La pareja t¨®xica que domina Nicaragua: historia de Daniel Ortega y Rosario Murillo

Sergio Ram¨ªrez, el ilustre historiador, novelista y exvicepresidente de Nicaragua, podr¨ªa haber estado con sus desafortunados amigos y otros muchos miembros de la oposici¨®n arrestados por el r¨¦gimen del presidente, Daniel Ortega, y su grotesca esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo, desde el mes de junio. Pero al ver la suerte que hab¨ªan corrido sus amigos y colegas, Ram¨ªrez y su mujer, Tulita, decidieron marcharse del pa¨ªs. Fue una decisi¨®n prudente: en septiembre, Ram¨ªrez se enter¨® de que le acusan de blanqueo de dinero y un cargo denominado ¡°provocaci¨®n, proposici¨®n y conspiraci¨®n¡±.

Ram¨ªrez tiene 79 a?os, y es cruel que alguien que ama y ha servido a su pa¨ªs con tanta constancia como ¨¦l sepa que quiz¨¢ no va a volver a verlo, ni a sus amigos encarcelados, ni su adorado escritorio rodeado de paredes llenas de libros. Por otra parte, un escritor utiliza todas sus experiencias, y la rica colecci¨®n de novelas y ensayos hist¨®ricos escritos por Ram¨ªrez ¡ª60 a?os de incesante producci¨®n¡ª es un homenaje a la tr¨¢gica y absurda historia de su hermosa patria. Los nicarag¨¹enses sobreviven a su suerte gracias a un sentido del humor muy agudo, y la ¨²ltima novela de Ram¨ªrez, Tongolele no sab¨ªa bailar, es un relato sombr¨ªo, salvajemente divertido y surrealista de los terribles acontecimientos de la primavera de 2018, las protestas estudiantiles que estallaron en Managua y otras ciudades del pa¨ªs y la represi¨®n ejercida por Ortega y Murillo, que caus¨® 300 muertos.

Ram¨ªrez cuenta la historia a trav¨¦s del personaje del detective Dolores Morales, que result¨® gravemente herido en los a?os setenta, en la lucha para derrocar al dictador Anastasio Somoza, y ahora lleva una pierna prost¨¦tica. Sin embargo, lo m¨¢s fascinante son los dem¨¢s personajes del libro, todos retratados con di¨¢logos veloces y el impecable o¨ªdo del autor para capturar el dulce y extravagante espa?ol de Nicaragua, con sus ¡°vos¡± y ¡°vuestros¡± y sus fascinantes s¨ªmiles propios del siglo XVI y su alegre uso del lenguaje vulgar cuando la ocasi¨®n lo exige. Entre ellos est¨¢n Tongolele, un alto cargo de los servicios de inteligencia que trabaja en los rincones m¨¢s ocultos de la Administraci¨®n; un sacerdote rural amable y heroico; una sorprendente mujer que controla a todos los vendedores y vendedoras ambulantes del pa¨ªs y, de paso, recoge informaciones para Tongolele; y un asesor m¨ªstico y espiritual de alguien a quien solo llaman ¡°la compa?era¡±. Podr¨ªa tratarse de la vicepresidenta Murillo; y, aunque en la novela nunca se la ve, ni siquiera se la nombra, Ram¨ªrez aprovecha la oportunidad para pisotear gozosamente su sombra.

El relato que hace la novela de los sucesos de mayo de 2018 es certero, pero es en los momentos en los que Ram¨ªrez deja correr m¨¢s su imaginaci¨®n cuando m¨¢s veraz resulta su retrato de Nicaragua bajo el pu?o del inveros¨ªmil duunvirato (r¨¦gimen pol¨ªtico de origen romano) Ortega-Murillo. Despu¨¦s de haber sido vicepresidente o su equivalente durante los 10 primeros a?os del r¨¦gimen sandinista, Ram¨ªrez conoce muy de cerca tanto a Ortega y sus colaboradores en el inframundo del poder como la vida cotidiana de los nicas. Sin embargo, es posible que a los que no son nicarag¨¹enses les venga bien conocer ciertas claves.

