Romper con el modelo de paternidad patriarcal: cuando la biolog¨ªa se impone a la cultura
Las investigaciones neurocient¨ªficas demuestran cambios a nivel cerebral y endocrino en los hombres cuando tienen un hijo. Esas modificaciones, mucho menores que las que experimentan las madres, est¨¢n muy ligadas con una experiencia de cuidados estrecha y sostenida en el tiempo
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En las p¨¢ginas iniciales de El padre en escena: una historia natural de hombres y beb¨¦s (Capitan Swing, 2025), la antrop¨®loga estadounidense Sarah Blaffer Hrdy muestra su sincero asombro al ver c¨®mo su yerno ejerce de cuidador principal de su primer nieto. Esas escenas de cuidado ¡ªpor regla general representadas por mujeres¡ª llevadas a cabo con diligencia, cari?o y esmero por un hombre, fueron el punto de partida de su ensayo. ¡°De repente parec¨ªa posible que los hombres estuvieran predestinados a cuidar de sus hijos¡±, escribe la tambi¨¦n primat¨®loga, que a?ade a continuaci¨®n que los nuevos y radiantes padres que se implican en la crianza no parecen estar haciendo un esfuerzo contra natura: ¡°De hecho, sus respuestas son profundamente biol¨®gicas y no se limitan a la cultura¡±.
La hip¨®tesis de Blaffer es que estos nuevos y radiantes padres son un ejemplo de c¨®mo, durante los ¨²ltimos siglos, en el mundo occidental la cultura ha moldeado la biolog¨ªa de los hombres; y que el cambio que se est¨¢ experimentado ahora en los modelos de paternidad ¡ªm¨¢s implicados y m¨¢s proclives a los cuidados¡ª no es solo cultural, sino que tambi¨¦n tiene una base profundamente biol¨®gica.
¡°Las cr¨ªas humanas necesitan de largos cuidados, y que tanto hombres como mujeres est¨¦n biol¨®gicamente capacitados para hacerlo es la hip¨®tesis m¨¢s plausible. La posibilidad de que exista una base biol¨®gica para el cuidado paterno la sabemos por otras especies de animales. Entre nuestros parientes primates destaca el caso de los bonobos, especie en la que los machos pasan mucho tiempo cuidando a su descendencia¡±, reflexiona el psic¨®logo perinatal M¨¢ximo Pe?a. Para Pe?a, esta hip¨®tesis se ve refrendada en muchas tribus actuales, donde se ha observado que la repartici¨®n de roles productivos y de cuidados son intercambiables: ¡°Cuidar no es un asunto de mujeres, sino que todos tienen la capacidad de hacerlo, como quiz¨¢s ocurr¨ªa en la prehistoria¡±.
De la misma opini¨®n es el antrop¨®logo especialista en g¨¦nero, masculinidades y paternidad positiva Ritxar Bacete, para quien el modelo de paternidad patriarcal, distante, autoritario, proveedor de recursos y no de afectos, representa una aberraci¨®n evolutiva que ha impedido e impide a los hombres desarrollar y desplegar todas sus capacidades innatas para los cuidados. ¡°Hace 340.000 a?os, en Atapuerca, una ni?a con una grave discapacidad sobrevivi¨® 12 a?os porque por aquel entonces ya hab¨ªa padres conectados e implicados en los cuidados. Por eso estamos aqu¨ª¡±, a?ade. ¡°Un dato: es el momento de la historia reciente de la humanidad donde hay un mayor n¨²mero de hombres sosteniendo la vida, regresando a casa¡±, explica Bacete.
Aunque aun lejos de un reparto equitativo con las mujeres, los datos parecen darle la raz¨®n. Seg¨²n cifras del Ministerio de Inclusi¨®n, Seguridad Social y Migraciones espa?ol, en 2013 los padres apenas representaban en 7% de las excedencias para el cuidado de hijos. En 2024 ese porcentaje ascendi¨® hasta el 15,6%, aunque por el camino han llegado a representar casi una de cada tres excedencias (29,9% en 2022). Seg¨²n el informe de la Fundaci¨®n LaCaixa Desigualdad de g¨¦nero en el trabajo remunerado y no remunerado tras la pandemia, solo entre marzo de 2020 y mayo de 2022 los hombres incrementaron en tres horas a la semana el tiempo que dedicaban al cuidado de sus hijos. Y los resultados de otra investigaci¨®n auspiciada por la misma entidad (?Ha aumentado el tiempo que los padres dedican a sus hijos?, de 2021) concluyeron que durante la crisis econ¨®mica de 2008 se produjo una notable reducci¨®n de la brecha de g¨¦nero en los cuidados, especialmente entre los progenitores con ni?os menores de tres a?os: en comparaci¨®n con 2002, el tiempo medio que los padres destinaron a los cuidados f¨ªsicos de sus hijos aument¨® en un 30%, mientras que el de las madres se redujo ligeramente. Seg¨²n los autores, se podr¨ªa atribuir a cambios en el comportamiento y en las actitudes hacia este tipo de tareas.
