Liz Parrish contra la ciencia: el lucrativo negocio de los megarricos que quieren ser eternamente j¨®venes
La empresaria asegura haber rejuvenecido tras pincharse una terapia g¨¦nica ilegal probada en ratones. Los cient¨ªficos discuten sus logros
A todo el mundo le gusta una buena historia y Liz Parrish sabe que la suya tiene todos los ingredientes para serlo. Tiene un ni?o enfermo y una madre abnegada, cient¨ªficos malvados que conspiran contra la humanidad, experimentos gen¨¦ticos ilegales y un negocio furtivo de megarricos que viajan a aguas internacionales en busca de la juventud eterna. Ella la cuenta con la fluidez de una conferenciante de TED Talk y el carisma de una estrella de Hollywood. Con la seguridad y la jerga de una genetista. No es ninguna de estas cosas, pero lo parece. Algunos la se?alan como una antisistema, otros, como una farsante. Y los cient¨ªficos que trabajan en este campo discuten sus logros. Ella sigue trabajando ajena a las cr¨ªticas y dice que solo quiere contar su historia. ¡°Los medios la han tergiversado mucho¡±, dice. As¨ª que clava sus ojos verdes en su interlocutor, da un sorbito a su caf¨¦, y empieza a narrarla desde el principio.
En 2011, Parrish era un ama de casa estadounidense de mediana edad con dos ni?os y un extra?o inter¨¦s por la gen¨¦tica. Empez¨® a estudiar la carrera de ciencias, pero la dej¨®. Aquella experiencia la llev¨® a involucrarse en una plataforma por la defensa del uso de c¨¦lulas madre en la medicina. Era la ¨¦poca en la que el presidente George W. Bush hab¨ªa congelado los fondos p¨²blicos para este tipo investigaciones por sus implicaciones ¨¦ticas.
En 2013, uno de los hijos de Parrish fue diagnosticado con diabetes tipo I, una enfermedad autoinmune en la que el p¨¢ncreas deja de producir insulina. Esto lo cambi¨® todo, explica. Ella asegura que era la primera vez que acud¨ªa a una consulta m¨¦dica con uno de sus hijos, y la experiencia no fue buena. Parrish no pregunt¨® por plumas de insulina, medidores de az¨²car y control de dietas. Interrog¨® al doctor sobre la posibilidad de usar terapias g¨¦nicas experimentales, algo que el m¨¦dico no se tom¨® especialmente bien. ¡°Me hizo sentirme fatal por preguntar, como si fuera una persona horrible. Pero mientras tanto, hab¨ªa ni?os que mor¨ªan¡±, narra afectada. ¡°Estaban tratando mis preguntas como un ataque al sistema y no ten¨ªan respuestas para m¨ª¡±. As¨ª que decidi¨® buscarlas por su cuenta.
Parrish explica que se reconvirti¨® en cient¨ªfica para curar a su hijo. No tiene ning¨²n t¨ªtulo en medicina o biolog¨ªa, pero defiende que ha ido a muchos congresos y se ha formado por su cuenta. Fund¨® una empresa tecnosanitaria, Bioviva, para recaudar fondos e investigar las terapias g¨¦nicas que combaten enfermedades relacionadas con el envejecimiento. Fich¨® a expertos genetistas muy reconocidos en el campo, como George Church, profesor en Harvard y el MIT. Y cuando vio que hab¨ªa llegado al l¨ªmite del conocimiento cient¨ªfico, se decidi¨® a adentrarse en territorio inexplorado. En lugar de continuar con la experimentaci¨®n con ratones, la prob¨® en humanos.
Decidi¨® hacerlo en ella misma y hasta siete veces, para lo cual ha tenido que viajar primero a Colombia, despu¨¦s a aguas internacionales para escapar de la legislaci¨®n de la mayor¨ªa de pa¨ªses occidentales. ¡°Alguien ten¨ªa que hacerlo¡±, se justifica al ser preguntada. ¡°Y si alguien pod¨ªa morir, prefiero ser yo la que corre el riesgo¡±. Parrish no muri¨®, pero el tratamiento ten¨ªa un efecto secundario que ella conoc¨ªa y acept¨® de buen grado: un rejuvenecimiento a nivel epigen¨¦tico. Como si se tratara de un personaje de Marvel, esta empresaria cient¨ªfica se arriesg¨® para convertirse en la primera humana que, en lugar de envejecer, rejuvenece. Eso es lo que asegura Parrish, que en uno de los 12 biomarcadores con los que se mide el envejecimiento, los tel¨®meros, ha rejuvenecido m¨¢s de 30 a?os. Ella es la primera mujer en hacerlo, pero no la ¨²nica, confiesa.
