amigo del sujeto en sala de espera es, siempre, el revistero. Y lo ideal ser¨ªa encontrar en ese revistero una publicaci¨®n en la que se asumiera que al lector con un determinado g¨¦nero asignado quiz¨¢s le guste m¨¢s leer que montar a caballo, que tambi¨¦n puede atraerle descubrir lo que hay m¨¢s all¨¢ ¨Co m¨¢s adentro¨C del icono pop y que, quiz¨¢s, por qu¨¦ no, le motive cuestionar viejos dogmas y, sobre todo, la aventura de deconstruirse.
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