La situaci¨®n actual es de ¡°irracionalidad, violencia y maldad inimaginables¡±

Obispo auxiliar de Managua

Ortega tiene 76 a?os y le encanta emplear el insulto de ¡°vendepatria¡±, pero en una ocasi¨®n ¨¦l acept¨® vender los derechos de una franja del pa¨ªs de 278 kil¨®metros de longitud, desde el Atl¨¢ntico hasta el Pac¨ªfico, a un siniestro hombre de negocios chino que quer¨ªa construir un canal paralelo al de Panam¨¢ para competir con ¨¦l. Murillo, a sus 70 a?os, lleva minuciosamente la cuenta de cada insulto y cada desprecio que ha sufrido y se comunica con unos esp¨ªritus que le dicen qui¨¦nes son sus enemigos ocultos. Como la polic¨ªa y los batallones del ej¨¦rcito no bastan para contener a todos los adversarios de la pareja, ahora despliegan grupos paramilitares contra los manifestantes pac¨ªficos. Murillo orden¨® que se instalaran en toda Managua unas coloridas y floridas siluetas de ¨¢rboles para que canalizaran la energ¨ªa positiva del cielo. Hay fuertes pruebas que indican que Ortega es un ped¨®filo y un violador. Juntos, estos dos decr¨¦pitos personajes han creado lo que monse?or Silvio B¨¢ez, obispo auxiliar de Managua (actualmente en el exilio), llama ¡°una situaci¨®n de¡­ irracionalidad, violencia y maldad inimaginables¡±.

?Qui¨¦nes son Ortega y Murillo? ?C¨®mo llegaron adonde est¨¢n? ?Y por qu¨¦, despu¨¦s de 42 a?os de sandinismo, siguen todav¨ªa en activo?

Se puede decir que Ortega empez¨® a vivir verdaderamente en la c¨¢rcel. Era hijo de un padre itinerante, un chico de barrio que se incorpor¨® con sus amigos al Frente Sandinista de Liberaci¨®n Nacional (FSLN), entonces una organizaci¨®n muy peque?a, como equipo encargado de recaudar fondos: atracaban tiendas y bancos. La primera vez que lo detuvieron y lo torturaron ten¨ªa 15 a?os; un a?o despu¨¦s lo detuvieron y lo torturaron todav¨ªa m¨¢s en Guatemala, volvieron a encarcelarlo en Nicaragua y sali¨® en libertad gracias a una amnist¨ªa general. En 1967, a los 22 a?os, lo condenaron a 14 a?os por robar un banco, pero sali¨® siete a?os antes de lo previsto, cuando sus camaradas guerrilleros secuestraron a unos cuantos rehenes en una fiesta y los intercambiaron por ¨¦l y otros 13 presos. Unos poemas que public¨® Ortega hace mucho tiempo hablan sobre todo de su vida en prisi¨®n y son duros. ¡°Si me das comida me culi¨¢s, / por tres cigarros la mamo¡±, comienza uno. En otro describe las torturas que le inflig¨ªan las autoridades carcelarias casi por diversi¨®n: ¡°Pat¨¦alo, as¨ª, as¨ª, / en los g¨¹evos, en la cara, / en las costillas. / Pas¨¢ el chuzo, la verga de toro, / habl¨¢, hable hijueputa¡±.

En una reveladora y exhaustiva biograf¨ªa, El Preso 198, el periodista Fabi¨¢n Medina S¨¢nchez afirma que Ortega no ha salido nunca realmente de la celda. Cita una entrevista que Ortega concedi¨® a Playboy en 1987 en la que cuenta lo inc¨®modo que se sinti¨® al salir en libertad en 1974, cuando lo enviaron a Cuba, con total libertad de movimientos, y que, durante un breve regreso a Nicaragua en 1976, descubri¨® que, en realidad, se sent¨ªa mucho m¨¢s relajado en la clandestinidad, encerrado en una habitaci¨®n de un piso franco, trabajando en calzoncillos bajo el asfixiante calor de Managua, reuni¨¦ndose con los miembros de la red urbana sandinista y coordinando la comunicaci¨®n con los guerrilleros de las monta?as. Medina nos cuenta que despu¨¦s del triunfo sandinista, en 1979, Ortega hizo que le construyeran en su enorme casa nueva una habitaci¨®n peque?a con una ventanita tapada por una cortina y una hamaca en medio, como en la c¨¢rcel, y que all¨ª pasaba gran parte del tiempo. Tambi¨¦n orden¨® que le construyeran una habitaci¨®n similar, salvo que sin ventana, en el edificio de un banco en el que el nuevo Gobierno estableci¨® inicialmente su sede.

