El debate | ?Cu¨¢les son los l¨ªmites del ¡®true crime¡¯?
El creciente ¨¦xito en televisi¨®n y ¡®podcasts¡¯ de ficciones y documentales sobre cr¨ªmenes reales plantea la cuesti¨®n de sus fronteras, pues son un producto que puede hacer revivir el dolor de las v¨ªctimas
Patricia Ram¨ªrez perdi¨® en 2018 a su hijo Gabriel Cruz, de ocho a?os, asesinado por la entonces pareja del padre del menor. Quiz¨¢ el crimen m¨¢s medi¨¢tico de los ¨²ltimos tiempos en Espa?a, ha vuelto a primer plano por la posibilidad de que se convierta en producto televisivo. En una entrevista en EL PA?S, Ram¨ªrez ha denunciado que ella no ha dado consentimiento para llevar la historia a la pantalla y llama ¡°violencia medi¨¢tica¡± al sufrimiento que provocan los productos de true crime en las v¨ªctimas reales de los cr¨ªmenes.
Este g¨¦nero vive un verdadero auge en Espa?a, con revisiones documentales o ficcionadas de todos los cr¨ªmenes famosos recientes. Dos productores espa?oles que conocen el g¨¦nero en profundidad analizan aqu¨ª los l¨ªmites para hacer un producto de true crime. Para Xelo Montesinos, CEO de la productora Unicorn Content, detr¨¢s de series como El Marqu¨¦s (Telecinco), no todo vale, pero todo debe ser contado, en especial si abre nuevas l¨ªneas de investigaci¨®n. Ram¨®n Campos, productor y guionista de El caso Asunta (Netflix), defiende que el g¨¦nero solo sirve si abre reflexiones m¨¢s amplias que el simple entretenimiento, y sit¨²a como barrera el consentimiento de las v¨ªctimas.
Conciencia social y verdad real
Xelo Montesinos
Las historias de true crime han generado siempre el inter¨¦s de la sociedad. Seg¨²n el autor y crimin¨®logo Vicente Garrido, ¡°la fascinaci¨®n por el crimen es una especie de sentimiento natural del ser humano, una forma de intentar entender el comportamiento social¡±.
El g¨¦nero true crime no es novedoso. Forma parte de nuestra cultura desde que existen el crimen y los medios de comunicaci¨®n. No es tendencia, es costumbrismo. Su proliferaci¨®n tiene que ver m¨¢s bien con la amplificaci¨®n, la demanda y el desarrollo de nuevos canales. Las plataformas y podcasts han ayudado a que se produzcan cada vez m¨¢s formatos sobre cr¨ªmenes reales.
Pero el fondo es el mismo. Hechos que cuando se produjeron conmocionaron a la sociedad, llenando espacio en los medios de comunicaci¨®n la noticia, la investigaci¨®n, el juicio y el veredicto. Casos que generaron muchas preguntas sin respuesta, casos que no prescriben en la sociedad, sino que generan motivos de revisi¨®n. Cr¨ªmenes seguidos masivamente con gran empat¨ªa hacia las v¨ªctimas, con cierta curiosidad y animadversi¨®n hacia los asesinos. Este seguimiento es el que ha acabado convirtiendo el crimen en g¨¦nero: en true crime.
?Qu¨¦ ha cambiado entonces en los ¨²ltimos a?os? Probablemente, las formas cada vez m¨¢s innovadoras y atractivas de contar audiovisual y narrativamente los hechos. As¨ª ha ocurrido en el caso de Roc¨ªo Wanninkhof, con el personaje de Dolores V¨¢zquez, que sigue en nuestra retina y que ha sido redescubierto por las nuevas generaciones, que conocen por primera vez la historia.
?Qu¨¦ diferencia un true crime de otro? El morbo o el efectismo son solo algunos de los aspectos que pueden darle m¨¢s notoriedad. Pero, sin duda, una renovada investigaci¨®n, la exclusividad con los personajes o una producci¨®n audiovisual m¨¢s trabajada y cuidada son los ingredientes que lo convertir¨¢n en motivo de culto o de consumo masivo.
?Qui¨¦n marca los l¨ªmites del true crime? En el formato documental, los autores, las plataformas que compran los derechos o los propios participantes deciden esos l¨ªmites. La revisi¨®n del crimen hist¨®rico pasa por varias fases: la idea, la l¨ªnea argumental, la producci¨®n y la venta. En cada fase, los obst¨¢culos van creando nuevos l¨ªmites a explorar: los legales y los ¨¦ticos. No vale todo. Y aunque s¨ª hay que contarlo todo, hay f¨®rmulas para no cruzar determinados l¨ªmites.
Soy partidaria de dar voz a todos los protagonistas, pero qui¨¦n debe participar lo marca cada autor, plataforma o cadena que lo adquiere. Depende de qu¨¦ personaje es el principal y cu¨¢l el secundario. Tambi¨¦n depende de la forma de conseguirlo o del lugar que ocupa en el desarrollo del proyecto. Hay casos en los que el autor del crimen ha terminado confesando, como The Jinx, o series de ficci¨®n inspiradas en hechos reales que consiguen reflejar la mente del asesino.
A veces se cuenta con la complicidad de las v¨ªctimas o de familiares para que el grado de conexi¨®n y empat¨ªa sea emocionalmente mayor y, sobre todo, por una cuesti¨®n de derechos y de protecci¨®n de las v¨ªctimas. Sin embargo, en otros, no resulta necesario, porque las nuevas pistas de la investigaci¨®n no requieren del consentimiento final.
