Jared Isaacman, un hombre de Elon Musk al frente de la NASA: ?llega la revoluci¨®n marciana?
Todo indica que el nombramiento beneficiar¨¢ a SpaceX y que el proyecto de llevar humanos a Marte recibir¨¢ un impulso notable
La nominaci¨®n de Jared Isaacman como administrador de la NASA por parte del presidente electo de EE UU, Donald Trump, anuncia significativos cambios en la agencia espacial, que acaba de decidir continuar con el dise?o actual de las pr¨®ximas misiones tripuladas a la Luna, pese a los retrasos. Aunque la verdadera decisi¨®n sobre el programa Artemis estar¨¢ en manos del nuevo responsable, siempre que la nominaci¨®n de Isaacman sea finalmente refrendada por el Senado estadounidense.
La elecci¨®n parece inspirada por la omnipresente figura de Elon Musk, cada vez m¨¢s pr¨®ximo al nuevo presidente. Isaacman ha desarrollado con el magnate tecnol¨®gico una intensa relaci¨®n desde hace m¨¢s de cinco a?os; primero, como cliente privado, dispuesto a financiar un vuelo espacial pagando de su propio bolsillo y luego, como colaborador en proyectos cada vez m¨¢s ambiciosos. Y tambi¨¦n como accionista. En 2021, la empresa invirti¨® 27,5 millones de d¨®lares en acciones de SpaceX, la compa?¨ªa aeroespacial de Musk.
Isaacman ha ido dos veces al espacio. Ambas con ¨¦l de comandante de la misi¨®n, sin ayuda de astronautas profesionales y llevando como tripulantes a ciudadanos elegidos por sorteo o a empleados de SpaceX que solo hab¨ªan recibido una preparaci¨®n b¨¢sica. ?l es un consumado aviador, acostumbrado a pilotar alguno de los cazas que utiliza para dar servicios de entrenamiento a pilotos militares. El compromiso de Isaacman con SpaceX es tan fuerte que lo primero que cabe esperar es una mayor implicaci¨®n de esa compa?¨ªa con la NASA, con quien ya tiene establecidos contratos por valor de casi 5.000 millones de d¨®lares en un programa que se extiende hasta el a?o 2030. Y eso, sin contar con los servicios que presta en los lanzamientos de cargas militares y el alquiler de su red de comunicaciones Starlink.
Es de suponer que el nuevo administrador de la NASA ayudar¨¢ a eliminar algunas trabas burocr¨¢ticas que lastraban la concesi¨®n de licencias para las pruebas del megacohete Starship, que en realidad dependen de otra agencia federal ¡ªla FAA¡ª y ¨²ltimamente se han relajado un tanto. Musk cuenta con ampliarlas, por lo menos, hasta 25 autorizaciones de vuelo durante 2025 ¡ªen 2024, Starship vol¨® en cuatro ocasiones¡ª. Y en el futuro, cuando el cohete m¨¢s potente de la historia entre en servicio regular, cabe esperar lanzamientos cada pocos d¨ªas.
Esa cadencia de vuelos es fundamental para poder cumplir el compromiso de enviar astronautas a la Luna en la misi¨®n Artemis 3, que acaba de ser retrasada hasta mediados de 2027. SpaceX ha de suministrar el veh¨ªculo de alunizaje, una versi¨®n modificada de la nave Starship que se lanzar¨¢ hasta la ¨®rbita terrestre. Una vez all¨ª, habr¨¢ que reabastecerlo de combustible para que pueda efectuar el salto hacia la Luna; y eso supondr¨¢, al menos, cinco lanzamientos m¨¢s. Y habr¨¢n de realizarse en una secuencia muy r¨¢pida, para evitar la p¨¦rdida de metano y ox¨ªgeno por evaporaci¨®n. Esta es una de las operaciones que todav¨ªa SpaceX ha de demostrar, cuando todav¨ªa no ha conseguido colocar la Starship en ¨®rbita.