Ram¨ªrez, que fue vicepresidente de Ortega entre 1985 y 1990 y, por tanto, quien verdaderamente gobern¨® el pa¨ªs en esos a?os, confirma esta historia en una conversaci¨®n y a?ade que, cuando recog¨ªa a Ortega de camino hacia alg¨²n acto a primera hora de la ma?ana, le sorprend¨ªa ver que no se sentaba a desayunar sino que com¨ªa a toda prisa de pie, y que nunca le apetec¨ªa nada m¨¢s que el desayuno tradicional nicarag¨¹ense de arroz con frijoles, tortillas, queso y caf¨¦ solo. Una comida con mejores ingredientes que la porquer¨ªa que le daban en la c¨¢rcel, pero no muy diferente de la que serv¨ªan all¨ª.

Ortega tiene un hermano menor, Humberto, que es elocuente, ambicioso y muy listo. Hace mucho me dijo de pasada ¡ªlas palabras no son exactas, pero casi¡ª que en cada familia hay un hijo audaz y destacado y otro que¡­ no. Humberto tiene much¨ªsima m¨¢s personalidad que su hermano, cosa que no es dif¨ªcil, teniendo en cuenta que Daniel tiene tanta como una fregona, y entre varios antiguos sandinistas a los que entrevist¨¦ hace poco existe el consenso de que, en 1978, la idea de bajar a los escasos guerrilleros de las monta?as, donde llevaban a?os dando vueltas, a las ciudades, donde pod¨ªan iniciar un movimiento pol¨ªtico contra el dictador Somoza, fue de Humberto, aparte, claro est¨¢, de las recomendaciones constantes de Fidel Castro.

?Por qu¨¦, entonces, es presidente Daniel y no Humberto? Porque, seg¨²n dicen, la lucha por el poder entre Humberto y los otros dos m¨¢ximos l¨ªderes de la guerrilla habr¨ªa roto el FSLN, y acordaron, con reparos, aceptar la sugerencia de Humberto de poner al inofensivo Daniel en el puesto m¨¢s alto, primero como miembro de una junta de transici¨®n formada por el FSLN y la poblaci¨®n civil ¡ªen la que Ram¨ªrez era el m¨¢ximo representante civil¡ª, y despu¨¦s como candidato presidencial triunfador de los sandinistas en 1984. Pero estamos adelantando acontecimientos; antes tenemos que describir el trascendental instante en el que Daniel conoci¨® a su futura esposa y vicepresidenta, Rosario.

Murillo, a sus 70 a?os, se comunica con unos esp¨ªritus que le dicen quienes son sus enemigos ocultos

Igual que ocurre con la historia de Nicaragua, que es en una medida asombrosa la historia de aproximadamente seis apellidos familiares, los traumas familiares tienden a correr en bucles. Adem¨¢s de su relato de la vida y la ¨¦poca de Ortega, en El Preso 198 Medina incluye un cap¨ªtulo con informaciones sobre su mujer. Nos cuenta que en 1967 Murillo, una vivaz y rebelde chica de 16 a?os, dio a luz a una ni?a en Managua. En el hospital, su madre se la arrebat¨® de inmediato. Firme creyente en el espiritismo y adicta a la g¨¹ija, no dej¨® que Murillo amamantara a la ni?a ni una sola vez, convencida de que su leche conten¨ªa humores siniestros. Por si fuera poco, expuls¨® a la joven de casa y la oblig¨® a casarse con el padre, reacio, ignorante y tan joven como ella. La infeliz pareja tuvo un hijo m¨¢s y luego ¨¦l falleci¨®, supuestamente por una sobredosis, en 1968.

