¡®Falsos positivos¡¯ y las confesiones que faltan
Muchos de los m¨¢ximos responsables de los cr¨ªmenes no han tenido jam¨¢s un arma en la mano ni se han manchado de sangre directamente, pero s¨ª han promovido la guerra
Las confesiones de ocho militares que, en condici¨®n de m¨¢ximos responsables, aceptaron su participaci¨®n en los falsos positivos en la audiencia de la Jurisdicci¨®n Especial para la Paz (JEP) en Dabeiba, Antioquia, han conmovido al pa¨ªs por la crudeza de los hechos relatados y por la confirmaci¨®n de una verdad que ha querido ser negada: miembros de la fuerza p¨²blica, llamados a proteger a los ciudadanos, asesinaron civiles en estado de indefensi¨®n para presentarlos como bajas en combate. Fueron 49 las v¨ªctimas exhumadas en Dabeiba. El reconocimiento de estos cr¨ªmenes es un paso importante y necesario para reparar y hacer justicia. Sin embargo, falta camino para que todos los m¨¢ximos responsables acepten los delitos cometidos. Es la ¨²nica manera de llegar en alg¨²n momento a la reconciliaci¨®n.
Deber¨ªan comparecer los oficiales de alto rango para reconocer la responsabilidad que tuvieron en la cadena de mando como ha quedado en evidencia en las declaraciones de los militares que se acogieron a la JEP. A su lado deben estar tambi¨¦n los m¨¢ximos responsables, no solamente de los falsos positivos, sino de otros cr¨ªmenes cometidos, que no empu?aron las armas. En Colombia la guerra se ha mantenido, entre otras razones, porque es una forma de hacer pol¨ªtica, un buen negocio para algunos o un camino expedito para robar tierras. Muchos de los m¨¢ximos responsables de los cr¨ªmenes no han tenido jam¨¢s un arma en la mano ni se han manchado de sangre directamente, pero s¨ª han promovido la guerra y han convertido a j¨®venes pobres en las v¨ªctimas de todos los bandos en contienda.
Algunos de los miembros de las Fuerzas Armadas o de los grupos ilegales han confesado sus cr¨ªmenes ante un pa¨ªs que queda at¨®nito al ver resumida en relatos de unas horas la violencia vivida durante a?os y d¨¦cadas de manera sistem¨¢tica. En su declaraci¨®n ante la JEP, el jefe paramilitar Salvatore Mancuso nos record¨® los hornos crematorios en los cuales desaparecieron a decenas de v¨ªctimas y revel¨® la existencia de fosas comunes en Venezuela, usadas tambi¨¦n para empujar al olvido a los muertos que a?os despu¨¦s salen de sus tumbas para contar sus historias.
Los guerrilleros desmovilizados tambi¨¦n han confesado secuestros, masacres, torturas¡ En la audiencia de la JEP sobre el caso 01 dedicado al secuestro, que se realiz¨® en junio de 2022, el m¨¢ximo l¨ªder de las FARC, Rodrigo Londo?o, Timochenko, pidi¨® perd¨®n mientras escuchaba los reclamos de las familias de secuestrados desaparecidos que siguen esperando noticias de los suyos. En esa audiencia, el sargento de la Polic¨ªa C¨¦sar Lasso, quien estuvo secuestrado por m¨¢s de 13 a?os, compareci¨® llevando en su cuello las cadenas convertidas en s¨ªmbolo de un cautiverio que llev¨® la guerra a niveles de degradaci¨®n inaceptables.
En las confesiones de los militares en Dabeiba se dieron detalles sobre c¨®mo se buscaba a las v¨ªctimas entre los m¨¢s vulnerables y la presi¨®n que recib¨ªan de los superiores para conseguir ¡°no litros de sangre sino carrotanques de sangre¡±, en una frase atribuida por uno de los comparecientes al general Mario Montoya. Asesinaron y luego ¡°desaparecieron¡± a las v¨ªctimas, borraron sus huellas, se robaron su identidad para dejar a las familias en el peor de los mundos: sin tener ni siquiera una tumba para llorar a sus muertos. La confesi¨®n que llega a?os despu¨¦s trae algo de justicia y una dosis de alivio para las familias, en especial porque esta audiencia hace real para la historia hechos violentos que han sido sistem¨¢ticamente negados.
Esa negaci¨®n revictimiza a las familias porque es otra forma de violencia que pretende borrar un pasado que sigue vivo. En el caso de Dabeiba, como dijo en la audiencia el magistrado Alejandro Ramelli, ¡°estamos derrotando el negacionismo. La ciencia forense ha hablado. Los hechos son incuestionables¡±. Parte del camino para llegar en alg¨²n momento a una verdadera paz concertada para todos es mirar de frente la historia, dejar de negarla, aceptar los cr¨ªmenes cometidos y buscar el equilibrio entre una dosis de justicia y una dosis de perd¨®n que nos permita seguir.
Para llegar a esa meta que ha sido esquiva durante m¨¢s de medio siglo, se necesita que le den la cara a sus v¨ªctimas tambi¨¦n esos m¨¢ximos responsables ¡°desarmados¡±, esos ¡°terceros¡± no combatientes que han sido grandes protagonistas del conflicto: los que patrocinaron la guerra, los que hicieron pol¨ªtica con ella y los que la auparon desde tribunas p¨²blicas. Hacen falta las confesiones de esos que no estuvieron en los campos de batalla, pero que son tambi¨¦n responsables de la violencia que hoy nos aterra. Esa violencia que han relatado con mucho detalles los combatientes en reiteradas audiencias ante la JEP y ante la Comisi¨®n de la Verdad, entidades a las que debemos agradecer por obligarnos a ver la dimensi¨®n de la tragedia que a veces no se quiere ver.
En la audiencia de Dabeiba el relato lo hicieron unos hombres que, portando un uniforme, se despojaron de su humanidad para convertirse en asesinos de otros a quienes tambi¨¦n deshumanizaron para asesinarlos y desaparecerlos. Lo que vimos en la audiencia, en medio del dolor de v¨ªctimas y victimarios, es un asomo de esa humanidad perdida que se puede recuperar. Para que este pa¨ªs encuentre un camino de paz y, sobre todo, de reconciliaci¨®n, es necesario que los m¨¢ximos responsables, tanto combatientes como civiles, acepten los cr¨ªmenes, pidan perd¨®n, paguen por ellos y decidan por fin parar un patr¨®n que ha perpetuado la guerra de generaci¨®n en generaci¨®n como nos ha ocurrido hasta hoy.
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