Jon Lee Anderson, periodista: ¡°No puedo descartar una guerra civil en EEUU¡±
El reportero de ¡®The New Yorker¡¯ publica una recopilaci¨®n de cr¨®nicas. Tras abandonar X sostiene: ¡°Las redes sociales son una marisma t¨®xica¡±
Jon Lee Anderson (California, 67 a?os), reportero de The New Yorker, autor de numerosos libros, bi¨®grafo del Che Guevara y de Fidel Castro, habla en un castellano tan divertido como colorista: es uno de los periodistas que mejor conocen Am¨¦rica Latina y mantiene un lazo, familiar y sentimental, con Granada, donde vivi¨® muchos a?os. Toda esa historia de idas y venidas a trav¨¦s del Atl¨¢ntico y de los Andes ha dejado una huella en su forma de hablar, con giros y acentos mezclados de muchos pa¨ªses. Su verbo contiene lo que Carlos Fuentes llam¨® el ¡°territorio de la Mancha¡±. Visit¨® Madrid y Barcelona para presentar He decidido declararme marxista (Debate), el primer tomo de una recopilaci¨®n de sus cr¨®nicas ¡ªno es exagerado decir que es una de las cumbres del periodismo de nuestro tiempo¡ª y un breve ensayo, Aventuras de un joven vagabundo por los muelles (Anagrama).
Pregunta. Su reportaje favorito en esta recopilaci¨®n de periodismo es ¡®Una orilla distante¡¯, en el que narra un encuentro en Per¨² con una tribu no contactada [los ind¨ªgenas que no quieren entrar en contacto con el mundo exterior]. ?Por qu¨¦?
Respuesta. Yo empec¨¦ en la Amazon¨ªa como periodista. Entonces no se hablaba de no contactados, sino de indios bravos. Lo hice durante mi adolescencia y tan pronto tuve independencia organic¨¦ mis propias expediciones en la Amazon¨ªa peruana. Mis primeras cr¨®nicas son de ah¨ª en los a?os ochenta. En 2015, pude presenciar los primeros contactos entre gente de este mundo y gente del mundo originario, literalmente, gente desnuda frente al mundo. Fue una cosa estremecedora.
P. ?Tenemos motivos para temer por la democracia en Estados Unidos?
R. Creo que s¨ª. Con Trump 2.0 todos los d¨ªas vemos pronunciamientos amenazantes. No con adversarios de Estados Unidos, sino con pa¨ªses vecinos con los que ya tiene pactos y relaciones de profunda amistad, como son Canad¨¢ y M¨¦xico. Eso, por un lado. Y por otro, los nombramientos que va haciendo, que parecen una burla. Es como mandar un lobo a cuidar un reba?o de ovejas. Hay gente que dice que no puede expulsar a millones de personas, como ha prometido, pero el hombre que est¨¢ a su lado, Stephen Miller, es un ap¨®stol de las deportaciones y ha prometido que esta vez s¨ª van a construir grandes campamentos masivos, esencialmente campos de concentraci¨®n, guardando las distancias, con lo que significa eso. Podr¨ªa seguir as¨ª, contando las mil maneras por las que me preocupa Trump.
P. ?Y podr¨ªamos pensar en la posibilidad de una guerra civil en Estados Unidos?
R. Desde la mitad del Trump 1 empec¨¦ a pensar en guerra civil en Estados Unidos, pero lo guard¨¦ para m¨ª mismo. No lo compart¨ª salvo con un par de personas muy cercanas, porque decirlo en p¨²blico me parec¨ªa demasiado. Es un tipo vengativo, siempre ha sido su forma de conducirse. Este hombre es antidemocr¨¢tico, es un peligro. S¨ª preveo problemas. El l¨ªo es que Estados Unidos, a diferencia de un pa¨ªs europeo, es un pa¨ªs muy violento, muy armado. Hay que recordar que hay m¨¢s de tres millones de estadounidenses que en a?os recientes tuvieron experiencia en combate en Irak y Afganist¨¢n. Por primera vez en mi vida, no puedo descartar esa posibilidad.
P. En uno de los libros fundacionales del reporterismo, Despachos de guerra, Michael Herr dec¨ªa sobre el conflicto de Vietman que al igual que era una guerra que no se pod¨ªa ganar con t¨¢cticas convencionales, tampoco se pod¨ªa contar con periodismo convencional. ?Cree que estamos viviendo una revoluci¨®n similar? ?Hasta qu¨¦ punto ha cambiado el periodismo?
R. En su esencia, dir¨ªa que no ha cambiado. Las cr¨®nicas son la forma escrita de la historia oral que en los tiempos antiguos se contaba alrededor de la fogata. Y se convierten en versiones can¨®nicas de nuestra realidad. Lo que han cambiado, obviamente, son las cosas m¨¢s temporales. Quiz¨¢s lo m¨¢s preocupante ahora es la propagaci¨®n de la noci¨®n de que somos mentirosos. Eso viene de los populistas. Tenemos a millones de personas que creen que somos mentirosos y que reciben su informaci¨®n de qu¨¦ s¨¦ yo qu¨¦ sitios: influencers o tiktoks. El gran desaf¨ªo es mantener la convicci¨®n de que somos valiosos y honestos.