Mientras tanto, la abuela hab¨ªa bautizado a la ni?a con su propio nombre, Zoilam¨¦rica. Aqu¨ª podemos condensar un poco de historia si explico el nombre, que se pronuncia de forma id¨¦ntica a las palabras ¡°Soy la Am¨¦rica¡±, no en el sentido de ¡°Estados Unidos¡± sino refiri¨¦ndose a Am¨¦rica Latina y su hemisferio. Era un nombre de gran carga pol¨ªtica, que se puso de moda hace aproximadamente un siglo, para expresar el rechazo a los marines estadounidenses que ocuparon Nicaragua entre 1912 y 1933. Al mismo tiempo, implicaba la admiraci¨®n por Augusto C¨¦sar Sandino, que libr¨® una guerra de guerrillas contra los ocupantes y muri¨® asesinado por el jefe de la Guardia Nacional, Anastasio Somoza Garc¨ªa. Este acab¨® fundando una dictadura familiar en 1937. Los guerrilleros que derrocaron al ¨²ltimo Anastasio Somoza en 1979 tomaron para su movimiento el nombre del h¨¦roe Sandino. Sandino era t¨ªo de la matriarca Zoilam¨¦rica, de forma que para esta el nombre era motivo de especial orgullo.

Murillo se convirti¨® en una adulta intr¨¦pida. Se cas¨® una segunda vez; empez¨® a participar en grupos de poes¨ªa; escandaliz¨® a su madre porque iba a fiestas en las que se fumaba marihuana; recuper¨® a sus dos hijos, Zoilam¨¦rica y Rafael Antonio, al morir su madre; la contrataron como secretaria del editor y director del venerable peri¨®dico de oposici¨®n La Prensa; se uni¨® a la estructura clandestina de apoyo al FSLN; se divorci¨®; public¨® un primer librito de poemas (los mexicanos cantan rancheras, los nicarag¨¹enses escriben poemas); se cas¨® por tercera vez, con un cuadro medio sandinista llamado Carlos Vicente Ibarra; y, cuando estaba embarazada, huy¨® del pa¨ªs con su flamante marido en un periodo especialmente brutal de represi¨®n somocista. La primera parada fue Caracas, con los dos convencidos de que no quer¨ªan saber nada m¨¢s de pol¨ªtica y lo ¨²nico que deseaban era estudiar cine en Par¨ªs y rodar pel¨ªculas. Murillo estaba paseando entre los objetos y los retratos expuestos en la casa en la que naci¨® el h¨¦roe de la independencia latinoamericana, Sim¨®n Bol¨ªvar, cuando se top¨® con otro nicarag¨¹ense con el que hab¨ªa mantenido correspondencia cuando ¨¦l estaba en prisi¨®n, un hombre imperturbable de gruesas gafas cuadradas: Daniel Ortega. Seg¨²n Murillo, le impresionaron al instante ¡°su delgadez y su magnetismo¡±, que le result¨® ¡°electrizante¡±.

Por su parte, Ortega dijo posteriormente que era hombre de pocas palabras: ¡°Soy m¨¢s de acci¨®n. Hay una comunicaci¨®n m¨¢s fuerte e intensa, que es la que se hace con la mirada¡±. Poco despu¨¦s de cruzarse la mirada con Murillo y, es de suponer, de que esta renovara su compromiso con el sandinismo, a Ortega lo nombraron portavoz del FSLN en el extranjero y se estableci¨® en Costa Rica. M¨¢s tarde, una Murillo en avanzado estado de gestaci¨®n lleg¨® a San Jos¨¦ con su marido y sus hijos. A Ibarra lo enviaron inmediatamente a Cuba a estudiar cine y Ortega y Murillo se fueron a vivir juntos, dos hambrientos exiliados de escasos recursos y gran fervor revolucionario, casi escondidos todo el tiempo incluso en el extranjero.

La tumultuosa vida de la pareja estuvo salpicada de sucesos dram¨¢ticos. El antiguo jefe de Murillo en La Prensa, Pedro Joaqu¨ªn Chamorro, un personaje muy conocido entre cuyos antepasados hab¨ªa cuatro presidentes de Nicaragua, que hab¨ªa participado en expediciones armadas contra el primer Somoza y hab¨ªa sufrido condena en las monstruosas prisiones del segundo, muri¨® asesinado por orden del tercer Somoza en enero de 1978, lo que desencaden¨® una breve rebeli¨®n popular sin precedentes.