Dice que su empresa solo asesora y que es rentable gracias a donaciones e inversiones privadas. Pero cuando se le pregunta si hay m¨¢s gente que haya probado este c¨®ctel ilegal, asiente. ¡°En el turismo m¨¦dico la gente est¨¢ vendiendo terapias gen¨¦ticas. Hay muchas personas que han tomado la misma terapia que tome yo¡±, reconoce. El inter¨¦s que ha despertado su caso ha puesto en marcha un peque?o y lucrativo negocio de megarricos dispuestos a seguir sus pasos y a pincharse un c¨®ctel gen¨¦tico ilegal bajo la promesa de la juventud eterna. En los ¨²ltimos a?os, pa¨ªses como Panam¨¢ y Honduras han cambiado sus leyes para permitir este tipo de terapias g¨¦nicas y convertirse en la cuna de esta peque?a industria millonaria.
Liz Parrish tiene 53 a?os, pero parece mucho m¨¢s joven. Cuando gesticula no se le forma ni una sola arruga y sus p¨®mulos son turgentes como melocotones. Al ser preguntada por ello, asegura no haberse hecho ning¨²n retoque y dice que la est¨¦tica no tiene un lugar importante en toda esta historia. Quiere ser joven eternamente, no necesariamente parecerlo. Sin embargo, basta echar un vistazo a las numerosas entrevistas y reportajes que ha protagonizado estos ¨²ltimos meses para constatar que su aspecto juvenil es lo primero que destaca la prensa. En los cuentos modernos sobre juventud eterna, desde El retrato de Dorian Grey hasta la reciente The Substance, el f¨ªsico es tan importante como la salud. En la vida real tambi¨¦n. La est¨¦tica juega un papel importante en todo esto, reconoce a rega?adientes Parrish. Puede ser una meta y desde luego es la carta de presentaci¨®n de su empresa.
A todo el mundo le gusta una buena historia, pero la de Parrish es tan buena que muchos cient¨ªficos la ponen en duda. Critican su falta de ¨¦tica y legalidad. Se?alan que los resultados no han sido publicados en revistas cient¨ªficas serias (no pueden serlo al no cumplir los requisitos legales) as¨ª que no son v¨¢lidos. Y sospechan que sus palabras son exageradas con una finalidad comercial. En cualquier caso, su historia abre debates l¨ªcitos que muchos en este sector se plantean. Y explica muy bien c¨®mo funcionan los lentos avances cient¨ªficos, el negocio de la longevidad, la regulaci¨®n legal de los experimentos y la obsesi¨®n por la belleza y la juventud eterna.
Atajos peligrosos
Liz Parrish explic¨® c¨®mo funciona su empresa en una ponencia en el Longevity World Forum de Alicante, al que acudi¨® EL PA?S. Entre bastidores, escuchaba atento Salvador Macip, director de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y catedr¨¢tico de la Universidad de Leicester (Reino Unido). ¡°Fue una charla brillante desde el punto de vista del marketing¡±, explica Macip, que dirige un laboratorio de investigaci¨®n en c¨¢ncer y envejecimiento. ¡°Adem¨¢s, hay que reconocer que en la base hay un trabajo cient¨ªfico v¨¢lido, importante, que est¨¢ haciendo su compa?¨ªa¡±, subraya. ¡°Pero, por otro lado, hay una urgencia que les hace correr e intentar saltarse toda la l¨®gica cient¨ªfica, y la ciencia es lenta, para tener resultados necesitamos tiempo. Parrish quiere ser joven ella, no que lo sean sus nietos. Y esto hace que coja atajos peligrosos. Todav¨ªa no entendemos como funciona esta tecnolog¨ªa¡±.
