El reto de tener hijas y ense?arles c¨®mo deben hacerse respetar ante la violencia y el machismo
Como mujer y madre tengo una duda: ?dejo la misma libertad a un hijo de 16 que a una hija de la misma edad para volver a casa solos? Este 25 de noviembre es el D¨ªa Internacional de la Eliminaci¨®n de la Violencia contra la Mujer 2021
Este jueves 25 de noviembre es el D¨ªa Internacional de la Eliminaci¨®n de la Violencia contra la Mujer. Que la humanidad siempre ha sido violenta no es ning¨²n secreto. De hecho en Occidente hemos alcanzado unas cotas de pacifismo bastante considerables si nos comparamos con el resto de la historia. Los derechos humanos y el pensamiento racional han hecho mucho. Sin embargo, estamos lejos de tener esta situaci¨®n en todo el planeta y desde luego, la situaci¨®n de la violencia contra la mujer y los ni?os alcanza en algunas zonas tintes dram¨¢ticos por no decir tr¨¢gicos.
No me siento muy esperanzada en que el ciudadano de a pie pueda hacer demasiado por cambiar esa situaci¨®n tan lejos de nuestras fronteras. Pero s¨ª creo firmemente en que los cambios que hagamos en nuestra vida aqu¨ª, en Occidente o, si lo prefieren, en Espa?a, son muy necesarios. Se expresa que la mano que mece la cuna es la que domina el mundo. No pienso que sea necesariamente aplicable al 100%, sin embargo, sin duda considero que las madres (no solas, sino tambi¨¦n con los padres), tenemos en nuestra mano criar hijos de ambos sexos comprometidos con una igualdad real.
La ley ya nos protege desde hace tiempo frente a desigualdades, por ejemplo, laborales y econ¨®micas. Esto no significa que no se sigan cometiendo tropel¨ªas en empresas no obstante es un delito y como tal debe ser denunciado y penado. El cambio real, el que nos queda y, optimista que es una, supongo que ya disfrutar¨¢n nuestros hijos, es el de una igualdad real en el ¨¢mbito privado, es decir, en el dom¨¦stico. No es una cuesti¨®n balad¨ª se?alar que, si ambos progenitores trabajan las mismas horas y despu¨¦s ella es la que ejerce la mayor¨ªa del trabajo dentro de la casa, el balance es desequilibrado y traer¨¢ consecuencias, casi siempre negativas en forma de estr¨¦s, cansancio mental y f¨ªsico, discusiones y problemas en la pareja que se extender¨¢n a los hijos.
Yo tengo tres hijos, dos ni?as de 11 y nueve a?os y un ni?o de cuatro que, no por edad, sino porque es autista, no puede, de momento, hacer muchas tareas en la casa aunque alguna ya hace como por ejemplo llevar su ropa al cesto de la lavadora, recoger sus juguetes (con ayuda) etc. Mis hijas ya tienen como obligaci¨®n fregar sus platos del desayuno, as¨ª como poner y recoger la mesa, llevar su ropa al lavadero y hacer su cama antes de irse por la ma?ana al colegio. Si una de ellas fuese ni?o o ambas, me da igual, har¨ªan exactamente lo mismo. Y esto es un peque?¨ªsimo ejemplo de lo que hemos cambiado las nuevas generaciones con respecto a la de nuestras madres.
?Qui¨¦n no ha vivido, por ejemplo, ir a casa de su madre o su suegra y ver c¨®mo la propia abuela obliga a las mujeres a las tareas de poner mesa o recoger, como si eso fuese algo propio del sexo femenino? Conozco much¨ªsimos casos. Bien es verdad que son mujeres nacidas en la d¨¦cada de los cuarenta o cincuenta, con estudios b¨¢sicos y que nunca han ejercido labores profesionales fuera del hogar. Esas madres, ahora abuelas, y por supuesto con el consentimiento de sus maridos, hicieron, probablemente pensando que hac¨ªan lo correcto, hombres que hoy d¨ªa no hacen nada en sus hogares por dos razones: una porque consideran que eso es cosa de mujeres y otra porque nadie les ha ense?ado.
