Emergencia clim¨¢tica, democracia y cohesi¨®n social
La respuesta a la crisis medioambiental es la lucha pol¨ªtica y moral decisiva de nuestro tiempo, y la transici¨®n energ¨¦tica constituye el n¨²cleo de su soluci¨®n
A la memoria de Olof Palme
La cumbre clim¨¢tica de Sharm el Sheij ha finalizado. Se ha logrado un avance real en el concepto de ¡°p¨¦rdidas y da?os¡±, lo que sin duda va a contribuir a mejorar la deteriorada confianza de los pa¨ªses del sur global hacia los m¨¢s desarrollados. Ahora bien, respecto a la ambici¨®n clim¨¢tica la cumbre ha sido decepcionante. El acuerdo surgido de la COP27 no est¨¢ a la altura de la gravedad expresada por el ¨²ltimo informe del IPCC, al que el propio secretario general de Naciones Unidas, Ant¨®nio Guterres, ha calificado de ¡°alerta roja para la humanidad¡±. El impulso a la acci¨®n clim¨¢tica expresado en Glasgow se ha ralentizado. La Uni¨®n Europea se ha encontrado casi sola impulsando esa agenda. En un a?o en el que los impactos clim¨¢ticos han sido grav¨ªsimos en todas partes del mundo no deja de ser sorprendente, para decirlo amablemente, la lentitud en la respuesta de la comunidad internacional. En todo caso, la ayuda financiera masiva que precisan los pa¨ªses del sur global para fortalecer su resiliencia es un elemento central de justicia clim¨¢tica, por lo que ese importante paso ha de ser celebrado. Asimismo, la reanudaci¨®n de las conversaciones clim¨¢ticas entre Estados Unidos y China en el marco de la reuni¨®n paralela del G-20 en Indonesia, as¨ª como la oferta del presidente electo Lula da Silva de celebrar la cumbre clim¨¢tica de 2025 en Brasil, lo que, si se confirmase, tendr¨ªa todos los ingredientes para perfilarse como un hito muy relevante en la respuesta clim¨¢tica mundial.
De Egipto 2022 a Suecia 1972, medio siglo de compromiso clim¨¢tico-ambiental que invita a una breve reflexi¨®n. En 1972, tuvo lugar en Estocolmo la primera conferencia mundial sobre los problemas ambientales de la humanidad bajo el liderazgo del primer ministro sueco, el socialdem¨®crata Olof Palme, quien tambi¨¦n ser¨ªa presidente de la Internacional Socialista. El resultado de la misma fue la puesta en marcha del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), que en 1988 impuls¨® la creaci¨®n, junto a la Organizaci¨®n Meteorol¨®gica Mundial (OMM), del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Clim¨¢tico (IPCC), cuyo papel ha sido decisivo para analizar la amenaza m¨¢s grave de nuestro tiempo.
Desde aquella fecha se ha generalizado la comprensi¨®n de que habitamos un planeta finito en el que, como resultado de procesos antr¨®picos, han emergido graves problemas ambientales que ponen en riesgo la continuidad de la aventura humana sobre la Tierra, al menos en la forma actual de sociedades complejas. Hemos colisionado con los l¨ªmites ecol¨®gicos planetarios y el desbordamiento de diversos puntos de inflexi¨®n en el sistema clim¨¢tico comporta una formidable amenaza en el horizonte. Esta grave crisis tiene especial repercusi¨®n en los modos de vida, la salud y el bienestar de las sociedades m¨¢s humildes, el sur global, precisamente aquellas que, con diferencia, menos han contribuido a la desestabilizaci¨®n del clima. Seg¨²n el ¨²ltimo informe del IPCC, 3.500 millones de seres humanos viven en entornos altamente vulnerables al cambio clim¨¢tico. Una cuesti¨®n, en consecuencia, de justicia y equidad global que hace tan relevante el mencionado tema de p¨¦rdidas y da?os.
La demanda de ayuda econ¨®mica internacional por parte de esos pa¨ªses tiene lugar en un contexto de fuerte encarecimiento de la energ¨ªa, que ha generado, seg¨²n la Agencia Internacional de la Energ¨ªa (WEO, 2022), ganancias de dos billones de d¨®lares a las empresas de hidrocarburos (petr¨®leo, gas y carb¨®n) y a las el¨¦ctricas. Esos inmensos beneficios extraordinarios, resultado de la brutal invasi¨®n de Ucrania, as¨ª como del dise?o de los respectivos mercados, deber¨ªan contribuir a paliar los efectos de una crisis clim¨¢tica provocada por las emisiones de dichos combustibles f¨®siles, as¨ª como a financiar buena parte de las pol¨ªticas p¨²blicas dirigidas a aliviar las consecuencias de la inflaci¨®n sobre familias y empresas. El shock de oferta derivado de la utilizaci¨®n de las exportaciones de petr¨®leo y gas como vectores de poder al servicio del Kremlin y el consiguiente agravamiento de la mayor inflaci¨®n de los ¨²ltimos 40 a?os no lo pueden pagar en exclusiva las clases medias y trabajadoras ni las peque?as y medianas empresas.
