Leer sin miedo es un poco como el sexo
La lectura es una pr¨¢ctica est¨¢tica hiperactiva, erotizante y a veces capaz de generar estruendos mentales de consecuencias gal¨¢cticas, aunque no siempre
Posiblemente leer est¨¢ sobrevalorado, un poco como el sexo. No hay para tanto, sobre todo cuando hay tantas, tant¨ªsimas otras cosas que hacer en lugar de perder el tiempo con un libro en las manos. Una reciente encuesta publicada por la Fundaci¨®n Germ¨¢n S¨¢nchez Ruip¨¦rez sobre lectura entre los j¨®venes lo confirma con datos ¨²tiles para entender sus h¨¢bitos. La ca¨ªda de la costumbre de leer empieza en la adolescencia, hacia los 14. Descubren entonces, con toda la raz¨®n del mundo, que hay cosas apasionantes que hacer y mucho mejores que quedarse embebido como un bobo en una historia trepidante sobre la mafia, como en Gomorra, de Saviano, o un libro sobre Los ni?os perdidos como el de Valeria Luiselli, o una biograf¨ªa muy instructiva sobre Stalin, como Koba el temible de Martin Amis.
Tampoco ayudamos mucho los dem¨¢s. Lo cuenta un dibujo estupendo de Flavita Banana en el que muestra a una madre y a su hijo ¡ªlos dos mirando el m¨®vil¡ª, junto a otra madre y otro hijo ¡ªlos dos leyendo un libro¡ª, y la madre del m¨®vil le pregunta a la del libro c¨®mo lo hace para que su hijo lea. Pero no basta tampoco con eso, y los Estados invierten grandes cantidades de dinero en campa?as de fomento de la lectura. Estoy a favor de todas, en todos los formatos, incluida la que puso sobre una especie de chimpanc¨¦ un libro abierto para que las letras llegasen por v¨ªa capilar. Hay otro m¨¦todo imbatible, que es muy parecido al sexo: el contagio, la toxicidad de la euforia, compartir la conmoci¨®n de lo le¨ªdo. Por fortuna, el m¨¦todo tiene una variedad inagotable porque las bombas que esconden los libros no tienen l¨ªmite ni un solo canal de penetraci¨®n ¡ªen los sentidos m¨¢s insospechados de penetraci¨®n¡ª. Es una pr¨¢ctica est¨¢tica hiperactiva, erotizante y a veces capaz de generar estruendos mentales de consecuencias gal¨¢cticas, aunque no siempre: ni a todas las edades funciona igual el mecanismo ni a cada sujeto le inspira de la misma manera una gran historia.
Pero es verdad que hay cosas que apetece menos leer. Mejor dicho, se ve a simple vista que van a ser una murga descomunal porque llevan toda la vida metidos en las bibliotecas. Los llaman cl¨¢sicos y tienen pinta de ser muermos desde el origen de la cristiandad. Pero incluso ah¨ª se puede hacer algo cuando el que habla de ese muermo a un chaval de 15 a?os en una clase espesa y municipal de literatura sinti¨® la exaltaci¨®n inconcusa, irrefutable, de haber sido golpeado por el libro o de haber vivido la experiencia que cuenta el libro porque ya es suya. Entonces habla el contagio pand¨¦mico porque lleva dentro una emoci¨®n t¨®xica e irreprimible. Casi lo que nos pasa a todos despu¨¦s de un buen polvo. Leer sin miedo sirve para poder contarlo.
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