Israel en Gaza: el ¨²ltimo episodio del colonialismo brutal y racista
El Estado jud¨ªo, al fin y al cabo, persigue a gente de piel oscura: solo podr¨¢ alcanzar la paz si hace posible la promesa de la descolonizaci¨®n
En Europa y Norteam¨¦rica ha estallado una feroz guerra de ideas y de memoria simult¨¢nea al asalto de Israel a Gaza. Animadores, deportistas y artistas, as¨ª como periodistas y ejecutivos, se han visto envueltos en lo que parece un choque de culturas, si no de civilizaciones. Las consecuencias han afectado a diversas instituciones: no s¨®lo a la Universidad de Harvard, Hollywood, el Bayern de M¨²nich y la revista ArtForum, cuyo director fue despedido por publicar una carta, sino tambi¨¦n a la cuenta de Instagram de Kylie Jenner, que perdi¨® casi un mill¨®n de seguidores tras anunciar su apoyo a Israel.
En este nuevo Kulturkampf (combate cultural), el relato dominante en Occidente, por el que la Shoah concede una legitimidad moral ilimitada a Israel, se enfrenta hoy a otro relato mucho m¨¢s atractivo desde el punto de vista moral y emocional, tanto dentro como fuera de Occidente: de qu¨¦ forma, despu¨¦s de siglos de supremac¨ªa blanca, lleg¨® la descolonizaci¨®n, el proceso aun en curso de liberaci¨®n de la gran mayor¨ªa de la poblaci¨®n mundial del dominio pol¨ªtico, econ¨®mico y cultural de Occidente.
Un mes despu¨¦s de su guerra contra Gaza, los impopulares dirigentes de extrema derecha de Israel se esfuerzan por ganarse la lealtad de los ciudadanos israel¨ªes y de los jud¨ªos y simpatizantes de Israel en todo el mundo. Comparan a Ham¨¢s con los nazis; los diplom¨¢ticos israel¨ªes llevan estrellas amarillas en las Naciones Unidas. Estos intentos de invocar cr¨ªmenes europeos sin precedentes contra los jud¨ªos pueden influir en una generaci¨®n occidental nacida no mucho despu¨¦s de 1945. Muchos ciudadanos blancos occidentales de cierta edad respaldan la identidad elegida por Israel como pa¨ªs porque, con su riqueza y su fortaleza, representa la redenci¨®n de las v¨ªctimas jud¨ªas del Holocausto. Alemania considera la seguridad de Israel nada menos que como una ¡°raz¨®n de Estado¡±, lo que hace que los pol¨ªticos y periodistas alemanes sean hostiles a cualquier expresi¨®n de sentimiento propalestino.
Pero ahora parece devastadoramente claro que el relato de la Shoah sigue siendo persuasivo s¨®lo para una peque?a y menguante minor¨ªa, y ahora se enfrenta a una narrativa rival de victimismo hist¨®rico mucho m¨¢s poderosa. La mayor¨ªa de la poblaci¨®n de los pa¨ªses no occidentales y de las poblaciones inmigrantes de ascendencia asi¨¢tica y africana nunca estuvo muy informada sobre la enormidad y el horror de los cr¨ªmenes nazis. No estaban en condiciones de asumir la carga de la culpa europea por la Shoah y reconocer a Israel como una necesidad moral. En su propio relato hist¨®rico, el ¨²nico Estado jud¨ªo del mundo es otra empresa colonialista brutal y racista, que impone el apartheid y la masacre peri¨®dica a los palestinos mientras disfruta del apoyo de pol¨ªticos y periodistas de los pa¨ªses occidentales de mayor¨ªa blanca.
Tampoco se trata de una percepci¨®n totalmente nueva provocada por figuras de la ultraderecha israel¨ª que hoy invocan abiertamente la Biblia para justificar la masacre de civiles palestinos. Entre las comunidades que el pensador afroamericano W.E.B. Du Bois llam¨® ¡°los pueblos m¨¢s oscuros¡±, el argumento contra Israel siempre fue: ?por qu¨¦ los palestinos deben ser despose¨ªdos y castigados por unos cr¨ªmenes de los que solo fueron c¨®mplices los europeos? Ya en 1945, tres a?os antes de que naciera el Estado de Israel, George Orwell se?al¨® que ¡°la cuesti¨®n de Palestina es en parte una cuesti¨®n de color¡±, en la que ¡°un nacionalista indio, por ejemplo, probablemente se pondr¨ªa del lado de los ¨¢rabes¡±. De hecho, Mahatma Gandhi escribi¨® en 1938 que, aunque preferir¨ªa que los ¨¢rabes utilizaran m¨¦todos no violentos, no pod¨ªa criticar, dado el apoyo brit¨¢nico a los colonos sionistas, ¡°la resistencia ¨¢rabe con todo en contra¡±.
