C¨®mo vestir para una cita con Tarantino
Verte con el cineasta requiere pensar lo que te pones: ?hombre de negro, maldito bastardo o miembro del KKK?
Tener una cita con Tarantino, como la que tuve el otro d¨ªa (y aqu¨ª les ofrezco en exclusiva el making of de ese encuentro), requiere ir preparado. No s¨®lo con las pelis vistas y el libro Meditaciones de cine le¨ªdo, sino vestido para causar buena impresi¨®n: qui¨¦n sabe, igual te ganas un papelito en la pr¨®xima (?¨²ltima?) pel¨ªcula, ni que sea como cr¨ªtico cinematogr¨¢fico...
Vista la admiraci¨®n de Quentin por Steve McQueen pens¨¦ vestirme un poco como ¨¦l, pero a ver qui¨¦n se viste como Steve McQueen, y ya ni hablemos de conducir. Es verdad que por lo que explica Tarantino que le ha contado Walter Hill, McQueen no se le¨ªa un libro ni por las tapas y de hecho aligeraba de texto sus partes del guion todo lo que pod¨ªa. Claro que, como destaca en su libro Tarantino, lo grande de McQueen era su capacidad de llenar el encuadre sin decir nada, con su s¨®la presencia, limit¨¢ndose a estar. Bien, pero yo no me pod¨ªa limitar a estar y ser yo mismo en presencia de Tarantino, pues igual le habr¨ªa aburrido mucho, y una entrevista no sale si simplemente te limitas a llenar el encuadre.
Descartada pues la idea de ir de Frank Bullit (nada que ver con Ferran Adri¨¤), quedaban muchas opciones en la rec¨¢mara (y valga la expresi¨®n con Tarantino). Mi guerrera de oficial de la Wehrmacht, afanada en un rodaje en Noruega, y mi Luger (cuya procedencia tengo prohibido explicar por mi abogado) no desentonar¨ªan en el pifostio en la taberna francesa La Louisiane de Malditos bastardos (¡°?has o¨ªdo eso?, es el sonido de mi arma apuntando a tus test¨ªculos¡±), pero me hubiera causado problemas para entrar en el hotel del director (segunda opci¨®n tras el plant¨®n que nos peg¨® en la librer¨ªa La Central), al igual que optar por el atuendo del Ku Klux Klan de Django desencadenado. Otra posibilidad, para impresionarlo (y mira que es dif¨ªcil impresionar a alguien que le gustan Sam ¡°el sangriento¡± Peckinpah y John Woo) era acudir con la katana del padre de Laura, que le regal¨® la hermana de Hiro Hito y cuyo acero es superior al de las espadas de Hattori Hanzo de Kill Bill. Adem¨¢s, el padre de Laura, Gerard Henderson, hab¨ªa sido amigo de Steve McQueen¡ Sin embargo, hoy en d¨ªa lo tienes dif¨ªcil para moverte por Barcelona con una katana (bueno, tienes dif¨ªcil moverte por Barcelona con lo que sea), aunque aduzcas que vas al restaurante Kibuka.
Decid¨ª pues, ir de negro, como los men in black de Reservoir Dogs y Jules y Vincent de Pulp Fiction (antes de necesitar los servicios del Se?or Lobo y pasarse al ch¨¢ndal). La verdad, no impresion¨¦ mucho a Quentin: es dif¨ªcil que te impresionen cuando has tenido en tu encuadre a Brad Pitt y Leonardo DiCaprio en el mismo plano, por no hablar de Uma Thurman desencadenada, pero es que adem¨¢s Tarantino hab¨ªa estado la noche anterior aguantando el tipo hasta cerrar el bar Dry Martini, y su aspecto no era como para juzgar a otro. De hecho, mal te?ido y con mucho maquillaje, s¨®lo lo hab¨ªa visto peor en la escena de Django en la que explota. Estaba como para ofrecerle strudel con chantilly, jajaja. Pese a todo, fue muy atento y contest¨® a todas las preguntas que le formul¨¦, incluida la de s¨ª ten¨ªa pistola (no a?ad¨ª, aunque le gusta tanto el cine negro, lo de ¡°o te alegras de verme¡± que hubiera podido interpretar mal). Hablamos de esos momentos de cine ¡°que pueden hacer derramar saladas l¨¢grimas de testosterona a un hombre adulto¡±, como dice ¨¦l, y de cosas que nos gustan a ambos, como la motocicleta Ossa enduro de Chris Mitchum en Un verano para matar, o el arco de Burt Reynolds en Deliverance. Le expliqu¨¦ que, como ¨¦l, yo tambi¨¦n qued¨¦ marcado en la adolescencia por esa dura pel¨ªcula. Pero no le revel¨¦ (me pareci¨® que en media hora de entrevista con Tarantino dedicar tiempo a hablar de una peli m¨ªa era algo presuntuoso) que yo tambi¨¦n rod¨¦ una bajo el influjo de la de John Boorman.
Fue una pel¨ªcula de aficionados en super 8 titulada Sangre en el arco iris (1976) -no todos podemos titular The hateful eight- en la que en una escena uno de los personajes (yo mismo desdoblado en actor adem¨¢s de director y guionista) mataba a otro de un flechazo a lo Reynolds. Transcurr¨ªa en un ambiente de monta?a no tan impresionante como el del filme de Boorman, pues el Montseny no es los Apalaches, ni la riera mayor el Cahulawassee, y ciertamente sin banjo ni sodomizaci¨®n (cualquiera lo propon¨ªa entonces, que acababa de morir Franco), pero era muy sangrienta y violenta. Me hubiera gustado explicarle a Quentin c¨®mo se supera esa fase para derivar a un cine m¨¢s calmado, a lo Antonioni, pero yo no he hecho ninguna otra pel¨ªcula; y ya se nos hab¨ªa acabado el tiempo.
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