Demasiado nacionalismo
El pacto entre el PSOE y Junts carece de una visi¨®n estrat¨¦gica de futuro para combatir un marco soberanista que pide la adhesi¨®n incondicional a una identidad fosilizada
A primera vista, el pacto entre el PSOE y Junts produce el v¨¦rtigo de situarnos ante un proc¨¦s eterno. En t¨¦rminos pragm¨¢ticos, el acuerdo se resume en una ley de amnist¨ªa y un verificador internacional, sin que esto garantice la gobernabilidad. Hay mucha fanfarria en ese pacto pol¨ªtico y algo de fondo que Junts consigue arrancar al PSOE: un marco narrativo hipernacionalizado que parte de un ¡°conflicto hist¨®rico¡± entre Espa?a y una Catalu?a agraviada desde 1714. Se habla de discrepancias entre ¡°proyectos nacionales¡±, sin mencionar las tensiones internas en Catalu?a (como si solo hubiera catalanes nacionalistas) y sin que aparezca tampoco ni una sola vez la palabra ¡°federalismo¡±, el modelo pol¨ªtico que siempre ha defendido el PSOE, pensado precisamente para la construcci¨®n de identidades no blindadas, compatibles y superpuestas. Los marcos interpretativos tienen consecuencias porque ayudan a inscribir pol¨ªticamente las decisiones dot¨¢ndolas de un sentido. Y aqu¨ª se echa en falta una de esas molduras que proporcione una visi¨®n estrat¨¦gica de futuro para combatir ese marco y vocabulario soberanista que pide la adhesi¨®n incondicional e inquebrantable a una identidad, una historia y una cultura absolutamente fosilizadas. Hay demasiada enso?aci¨®n independentista y se habla poco de interdependencia democr¨¢tica. Adem¨¢s de que en la descripci¨®n de los hechos es llamativa la ausencia de una menci¨®n al 6 y 7 de septiembre de 2017 ¡ªesas leyes de desconexi¨®n que hicieron saltarlo todo por los aires por su ausencia descarada de pulcritud democr¨¢tica¡ª, Junts sigue cayendo en la tentaci¨®n populista de aludir a Catalu?a como un sujeto pol¨ªtico que habla con una sola voz y elimina de un plumazo su pluralidad interna.
Puigdemont, en fin, ha podido trasladar la polarizaci¨®n al resto del pa¨ªs, aunque no es ni mucho menos el ¨²nico foco. Hay un riesgo claro de choque populista de nacionalismos irrendentistas, de reacciones intensificadas de autoafirmaci¨®n a las que el Gobierno tendr¨¢ que hacer frente en esta legislatura. La ret¨®rica de la ¡°humillaci¨®n¡± que estos d¨ªas airea un PP arrastrado por un r¨¦gimen emocional que agita la ultraderecha no es tranquilizadora. Tratar de imponer el marco de la ¡°humillaci¨®n¡± a las negociaciones pol¨ªticas de S¨¢nchez con los independentistas supone echar mano del viejo mecanismo de unificaci¨®n nacionalista explotando el sentimiento de agravio a trav¨¦s de la estrategia excluyente amigo/enemigo que exacerba el odio, el orgullo y el desprecio. Con su patriotismo de partido, el PP alienta el mismo proceso nacionalizador puesto al servicio del puro inter¨¦s partidista que critica en los independentismos. Su insistencia en las congregaciones mitineras en la calle ser¨¢ leg¨ªtima, pero la realidad es que los sitios naturales para confrontar con argumentos los pactos del Partido Socialista con los independentistas son las instituciones. Se produce as¨ª un preocupante vaciamiento del Parlamento, porque esa instituci¨®n que debe funcionar como arquitectura de lo com¨²n pierde fuerza. Las soluciones ¡°hist¨®ricas¡± requieren de grandes consensos. Y aqu¨ª ese consenso no parece posible.