P. He decidido declararme marxista. Creo que este t¨ªtulo, en 2024, necesita alg¨²n tipo de explicaci¨®n¡
R. Consid¨¦ralo una provocaci¨®n general. Y hay alguna gente que me dice: ¡°Bien hecho, Jon, que en estos tiempos del retorno del fascismo te afirmes as¨ª¡±. El periodista se supone que guarda sus referencias pol¨ªticas, que es imparcial. Yo estoy diciendo que ninguno de nosotros es imparcial. Tenemos nuestras simpat¨ªas y tenemos nuestras antipat¨ªas. Publico este libro en la misma semana en que he entregado a The New Yoker un perfil con acceso de Javier Milei, que es un anticomunista. Esto viene de una anotaci¨®n al margen de un diario que yo escrib¨ª a los 13 a?os y viendo lo que pasaba en ese momento en Am¨¦rica Latina, en ?frica, sent¨ª una simpat¨ªa hacia los marxistas, que tend¨ªan a ser los ¨²nicos que pon¨ªan el pecho ante los sistemas m¨¢s odiosos sobre la faz de la tierra.
P. Usted dijo en una entrevista en el programa de la SER A vivir que son dos d¨ªas que las redes sociales son como el fentanilo y que por eso las hab¨ªa abandonado¡
R. Por un lado, son adictivas. Cada vez que miras lo que te ha entrado en la cajita esa o que alguien te ha dado like. Pero tambi¨¦n est¨¢ el aspecto t¨®xico. Elon Musk ha hecho de X una plataforma para la ultraderecha. Las redes sociales son la marisma m¨¢s t¨®xica que se puede contemplar en el mundo. S¨¦ que muchos colegas, sobre todo j¨®venes, dependen de las redes sociales para tener una voz. Pero ?ojo! Tal vez Bluesky es la respuesta sana a una plataforma como X. Pero bueno, son aguas muy turbulentas.
P. ?Por qu¨¦ cree que Espa?a nunca ha sido capaz de cerrar su pasado? Es un tema que trata en su reportaje de 2009 ¡®La tumba de Lorca¡¯, que tambi¨¦n est¨¢ recogido en esta recopilaci¨®n.
R. Yo creo que tiene que ver con el hecho de que Franco no solamente logr¨® con sangre y fuego su victoria en el a?o 39, sino que sigui¨® gobernando a partir de ese acto de terror singular durante casi 40 a?os m¨¢s. Y logr¨® moldear a la mayor¨ªa de los espa?oles a su antojo. Muchos espa?oles hablan de la ¨²ltima parte del franquismo como la dictablanda, y lo fue comparado con los a?os 40: no hab¨ªa campos de concentraci¨®n, ni fusilamientos constantes. Aunque hay que recordar que solo cuatro o cinco meses antes de que muriese tambi¨¦n mand¨® a garrote a dos disidentes de su dictadura. Sac¨® pecho frente al mundo con un instrumento de la Edad Media. Creo que los espa?oles llegaron a sentirse c¨®modos mientras ¨¦l los dej¨® sentirse c¨®modos. Aunque si preguntabas sobre d¨®nde hab¨ªa desaparecido el abuelo, eso te pon¨ªa en peligro y durante muchas d¨¦cadas significaba que t¨² estabas ligado a los rojos. Entonces los padres pasan a los hijos sus temores y los hijos los replican. En muchos casos, hubo que esperar casi un cuarto de siglo despu¨¦s de la muerte de Franco, para que los nietos de los desaparecidos, que son muchos, empezasen a preguntar d¨®nde estaba su abuelo enterrado. Nadie en todos esos a?os se atrev¨ªa a preguntar en p¨²blico, ni lo solucion¨® la clase pol¨ªtica que hizo la Transici¨®n. No hicieron nada por si las moscas. Porque, vaya, el monstruo est¨¢ ah¨ª y no hay que despertarlo. Lamentablemente, ese temor colectivo hizo que los espa?oles no se encargaron de resolver sus demonios.
P. ?Qu¨¦ puede hacer que una sociedad pivote hacia la violencia?
R. Creo que en muchos pa¨ªses, adem¨¢s de en todas las religiones principales, la violencia est¨¢ legitimada, es decir, la noci¨®n de h¨¦roes y m¨¢rtires. Todas las naciones pudieron ser posible a partir de actos de violencia y de ah¨ª vino la libertad o la paz, fueron hechos de sangre que hicieron que ese pa¨ªs sea democr¨¢tico. Est¨¢ muy enquistado en nuestra psique colectiva, que ha habido violencia de una forma u otra. Lo conservamos como el ¨²ltimo reducto de salvaci¨®n, tenemos una relaci¨®n patol¨®gica con la violencia. Est¨¢ incorporado un poco en el cuerpo c¨ªvico que la violencia es posible. Y hemos regalado a los gobiernos la potestad tambi¨¦n de utilizar violencia en contra de nosotros por los pactos acordados a trav¨¦s de los siglos. Y en t¨¦rminos m¨¢s temporales, hablando de figuras actuales, vuelvo a Donald Trump, que sabe d¨®nde est¨¢n los prejuicios de las poblaciones. Solo falta alguien que sepa sacar los fantasmas del pasado, incluyendo las violencias. Y eso es lo que ha hecho en Estados Unidos. Ha vuelto a hacer aparecer fantasmas que pens¨¢bamos que estaban guardados. La violencia flota de nuevo en su verbo y en la gente alrededor de ¨¦l. Es un grupo amenazante que utiliza lenguaje violento y promete actos de violencia en la propagaci¨®n de sus ideas, una vez que est¨¢n en el poder. Y vuelvo a la pregunta anterior. Me preocupa mucho. No descarto que haya violencia en Trump 2.0 por esos mismos factores.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.