Muchos piensan en el sector espacial que la llegada de Isaacman a la NASA puede marcar la cancelaci¨®n del megacohete SLS que ha de impulsar las c¨¢psulas Orion de las misones Artemis. Es un veh¨ªculo v¨¢lido para un solo uso, lo que lo convierte en una especie de dinosaurio cuando en la actualidad la recuperaci¨®n de cohetes es casi rutina. El SLS solo ha volado una vez, en 2022, cuando lanz¨® la c¨¢psula de la misi¨®n no tripulada Artemis 1 hacia la Luna; y su coste es tan desmesurado ¡ªunos 4.000 millones de d¨®lares por lanzamiento¡ª que el limitado presupuesto de la agencia no permite m¨¢s que un disparo al a?o.
La NASA nunca se ha mostrado c¨®moda con el SLS. De alguna forma fue una imposici¨®n pol¨ªtica, m¨¢s para favorecer a la industria espacial estadounidense que por motivos pr¨¢cticos. Las piezas del SLS se fabrican pr¨¢cticamente en los 50 estados del pa¨ªs; por eso, los legisladores han sido reacios a cancelar un proyecto que da empleo a tanta mano de obra cualificada. Isaacman, de acuerdo con el programa de eficiencia gubernamental que lidera Musk, puede darle la puntilla definitiva. Tal vez mantenga la producci¨®n de otras dos unidades para cumplir el objetivo de llevar astronautas a la Luna antes que China; pero a partir de ah¨ª, el futuro de ese lanzador es muy negro. Hasta ahora su desarrollo ha devorado m¨¢s de 18.000 millones de d¨®lares. De todas formas, el nuevo administrador va a tener que hacer un cursillo acelerado que compense su falta de experiencia para lidiar con el complejo entramado pol¨ªtico de Washington.
Mientras tanto, el todav¨ªa administrador de la NASA Bill Nelson no cree que Isaacman vaya a sustituir la nave y el cohete del programa Artemis por la Starship de Musk. ¡°En primer lugar, solo hay una astronave aprobada para llevar humanos y que est¨¢ volando y que ya ha ido m¨¢s all¨¢ de la Luna, m¨¢s lejos que ninguna otra nave para vuelos tripulados, y esa el SLS combinado con la Orion¡±, afirm¨® Nelson la semana pasada en rueda de prensa tras anunciar un nuevo aplazamiento de las misiones Artemis 2 y 3. Y a?adi¨®: ¡°Espero que esto contin¨²e siendo as¨ª. Yo no tengo esa preocupaci¨®n, aunque me parece una duda leg¨ªtima, de que de repente vayamos a tener la Starship us¨¢ndose para todo¡±.
¡®Artemis¡¯, en vilo
El problema de renunciar al SLS es que EE UU no dispone, hoy por hoy, de alternativa para lanzar las c¨¢psulas Orion hacia la Luna. Ni siquiera el Falcon Heavy de SpaceX puede con ellas. Por eso ya hay quien est¨¢ pensando en un remplazo ins¨®lito: el New Glenn, el nuevo cohete de Blue Origin ¡ªla empresa de Jeff Bezos y competidora de SpaceX¡ª complementado con una etapa auxiliar de otro fabricante. El ¨²nico inconveniente es que todav¨ªa no ha volado nunca. Su vuelo inaugural, previsto el pasado mes de octubre, sigue pendiente.
El New Glenn es un lanzador pesado, con el que Blue Origin quer¨ªa a?adirse a la carrera espacial con la mirada puesta en la Luna. La compa?¨ªa espacial de Bezos tambi¨¦n tiene un contrato con la NASA para dise?ar un modelo de aterrizador lunar ¡ªel Blue Moon¡ª que ser¨¢, en principio, m¨¢s avanzado que el que est¨¢ construyendo SpaceX. Si todo va como estaba previsto, las misiones 3 y 4 del programa Artemis deber¨ªan posarse en nuestro sat¨¦lite con el m¨®dulo construido por SpaceX; y a partir de la n¨²mero 5, con el de Blue Origin. Esos planes pueden tambalearse con la nueva administraci¨®n.