A pesar de su ac¨¦rrima enemistad, a finales de 1947, los nuevos Estados de India y Pakist¨¢n votaron en Naciones Unidas, junto con casi todos los pa¨ªses asi¨¢ticos, contra la partici¨®n de Palestina y la creaci¨®n de un Estado jud¨ªo. A medida que la descolonizaci¨®n cobr¨® velocidad, casi todos los pa¨ªses asi¨¢ticos y africanos se negaron a establecer relaciones diplom¨¢ticas con el nuevo Estado. Los activistas afroamericanos por los derechos civiles, como Martin Luther King, Jr., Malcolm X, James Baldwin y Muhammad Ali, o los l¨ªderes antiapartheid como Nelson Mandela, siempre vieron a los palestinos como esp¨ªritus afines. El propio Israel no dej¨® que la ¡°cuesti¨®n de color¡± se desvaneciera apoyando a Francia contra los anticolonialistas argelinos, ocupando Cisjordania en 1967 y desarrollando estrechas relaciones con el r¨¦gimen del apartheid en Sud¨¢frica.
A nadie le puede extra?ar que, mientras Alemania prohib¨ªa las manifestaciones propalestinas a partir del 7 de octubre, el Ministerio de Asuntos Exteriores sudafricano criticara a Israel por ¡°la ocupaci¨®n ilegal de tierras palestinas, la continua expansi¨®n de los asentamientos, la profanaci¨®n de la mezquita de Al Aqsa y los Santos Lugares cristianos y la opresi¨®n incesante del pueblo palestino¡±. Ni que el famoso futbolista franco-argelino Karim Benzema o el escritor afroamericano Ta-Nahisi Coates apoyen abiertamente a los palestinos.
La historia es siempre un choque entre relatos en los que las personas aspiran a reconocerse. Nuestro relato preferido sobre el pasado nos orienta hacia el mundo tal como es, nos ofrece un lugar y una identidad y explica a grandes rasgos nuestras sensaciones de posibilidad. El relato de la descolonizaci¨®n es cada d¨ªa m¨¢s seductor porque su ideal de justicia y dignidad para los pueblos no blancos sigue sin hacerse realidad, ni en Estados Unidos y Europa ni en los rincones m¨¢s remotos de Asia y ?frica. Prueba de su ¨¦xito es que los gobiernos represivos de Arabia Saud¨ª y Turqu¨ªa, hasta anteayer ansiosos por hacer negocios con Israel, no han tenido m¨¢s remedio que volver a unirse a la causa de los palestinos.
El a?o pasado, el presidente ruso Vlad¨ªmir Putin denunci¨® ampliamente las depredaciones hist¨®ricas de Occidente en India, China y otras partes de Asia y ?frica, y present¨® (absurdamente) a Rusia como l¨ªder de una alianza anticolonial mundial contra un Occidente ¡°racista¡± y ¡°neocolonial¡±. China tambi¨¦n ha adoptado una oportunista postura antioccidental. Tanto Putin como Xi Jinping reconocen hasta qu¨¦ punto, en los ¨²ltimos a?os, las calamitosamente fracasadas guerras occidentales en Afganist¨¢n, Irak, Libia y Yemen y el ¡°apartheid en cuesti¨®n de vacunas¡± ejercido por los pa¨ªses ricos de Occidente durante la covid-19 han reducido la credibilidad moral de Occidente. El hecho de que Occidente ofrezca una generosa hospitalidad a los refugiados ucranios mientras construye muros y vallas, y soborna a d¨¦spotas, para mantener alejadas a las v¨ªctimas de piel m¨¢s oscura de sus propias guerras, es una confirmaci¨®n m¨¢s de su hipocres¨ªa.