Todo es agravio y una cuenta de p¨¦rdidas y ganancias entre v¨ªctimas y verdugos. Lo cierto es que ambos nacionalismos comparten esa cansina visi¨®n monista de Estado, pueblo y naci¨®n. Feij¨®o se ha apresurado a denunciar la demanda del reconocimiento de la identidad nacional catalana, cuando el consenso constitucional consisti¨® precisamente en el acomodo democr¨¢tico, pactado y solidario de varias naciones o nacionalidades dentro del mismo Estado. En medio de una tormenta, cuando la marea te arrastra a mar abierto, es m¨¢s ¨²til una br¨²jula que un ancla s¨®lida: la Constituci¨®n es esa br¨²jula. La decisi¨®n de incluir la palabra ¡°nacionalidades¡± en el art¨ªculo 2 de la Constituci¨®n fue de la Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico, con ¡°un coste pol¨ªtico dif¨ªcilmente evaluable, pero alto, en cuanto a la parte derechista de su electorado¡±, seg¨²n cuentan Soledad Gallego-D¨ªaz y Bonifacio de la Cuadra en Cr¨®nica secreta de la Constituci¨®n. Resolv¨ªan as¨ª, en palabras de Rafael Arias Salgado, ¡°el problema real de la perdurable y manifiesta diversidad interna de Espa?a, adem¨¢s de encauzar la presi¨®n anticentrista extendida por todo el pa¨ªs¡±. Fue la minoritaria Alianza Popular, por boca del diputado Licinio de la Fuente, quien mostr¨® su oposici¨®n aludiendo al ¡°riesgo de desintegraci¨®n nacional¡±. Para un importante sector de la derecha, Espa?a lleva rompi¨¦ndose desde la Transici¨®n. Pero esa ruptura no sucedi¨® entonces, ni con el plan Ibarretxe ni tampoco con la declaraci¨®n unilateral de independencia producida bajo el Gobierno popular de Mariano Rajoy y la posterior aplicaci¨®n del art¨ªculo 155 con el apoyo del PSOE. No: Espa?a no se ha roto en ninguna de estas ocasiones. Pero hay quien ha preferido ver cada uno de estos momentos como punta de lanza para la catarsis definitiva.
Depender del voto de Junts para la investidura no es una buena noticia, aunque una posible lectura pol¨ªtica del pacto es que con ¨¦l Puigdemont admite que es mejor el escenario de un Gobierno con S¨¢nchez que permanecer en la din¨¢mica antipol¨ªtica del cuanto peor mejor, lo que supone, en el fondo, darle la raz¨®n a Esquerra. Si as¨ª fuera, uno de los beneficiarios ser¨ªa el propio Feij¨®o ¡ªo quien le suceda al frente del PP¡ª, demasiado ocupado ahora en hiperventilar a sus filas. La exageraci¨®n y las hip¨¦rboles tienen algo antidemocr¨¢tico: expulsan del debate a las opiniones sensatas y promueven el resentimiento y la ira, potenciando procesos de escalada. Hay un uso democr¨¢tico del lenguaje que se pierde cuando se sustituyen los argumentos por exageraciones como las empleadas por Ayuso, Cuca Gamarra o el expresidente Aznar estos d¨ªas. El Financial Times ten¨ªa raz¨®n esta semana al afirmar que la grandilocuencia del PP sobre la idea de la traici¨®n no ayuda a pensar en t¨¦rminos pol¨ªticos ni a resolver las tensiones dentro de Catalu?a y entre esta y el resto de Espa?a. ?De verdad el PP quiere seguir en ese callej¨®n sin salida en el que solo puede pactar con la extrema derecha?
Hay una oportunidad para abordar un aspecto nuclear del pacto del 78 que es la urgente renovaci¨®n del modelo territorial en su vertiente pol¨ªtica y econ¨®mica. Las dos fuerzas mayoritarias tienen la responsabilidad de ponerse a trabajar en ello. El PP no est¨¢ ah¨ª ni se le espera. Y el Gobierno har¨ªa bien en tratar de encajar la amnist¨ªa en un marco de propuesta para Espa?a, aunque sea una palanca de convivencia para Catalu?a y una moneda de cambio para la investidura. La amnist¨ªa se ajusta mejor si se mira el cuadro general de un proyecto pol¨ªtico que imagine nuestro futuro en com¨²n. Cuando se marcan objetivos de altura, y desde luego los cambios urgentes que necesita el modelo territorial del Espa?a lo son, es m¨¢s f¨¢cil encaminar las decisiones hacia ese resultado. S¨¢nchez tendr¨¢ que emplear todas sus energ¨ªas en contar bien esta historia, una que trate de conciliar el apoyo de sus votantes con el consentimiento de los que no lo han votado. Los ciudadanos nos perdemos sin guion.
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