Desde luego no participar en las tareas del hogar no lo considero un maltrato, pero s¨ª una falta de consideraci¨®n al tratar a tu pareja como alguien ¡°inferior¡± que debe ejercer doble tarea: fuera y dentro de casa. Y es que hoy rara es la mujer que no tiene un trabajo remunerado (cuesti¨®n aparte problemas de empleo o las que deciden quedarse en su propia casa, algo muy respetable, sin embargo, que yo no comparto). Y aqu¨ª entramos en lo que creo b¨¢sico para poner el primer freno a la violencia contra la mujer: la independencia econ¨®mica. A lo largo de la historia de la humanidad y digamos que hasta finales del siglo XX, la mujer pasaba de la tutela de su padre a la de su marido y pocas o nulas opciones ten¨ªa de salir de un matrimonio desgraciado, entre otras cosas, porque ?ad¨®nde iba a ir sin dinero? Esto sigue sucediendo. Por ello me parece b¨¢sica e imprescindible la formaci¨®n en las ni?as. Cuanta m¨¢s, mejor. Sabemos que no es una ecuaci¨®n perfecta tener muy buena preparaci¨®n y un buen salario, pero las opciones sin estudios de encontrar una estabilidad econ¨®mica son mayores.
Es una de las cosas innegociables que establezco con mis hijas: que estudien. Y soy terriblemente sincera con ellas con respecto a este tema. Les muestro la realidad del d¨ªa a d¨ªa, lo que cuesta la vida, lo que supone no tener dinero y sobre todo, lo que implica no tenerlo si alguien que se supone que te quer¨ªa te maltrata, ya sea de manera psicol¨®gica o f¨ªsica. Y espero que lo tenga bien claro porque literalmente les puede ir la vida en ello.
Sin embargo, como afirma el dicho ¡°que para educar a un ni?o hace falta toda una tribu¡±, adem¨¢s de todos los esfuerzos que se hacen por combatir la violencia contra la mujer en todos los ¨¢mbitos, la prevenci¨®n debe ser b¨¢sica: estudiar y aprender a reconocer qu¨¦ es el maltrato puede ser una tarea larga, pero muy fruct¨ªfera si se hace bien. No me gusta la palabra empoderar porque est¨¢ tan usada que hasta ya ha cogido un significado ideol¨®gico m¨¢s que el que deber¨ªa tener, pero s¨ª me gusta el hecho que representa, lo que significa. Explicar a las ni?as (y tambi¨¦n a los ni?os), qu¨¦ pueden o no consentir y permitir.
El colegio es el lugar donde m¨¢s horas pasan y ah¨ª, especialmente a partir de la preadolescencia, es cuando se pueden observar actitudes poco o nada recomendables. Hablar con los hijos me parece fundamental a la hora de establecer pautas con ellos sobre lo que no est¨¢ bien. En mi caso, aprovecho los atascos que hay cuando las llevo y recojo de clase, momentos que considero oro para que me cuenten. Y, en esas conversaciones preguntar mucho sobre qu¨¦ piensan ante determinadas actitudes.
No me considero una madre especialmente conservadora con respecto a la educaci¨®n sexual. Siempre les he respondido lo que han querido saber en la medida de su entendimiento seg¨²n la edad, pero en lo que siempre he sido clara con ellas es en el tema de proteger su cuerpo. Que nadie puede tocarlas y que ellas tampoco pueden tocar el cuerpo de los dem¨¢s. Ya me entienden cuando me refiero al cuerpo que no es precisamente a pasar la mano por el hombro en se?al de apoyo y cari?o.
Por desgracia est¨¢n expuestos much¨ªsimo m¨¢s que los que tienen ahora 10 a?os m¨¢s, al sexo que cosifica tanto al hombre como a la mujer. Una pena, pero sobre todo una desgracia si caen en llevar a cabo pr¨¢cticas que no desean y estas acaban en una violaci¨®n, un embarazo no deseado o una enfermedad de transmisi¨®n sexual que parece que para la mayor¨ªa han desaparecido de la faz de la tierra. Hablar con los hijos de sexo no es f¨¢cil, sin embargo, resulta imprescindible para evitar abusos.
Como mujer y madre tengo una dualidad con respecto, por ejemplo, a algo que les pasa a muchos padres cada fin de semana. ?Dejo la misma libertad a un hijo de 16 que a una hija de la misma edad para volver a casa solos? En teor¨ªa, si somos iguales, deber¨ªa seguir la aplicaci¨®n de id¨¦ntica norma para ambos. En la pr¨¢ctica, confieso que tengo pavor a que pueda pasarles algo. Y me temo que no soy la ¨²nica. As¨ª que, y concluyo, creo que por detalles importantes como este todav¨ªa queda mucho por hacer e, insisto, desde la familia sobre todo, es desde donde se debe trabajar mucho m¨¢s.
*Gema Lendoiro es periodista y madre de dos hijas y un hijo.
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