?D¨®nde est¨¢n los pacifistas?
El pacifismo que sirvi¨® para aglutinar las protestas contra Vietnam, la Guerra Fr¨ªa o el ¡®No a la guerra¡¯ de Irak est¨¢ desaparecido ante las guerras en Ucrania y Gaza
El radioastr¨®nomo Frank Drake, colaborador de Carl Sagan, ide¨® en 1961 una ecuaci¨®n para estimar el n¨²mero de civilizaciones que podr¨ªa albergar nuestra galaxia. La ecuaci¨®n de Drake tiene en cuenta muchos factores, como el n¨²mero de planetas o sus condiciones f¨ªsicas, pero tambi¨¦n otro t¨¦rmino: el grado de desarrollo tecnol¨®gico. Una civilizaci¨®n tiene mayor probabilidad de autodestruirse cuanto m¨¢s avanzada sea su tecnolog¨ªa. Por ejemplo, v¨ªctima de un apocalipsis nuclear. Existe la aberrante cifra de 12.512 armas nucleares en el planeta Tierra, seg¨²n el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI). El pacifismo ha luchado tradicionalmente por una resoluci¨®n de conflictos sin enfrentamientos violentos, tambi¨¦n por un desarme que preserve a la especie humana. ?ltimamente, no est¨¢ de moda.
Desde el comienzo de la guerra de Ucrania, el presidente ruso, Vlad¨ªmir Putin, exhibe con frecuencia la ret¨®rica del conflicto nuclear y genera una sensaci¨®n de absurdo civilizatorio. Tras el fin de la Guerra Fr¨ªa, la ciudadan¨ªa hab¨ªa olvidado la posibilidad de un apocalipsis, pero de un tiempo a esta parte ha resurgido la amenaza at¨®mica, acompa?ada del discurso belicista, y hasta en las tertulias televisivas del mediod¨ªa se han comentado, con cierta ligereza, las formas y consecuencias de un hipot¨¦tico conflicto nuclear. Si la pandemia, que parec¨ªa ciencia ficci¨®n, acab¨® por suceder, ?por qu¨¦ no ese invierno nuclear que tanto se recrea en el cine? La aterradora posibilidad tampoco ha generado demasiada reacci¨®n popular: quiz¨¢s, de tanto verla en Netflix o Amazon (como en la pel¨ªcula Dejar el mundo atr¨¢s o en la serie Fallout), siga percibi¨¦ndose como una ficci¨®n inveros¨ªmil.
Fuera de la pantalla, Alemania se rearma y se plantea volver al servicio militar obligatorio, con un 52% de la poblaci¨®n a favor, seg¨²n una encuesta de Forsa. L¨ªderes europeos como Emmanuel Macron o Donald Tusk advierten de la posibilidad de una nueva guerra que involucre a toda Europa, algo llamativo en el seno de una entidad pol¨ªtica, la Uni¨®n Europea, que no ha estado muy volcada en lo militar (delegado en la OTAN) y cuyo mayor logro ha sido una paz durante d¨¦cadas entre pa¨ªses que han guerreado durante siglos.
As¨ª, se impone una subida del gasto de defensa, incluso en pa¨ªses que tradicionalmente hab¨ªan sido reacios a ello: el gasto militar mundial ha aumentado por noveno a?o consecutivo, alcanzando el m¨¢ximo hist¨®rico de 2,27 billones de euros, seg¨²n SIPRI. Y dos conflictos cercanos siguen en curso, en Ucrania y en Gaza, siempre a riesgo de escalar, sin que parezca que pueda conseguirse una soluci¨®n negociada. La reciente pel¨ªcula Civil War, de Alex Garland, fantasea con una hipot¨¦tica guerra civil en Estados Unidos, que un 41% de los estadounidenses ven posible en los pr¨®ximos cinco a?os, seg¨²n Rasmussen Reports. El fil¨®sofo marxista franc¨¦s ?tienne Balibar ha llegado a declarar que ¡°el pacifismo no es una opci¨®n¡±. ?Qu¨¦ fue del mensaje pacifista?
Malos tiempos para la paz
El pacifismo tiene una historia plagada de hitos. Las protestas contra la guerra de Vietnam que surgieron del caldo de cultivo contracultural de los a?os sesenta. El movimiento antinuclear europeo en la Guerra Fr¨ªa, que gener¨® el s¨ªmbolo de la paz: un c¨ªrculo con tres l¨ªneas que arraig¨® con fuerza en la cultura popular. O, m¨¢s recientemente, las protestas masivas contra la guerra de Irak. En Espa?a, la historia de las ideas pacifistas puede rastrearse al menos hasta tiempos de la Guerra de la Independencia, con el ¡°abajo las quintas¡±, hasta el movimiento anti-OTAN, a comienzos de la democracia, o la ola de insumisi¨®n al servicio militar. Por supuesto, el sonado No a la guerra, en el caso citado de Irak, que congreg¨® a millones de personas en las calles contra el Gobierno de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. Todo ello se recoge en El pacifismo en Espa?a desde 1808 hasta el ¡°No a la guerra¡± de Iraq (Akal), escrito por cerca de una treintena de acad¨¦micos y coordinado por Francisco J. Leira.
