La biograf¨ªa ya es mayor de edad en Espa?a
Tras una ¨¦poca en que los intereses ideol¨®gicos sofocaban la verdad de los personajes y los mejores libros eran de autores extranjeros, el g¨¦nero vive un periodo de madurez
El te¨®rico marxista Georg Luk¨¢cs observaba en 1937 el auge de la biograf¨ªa en el contexto de las primeras d¨¦cadas del siglo XX y lo explicaba como expresi¨®n de una necesidad, la de que sus principales exponentes (Emil Ludwig, Lytton Strachey, Stefan Zweig o Andr¨¦ Maurois) deseaban enfrentarse y enfrentar su presente, las luchas de su tiempo, con las grandes figuras del pasado y con la forma en que estos hab¨ªan encarado los conflictos. La consigna humanista siempre fue que aquello que una vez sirvi¨® para ensanchar el esp¨ªritu humano debe persistir eternamente en su prop¨®sito. Y de hecho este sigue siendo uno de los poderosos motivos de la raz¨®n biogr¨¢fica (por utilizar una expresi¨®n orteguiana): ¡°Nuestro tiempo, dec¨ªa Goethe, puede ser tan miserable que el poeta no logre encontrar en la sociedad que le rodea las naturalezas humanas que necesita¡±. Y entonces las busca en otro lugar y en un tiempo distinto del suyo. Otras vidas, en definitiva, como inspiraci¨®n, como fuente de meditaci¨®n o piedra de toque.
En todo caso, aquella primera e influyente escuela europea de bi¨®grafos gener¨® una tentativa espa?ola en torno a la colecci¨®n Vidas Espa?olas e Hispanoamericanas del Siglo XIX, promovida por el propio Ortega entre 1928 y 1936. Una tentativa fallida en la medida en que la mayor¨ªa de sus autores (Benjam¨ªn Jarn¨¦s, Antonio Marichalar, Rosa Chacel, Antonio Espina) entendieron el proyecto desde una perspectiva estrictamente literaria. Concibieron el encargo de escribir una biograf¨ªa de alguna personalidad influyente del siglo XIX como un ejercicio de prosa narrativa, desentendi¨¦ndose de la necesaria hondura interpretativa que la biograf¨ªa requiere. Pensemos que la vida de cualquier persona contiene un sinn¨²mero de problemas semejantes y de alcance universal, de modo que reconstruyendo el mundo de una vida, aun en los t¨¦rminos a los que forzosamente debe reducirla un relato biogr¨¢fico, nos enfrentamos a una parecida complejidad de las pasiones y los sentimientos.
Cuanto m¨¢s profundo y aut¨¦ntico sea nuestro conocimiento de la vida humana, mayor ser¨¢ nuestra libertad para evaluarla con serenidad y sentido de la justicia hist¨®rica
Y de no ser por el franquismo, es muy posible que aquella incipiente escuela orteguiana que acababa de formarse en torno a la Revista de Occidente hubiera madurado, dando frutos m¨¢s que razonables. No pudo ser. De modo que el auge experimentado en los a?os veinte y treinta, sobre todo creando un p¨²blico lector entusiasta, decay¨® al intervenir un discurso nacionalcat¨®lico que sofocaba la verdad de los personajes en beneficio de unos intereses ideol¨®gicos. Hubo excepciones de peso, pienso en Gregorio Mara?¨®n, Sebasti¨¢n Juan Arb¨® o Carmen Bravo-Villasante, por citar unos nombres conocidos. Hubo m¨¢s nombres, pero las biograf¨ªas grandilocuentes de personajes mediatizados por la doctrina ofrec¨ªan respuestas que podemos calificar de reaccionarias a los grandes interrogantes de nuestra historia.
Con ello se consigui¨® que el p¨²blico lector diera la espalda al g¨¦nero peninsular, confiando en el proceder de los hispanistas (Ian Gibson, Paul Preston, John Elliott, Joseph P¨¦rez, John Lynch y tantos m¨¢s, responsables de la escritura de nuestro pasado biogr¨¢fico). En conjunto, se mostraban m¨¢s libres para enfrentarse a la historia de Espa?a, menos familiarizados con la sistem¨¢tica politizaci¨®n de nuestro pasado y de nuestra cultura ¡ªde eso se defender¨ªa Raymond Carr en la versi¨®n castellana de su Spain 1808-1939: ¡°Lo que para ellos [los historiadores espa?oles que le reprocharon su falta de compromiso pol¨ªtico] es un defecto, para m¨ª es una virtud¡±¡ª. Y es que cuanto m¨¢s profundo y aut¨¦ntico sea nuestro conocimiento de la vida humana, mayor ser¨¢ nuestra libertad para evaluarla con serenidad y sentido de la justicia hist¨®rica.
