Una situaci¨®n in¨¦dita en la historia de la UE
Europa ha sufrido todo tipo de tensiones separatistas, pero nunca un refer¨¦ndum unilateral en un Estado democr¨¢tico
La Uni¨®n Europea se consider¨®, desde su nacimiento, el remedio m¨¢s eficaz contra los nacionalismos que hab¨ªan envenenado el continente durante la primera mitad del siglo XX. De hecho, la rapidez ¡ªalgunos emplear¨ªan la palabra precipitaci¨®n¡ª con la que se realiz¨® la ampliaci¨®n a los pa¨ªses del Este no ocultaba la voluntad de aplicar el mismo b¨¢lsamo a los Estados que hab¨ªan recuperado la libertad tras la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn. En parte funcion¨®: pese a que algunas fronteras se hab¨ªan enquistado en viejos rencores nacionales que parec¨ªan imborrables, no se produjo nada remotamente similar al violento estallido de la antigua Yugoslavia de los a?os noventa.
Sin embargo, dentro de los propios miembros, los movimientos separatistas resurgen de forma peri¨®dica, con mayor o menor virulencia, aunque ning¨²n Estado de la UE ha sufrido algo parecido al desaf¨ªo independentista al que se enfrenta Espa?a. Se han celebrado dentro de las fronteras europeas refer¨¦ndums para determinar la salida de un territorio de la UE sin abandonar el pa¨ªs al que pertenece (caso de Groenlandia y Dinamarca) y, en 2014, un refer¨¦ndum de independencia en Escocia pactado con Londres y perdido por los separatistas. Espa?a, un Estado de la UE, se enfrenta a un refer¨¦ndum pirata, unilateral y no reconocido por ning¨²n otro pa¨ªs.
Groenlandia, fuera de la Uni¨®n, dentro de Dinamarca
Aunque es evidente que se pueden encontrar puntos en com¨²n, los nacionalismos europeos, como las familias infelices de Tolstoi, lo son cada uno a su manera. Y Groenlandia, el inmenso territorio polar del Atl¨¢ntico norte, situado mucho m¨¢s cerca de Canad¨¢ que de Dinamarca, a la que pertenece, es el m¨¢s complejo. Con una poblaci¨®n muy peque?a (57.000 residentes de los que 50.000 son ind¨ªgenas inuit), es una colonia danesa desde 1775, en 1953 se convirti¨® en una provincia del pa¨ªs n¨®rdico y en 1979 logr¨® la autonom¨ªa.
En 1985, sus habitantes votaron salir de la UE, pero seguir dentro de Dinamarca, con el objetivo principal de salvar la pesca, uno de los principales recursos de esa inmensa tierra helada, de las cuotas europeas. En 2008, se celebr¨® un segundo refer¨¦ndum, consultivo, para aumentar su autonom¨ªa de Dinamarca. Un 75% vot¨® a favor de un mayor autogobierno, del cambio de idioma oficial (del dan¨¦s al Kalaallisut) y, c¨®mo no, de un mayor control sobre los recursos petrol¨ªferos. En cuestiones de defensa y pol¨ªtica exterior sigue siendo dependiente de Dinamarca.
"No se ha producido algo similar a lo que est¨¢ pasando en Catalu?a en ning¨²n otro pa¨ªs europeo, es algo in¨¦dito", explica ?lvaro Gil Robles, ex Defensor del Pueblo y el primer comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa. "Ninguna regi¨®n, ni en Italia, ni en Francia, ni tampoco Escocia se ha actuado as¨ª contra el orden constitucional democr¨¢tico", prosigue este experto en derechos humanos, actualmente presidente de la Fundaci¨®n Valsa¨ªn.
Europa siempre ha sido una tierra de dif¨ªciles encajes nacionales, llena de pueblos y fronteras que rara vez coincid¨ªan. Como escribe Tony Judt en su cl¨¢sico Posguerra, "el continente fue anta?o un intrincado tapiz de lenguas, religiones, comunidades y naciones entremezcladas". Esa Europa mezclada y diversa, simbolizada por el Imperio Austroh¨²ngaro o por novelistas como Stefan Zweig o Joseph Roth, se destruy¨® despu¨¦s de las dos Guerras Mundiales pero se recompuso gracias al enorme poder de atracci¨®n de la UE. Excluyendo los pa¨ªses que pertenecieron al bloque comunista, no se ha producido en Europa Occidental ning¨²n cambio de fronteras significativo desde los a?os cincuenta, cuando se resolvi¨® el problema de Trieste, salvo su desaparici¨®n, gracias al tratado de Schengen, que ha abolido de facto los l¨ªmites entre 26 pa¨ªses.
Sin embargo, tras la ca¨ªda del bloque sovi¨¦tico, las declaraciones unilaterales de independencia se multiplicaron en Europa en los antiguos pa¨ªses comunistas. As¨ª ocurri¨® con las tres rep¨²blicas b¨¢lticas, Lituania, Letonia y Estonia, en 1991 despu¨¦s de haber sido anexionadas por la URSS en 1941, o en la antigua Yugoslavia, cuya disoluci¨®n acab¨® con cuatro guerras (Eslovenia, Croacia, Bosnia y Kosovo), que se prolongaron entre 1991 y 1999. Se trata de situaciones incomparables con las de las democracias consolidadas: pertenec¨ªan a pa¨ªses cosidos por dictaduras que acabaron estallando cuando se disolvi¨® el comunismo. De nuevo, la UE se revel¨® crucial: todos aquellos Estados forman parte del club europeo, mantienen negociaciones para entrar o desear¨ªan mantenerlas.