Eran otros tiempos. ¡°Se est¨¢ normalizando la guerra, como si fuera una tormenta¡±, opina Carmen Magall¨®n, presidenta de la Fundaci¨®n Seminario de Investigaci¨®n para la Paz. Recuerda Magall¨®n las protestas antimilitaristas de los a?os ochenta en Espa?a, cuando el movimiento era consciente de la posibilidad de un ataque nuclear, de la Destrucci¨®n Mutua Asegurada. Sospechaban de la idea de enemigo que les planteaban y trataban de diferenciar entre los l¨ªderes y los pueblos, que son los que sufren las consecuencias de los conflictos armados. ¡°Ahora no hay aquella movilizaci¨®n social. En el pacifismo estamos paralizados, impactados: los movimientos sociales se han transformado¡±, dice la experta. Falta quien encarne en el espacio p¨²blico la apuesta por la paz y la no violencia. No hay un liderazgo robusto. ¡°Hay mucha actividad en internet, en redes sociales, pero ese conflicto no llega a la calle¡±, dice la experta.
¡°Se est¨¢ normalizando la guerra, como si fuera una tormenta¡±Carmen Magall¨®n, presidenta del Seminario de Investigaci¨®n para la Paz
Tampoco hay con qu¨¦ comparar. Las actuales generaciones no han vivido la Segunda Guerra Mundial, no recuerdan sus penurias, ni las zozobras de la Guerra Fr¨ªa (que tan bien se retratan en el reciente documental Momentos decisivos: La bomba y la Guerra Fr¨ªa (Netflix), lo que tambi¨¦n posibilita que el pensamiento pacifista pueda ser reemplazado f¨¢cilmente por ideas de confrontaci¨®n. ¡°Por ello es importante el ¡®deber de memoria¡¯: una pedagog¨ªa de la memoria que nos permita encontrar las conexiones de lo ocurrido, sus repercusiones actuales. Las generaciones presentes deben tener conciencia de los horrores de la guerra y del peligro real que suponen las armas nucleares, una amenaza existencial¡±, apunta Ana Barrero T¨ªscar, presidenta de la Asociaci¨®n Espa?ola de Investigaci¨®n para la Paz (AIPAZ) y directora de la Fundaci¨®n Cultura de Paz. ¡°Vivimos en un mundo profundamente militarizado¡±, contin¨²a la experta; un mundo en el que se van imponiendo las narrativas militaristas que contribuyen a la espectacularizaci¨®n y normalizaci¨®n de la guerra. Y hasta se va introduciendo una militarizaci¨®n en el lenguaje que hace que las mentes se habit¨²en a esas l¨®gicas. ¡°Al mismo tiempo, se desechan las soluciones que ahondan en la construcci¨®n de la paz¡±, a?ade.
Los intereses de la industria armament¨ªstica tambi¨¦n tienen su peso. ¡°El lobby armament¨ªstico trabaja para trasladar esa narrativa belicista. Es una industria cuyo principal o ¨²nico cliente es el Estado, y existe cierta interdependencia. La cotizaci¨®n en Bolsa de la industria armament¨ªstica sube much¨ªsimo, como hizo el 7 de octubre en Israel [tras el ataque de Ham¨¢s]. Y el movimiento por la paz est¨¢ debilitado: esas narrativas est¨¢n cuajando bastante¡±, dice Chlo¨¦ Meulewaeter, investigadora del centro Del¨¤s de Estudios por la Paz. La l¨®gica del rearme sigue el adagio latino: si vis pacem, para bellum (¡°si quieres paz, prep¨¢rate para la guerra¡±). La paradoja de la disuasi¨®n: comprar armamento para no tener que usarlo. Por eso, desde cierto punto de vista, se reivindica que el rearme no sea visto como una postura belicista, siempre que se haga para preservar la paz. El pensamiento pacifista prefiere seguir otro dicho: si los gobiernos tienen cada vez m¨¢s martillos comenzar¨¢n a ver cada vez m¨¢s problemas como clavos.
Se recuerda la escalada armament¨ªstica a principios del siglo XX que acab¨® desembocando en la Primera Guerra Mundial. En aquel clima de belicismo y nacionalismo exacerbado, muchos j¨®venes fueron cantando a la guerra para luego encallar en unas trincheras eternas. En otros casos, como la Guerra Fr¨ªa, la carrera armament¨ªstica no acabo en conflicto; pero por muy poco. Adem¨¢s, el movimiento pacifista no solo critica el gasto econ¨®mico, sino el coste de oportunidad: todo lo que se dedica a las armas no se dedica a lo social. Es lo que llaman los dividendos de paz.
