La emancipaci¨®n de las afganas no sale de las grandes ciudades
A pesar de los avances, las mujeres a¨²n luchan contra los prejuicios y la violencia de las zonas profundas y rurales
Han llegado al deporte, a los negocios, a la polic¨ªa, al Ej¨¦rcito, al Parlamento y a la Administraci¨®n. Es un largo camino desde el derribo en 2001 del r¨¦gimen talib¨¢n, que las ten¨ªa confinadas en casa sin derecho a estudiar, trabajar o siquiera a que se oyera su voz. Sin embargo, las mujeres de Afganist¨¢n sienten que a¨²n les queda mucho m¨¢s por recorrer. No solo los cambios de mentalidad y sociales son lentos, sino que el ritmo de los avances es muy desigual. Frente a la promesa de las grandes ciudades, el resto del pa¨ªs sigue anclado en el pasado.
¡°Destacar¨ªa las mujeres que est¨¢n emergiendo en el deporte y los negocios¡±, se?ala Muqaddeesa Yourish, una joven afgana que trabaja en la modernizaci¨®n de la funci¨®n p¨²blica. Tras a?os de activismo de veteranas como Soraya Parlika, Masuda Jalal, Fatana Gailani, Shukria Barakzai, Fawzia Koofi o Malalai Joya, una nueva generaci¨®n de afganas ha pasado a la acci¨®n conquistando puestos que hasta ahora hab¨ªan tenido vedados.
Zarghunah Walizadeh dirige una empresa de transporte y Manizha Wafiq est¨¢ al frente del cap¨ªtulo femenino de la C¨¢mara de Comercio. Pero es sobre todo en el deporte donde han derribado barreras. Mujeres como Shabnam Mobarez, capitana del equipo nacional de f¨²tbol (formado en 2007), o Marjan Haydaree, su m¨¢xima goleadora. En 2016 Kimia Yusufi lleg¨® a los titulares como la ¨²nica mujer en el equipo de atletismo que particip¨® en R¨ªo. A pesar de los tab¨²es, poco a poco, incluso est¨¢n practicando artes marciales, boxeo o monta?ismo. Tambi¨¦n han llegado a la administraci¨®n, donde constituyen un tercio de los funcionarios.
¡°Las mujeres en el Gobierno a¨²n no han alcanzado posiciones de liderazgo, en parte porque la educaci¨®n superior sigue siendo un reto, pero hay una nueva generaci¨®n que est¨¢ empujando¡±, asegura Yourish.
Se trata de una generaci¨®n que no ha padecido las ignominias del r¨¦gimen talib¨¢n. Un exponente es Afifa Taieb, candidata independiente al Parlamento en las elecciones del pr¨®ximo s¨¢bado. A sus 25 a?os, tiene una doble titulaci¨®n en Salud P¨²blica y Derecho y trabajaba como consultora para el Ministerio de Sanidad. En su opini¨®n, ¡°el mayor cambio que se ha producido es que la sociedad est¨¢ lista para que participemos en puestos directivos y pol¨ªticos, las mentalidades est¨¢n cambiando en las familias¡±.
Es un cambio que se ve f¨ªsicamente. En Kabul, al igual que en Herat o Mazar-i Sharif, salvo las mendigas (que quieren esconder su identidad), son pocas las mujeres con el ominoso burkaque impusieron los talibanes. Predomina, sobre todo entre las j¨®venes, el estilo iran¨ª: bata por la rodilla, pantalones y pa?uelos coloreados. A cara descubierta, las afganas van a clase, al trabajo, a la compra, e incluso a Ice Land, una moderna cadena de helader¨ªas.
Sentada en el cuartel general de su campa?a, en el barrio de Karte Se, al oeste de Kabul, Taieb admite sin embargo que la situaci¨®n no es la misma en las grandes ciudades que en las zonas rurales, donde ¡°prevalece la mentalidad antigua¡±. Para ella, el problema m¨¢s grave es ¡°la elevada tasa de analfabetismo¡± femenino (el 75,8 % frente al 48 % de los hombres, seg¨²n datos de la ONU). Tambi¨¦n la violencia, como ella ha dejado constancia en su libro, Lapidaci¨®n: violaciones de derechos contra las mujeres, que reparte a quienes la visitan. Las ONG confirman que las palizas, los matrimonios forzados, las violaciones y la prohibici¨®n de participar en actividades sociales persisten.
Aunque el n¨²mero de ni?as escolarizadas ha dado un salto desde principios de siglo de casi cero hasta el 87 %, seg¨²n cifras del Banco Mundial, el abandono escolar a partir de la pubertad es muy alto, sobre todo en las zonas rurales. Los matrimonios tempranos (la mitad de las afganas est¨¢n casadas antes de cumplir 20 a?os) tambi¨¦n contribuyen a su menor educaci¨®n.
Bajo el lema ¡°un futuro mejor¡±, Taieb promete trabajar para todos, pero sobre todo por las mujeres porque, dice, ¡°somos las que m¨¢s sufrimos¡±.
Nilab, una universitaria de 21 a?os, no puede estar m¨¢s de acuerdo. ¡°A menudo, me siento discriminada, en la calle, en los centros oficiales e incluso en mi casa, pero no sirve de nada quejarse porque nadie toma medidas¡±, asegura. ¡°El otro d¨ªa ten¨ªamos un debate en una clase sobre nuestras aspiraciones y cuando dije ser presidenta del Gobierno y aunque no hay ninguna ley que lo impida, los chicos se me echaron encima diciendo que no era realista¡±, pone como ejemplo. Por eso dice que no va a votar. ¡°No cambian nada solo se presentan para su propio beneficio¡±, concluye.
El precio de la paz
Las mujeres fueron sin duda las principales v¨ªctimas del r¨¦gimen talib¨¢n. La perspectiva de unas (a¨²n lejanas) conversaciones de paz que permitan integrarlos en la vida pol¨ªtica, pone los pelos de punta a la mayor¨ªa de ellas. Aunque hay voces que insisten en que los avances son irreversibles, muchas afganas temen que en la negociaci¨®n se sacrifiquen sus derechos.
¡°Quiero que haya paz, pero me da miedo; casi prefiero que sigamos as¨ª, a pesar de la inseguridad que imaginar la pesadilla que supondr¨ªa que nos impusieran sus normas¡±, se?ala Bushra, una universitaria de 22 a?os. Sin embargo, Mokhtarana, dos a?os menor y que se cubre la cara, discrepa. ¡°Prefiero que haya paz aunque no me dejen estudiar, mientras nuestros hermanos puedan hacerlo¡±, declara.
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