El proyecto europeo sirvi¨®, por ejemplo, para frenar posibles conflictos antes de que estallasen. Los h¨²ngaros de Rumania, por ejemplo, una minor¨ªa castigada y perseguida bajo la dictadura de Ceaucescu, lejos de reclamar la independencia o la adhesi¨®n a Hungr¨ªa tras la ca¨ªda del r¨¦gimen, contribuyeron de forma decisiva a sostener la estabilidad pol¨ªtica que permiti¨® el ingreso del pa¨ªs en la UE. Lo mismo puede decirse de los turcos de Bulgaria, un 10% de la poblaci¨®n, cuyo partido result¨® esencial en el proceso de adhesi¨®n.
Declaraci¨®n unilateral
Tras la ruptura pac¨ªfica entre Chequia y Eslovaquia en 1993, los ¨²ltimos flecos de aquel gigantesco cambio en las fronteras terminaron de cerrarse en la d¨¦cada de los a?os 2000. Montenegro, que formaba junto a Serbia lo poco que qued¨® de Yugoslavia, logr¨® su independencia en 2006 gracias a un refer¨¦ndum pactado con Belgrado y supervisado por la comunidad internacional, que sigui¨® adem¨¢s las reglas de la ley de transparencia canadiense (la participaci¨®n deb¨ªa superar el 50% y los s¨ªes, el 55% de los votos emitidos). Con el apoyo de una parte de la comunidad internacional, Kosovo, que hab¨ªa sido una provincia serbia, nunca una rep¨²blica yugoslava, declar¨® unilateralmente la independencia en 2008, bas¨¢ndose en un plan trazado por el enviado de la ONU, Martti Ahtisaari. Ciento diez pa¨ªses han reconocido a Kosovo, aunque otros, entre ellos Espa?a, no han dado ese paso hasta que lo haga la propia Serbia, con la que las autoridades de Pristina mantienen tirantes negociaciones.
La independencia unilateral de Kosovo plantea adem¨¢s un problema a?adido: el 90% de su poblaci¨®n es albanesa, partidaria de la independencia, mientras que el 10% es serbia y no la acepta, lo que ha creado un pa¨ªs dentro del pa¨ªs, donde la autoridad de Pristina pr¨¢cticamente no existe. De hecho, el ¨²nico paralelismo posible con la situaci¨®n catalana lo encuentra el analista suizo Matthias Bieri, experto en nacionalismos europeos del Center for Security Studies de Zurich y autor en 2014 del informe Separatismo en la UE, con la Rep¨²blica Srpska (Rep¨²blica Serbia), una de las dos entidades que forman Bosnia-Herzegovina. "Se trata de un contexto muy diferente, ya que Bosnia vive una posguerra con todav¨ªa una presencia internacional", precisa, "pero el presidente de la Rep¨²blica Serbia, Milorad Dodik, ha reiterado que quiere organizar un refer¨¦ndum de independencia en 2018, sin el acuerdo de las autoridades nacionales ni internacionales". "Existen otros movimientos nacionalistas que quieren organizar refer¨¦ndums, como el S¨¹d-Tiroler Freiheit en el Tirol del Sur", agrega Bieri. Este partido pol¨ªtico quiere unir la provincia italiana de Bolzano con el Tirol austriaco por ahora con muy poco predicamento: en las ¨²ltimas regionales, lograron el 7% de los votos.
Ego¨ªsmo econ¨®mico
Detr¨¢s de la mayor¨ªa de los separatismos europeos, se oculta un ego¨ªsmo econ¨®mico: suelen ser las regiones ricas las que desean romper con el Estado al que pertenecen o aquellas que imaginan una perspectiva de riqueza (Escocia y el petr¨®leo del mar del Norte). El analista franc¨¦s Bernard Guetta resumi¨® recientemente la situaci¨®n: "Es cierto que en Catalu?a como en Escocia, en Flandes o, en menor medida, en C¨®rcega, pero tambi¨¦n en el norte de Italia se han inventado la identidad nacional para camuflar el simple deseo de no compartir las riquezas con otras regiones. Del ego¨ªsmo regional a la reafirmaci¨®n de una cultura propia, las aspiraciones independentistas se nutren en Europa de numerosas causas. El problema es que los Estados europeos se debilitan actualmente a un ritmo superior al que la UE se hace fuerte y eso podr¨ªa provocar, un d¨ªa, una especie de vac¨ªo".
Dentro de la UE, la crisis, tanto econ¨®mica como institucional del proyecto europeo, ha impulsado los movimientos separatistas, en algunos casos transformados en partidos xen¨®fobos y antieuropeos como la italiana Liga Norte y, en otros, con una apuesta muy fuerte por la identidad sin, por ahora, tener ning¨²n tipo de consulta independentista en el horizonte, como ocurre con la Nueva Alianza Flamenca en B¨¦lgica. En los casos escoc¨¦s y catal¨¢n, en cambio, su separatismo se nutre de la falsa perspectiva de seguir en la UE. "Los separatistas catalanes est¨¢n condenados a tener un discurso de absoluta lealtad a lo que significa la U E, porque si tuviesen el contrario perder¨ªan el 80% de sus seguidores", explica ?lvaro Gil Robles. "Hoy nadie est¨¢ dispuesto a quedarse aislado y por eso mienten desesperadamente sobre el hecho de que una hipot¨¦tica Catalu?a independiente quedar¨ªa fuera autom¨¢ticamente". Despu¨¦s de todos los avatares de la primera parte del siglo XX, del desastre al que los nacionalismos condujeron la antigua Yugoslavia, la UE es todav¨ªa el principal garante de la paz en Europa. Pero la historia representa la principal advertencia de que, cuando se sacan de la botella algunos genios, todo puede ir realmente mal.
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