?El fin de la democracia mexicana¡ o lo de siempre?
El Poder Judicial ser¨¢ refundado como reivindicaci¨®n populista y antielitista del obradorismo. Pero lo que se aprob¨® no es la reforma que la procuraci¨®n de la justicia necesitaba
El modelo surgido de la Revoluci¨®n Mexicana fue, aun en el periodo en que el ruido de las balas no era raro y ocurr¨ªan asonadas ocasionales, un reacomodo y/o remplazo de ¨¦lites. No tuvo M¨¦xico, en concreto, un gobierno de vocaci¨®n popular (el que m¨¢s intent¨®, L¨¢zaro C¨¢rdenas).
Era lo que se reclamaba al PRI. Que traicion¨® las promesas hechas a los pobres a cambio de su sangre en el conflicto. Si acaso, medio se acataba el lema de la ¡°no reelecci¨®n¡±, porque bien entrados los a?os noventa, tampoco fue un hecho eso de ¡°sufragio efectivo¡±.
Luego y hasta 2018 una oleada de reformas (muchas surgidas tras represi¨®n, crisis econ¨®micas y tragedias) forjaron la identidad del M¨¦xico ¡°moderno¡±, naci¨®n abierta al mundo en donde en su turno las oposiciones eran competitivas, y la sociedad ¡°era escuchada¡±.
El Pacto por M¨¦xico del pe?ismo, protot¨ªpico del modelo pincelado en el anterior p¨¢rrafo ¡ªforjado tras la cita en las urnas, para empezar¡ª, podr¨ªa ser visto como ejemplo m¨¢ximo de la forma de negociar desde los setenta, cultura que se desech¨® en el gobierno de L¨®pez Obrador.
¡°Al diablo con sus instituciones¡±, el grito de campa?a de Andr¨¦s Manuel, encapsula la ant¨ªtesis al esquema que tuvo uno de sus momentos definitorios en las concertacesiones de gobiernos estatales, violentando la voluntad electoral, entre PRI y PAN.
El triunfo presidencial de L¨®pez Obrador se debi¨® a que, cuando el PRI fue echado de Los Pinos en 2000, Acci¨®n Nacional no supo conducir al pa¨ªs a un progreso real, que se tradujera en sustancial bienestar para los pobres. En resumen, esa democracia solo medio ampli¨® la ¨¦lite.
Y tras regresar el PRI a Los Pinos, la mayor¨ªa de la sociedad advirti¨® que de nueva cuenta el Revolucionario Institucional no ve¨ªa por ellos, y que otra vez con el mantra de que no ¡°trastocar¡± la econom¨ªa, les repitieron la receta: a menor ingreso, m¨¢s te toca apechugar.
Ese apechugar inclu¨ªa, menos acceso a salud, menos posibilidad a buena educaci¨®n, menores salarios y prestaciones, mayores jornadas laborales, peor transporte, y m¨¢s vida invertida en trasladarte, incluyendo el riesgo de despojos y muerte. Condiciones miserables.
Quien claramente salvaba todos esos obst¨¢culos era reconocido m¨¢s que como un campe¨®n excepcional, como la prueba de que a pesar de todo s¨ª se puede progresar, que tan empinada escalera no cancela sue?os, que el modelo funcionaba bien: la falacia para no cambiarlo.
Esa democracia construimos y ah¨ª vivimos hoy. Quien presuma que con L¨®pez Obrador millones han salido de la pobreza o mejoraron su ingreso, tendr¨ªa que descontar, si intenta hacer un balance honesto, lo que esos millones gastan por la fam¨¦lica salubridad p¨²blica, para empezar.
M¨¦xico hoy no es muy distinto en condiciones de vida entre ambos modelos. Tanto que ha sido un sexenio en el que los grandes capitales, nacionales y extranjeros, hicieron su agosto. Ahora resulta que el llamado ¡°humanismo mexicano¡± es as¨ª de incluyente.
Pero s¨ª cambiaron algunas cosas.
Ser¨¢ deshonesto quien reduzca el fen¨®meno de las pensiones universales a la entrega de un dinero del erario a cambio de una voluntad que ha de ser convertida en clientela pol¨ªtica. Puede ser eso, pero es m¨¢s que eso.
Los programas sociales no fueron factor del triunfo de Morena en la elecci¨®n presidencial de 2024 porque la gente decidiera dar su voto por miedo a perder esos apoyos. ¦¬¨¢s bien, ¡°amor con amor se paga¡± es un dicho que le funciona a Morena y he ah¨ª una prueba.
Si ya con el discurso antiestablishment, Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador hab¨ªa logrado en al menos dos elecciones muy buenos resultados, desde el Gobierno solo ha insistido en ello, denunciando que la resistencia de la minor¨ªa que no quiere un gobierno popular persiste, y que no es menor.
Eso que el presidente repite desde Palacio, donde a la par reduce a ataque toda denuncia por negligencia gubernamental, corrupci¨®n de sus allegados o el fracaso en la inseguridad, nutre la alianza con el pueblo que lo reconoce como su vengador contra la ¨¦lite anterior.
Uno de los enemigos de ese pueblo, seg¨²n el presidente, es el mismo Gobierno, que antes ¡°no les daba nada¡± y hasta les quitaba. O buena parte de los aparatos gubernamentales que no han sido purificados desde dentro por, qui¨¦n m¨¢s, alguien designado por L¨®pez Obrador.
