Mar¨ªa Casares: el glorioso cine de la actriz exiliada que se convirti¨® en la gran dama del teatro franc¨¦s
Una biograf¨ªa repasa la vida de una int¨¦rprete cuyo brillo en los escenarios oscureci¨® sus papeles para la gran pantalla en pel¨ªculas de Bresson, Carn¨¦ o Cocteau. Repasamos sus cinco trabajos principales
Fue una de las grandes damas del teatro franc¨¦s del siglo XX, pero era espa?ola, e hija de Santiago Casares Quiroga, pol¨ªtico fundamental durante la II Rep¨²blica, presidente del Consejo de Ministros en el momento del golpe de Estado que provoc¨® la Guerra Civil espa?ola. Mar¨ªa Casares (1922-1996) tuvo que ...
Fue una de las grandes damas del teatro franc¨¦s del siglo XX, pero era espa?ola, e hija de Santiago Casares Quiroga, pol¨ªtico fundamental durante la II Rep¨²blica, presidente del Consejo de Ministros en el momento del golpe de Estado que provoc¨® la Guerra Civil espa?ola. Mar¨ªa Casares (1922-1996) tuvo que marchar al exilio junto a su madre y lleg¨® a Par¨ªs un d¨ªa antes de cumplir 14 a?os, el 20 de noviembre de 1936. Desde entonces, experiment¨® una vida de pel¨ªcula que la escritora francesa Anne Plantagenet narra en La ?nica. Mar¨ªa Casares, biograf¨ªa reci¨¦n editada por Alba.
Amante adolescente del jovenc¨ªsimo amante de su madre, el militante trotskista Enrique L¨®pez Tolentino, al que hac¨ªan pasar por su hermano en las reuniones sociales y en las declaraciones a la prensa, y posterior amante durante 16 a?os y hasta su muerte del escritor Albert Camus, Mar¨ªa se fue convirtiendo, con un ¨ªmpetu gigantesco y una actitud vital dram¨¢ticamente libre, en una estrella del teatro que solo puntualmente se acercaba al cine. Eso s¨ª, en su no demasiado amplia filmograf¨ªa se acumulan las actuaciones c¨¦lebres que han pasado a la historia del cine mundial. Las turbulentas relaciones sentimentales en la vida real de Casares tuvieron un espejo art¨ªstico en algunos de sus grandes papeles en celuloide, de ¡°actriz tr¨¢gica, pose¨ªda y vibrante¡±, en palabras de Plantagenet, a las ¨®rdenes de algunos de los grandes nombres del cine franc¨¦s del siglo XX: Marcel Carn¨¦, Robert Bresson, Jean Cocteau.
Su figura, loada en abundantes art¨ªculos de prensa y en relevantes publicaciones ¡ªLos libros arden mal, de Manuel Rivas; Albert Camus y Mar¨ªa Casares: Correspondencia, 1944-1959, entre otros¡ª, es bien conocida. Sin embargo, incluso para buena parte de los cin¨¦filos contempor¨¢neos, su labor art¨ªstica en la gran pantalla a¨²n es demasiado ignorada. Por eso, a la espera de que alguien se lance a componer la gran pel¨ªcula sobre su vida, nos hemos propuesto un repaso por sus cinco principales trabajos. Personajes tan arrebatados como la compleja existencia de una mujer ¨²nica.
¡®Los ni?os del para¨ªso¡¯ (Marcel Carn¨¦, 1945)
La obra cumbre del realismo po¨¦tico franc¨¦s y de la carrera de su director, Marcel Carn¨¦, se asienta en la escritura del adalid del movimiento, el poeta de izquierdas Jacques Pr¨¦vert, y en los decorados del m¨ªtico dise?ador de producci¨®n Alexandre Trauner, que dos d¨¦cadas despu¨¦s acabar¨ªa en Hollywood componiendo la hist¨®rica oficina-colmena de El apartamento. El lirismo que le otorga Pr¨¦vert discurre en una triple vertiente: en la historia en s¨ª; en sus po¨¦ticos di¨¢logos (¡°los actores no son personas, son todos y nadie a la vez¡±), y en las esencias de sus fatalistas personajes. La felicidad parece un territorio inalcanzable para todos ellos, pero especialmente para el precioso papel que interpreta con fe doliente (y casi autobiogr¨¢fica) Casares, en su debut en el cine: de aureola triste y ojos h¨²medos, pero de f¨¦rrea confianza. Una mujer de la que se dice que est¨¢ m¨¢s bella cuando su amor es por fin correspondido durante al menos un tiempo: ¡°No soy hermosa, simplemente soy feliz¡±. Nadie en la pel¨ªcula ama a la persona correcta y por ello todos acaban sumidos en una insuperable aflicci¨®n, en un pat¨ªbulo existencial al que se dirigen con consciencia de estar muriendo por dentro y por fuera. El amor como condena: ¡°?Qu¨¦ prodigioso destino! No ser amado por nadie, ser libre¡±.