En agosto de ese mismo a?o comenz¨® una segunda revuelta, en la que la extraordinaria Dora Mar¨ªa T¨¦llez, de 22 a?os, fue la Comandante Dos. Dirigidos por Ed¨¦n Pastora, el Comandante Cero, 25 guerrilleros vestidos con uniforme del ej¨¦rcito fueron en dos camiones hasta un edificio popularmente conocido como la Pocilga, en realidad el Palacio Nacional, que albergaba el Senado y la C¨¢mara de Diputados. ¡°[Nuestro] cami¨®n ten¨ªa que ser de color verde oliva, pero no pudimos encontrar pintura de ese color, as¨ª que la cubrimos de verde loro¡±, recordaba T¨¦llez cuando la entrevist¨¦, un a?o despu¨¦s. Para cuando las fuerzas de seguridad se dieron cuenta de que no hab¨ªan estado atentos a los distintos matices de verde, los guerrilleros ya controlaban todos los lugares estrat¨¦gicos del edificio y hab¨ªan capturado a unos 2.000 rehenes.

Entre la elegancia de Pastora, la juventud de T¨¦llez y el descaro de la toma del Parlamento, los sandinistas ten¨ªan algo que atrajo de inmediato la atenci¨®n de todo el mundo y les permiti¨® tener apasionados seguidores por todas partes. Los guerrilleros retuvieron a un par de docenas de rehenes para negociar y designaron a T¨¦llez ¡ªque hoy est¨¢ presa en una c¨¢rcel de Ortega¡ª como encargada de las negociaciones. Dos d¨ªas m¨¢s tarde, Somoza acept¨® sus condiciones para el rescate y puso en libertad a 59 presos sandinistas. Los guerrilleros, los presos liberados y un pu?ado de rehenes fueron en un autob¨²s escolar de color amarillo al aeropuerto, donde embarcaron en un avi¨®n rumbo a Cuba. Pero durante el recorrido pas¨® algo que sorprendi¨® tanto a Somoza como a quienes le hab¨ªan desafiado. A ambos lados de la carretera hab¨ªa miles de manag¨¹enses, en su mayor¨ªa muy pobres, lanzando v¨ªtores y ri¨¦ndose por un motivo completamente nuevo: ¡°los muchachos¡± le hab¨ªan hecho una buena jugarreta al viejo cabr¨®n de Somoza. En los meses posteriores, el n¨²mero de personas que se incorporaron al movimiento sandinista alcanz¨® niveles casi inabarcables, a medida que la insurrecci¨®n se fue extendiendo por toda Nicaragua.

En julio de 1979 Somoza huy¨® del pa¨ªs. Los dirigentes sandinistas se reunieron en Managua, asombrados por la rapidez de la victoria. En general eran incre¨ªblemente j¨®venes, con escasa educaci¨®n ¡ª?muchos, como Ortega, hab¨ªan interrumpido sus estudios para empu?ar las armas contra Somoza¡ª y recurr¨ªan a los consejos de Castro en todos los aspectos. No eran conscientes de una ley fundamental de la pol¨ªtica: se puede ceder voluntariamente el poder, pero no se puede pedir que lo devuelvan. De modo que as¨ª fue como Daniel Ortega, designado para encabezar una junta de transici¨®n formada por civiles y sandinistas, emprendi¨® el camino que le llevar¨ªa a ser el hombre m¨¢s poderoso del pa¨ªs. Con Murillo y sus tres hijos, a los que adopt¨®, se mud¨® a una lujosa mansi¨®n requisada a uno de los m¨¢s ricos de Nicaragua. Los guerrilleros se lanzaron a buscar por toda Managua casas que confiscar y en las que instalarse, cuanto m¨¢s lujosas, mejor. ?D¨®nde si no iban a vivir los vencedores?, debieron de pensar. Posiblemente no en las casas de la oligarqu¨ªa a la fuga.