Lo que est¨¢ en juego con una distribuci¨®n de los costes que sea percibida como justa por la mayor¨ªa social no es s¨®lo una cuesti¨®n econ¨®mica. Asistimos a la tercera sacudida en los ¨²ltimos 15 a?os, tras la Gran Recesi¨®n (2008-2012) y la contracci¨®n derivada de la pandemia de la covid (2020), y las costuras sociales de los pa¨ªses democr¨¢ticos se encuentran tensionadas. El ascenso de los movimientos de la ultraderecha se ha alimentado en buena medida de ese descontento social subyacente. La solidez y perdurabilidad de nuestras democracias descansa finalmente en una sociedad que precisa sentir las instituciones democr¨¢ticas como ¨²tiles para la defensa de sus intereses y de su calidad de vida. La experiencia de la covid ha demostrado que las instituciones p¨²blicas son cruciales para no dejar a nadie atr¨¢s. Una sociedad autopercibida como comunidad no es una jungla; en ella las personas se protegen unas a otras por medio de instituciones dirigidas a preservar el bien com¨²n. Y cuando la sociedad se encuentra cohesionada se vuelve resistente ante los embates derivados de las inevitables transformaciones tecnol¨®gicas, econ¨®micas, energ¨¦ticas y geopol¨ªticas del mundo contempor¨¢neo. En ese suelo f¨¦rtil es mucho m¨¢s dif¨ªcil que triunfen movimientos sociales y pol¨ªticos insurgentes como los que protagonizaron el asalto a las instituciones constitucionales el 6 de enero de 2021 en la democracia m¨¢s antigua del mundo. En otras palabras, las pol¨ªticas distributivas son decisivas tambi¨¦n para proteger y consolidar la democracia y sus instituciones.
La actual crisis energ¨¦tica global es, seg¨²n la Agencia Internacional de la Energ¨ªa, un parteaguas como lo fueron los shocks del petr¨®leo en 1973 y 1979. Y ,frente a lo que algunas consideraciones simplistas se han apresurado a diagnosticar, la transici¨®n energ¨¦tica hacia el ahorro ¡ªimprescindible avanzar en sobriedad en nuestra forma de vida¡ª, la eficiencia y las renovables no s¨®lo no se va a detener, sino que se va a acelerar. Por primera vez en la historia contempor¨¢nea se alinean tres poderosas razones a favor de dicha transformaci¨®n: la emergencia clim¨¢tica, los elevados costes relativos de las energ¨ªas f¨®siles y la constataci¨®n de que depender de importaciones de petr¨®leo y gas supone una vulnerabilidad estrat¨¦gica que actores externos pueden manipular. Y la transformaci¨®n hacia el ahorro y las renovables es la ¨²nica opci¨®n capaz de responder satisfactoriamente a esa triple ecuaci¨®n. En el camino existe sin duda el riesgo de las posiciones negacionistas y, sobre todo, de las ¡°retardistas¡±, que sin negar el cambio clim¨¢tico cuestionan la compatibilidad de la acci¨®n clim¨¢tica con la prosperidad econ¨®mica. Nada , sin embargo, m¨¢s falso: en Espa?a la acci¨®n clim¨¢tica apoyada por los fondos europeos Next Generation supondr¨¢ la creaci¨®n de miles de puestos de trabajo y situar¨¢ a nuestro pa¨ªs en la vanguardia de la innovaci¨®n. La respuesta a la emergencia clim¨¢tica es la lucha pol¨ªtica y moral decisiva de nuestro tiempo, y la transici¨®n energ¨¦tica constituye el n¨²cleo de su soluci¨®n.
De Sharm el Sheij a Estocolmo, tras medio siglo de incansable lucha del ecologismo contempor¨¢neo, el influjo de aquel dirigente visionario que fue Olof Palme sigue inspirando nuestro inquebrantable compromiso con los m¨¢s vulnerables, con los j¨®venes y con las generaciones venideras.
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