Tributo al mundo del teatro, Les enfants du paradis no hace referencia en su t¨ªtulo original a criatura alguna, sino a la expresi¨®n francesa que designa a los espectadores del gallinero, gente m¨ªsera con grandes sue?os, aferrada a las historias de ficci¨®n en los asientos m¨¢s baratos, para no pensar en las penurias de la realidad durante la ocupaci¨®n alemana de Francia. De hecho, la pel¨ªcula fue filmada en circunstancias excepcionales a lo largo de a?o y medio, con continuas interrupciones, y no pudo estrenarse hasta acabada la guerra, con un clamoroso ¨¦xito.
Disponible en Filmin.
¡®Las damas del bosque de Bolonia¡¯ (Robert Bresson, 1945)
Choderlos de Laclos y Denis Diderot escribieron casi al mismo tiempo, en los alrededores del a?o 1780, y en Francia, Las relaciones peligrosas y Jacques el fatalista. Dos novelas sobre el sentido de lo libertino, articuladas por sendas e hist¨®ricas manipulaciones sentimentales, sobre todo en sus famosas adaptaciones cinematogr¨¢ficas: Las damas del bosque de Bolonia y Las amistades peligrosas. H¨¦l¨¨ne y la marquesa de Merteuil, Casares y Glenn Close, comparten plan maestro y juegos de avaricia sexual y moral. Ambas est¨¢n odiosas, y perfectas.
Bresson adapt¨® a Diderot, con di¨¢logos de Jean Cocteau, pensando siempre en Mar¨ªa como la perfecta arp¨ªa que se venga de un amante que ya no la ama. Como en Los ni?os del para¨ªso y m¨¢s tarde en Orfeo, la actriz espa?ola es la mujer que ama y no es correspondida, como una cruel expansi¨®n de lo que en cierto modo fue su vida personal en torno a Camus, abocada a ser la otra. ¡°El amor no existe. Solo las muestras de amor¡±, dice una de las frases m¨¢s terribles del relato, filmado por Bresson en un rodaje muy dificultoso durante la primavera de 1944, tambi¨¦n interrumpido por las bombas alemanas. Casares, que en esos d¨ªas preparaba el estreno en las tablas de la hist¨®rica El malentendido, de y con Camus, y que en cierto modo desde?aba el cine, sus interrupciones y sus restricciones, nunca parec¨ªa contenta con sus pel¨ªculas. De hecho, sol¨ªa hablar mal de Bresson, y Plantagenet dice en su libro que incluso lo odiaba, entre otras cosas porque la obligaba a beber para conseguir de ella lo que pretend¨ªa. No es de extra?ar el choque entre el artista de la renuncia a cualquier artificio y el estilo teatral, brillante y ampuloso de la mujer ya venerada en las tablas. Aun as¨ª, la pel¨ªcula, sobre el peligro de la dependencia en el amor y la mezquindad de una sociedad que nunca olvida los errores, es portentosa.
Disponible en Filmin.
¡®Orfeo¡¯ (Jean Cocteau, 1950)
La leyenda de Orfeo: el hombre que baj¨® a los infiernos para recuperar a su esposa Eur¨ªdice, y solo pudo salir de all¨ª con la condici¨®n de no poder mirarla m¨¢s. Pero la mir¨® y fue despedazado. Cocteau confirma la atemporalidad de las leyendas con un inframundo burocratizado y una ambientaci¨®n alrededor del mundo literario, en el Caf¨¦ de los Poetas, el lugar ¡°que se cree el centro del universo¡±, continuas luchas de egos y de aspiraciones, casi siempre vanas, y otras tantas, m¨ªseras: ¡°Poeta es el que escribe sin ser escritor¡±. Orfeo, interpretado por Jean Marais, amante en la vida real del poeta, dramaturgo, ensayista, pintor y cineasta Cocteau, vende su alma al diablo para seguir componiendo poemas sublimes. La perdici¨®n del artista, tan cercana a todos los que estaban haciendo la pel¨ªcula.