Es dif¨ªcil saber si, cuando se estableci¨® en su nuevo hogar, Murillo era ya consciente de que su marido acostumbraba a entrar en la habitaci¨®n donde dorm¨ªa su hija mayor, Zoilam¨¦rica, que entonces ten¨ªa 11 a?os. La ni?a tuvo que sufrir a?os de abusos ¡ªconsentidos o ignorados por su madre, seg¨²n me cont¨® Zoilam¨¦rica en una entrevista¡ª hasta que se sinti¨® lo bastante fuerte como para denunciarlos p¨²blicamente. Por fin, el 2 de marzo de 1998, Zoilam¨¦rica, una mujer de 30 a?os alta y esbelta licenciada en Sociolog¨ªa, se sent¨® ante una muchedumbre de periodistas y anunci¨® que su padrastro y presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, era un violador.

¡°Desde que ten¨ªa 11 a?os sufr¨ª agresiones sexuales¡­ [el presidente] repetidamente y durante muchos a?os¡­ Recuperarme de los efectos de esa agresi¨®n prolongada, con sus abusos sexuales, amenazas, acosos y chantajes, no ha sido f¨¢cil¡±.

En una declaraci¨®n prestada ante el juez de 40 p¨¢ginas llenas de dolorosos detalles, 10 semanas despu¨¦s de la rueda de prensa, Zoilam¨¦rica relat¨®, entre otras cosas, que en Costa Rica, cuando era ni?a, Ortega entraba a hurtadillas en la habitaci¨®n que compart¨ªa con su hermano peque?o y la manoseaba mientras ella, paralizada, avergonzada y horrorizada, fing¨ªa estar dormida. M¨¢s tarde, en Managua, las agresiones sexuales continuaron en la intimidad que les conced¨ªa el n¨²mero de habitaciones de su nueva casa. Zoilam¨¦rica ten¨ªa dormitorio propio, as¨ª que all¨ª pod¨ªa toquetearla relativamente en privado. La oblig¨® a pasar muchas horas en la habitaci¨®n sin ventanas dentro de su despacho. Cuando estaba en el ba?o, Ortega la espiaba por el ojo de la cerradura, pero luego se aficion¨® a entrar de pronto. Con el tiempo, escribi¨® en su declaraci¨®n, Ortega ¡°ya no se limitaba a mirarme mientras me ba?aba; se¡­ masturbaba. Era horrible, a aquella edad, ver a un hombre apoyado contra la pared para no caerse, sacudi¨¦ndose el pene como en otro mundo, inconsciente incluso de s¨ª mismo¡±.

Hasta que Zoilam¨¦rica lleg¨® a la pubertad. Entonces, Ortega entr¨® una noche en su habitaci¨®n, la examin¨®, dijo: ¡°Ya est¨¢s lista¡±, y la viol¨®.

En la primera de las novelas del detective Morales escritas por Sergio Ram¨ªrez hay un detalle oculto. Es poca cosa, pero los lectores nicarag¨¹enses sab¨ªan por qu¨¦ estaba ah¨ª: Morales ve un cami¨®n que conduce un hombre mayor mientras le relata con entusiasmo un cuento a una ni?a que va en el asiento de al lado. Ella le escucha con la mirada solemne puesta en la carretera. Un abuelo con su nieta, piensa Morales en un instante sentimental poco frecuente. Entonces ve que el cami¨®n llega a un motel de los que alquilan habitaciones por horas. Y la segunda novela de Morales aborda la historia de una joven a la que su padrastro, un poderoso empresario, ha violado desde la infancia.

La querella de Zoilam¨¦rica contra Ortega no fue a ninguna parte. Uno de los numerosos jueces a los que ¨¦l hab¨ªa colocado en el sistema judicial dict¨® que sus presuntos delitos hab¨ªan prescrito. La Comisi¨®n Interamericana de Derechos Humanos recomend¨® que la disputa se resolviera mediante una negociaci¨®n entre las partes. La reacci¨®n p¨²blica habr¨ªa sido distinta si Murillo hubiera hablado en defensa de su hija, pero Zoilam¨¦rica dice que, en lugar de ello, su madre sinti¨® un arrebato de celos, la acus¨® de seducir a su padrastro y la expuls¨® de casa igual que su propia madre la hab¨ªa expulsado a ella. Cuando estall¨® el esc¨¢ndalo, apareci¨® llorando y sollozando al lado de Ortega mientras este explicaba a la muchedumbre: ¡°Rosario me ha dicho que quiere pedir perd¨®n al pueblo por haber dado a luz a una hija que ha traicionado los principios del sandinismo¡±.