Por eso tambi¨¦n el Plan C. Para acabar con las instancias oficiales que desde la cosmovisi¨®n obradorista solo, o fundamentalmente, funcionaban a favor de la ¨¦lite y nunca en pro de los m¨¢s despose¨ªdos. Y se har¨¢ desde un Congreso ya ¡°democratizado¡±.
En tres elecciones federales consecutivas ¡ª2018, 2021 y 2024¨C, el modelo democr¨¢tico al menos a nivel electoral ha probado su eficacia e incluso su eficiencia. Pero parte de eso podr¨ªa cambiar para mal, precisamente, con la reforma judicial aprobada el mi¨¦rcoles.
La democracia mexicana es hasta ahora una donde las ¨¦lites de antes persisten; y en la que los m¨¢s pobres reciben apoyos directos que en algo palian los raqu¨ªticos servicios p¨²blicos, mas se sienten reivindicados por un gobierno que presume ser solo para ellos.
?sa, la manifiesta vocaci¨®n popular, es la esencia del obradorismo. Y su manera de interpretar tal misi¨®n es lo que con raz¨®n pone de nervios a m¨¢s de uno: porque el mandatario cree que para el pueblo nada puede estar peor, as¨ª que acelera el desmonte institucional.
La democracia mexicana siempre pendi¨® de alfileres. Es una colcha parchada, con demasiados zurcidos urgentes hechos entre crisis y esc¨¢ndalos. No un modelo virtuoso sino el posible. Y en las orillas del mismo, siempre los mismos: los descobijados de ayer y de hoy.
Pero, contra lo que consideran quienes en las buenas intenciones justifican todo lo que hace Andr¨¦s Manuel, siempre se puede estar peor. No es teor¨ªa, ni fatalismo. Es la lecci¨®n inescapable de sucesivos, o c¨ªclicos cuando fueron sexenales, cracks econ¨®micos.
Para, en la medida de lo posible, evitar enormes descalabros, la democracia mexicana fue incorporando contrapesos. La autonom¨ªa del Banco de M¨¦xico, derechos como el del acceso a la informaci¨®n y, desde luego, un Poder Judicial siempre en v¨ªas de profesionalizaci¨®n.
No se debe pasar por alto que, fieles a la tendencia, muchos de los que terminaron en altos puestos de esas instituciones se volvieron ¡ªsi no eran ya parte de¡ª la ¨¦lite. Al tiempo que intentaban salvar al pueblo de cosas peores reforzaron el car¨¢cter elitista del modelo.
El Poder Judicial ser¨¢ refundado como reivindicaci¨®n populista y antielitista del obradorismo. Pero lo que se aprob¨® no es la reforma que la procuraci¨®n de la justicia necesitaba. Y menos una que garantice en el corto o mediano plazo que a los pobres les ir¨¢ mejor.
La renqueante democracia mexicana padecer¨¢ a¨²n m¨¢s incertidumbre jur¨ªdica. Eso no gusta a los inversionistas, ni a la gente que se sabe lejos de la ¨¦lite que tiene acceso al Gobierno que se dice popular pero que siempre desayun¨® con empresarios y embajadores ricos.
La democracia mexicana ser¨¢ manifiestamente de discurso popular, y para ello el r¨¦gimen no escatimar¨¢ recurso, como todo el pa¨ªs advirti¨® el mi¨¦rcoles a la hora de perseguir (t¨¦rmino que viene muy a cuento) los votos que necesite para desterrar lo que a¨²n ve como antipopular.
Por ello, un consentido del r¨¦gimen ¡ªel ej¨¦rcito¡ª seguir¨¢ cosechando premios: porque es ensalzado como pueblo uniformado, beneficiario y protagonista de la ¡°transformaci¨®n¡± a favor de las masas, y porque, por supuesto, el alto mando ser¨¢ incluido, como antes o m¨¢s, en la ¨¦lite.
El problema es que la reforma judicial minimiza o incluso cancela la posibilidad de resistir al r¨¦gimen y a la ¨¦lite. Como fuera, la democracia mexicana todav¨ªa contaba por ah¨ª con uno que otro juez en Berl¨ªn. Imperfecto como era, el Poder Judicial de vez en cuando igualaba el piso.
Y en aras de ese pueblo se coptar¨¢n no solo los jueces ordinarios, sino los de lo electoral. Esa es la medida de fondo (las de forma las vimos con Yunes) que har¨¢ que oponerse al r¨¦gimen sea muy parecido a los inicios de nuestra democracia. S¨ª hay regresi¨®n.
Para casi todos ser¨¢ m¨¢s dif¨ªcil hacer pol¨ªtica. Salvo para la ¨¦lite de siempre y la que desde la familia obradorista (en sentido literal y extendido del t¨¦rmino) engorda hace ya algunos a?itos el club de los privilegiados. En esto ¨²ltimo nuestra democracia nada cambi¨®.
Como tampoco cambi¨® el fracaso de la ¨¦lite frente al crimen organizado.
Esta hora oscura de Sinaloa, dejada a su suerte por Morena a nivel estatal y federal, nos recuerda la indolencia gubernamental a la hora de cuidar a la poblaci¨®n.
La democracia de ahora, como la de antes, se ocupa en politiquer¨ªas, en su corrupci¨®n, en incrustarse en la ¨¦lite, no en cuidar al pueblo de las balas.
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