Otro factor a considerar es la presi¨®n que ejerce el programa espacial chino. Acaban de anunciar sus planes para realizar un vuelo tripulado que orbite alrededor de la Luna en 2029, seguido por un aterrizaje en 2030. Y ya tienen en construcci¨®n los primeros modelos de sus m¨®dulos, tanto el de ida y vuelta como el de descenso a la superficie. Son dise?os mucho m¨¢s cl¨¢sicos que el enorme m¨®dulo de alunizaje de SpaceX ¡ªuna variante de su nave Starship¡ª y, en consecuencia, cabe suponerles menos sujetos a sorpresas.
Con ese calendario, el margen de que dispone la NASA para alunizar antes que lo hagan los chinos es poco tranquilizador. De ah¨ª la conveniencia de apoyar el programa Artemis tal como est¨¢ estructurado ahora y potenciar tambi¨¦n las iniciativas privadas. Una corriente de opini¨®n espera que, con Isaacman a los mandos, la NASA d¨¦ un un nuevo empuje a las naves comerciales. La beneficiada no ser¨¢ solo SpaceX sino tambi¨¦n su competidora Blue Origin, aunque es cierto que hoy por hoy la distancia que separa a ambas empresas es enorme. Esa distancia puede acortarse si el New Glenn responde a las expectativas que se han depositado en ¨¦l. De momento, ya empieza a notarse una cierta migraci¨®n de personal t¨¦cnico desde la agencia federal y sus contratistas hacia las compa?¨ªas privadas. El gran perjudicado ser¨¢, sin duda, Boeing. En especial, tras sus malas experiencias recientes con su c¨¢psula Starliner, cuyos dos astronautas de la agencia espacial estadounidense siguen atascados en la Estaci¨®n Espacial Internacional, a la espera de regresar a Tierra en febrero en una c¨¢psula de SpaceX.
?Ir a Marte a toda costa?
Lo que parece fuera de toda duda es que el proyecto del viaje a Marte va a recibir un apoyo mucho m¨¢s significativo. Esa ha sido desde un principio la obsesi¨®n de Elon Musk y la raz¨®n ¨²ltima de ser de SpaceX. El hecho de que ya haya convertido a su empresa aeroespacial en un fabuloso negocio a corto plazo no le resta atractivo a su visi¨®n a largo plazo, casi rom¨¢ntica, de colonizar otro mundo para convertirnos a los humanos en una especie multiplanetaria.
Est¨¢ por ver si el desv¨ªo de recursos hacia ese objetivo afectar¨¢ a otros campos de actividad de la NASA. En particular, la exploraci¨®n planetaria mediante robots. Ya est¨¢n en marcha expediciones hacia los sat¨¦lites helados de J¨²piter y hacia la familia de asteroides troyanos. Y para el resto del decenio queda el lanzamiento de una sonda hacia Venus y otra hacia Tit¨¢n.
Hoy por hoy, nada hace temer por esos proyectos, pero muchos recuerdan recientes cancelaciones como la del explorador VIPER, que deb¨ªa salir hacia la Luna a mediados de 2025. Con la sonda pr¨¢cticamente terminada, la NASA decidi¨® cancelar el lanzamiento para ahorrarse los 80 millones de d¨®lares que costaban los ¨²ltimos ajustes y su almacenaje hasta el momento del despegue. Fue una decisi¨®n dif¨ªcil de justificar, cuando el coste total de la operaci¨®n hab¨ªa escalado hasta cerca de los 1.000 millones.
El transbordador y la estaci¨®n espacial, dos proyectos fara¨®nicos que drenaron fondos de otros programas m¨¢s modestos. El transbordador nunca cumpli¨® sus promesas de econom¨ªa y agilidad de lanzamientos; la ISS, cuya construcci¨®n supuso unos 100.000 millones de d¨®lares, tiene un alt¨ªsimo coste de mantenimiento anual: del orden de 5.000 millones, diez veces mayor de lo que se invierte en investigaci¨®n y ciencia. Los m¨¢s veteranos de la NASA recuerdan esos casos y cruzan los dedos para que las ambiciones de Musk de ir a Marte no se conviertan en un nuevo elefante blanco en la historia de la agencia espacial estadounidense.
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