Despu¨¦s comenz¨® la transformaci¨®n f¨ªsica del matrimonio. Murillo iba vestida de forma normal, aunque siempre con cierto grado de adornos, alguna extravagancia que otra. Hoy la vemos con su maquillaje desmesurado, su vestido de estilo indio en colores rosas o turquesas y las docenas de anillos, pulseras, collares y pendientes que se pone cada d¨ªa para tener buenas vibraciones. Consulta regularmente al esp¨ªritu del hermano de Augusto C¨¦sar Sandino (?por qu¨¦ no puede comunicarse con el gran h¨¦roe personalmente?) y se pasea encendiendo varas de incienso en una casa llena de querubines de escayola y representaciones de Buda. Con su voz aflautada, pasa de predicar paz y amor ¡ªcomo exige el esp¨ªritu de Sai Baba, su maestro espiritual indio¡ª a denunciar a ¡°esos cerebros disminuidos que funcionan recibiendo mensajes¡­ de otras galaxias, de otros planetas, que vienen supuestamente con su condici¨®n ap¨¢trida¡­ La condici¨®n indigna de gente que no conoce de amor patrio y espera que de las naves espaciales se emitan las se?ales que activen sus disminuidos cerebros¡±.

El esc¨¢ndalo de que Ortega hubiera violado sistem¨¢ticamente a su hijastra amain¨®, pero su veneno contin¨²a emponzo?ando la historia de Nicaragua, porque oblig¨® a los sandinistas de todos los niveles a tragarse m¨¢s mentiras de sus dirigentes: que no comet¨ªan actos de corrupci¨®n, ni grandes ni peque?os, que en el fondo eran aut¨¦nticos dem¨®cratas, o eran aut¨¦nticos socialistas; que la mayor¨ªa de la poblaci¨®n los adoraba; y que, por supuesto, Zoilam¨¦rica ment¨ªa (a pesar de que, como observ¨® un astuto periodista nicarag¨¹ense, en la promiscuidad y el todo vale que sigui¨® a la victoria sandinista, los ¨ªntimos de Ortega daban por sentado que su atractiva hijastra, tan crecida, era su amante: ¡°Lo que sorprendi¨® a todo el mundo fue la revelaci¨®n de que adem¨¢s era un ped¨®filo¡±).

Cristiana Chamorro no pudo presentarse a las ¨²ltimas elecciones: lleva bajo arresto domiciliario desde junio

Durante los largos a?os de abusos sufridos por Zoilam¨¦rica (cuando hizo su acusaci¨®n p¨²blica, para intentar detener la persecuci¨®n incansable de Ortega, ya estaba divorciada y ten¨ªa dos hijos), la pol¨ªtica nicarag¨¹ense sigui¨® evolucionando en c¨ªrculos. En 1990, Ortega cay¨® derrotado en las urnas por la quinta presidenta de la familia Chamorro: Violeta, una mujer recta y piadosa, viuda del director de peri¨®dico asesinado Pedro Joaqu¨ªn Chamorro. Jimmy Carter fue uno de los l¨ªderes que convencieron a Ortega y la direcci¨®n del partido sandinista de que deb¨ªan reconocer la victoria de Violeta Chamorro. Cinco a?os despu¨¦s, el antiguo vicepresidente de Ortega, Sergio Ram¨ªrez, dej¨® el partido y fund¨® un movimiento de oposici¨®n con otros sandinistas disidentes. Ortega pas¨® los siguientes 17 a?os tratando de recuperar la presidencia.