La protesta atomizada
La divisi¨®n de la opini¨®n p¨²blica, atomizada en diferentes nichos que se radicalizan por la comunicaci¨®n digital, dificulta una propuesta coordinada. ¡°Antes podr¨ªan diferenciarse las l¨ªneas cl¨¢sicas de izquierda y derecha, o las religiones; ahora esas divisiones se han multiplicado en varios ¨®rdenes de magnitud. Son microcausas diferentes que hacen dif¨ªcil la cristalizaci¨®n de una oposici¨®n seria a cualquier cosa¡, incluyendo a una amenaza nuclear¡±, opina Pablo de Greiff, profesor de Derecho en la Universidad de Nueva York y miembro de la Comisi¨®n Internacional Independiente de Investigaci¨®n sobre Ucrania, de la ONU. No es dif¨ªcil imaginar que, si se plantease una guerra nuclear, se generar¨ªa una discusi¨®n visceral en la red social X entre partidarios y opositores al conflicto. Por lo dem¨¢s, es m¨¢s f¨¢cil adherirse a posturas pacifistas cuando se trata de un conflicto lejano o una circunstancia abstracta (el ingreso de un pa¨ªs en la OTAN), que cuando se percibe una amenaza real de otra potencia.
Precisamente en las universidades estadounidenses han surgido unas fuertes protestas contra la matanza en Gaza que se contagian a estudiantes de otros pa¨ªses, entre ellos Espa?a. Piden que cesen las hostilidades en una sociedad fuertemente comprometida con el apoyo a Israel desde todos los ¨¢ngulos del espectro pol¨ªtico, y, aunque hayan sido comparadas reiteradamente con el movimiento anti-Vietnam de los a?os sesenta (que tambi¨¦n prendi¨® en la Universidad de Columbia), se dan diferencias: ¡°Los estudiantes no est¨¢n de acuerdo con el uso desproporcionado de la fuerza ni con las inversiones en Israel de sus universidades, pero, al mismo tiempo, la ret¨®rica pacifista no est¨¢ muy presente en estos movimientos¡±, se?ala De Greiff.
Podr¨ªan contarse otros factores que facilitan el resurgimiento de lo b¨¦lico, ret¨®rico o real, y la escasez de posturas pacifistas: la polarizaci¨®n interna en los pa¨ªses que se filtra al panorama internacional, la desigualdad econ¨®mica dentro de los pa¨ªses y entre ellos, la migraci¨®n convertida en un caballo de batalla pol¨ªtico o la falta de contrapesos a los poderes ejecutivos que hace que surjan l¨ªderes fuertes, siguiendo la enumeraci¨®n de De Greiff. ¡°Las entidades garantistas est¨¢n sufriendo ataques y siendo debilitadas globalmente¡±, explica el experto, ¡°hay desconfianza en las instituciones nacionales de control¡±.
Dilemas del pacifismo
Con frecuencia el pacifismo ha sido visto como un peligro por los gobiernos, e incluso se le ha acusado de estar de parte del enemigo. Por ejemplo, las escasas posturas pacifistas ante la guerra de Ucrania, que proponen una soluci¨®n diplom¨¢tica al conflicto, han sido acusadas de ser leales a Putin. No es raro que se acuse de antisemitas o partidarios de Ham¨¢s a los que piden el alto el fuego en Gaza y critican la respuesta israel¨ª. Otro de los sambenitos del pacifismo es el de la ingenuidad: los cr¨ªticos de la violencia son almas c¨¢ndidas que no comprenden el funcionamiento real y violento del mundo, ni la triste condici¨®n humana.
¡°Nos venden eso que se llama realpolitik: hay que hacer esto porque es un mal menor. No se dan cuenta de que lo que defiende el movimiento pacifista no es m¨¢s que buscar una soluci¨®n negociada en la que, tristemente, todos tienen que ceder. Esa deber¨ªa ser la realpolitik¡±, explica el historiador Francisco J. Leira. La idea ingenua, para los pacifistas, es pensar que se puede vivir en paz sin llegar a acuerdos y sin ceder en las propias ambiciones: pocas veces las guerras acaban en victorias o en derrotas inapelables. En este sentido, tambi¨¦n ser¨ªa signo de madurez entender que, en ocasiones, es tolerable una peque?a injusticia o un gran olvido para evitar el horror mayor de la guerra. ¡°Estamos comprando gas a Rusia y dando armas a Ucrania, es casi una econom¨ªa circular de la guerra¡±, explica Leira, ¡°as¨ª que, aunque el pacifismo parezca ingenuo, es la opci¨®n que nos queda defender: la alternativa es que la gente siga muriendo¡±.
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