En el discurso de esta empresaria hay una especie de negacionismo a la inversa. Su discurso es el contrario al que muchos popularizaron contra la vacuna de la covid. Entonces hubo quienes dijeron que era un f¨¢rmaco experimental y se hab¨ªa aprobado su uso demasiado pronto, explicando esta rapidez con locas teor¨ªas de la conspiraci¨®n. Parrish se va al extremo contrario. Dice que ¡°los investigadores solo quieren investigar porque les interesa, ah¨ª est¨¢ el negocio¡±. Habla del dinero que generan ellos, pero no del que factura su empresa, sobre la que da respuestas gen¨¦ricas. Dice que el tratamiento al que se ha sometido ella deber¨ªa estar disponible para todo el mundo y que ¡°retrasarlo en realidad es casi una forma de asesinato¡±. Repite varias veces a lo largo de la entrevista, de unos 40 minutos, que 36 millones de personas mueren cada a?o por no haber aprobado las terapias g¨¦nicas. No explica de d¨®nde ha sacado este dato. ¡°Tanto en el caso de los negacionistas como en este es no saber c¨®mo funcionan los tiempos de la ciencia¡±, lamenta Macip. Aunque ¨¦l mismo, y casi todos los expertos en el sector, reconocen que las terapias g¨¦nicas no van tan r¨¢pido como deber¨ªan.
Las terapias g¨¦nicas son unas t¨¦cnicas que utilizan los genes para tratar o prevenir enfermedades. Se suelen realizar inyectando un virus inocuo con un carrete de ADN humano normal para sustituir a uno anormal que tiene el paciente. Es una forma de corregir las erratas biol¨®gicas que puede contener el libro de instrucciones gen¨¦ticas con el que nace cada persona.
En un principio, las terapias g¨¦nicas iban a revolucionar la medicina, pero en los a?os noventa, se les atribuy¨® la muerte de varios pacientes con c¨¢ncer y se par¨® en seco. En los ¨²ltimos a?os, se ha retomado el inter¨¦s gracias a su uso en avances como la t¨¦cnica CRISP. Pero su aplicaci¨®n dista mucho de ser generalizada. Sus precios (entre los 100.000 y los varios millones de euros) la incertidumbre sobre su eficacia y algunas estrategias farmac¨¦uticas han lastrado su llegada al mercado. Las terapias g¨¦nicas son noticia y excepci¨®n. ¡°En Bioviva est¨¢n apretando para avanzar en este campo¡±, explica Macip. ¡°Est¨¢n consiguiendo financiaci¨®n privada y reclutando a muchos expertos¡±. Y esto es bueno, considera, pues puede dar un empuj¨®n econ¨®mico a un campo prometedor. ¡°Va a favorecer a todos, a todas las enfermedades que se pueden tratar contra la terapia g¨¦nica, no solo el envejecimiento¡±.
Tel¨®meros y patentes
El problema es que Parrish no utiliza esta tecnolog¨ªa para corregir las erratas de su libro de instrucciones gen¨¦ticas, sino para reescribirlo, cambiar la trama y hacerse m¨¢s joven. Por eso sus inyecciones van dirigidas a un lugar concreto: los tel¨®meros. ¡°Los tel¨®meros son las puntas de los cromosomas¡±, explica Macip, las puntitas de la X. Muchos genetistas los comparan con los herretes, ese recubrimiento de pl¨¢stico que hay al final de los cordones para evitar que se deshilachen. Los tel¨®meros protegen de la misma forma a nuestros cromosomas, pero se van desgastando con la edad, a medida que las c¨¦lulas se dividen. ¡°Hay muchos estudios que demuestran, pues, que los tel¨®meros m¨¢s cortos est¨¢n asociados con la vejez, as¨ª que funcionan como un reloj celular¡±. Cuando un desconocido nos reta a adivinar cuantos a?os tiene, nos fijamos en su cara o en sus manos. Pero si tuvi¨¦ramos un microscopio, ser¨ªa mucho m¨¢s eficiente mirar sus tel¨®meros. Pero estos no son ¨²nicos. ¡°Hay otros 12 marcadores biol¨®gicos conocidos¡±, explica el experto. ¡°Y seguramente puede haber m¨¢s¡±.