Fabi¨¢n Medina nos recuerda que Ortega consigui¨® su prop¨®sito gracias a una habilidosa utilizaci¨®n de la Constituci¨®n, que permiti¨® que un candidato pudiera ganar solo con obtener el 35% de los votos. Tras alg¨²n otro forcejeo m¨¢s, Ortega regres¨® al poder en 2007, con el 38,07% del voto, y es presidente desde entonces. Su versi¨®n corrupta y dictatorial del sandinismo ha destruido los mejores logros del movimiento. El tenaz periodista Carlos Fernando Chamorro ¡ªexsandinista, hijo de Violeta y Pedro Joaqu¨ªn, y fundador y director de la inestimable revista digital Confidencial¡ª lo resume as¨ª:

¡°Ortega reinstaur¨® el fraude electoral como pr¨¢ctica habitual, prohibi¨® y reprimi¨® a la oposici¨®n y estableci¨® su monopolio de los estamentos del Estado ¡ªla Corte Suprema, el Consejo Supremo Electoral y la Contralor¨ªa General¡ª, adem¨¢s de poner las joyas de la transici¨®n democr¨¢tica, las Fuerzas Armadas y la polic¨ªa, en manos del matrimonio presidencial¡±.

No es posible saber si la hermana mayor de Carlos Fernando Chamorro, Cristiana ¡ªque era una de quienes habr¨ªan podido enfrentarse a Ortega¡ª, habr¨ªa resultado elegida presidenta el 7 de noviembre si no se encontrara bajo arresto domiciliario desde junio. Pero la pareja gobernante, con una red de ¡°asociaciones populares¡± de espionaje y encuestadores privados de primera categor¨ªa a sus ¨®rdenes, debi¨® de pensar con p¨¢nico que la victoria de Chamorro era una probabilidad real; si no, no se habr¨ªan arriesgado a sufrir el oprobio internacional y las nuevas sanciones que inevitablemente se produjeron tras las medidas tomadas contra ella ¡ªaspirante a convertirse en la sexta presidenta de la familia Chamorro¡ª y el encarcelamiento igualmente indignante de otros seis candidatos que podr¨ªan haberse presentado contra Ortega y la copresidenta honoraria, Rosario Murillo (Ortega la ascendi¨® de vicepresidenta a este nuevo cargo justo antes de las elecciones).

Ortega y Murillo contin¨²an en el poder a pesar de una abstenci¨®n del 40 o del 80%, seg¨²n qui¨¦n haga el c¨¢lculo

En cualquier caso, se celebraron las elecciones en Nicaragua y no sucedi¨® nada que no estuviera previsto: Ortega y Murillo contin¨²an en el poder a pesar de una abstenci¨®n de entre el 40% y el 80%, seg¨²n qui¨¦n haga el c¨¢lculo. Con ayuda de los jueces al servicio de la pareja, se acredit¨® la limpieza de su victoria, pese a que los siete aspirantes a candidatos detenidos no est¨¢n a¨²n en libertad, como tampoco lo est¨¢n las otras docenas de activistas, l¨ªderes de la oposici¨®n, abogados, periodistas y ciudadanos corrientes arrestados desde junio. La mayor¨ªa de los presos son ancianos, y varios de ellos se encuentran en unas condiciones terribles de hambre y tortura psicol¨®gica.

Pero las supuestas elecciones son un cap¨ªtulo sin importancia en esta descorazonadora telenovela. Lo que importa es qu¨¦ va a pasar ahora. ?Acaso unas sanciones internacionales nuevas o m¨¢s estrictas van a poder conseguir algo aparte de agravar las privaciones de una ciudadan¨ªa muy pobre? ?La terrible campa?a de asesinatos dirigida por Ortega y Murillo contra los l¨ªderes estudiantiles y campesinos en 2018 ha paralizado para siempre a la poblaci¨®n en el terror, la desesperaci¨®n o la indiferencia? ?Se rebelar¨¢ el orondo y satisfecho sector empresarial ¡ªhasta hace poco el mejor aliado del r¨¦gimen¡ª ahora que la polic¨ªa ha encarcelado a dos de sus principales representantes? Los nicarag¨¹enses, tanto en el pa¨ªs como en el exilio, esperan ansiosos a saberlo. Tal vez no ocurra nada. Tal vez, en una de esas sacudidas impredecibles que experimenta a veces la historia, haya alg¨²n gran cambio que venga a aliviar el sufrimiento de este atribulado pa¨ªs.

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