Casares es, directamente, la Muerte. As¨ª, con may¨²sculas. Dur¨ªsima, incluso canalla en su gesto, pero con una dulzura especial cuando acaba enamorada de Orfeo y pierde su naturaleza, su compostura, su frialdad. Una Muerte disfrazada de editora literaria, que no se mueve por el mundo con la guada?a al hombro porque entonces la reconocer¨ªan. Y una mujer juzgada por sus propios mandos en el infierno a causa de haberse extralimitado en su trabajo. A la Muerte le est¨¢ prohibido amar y ha amado. Es el fin.
Disponible en Filmin y Amazon.
¡®El testamento de Orfeo¡¯ (Jean Cocteau, 1960)
Diez a?os despu¨¦s de Orfeo, Cocteau se transforma en protagonista y ya no necesita un actor que exponga sus ideas: lo hace ¨¦l directamente en pantalla, y subtitula su pel¨ªcula O no me pregunten por qu¨¦, como una suerte de arrebatadora personalidad no apta para explicaciones. Como dice ¨¦l mismo en la voz en off: ¡°Mi pel¨ªcula no es m¨¢s que un striptease que revela mi alma desnuda¡±. Los poetas, ¡°que saben cosas temibles¡±. Cocteau reconstruye el tiempo con sucesivas tomas con la imagen hacia atr¨¢s y, junto con una pl¨¦yade de estrellas en cameos variopintos, cuenta de nuevo con Casares para interpretar a La Muerte. En un juicio contra el poeta, ante un infernal tribunal comandado por el personaje de Mar¨ªa, Cocteau reconoce haber querido saltar la misteriosa cuarta pared sobre la cual los hombres escriben sus amores y sus sue?os. Rebelde, audaz, hace de la desobediencia un sacerdocio. Fumando sin cesar, en una ¨¦poca en la que en su vida real se alimentaba de varias cajetillas de tabaco al d¨ªa, Casares o, mejor, su papel en la pel¨ªcula, est¨¢ condenada tras la transgresi¨®n de la primera Orfeo a la peor de las penas: la de juzgar.
M¨¢s que El testamento de Orfeo, es el testamento de Cocteau, y por all¨ª pasan compartiendo fotogramas, entre un par de hermosas secuencias de flamenco y una banda de cornetas y tambores, Pablo Picasso, su esposa, Jacqueline Roque, Luis Miguel Domingu¨ªn y Luc¨ªa Bos¨¦.
Disponible en Plex.tv y en DVD editado por Universal.
¡®La lectora¡¯ (Michelle Deville, 1988)
Deliberadamente provocativa y sensual, con varias capas narrativas de compleja estructura en diferentes niveles, con ficciones dentro de una ficci¨®n, La lectora es m¨¢s francesa que la propia Francia. Y posee un cl¨ªmax org¨¢smico: el momento en que uno de los protagonistas, un chaval en silla de ruedas que apenas sale de casa, tiene una eyaculaci¨®n precoz mientras la voz de su lectora recita un libidinoso texto de Guy de Maupassant.
Casares, pelo negro cort¨ªsimo, interpreta con gracia y arrojo a una mujer ciega a la que le encantan los autores rusos. Una marxista-leninista de gran expresividad que, quiz¨¢ como un gui?o metacinematogr¨¢fico introducido por Deville, su director y guionista, acaba hablando con su lectora particular de los poemas de Jacques Pr¨¦vert, el escritor comunista que dio aliento l¨ªrico al realismo po¨¦tico franc¨¦s, y que hab¨ªa escrito Los ni?os del para¨ªso, el debut cinematogr¨¢fico de la espa?ola. Gracias a este papel, Mar¨ªa consigui¨® su ¨²nica nominaci¨®n al Cesar, en la categor¨ªa de actriz de reparto. Se despidi¨® del cine en 1995, un a?o antes de su muerte, con La otra Am¨¦rica, de Goran Paskaljevic.
Disponible en DVD editado por Filmax.