Liz Parrish se ha pinchado siete terapias g¨¦nicas. Algunas de ellas son legales y han sido probadas en personas, como la que lleva instrucciones para bloquear una prote¨ªna que limita el crecimiento muscular. Pero la terapia que m¨¢s ha llamado la atenci¨®n es la que deber¨ªa aumentar la producci¨®n corporal de una enzima llamada telomerasa, que repone estas capas protectoras en los extremos de nuestro ADN. Esto hace que Parrish, a sus 53 a?os, asegure que sus tel¨®meros son tan largos como los de una persona de 25, aunque en otros biomarcadores como el hormonal, dice, sigue envejeciendo.
Esta terapia es eficaz en ratones seg¨²n demostraron hace a?os investigadores del CNIO, capitaneados por su directora, la genetista Mar¨ªa Blasco. El ensayo consigui¨® alargar su vida hasta un 24%. La investigadora espa?ola ha sido un gran referente para el trabajo de Parrish, pero Blasco no se muestra precisamente halagada. ¡°No tenemos ninguna relaci¨®n [con Bioviva], m¨¢s all¨¢ de reclamarles que no infrinjan nuestras patentes, ya que esta tecnolog¨ªa est¨¢ patentada por el CNIO¡±, se?ala en un intercambio de correos. Blanco explica que la prioridad de esta terapia con telomerasa ¡°no es retrasar el envejecimiento y alargar la vida de las personas, sino poder tratar enfermedades degenerativas del envejecimiento primero. El objetivo es curar enfermedades¡±.
Hay un problema en la investigaci¨®n de posibles curas del envejecimiento, y es que la vejez no es una enfermedad que deba ser curada. ¡°Se pueden hacer ensayos cl¨ªnicos con enfermos de c¨¢ncer, porque puede haber posibles efectos secundarios, pero la alternativa tampoco es buena¡±, explica Macip. ¡°Pero con una poblaci¨®n sana, darles un medicamento que pueda provocarles algo¡ No es ¨¦tico¡±. El experto explica que la terapia m¨¢s avanzada en este momento para, te¨®ricamente, alargar la esperanza de vida, tiene efectos secundarios como la reducci¨®n dr¨¢stica de las plaquetas. Adem¨¢s, explica, los experimentos en ratones tienen resultados evidentes en dos o tres a?os, la esperanza de vida media de los roedores. Pero la cosa cambia con humanos. Por mucho que diga Parrish, solo se podr¨¢ comprobar la veracidad de su tesis con los a?os, cuando envejezca y muera.
Estos son los principales campos de fricci¨®n entre la investigaci¨®n de Bioviva y el consenso cient¨ªfico. Quienes critican a Parrish dicen que no es ¨¦tico entrometerse en el proceso m¨¢s b¨¢sico e inevitable de la vida, que los riesgos son demasiado altos y las evidencias, cuando menos, dudosas. Parrish, por su parte, esgrime que ser¨ªa poco ¨¦tico no hacerlo, y ha construido un relato rom¨¢ntico y quijotesco de su cruzada. La historia de la ciencia est¨¢ llena de genios que experimentaron en los l¨ªmites de lo ¨¦tico contra el consenso de sus colegas. Edward Jenner inocul¨® a un ni?o de ocho a?os sano la viruela de las vacas para darle inmunidad frente a la peligrosa epidemia de viruela en humanos. Su experimento, muy criticado en la ¨¦poca, funcion¨® y supuso la invenci¨®n de las vacunas. Jonas Salk inyect¨® una terapia experimental contra la polio a su propia mujer y sus tres hijos. Tambi¨¦n funcion¨® y erradic¨® la enfermedad. Es f¨¢cil trazar un paralelismo y convertir la historia de Parrish, una madre abnegada que recaud¨® millones de d¨®lares y se enfrent¨® al consenso cient¨ªfico, en una historia de superaci¨®n. Pero esta historia tiene lados oscuros e intereses comerciales evidentes. Jenner y Salk han pasado a la historia de la medicina, pero sus casos son la excepci¨®n. Por cada figura como la suya que da la historia hay miles de charlatanes, vendeneveras y kamikazes con buenas intenciones que lo apostaron todo a una corazonada y perdieron.
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