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¡°El soporte biol¨®gico para los cuidados es probable que acompa?e a los hombres desde hace miles de a?os; lo que no siempre les ha acompa?ado es un contexto sociocultural que favorezca el hacerse cargo de las criaturas que engendran. Si el cambio cultural que estamos viviendo con respecto a la implicaci¨®n de los hombres en los cuidados no retrocede, para las generaciones siguientes ser¨¢ m¨¢s sencillo que el andamiaje biol¨®gico de los cuidados se despliegue, facilitando que hombres y mujeres cooperen en la crianza de la forma m¨¢s igualitaria posible¡±, reflexiona Pe?a.
?Qu¨¦ pasa en el cerebro de los padres que se implican?
En El padre en escena: una historia natural de hombres y beb¨¦s, Blaffer recurre a la neurociencia para apuntalar su hip¨®tesis. La autora habla de los cambios a nivel cerebral y endocrino que se producen en los hombres cuando se convierten en padres, especialmente si est¨¢n implicados. La antrop¨®loga cita el estudio Correlatos hormonales de la capacidad de respuesta paterna en padres primerizos y futuros (2000), de la bi¨®loga Katherine Wynne-Edwards y la psic¨®loga Anne Storey, investigadoras respectivamente de la Queen¡¯s University (Ontario, Canad¨¢) y de la Memorial University of Newfoundland (San Juan de Terranova, Canad¨¢), que ya a principios del siglo XXI descubrieron cambios endocrinos en los padres que cuidan. Entre ellos, un incremento en los niveles de prolactina y un descenso en los niveles de testosterona y de cortisol. ¡°Est¨¢n bastante documentados los cambios hormonales en los hombres que se convierten en padres, y junto a las adaptaciones cerebrales, es probable que la biolog¨ªa los acompa?e durante la transici¨®n a la paternidad. En todo caso, a m¨ª no me gusta asemejar o comparar procesos tan diferenciados como la maternidad y la paternidad¡±, matiza Pe?a.
¡°Desde un punto de vista sociol¨®gico, antropol¨®gico y psicol¨®gico estoy 100% de acuerdo con lo que dice Blaffer. Con lo que no estoy tan de acuerdo es con utilizar la neurociencia para justificar su hip¨®tesis¡±, sostiene la neurocient¨ªfica Susanna Carmona, una de las m¨¢s reputadas investigadoras en el campo de la neuroplasticidad cerebral asociada a la maternidad y la paternidad. Las investigaciones lideradas por Carmona en el Instituto de Investigaci¨®n Sanitaria Gregorio Mara?¨®n (Madrid) han demostrado que el embarazo y la maternidad producen una transformaci¨®n en el cerebro de la mujer que, para la neurocient¨ªfica, est¨¢ a a?os luz de lo que ocurre en el del padre. ¡°Si t¨² haces zoom y te focalizas en buscar algo en concreto, por supuesto puedes ver diferencias en el cerebro masculino, pero cuando miras el bosque entero desde lejos, con perspectiva, ves que esas modificaciones no tienen nada que ver con las que ocurren en la mujer que pasa por un embarazo, un parto y un posparto¡±, apunta. ¡°Esto no quiere decir que los padres no puedan cuidar¡±, incide Carmona, ¡°de hecho, algunas investigaciones demuestran que esos peque?os cambios cerebrales que se producen en los padres se hacen mayores cuanto m¨¢s tiempo pasan con sus beb¨¦s¡±.
¡°Efectivamente¡±, retoma Pe?a, ¡°a diferencia de los cambios que se producen en los cerebros de las mujeres, vinculados a procesos inherentes a la maternidad como el embarazo, el parto o la lactancia, en el caso de los hombres que se convierten en padres los cambios neuroanat¨®micos reportados se relacionan con una experiencia de cuidados estrecha y sostenida en el tiempo¡±.
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