La gran narrativa de la descolonizaci¨®n deriva de la experiencia hist¨®rica de impotencia y humillaci¨®n que ha vivido gran parte de la poblaci¨®n mundial. En comparaci¨®n, el relato emanado de la Shoah parece mucho m¨¢s endeble: al fin y al cabo, Israel es la principal potencia militar de Oriente Medio y cuenta con s¨®lidos apoyos entre los pa¨ªses m¨¢s ricos y poderosos del mundo. El otro gran punto d¨¦bil del relato con el que Israel intenta legitimarse es que la conmemoraci¨®n de la Shoah es un acontecimiento relativamente reciente y limitado a una zona geogr¨¢fica. Como argument¨® Tony Judt en Postguerra, la Shoah no pas¨® a ser un relato fundacional de Europa hasta despu¨¦s de la creaci¨®n de la UE que le permiti¨® invalidar varios relatos nacionales enfrentados y poco fiables.
Despu¨¦s de 1945, todo el mundo sab¨ªa que el r¨¦gimen nazi alem¨¢n y sus colaboradores europeos hab¨ªan asesinado a seis millones de jud¨ªos, pero durante muchos a?os tuvo escasa resonancia pol¨ªtica e intelectual. Es bien sabido que Si esto es un hombre, de Primo Levi, el libro de memorias m¨¢s impresionante de todos los que se han escrito sobre la vida en un campo de concentraci¨®n nazi, se encontr¨® con el rechazo de Natalia Ginzburg, que entonces trabajaba en la editorial izquierdista Einaudi. No empez¨® a ser un libro muy le¨ªdo en Italia hasta finales de la d¨¦cada de 1950; y no tuvo verdadera difusi¨®n en Estados Unidos hasta veinte a?os despu¨¦s.
Por supuesto, muchos pueblos europeos ten¨ªan buenos motivos para no pensar en la Shoah: no solo los alemanes, que al principio se centraron en su propio trauma, causado por los bombardeos y la ocupaci¨®n por parte de las potencias aliadas y su expulsi¨®n en masa de Europa del este. Francia, Polonia, Austria y los Pa¨ªses Bajos, que hab¨ªan estado muy dispuestos a cooperar con los nazis, prefirieron construir su propia identidad nacional sobre la base de su ¡°resistencia¡± a Hitler.
No obstante, mucho despu¨¦s del final de la guerra segu¨ªa habiendo demasiadas realidades inc¨®modas. Alemania ten¨ªa a dos antiguos nazis como canciller y presidente. El presidente franc¨¦s Fran?ois Mitterrand hab¨ªa trabajado en el aparato del r¨¦gimen de Vichy. En 1992, el presidente de Austria, el pa¨ªs que con m¨¢s firmeza defiende hoy a Israel, era Kurt Waldheim, a pesar de las pruebas que demostraban que hab¨ªa participado en las atrocidades nazis. (Espa?a es una excepci¨®n a esta dial¨¦ctica europea de olvidar a conveniencia y conmemorar de forma obsesiva la Shoah, puesto que estuvo aislada por la Guerra Civil y m¨¢s tarde absorta en el franquismo y la transici¨®n a la democracia. Y junto a Irlanda, otra excepci¨®n, es el pa¨ªs europeo que m¨¢s simpatiza con los palestinos).
En Estados Unidos, donde Israel cuenta con el apoyo de una extra?a mezcla de evangelistas apocal¨ªpticos cristianos y dem¨®cratas laicos, la mayor parte de la poblaci¨®n tuvo su primer atisbo de las atrocidades cometidas en Europa gracias a una sensiblera serie de televisi¨®n emitida a finales de los a?os setenta, Holocausto. Incluso en Israel, la Shoah solo se empez¨® a conocer fuera de la peque?a comunidad de supervivientes despu¨¦s del juicio de Adolf Eichmann, en 1961. Saul Friedlander, el principal historiador de la Shoah, recuerda en sus memorias que los acad¨¦micos desde?aban el tema y lo dejaron en manos del Centro de conmemoraci¨®n y documentaci¨®n Yad Vashem. El pa¨ªs se hab¨ªa construido aliment¨¢ndose de mitos sobre el hero¨ªsmo jud¨ªo y las historias de impotencia y rendici¨®n ante el exterminio no formaban parte de esa imagen.