Es probable que el punto de inflexi¨®n lo marcara en 1994 el historiador Manuel Fern¨¢ndez ?lvarez con su relectura de Juana I de Castilla, La cautiva de Tordesillas. Dos obras recientes sobre este personaje ¡ªde Cristina Fallar¨¢s y Juan Manuel Olcese¡ª prueban el atractivo que sigue ejerciendo
Ahora, sin embargo, disponemos de las herramientas y, sobre todo, de la sensibilidad imprescindible para abordar la escritura biogr¨¢fica con garant¨ªas. Mientras que nuestra tradici¨®n cultural procede de una coacci¨®n de la libertad para la expresi¨®n moral de la existencia, en el presente la biograf¨ªa vive en Espa?a una ¨¦poca de madurez, fruto de un progreso intuitivo de su necesidad y de sus posibilidades intelectuales. Lo que me interesa es concretar el car¨¢cter especial de este nuevo sentido e importancia concedido a la biograf¨ªa. Toda la sociedad espa?ola parece involucrada en favorecerlo. Las editoriales se vuelcan en colecciones dedicadas al g¨¦nero: Acantilado ha decidido reunir las biograf¨ªas mayores de su autor estrella, Stefan Zweig, en un solo volumen; la editorial Circe sigue publicando tenazmente biograf¨ªas de mujeres; Tusquets mantiene su pionero Premio Comillas; Taurus sigue adelante con su colecci¨®n de Espa?oles Eminentes. Incluso instituciones como la Diputaci¨®n de M¨¢laga apuestan por el g¨¦nero como lo prueba la colecci¨®n de biograf¨ªas Vidas/T¨¦rmicas favoreciendo la publicaci¨®n de magn¨ªficas biograf¨ªas breves de autores relevantes: Andr¨¦s Ib¨¢?ez escribiendo de Thomas Pynchon, Eduardo Jord¨¤ de Anna Ajm¨¢tova; Alberto Olmos de la historiadora Jan Morris, una transexual no militante; Roc¨ªo Rojas-Marcos sobre Mohamed Chukri o bien Rebeca Garc¨ªa Nieto sobre Herta M¨¹ller, por citar solo los vol¨²menes que he le¨ªdo con placer. Por su parte, la biograf¨ªa pol¨ªtica ha adquirido una nueva dimensi¨®n: ah¨ª est¨¢ la documentada biograf¨ªa de Pasionaria de Mario Amor¨®s (Akal), o la estupenda biograf¨ªa de Carme Chac¨®n escrita con sensibilidad y sentido de la historia por Joana Bonet (Pen¨ªnsula), o el ensayo biogr¨¢fico en torno a la figura imprescindible de Santiago Carrillo (Renacimiento, otra editorial volcada en el rescate del patrimonio biogr¨¢fico a trav¨¦s de su Biblioteca de la Memoria).
Hemos superado la biograf¨ªa de corte erudito o anecd¨®tico, amontonamiento de datos o de an¨¦cdotas sin una verdadera explicaci¨®n del personaje ni un esp¨ªritu cr¨ªtico.
Es probable que el punto de inflexi¨®n en la recuperaci¨®n de un p¨²blico lo marcara el historiador Manuel Fern¨¢ndez ?lvarez con su relectura de Juana I de Castilla, La cautiva de Tordesillas (Espasa, 1994), un libro que dio mucho en qu¨¦ pensar y gan¨® miles de lectores: dos obras recientes, ambas biogr¨¢ficas, sobre este personaje ¡ªde Cristina Fallar¨¢s y Juan Manuel Olcese¡ª prueban el atractivo que sigue ejerciendo la historia de una reina abatida por la desgracia. Sabemos que abrirse paso en un dominio donde la cultura anglosajona o la francesa se han impuesto con tanta intensidad no es f¨¢cil, pero pienso en la biograf¨ªa de Felipe Cabrerizo sobre Serge Gainsbourg (Expediciones Polares), tan superior a la can¨®nica de Sylvie Simmons, traducida al castellano por Reservoir Books, y eso puede animar a cualquiera. Para terminar, son muchos los nombres del presente: Isabel Burdiel (Isabel II, Emilia Pardo Baz¨¢n), J. Benito Fern¨¢ndez (Leopoldo Mar¨ªa Panero, Eduardo Haro Ibars, Rafael S¨¢nchez Ferlosio), Jos¨¦ Luis Ferris (Miguel Hern¨¢ndez, Carmen Conde, Mar¨ªa Teresa Le¨®n), Mar¨ªa Jes¨²s Gonz¨¢lez (Raymond Carr), Manuel Alberca (Valle-Incl¨¢n), Emilio La Parra (Manuel Godoy, Fernando VII), Jordi Amat (bi¨®grafo de la cultura catalana contempor¨¢nea: Tr¨ªas Fargas, Josep Benet, Vilaseca Marcet, Alfons Quint¨¤ y su ¨²ltima biograf¨ªa sobre Gabriel Ferrater), Jordi Gracia (Dionisio Ridruejo, Ortega, Javier Pradera), Miguel Dalmau (los hermanos Goytisolo, Gil de Biedma, Cort¨¢zar, Concha Garc¨ªa Campoy, Pasolini), Sergio Vila-Sanju¨¢n (Baltasar Porcel), las imprescindibles semblanzas biogr¨¢ficas de Juan Cruz, Adela Mu?oz (Madame Curie), Mario Amor¨®s (Neruda, Salvador Allende, Dolores Ib¨¢rruri)¡ En l¨ªneas generales, hemos superado la biograf¨ªa de corte erudito o anecd¨®tico, amontonamiento de datos o de an¨¦cdotas sin una verdadera explicaci¨®n del personaje ni un esp¨ªritu cr¨ªtico. Los autores citados aqu¨ª se preguntan por las exigencias del g¨¦nero ¡ªuna de las formas m¨¢s dif¨ªciles de hacer historia¡ª, y este sentimiento de dificultad que evoco constituye la mejor garant¨ªa de la nueva madurez.
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