Se busca el consenso m¨¢s all¨¢ de la controversia, el debate y que remueva conciencias. Si un solo true crime sirve para descubrir nuevas l¨ªneas de investigaci¨®n y dar un vuelco real a lo que toda la sociedad pensaba, cumplir¨¢ el objetivo deseado por cualquier productor o autor.
Dec¨ªa recientemente el padre de Marta del Castillo: ¡°Los documentales ponen de manifiesto los errores judiciales y policiales, y mi hija no ha aparecido¡±. No quiero acabar sin se?alar que, si una sola investigaci¨®n en manos de mis equipos de periodistas consiguiera dar con esa pista, con una confesi¨®n real del asesino sobre d¨®nde est¨¢ el cuerpo de Marta, habr¨¢ merecido la pena seguir haciendo true crime el resto de mi vida.
La gran l¨ªnea roja es la ¨¦tica
Ram¨®n Campos
Hace unas semanas, Patricia Ram¨ªrez, madre de Gabriel Cruz, denunci¨® que se estaba grabando un documental sobre el asesinato de su hijo. Este documental contar¨ªa con la participaci¨®n de la asesina quien, tras un acuerdo econ¨®mico, estaba realizando una serie de entrevistas desde prisi¨®n. Algunos diarios y webs, supongo que en busca del clickbait, relacionaron las declaraciones de Patricia con el estreno de nuestra serie El caso Asunta, cuando no tiene nada que ver una cosa con la otra.
El true crime, que ha existido desde la Grecia cl¨¢sica en teatro, novelas, ¨®peras, cine, televisi¨®n¡, sirve para reflexionar sobre el mundo en que vivimos analizando, adem¨¢s del crimen, cuestiones que lo circundan. Si no hay reflexi¨®n, ya sea en ficci¨®n o en documental, no es true crime; es otra cosa, ni mejor ni peor, pero otra, y en cualquiera de ellas siempre deben prevalecer las l¨ªneas rojas de la ¨¦tica.
En El caso Asunta hablamos sobre los peligrosos vasos comunicantes entre el mundo de la judicatura y los medios (m¨¢s a¨²n cuando quien va a decidir es un jurado popular), sobre la paternidad, sobre las enfermedades mentales¡, todo ello partiendo del horrible asesinato de aquella peque?a.
Hace un tiempo, una plataforma me pregunt¨® si estar¨ªa dispuesto a abordar los casos de Diana Quer y Marta del Castillo. Lo primero que hice fue ponerme en contacto con sus padres, que me pidieron que no los hiciese y, sin m¨¢s, descart¨¦ los proyectos. En los dos me parec¨ªa que hab¨ªa reflexiones interesantes detr¨¢s de los cr¨ªmenes: c¨®mo los medios trataron de forma despiadada la vida privada de Diana y la desastrosa investigaci¨®n en el caso de Marta.
Cuando realic¨¦ El caso Alc¨¤sser, me puse en contacto con las familias de Desir¨¦e y To?i, que no hab¨ªan participado del lamentable circo medi¨¢tico posterior, para pedirles permiso. Sin su consentimiento no habr¨ªa seguido adelante. Desgraciadamente, con Asunta no hab¨ªa a quien pedirle permiso, pero s¨ª inform¨¦ a Alfonso Basterra de mi intenci¨®n ya que, m¨¢s all¨¢ de la verdad judicial, es la ¨²nica persona viva que podr¨ªa poner alg¨²n reparo como padre de la ni?a.
En ninguno de nuestros documentales hemos pagado a nadie, porque eso supone pervertir la participaci¨®n. Alguien que cobra por dar una entrevista es alguien que est¨¢ dispuesto a decirte lo que quieres escuchar. La ¨¦tica de nuevo, que es muy pu?etera, pero que es una buena forma de no salirse del carril correcto.
Entiendo a la madre de Gabriel; la entiendo como padre y como profesional. Como padre, porque no me gustar¨ªa que, si tengo que sufrir una tragedia semejante, nadie utilice la memoria de los m¨ªos sin mi permiso. Como profesional, porque no creo que una entrevista a la asesina de Gabriel tenga ninguna segunda lectura que pueda interesar a la sociedad, igual que otros casos que estamos viendo que creo que solo van a terminar provocando una cosa: traspasar unas l¨ªneas, que ya se traspasaron en otros tiempos, y que hicieron que a¨²n hoy nos sigamos echando las manos a la cabeza.
Solo hay una excepci¨®n para m¨ª: que la v¨ªctima del crimen no sea la ¨²nica v¨ªctima del caso. Esto sucede en sucesos como el que se narra en Making a Murderer, por ejemplo. Entiendo que la familia de Teresa Halbach no estuviese de acuerdo, pero hab¨ªa algo por encima: la denuncia de la injusticia que se hab¨ªa cometido con Steven Avery.
Hace unos a?os, un ejecutivo de una cadena me dijo, cuando no quise montar el desgarrador audio de un abuelo que hab¨ªa encontrado a su nieta asesinada, que ¡°para hacer true crime hay que tener tragaderas¡±. Yo le respond¨ª que no, que para hacer true crime hay que tener, por encima de todo, ¨¦tica. Y en esas me mantengo.
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