En d¨¦cadas recientes, el miedo a perder lo que Israel ha robado a los palestinos y el odio y la venganza de los despose¨ªdos han hecho que sus habitantes hayan recurrido cada vez con m¨¢s fuerza al relato de la Shoah. El imperativo de la seguridad nacional frente al odio y la venganza de los despose¨ªdos prevalece sobre todo: no solo sobre la flagrante corrupci¨®n financiera y sexual de casi todos sus grandes dirigentes, desde Shimon Peres y Ariel Sharon hasta Moshe Katsav, Ehud Olmert y Benjamin Netanyahu, sino tambi¨¦n sobre las alianzas cada vez m¨¢s estrechas de Israel con partidos y movimientos de extrema derecha e incluso antisemitas de distintos pa¨ªses, desde Hungr¨ªa hasta Estados Unidos.
Friedlander se fue de Israel, en parte, porque no soportaba que la Shoah se utilizara ¡°como pretexto para tratar con dureza a los palestinos¡±. Muchos otros supervivientes y testigos de la Shoah han advertido sin cesar sobre el declive de Israel, que ha pasado de encarnar la virtud moral a ser una potencia colonialista despiadada. En 1982, mientras el ej¨¦rcito israel¨ª supervisaba las matanzas en varios campos de refugiados palestinos en L¨ªbano, Primo Levi advirti¨®: ¡°Israel est¨¢ cayendo r¨¢pidamente en el aislamiento total. ¡ Debemos ahogar el impulso de solidaridad emocional con Israel para razonar con frialdad sobre los errores de la actual clase dirigente israel¨ª. Deshacernos de esa clase dirigente¡±.
No debe caber duda de que la solidaridad occidental con Israel se debilitar¨¢ a medida que el r¨¦gimen de fan¨¢ticos religiosos de Netanyahu mate a m¨¢s ni?os en Gaza al tiempo que invoca el Antiguo Testamento y el terrorismo vuelva a estallar en las calles occidentales y a envenenar la coexistencia racial y religiosa en unas sociedades irreversiblemente diversas. Entonces, el relato de la Shoah tendr¨¢ menos partidarios. La generaci¨®n joven que est¨¢ incorpor¨¢ndose a la vida intelectual y pol¨ªtica en todo el mundo ya ha empezado a juzgar a Israel por sus acciones y no por su misi¨®n hist¨®rica de redenci¨®n jud¨ªa. Y China y Rusia est¨¢n cada vez m¨¢s cerca de la victoria en su guerra de propaganda global, que presenta a los pa¨ªses occidentales ante el resto del mundo como brutos racistas e hip¨®critas.
Resulta tr¨¢gico que el primer Estado jud¨ªo, creado para la seguridad de los jud¨ªos, se encuentra hoy en el lado equivocado de la ¡°cuesti¨®n del color¡± y, en consecuencia, m¨¢s aislado e inseguro que nunca. Desde luego, ni intensificar la persecuci¨®n de la gente de piel oscura dentro de sus fronteras ni establecer alianzas con los supremacistas blancos en el extranjero contribuye a asegurar el futuro de Israel. Porque el acontecimiento fundamental de nuestra era sigue siendo la derrota del colonialismo occidental, acompa?ada de una reafirmaci¨®n pol¨ªtica e intelectual cada vez mayor en pueblos explotados, marginados y silenciados durante mucho tiempo por reg¨ªmenes racistas.
Quiz¨¢ hoy sea imposible de imaginar, pero Israel solo podr¨¢ garantizar la paz y la estabilidad si hace realidad la promesa de la descolonizaci¨®n: si desmantela los ¨²ltimos puestos avanzados del colonialismo racista en Cisjordania y Gaza, y facilita el desarrollo de un Estado palestino en el que deje de ser posible para las organizaciones nihilistas aprovecharse de la miseria y la desesperaci¨®n.
La alternativa es demasiado desoladora: Israel insistiendo en presentarse como v¨ªctima incluso mientras comete un genocidio con la ayuda de las armas y el dinero estadounidenses, mientras jud¨ªos y musulmanes de todo el mundo quedan a merced de prejuicios asesinos.
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