El primer libro espa?ol sobre Stephen Sondheim: gu¨ªa apasionada de las mejores canciones del teatro musical
El acad¨¦mico Alberto Mira firma, en ¡®El teatro musical de Stephen Sondheim¡¯, un tomo que permite al lector espa?ol aproximarse al genio estadounidense
El mel¨®mano espa?ol intrigado por conocer las canciones de Stephen Sondheim, el compositor-dramaturgo estadounidense m¨¢s aclamado de todos los tiempos, sobre todo despu¨¦s de su muerte a finales de 2021, deber¨¢ reunir una serie de requisitos indispensables. Saber ingl¨¦s, para empezar, y no solo el suficiente para seguir las complejas tem¨¢ticas de ...
El mel¨®mano espa?ol intrigado por conocer las canciones de Stephen Sondheim, el compositor-dramaturgo estadounidense m¨¢s aclamado de todos los tiempos, sobre todo despu¨¦s de su muerte a finales de 2021, deber¨¢ reunir una serie de requisitos indispensables. Saber ingl¨¦s, para empezar, y no solo el suficiente para seguir las complejas tem¨¢ticas de los 16 musicales que este neoyorquino complet¨® en sus 91 a?os, sino tambi¨¦n para apreciar los juegos de palabras intraducibles y las rimas acrob¨¢ticas que llenan sus letras de ambig¨¹edades y contradicciones, tan h¨¢biles que en su d¨ªa dejaron al mism¨ªsimo Cole Porter impresionado.
Hay que dominar de m¨²sica: ayuda saber que una canci¨®n de musical cl¨¢sico comprende 32 compases, que es pastiche de estilos ya existentes, y que por eso hay tanto trasvase entre Broadway y las radiof¨®rmulas, pero lo que realmente sirve aqu¨ª es conocer a Rajm¨¢ninov, Debussy, Britten, Stravinski, Copland, Prokofiev, y, sobre todo, Ravel, por su forma de jugar con las armon¨ªas, los ritmos y las texturas, de retorcer melod¨ªas y deformar estructuras para darle a cada comp¨¢s su propio peso dram¨¢tico: Sondheim juega con esas herramientas e inventa algunas propias, sus pastiches son de estilos musicales completamente ajenos a las radiof¨®rmulas y rara vez escribe canciones de 32 compases.
Y hay que saber de teatro, por si fuera poco, porque este material tan laboriosamente escrito cobra sentido solo cuando un actor lo recita en un momento concreto de una obra concreta, porque Sondheim traslada a la m¨²sica trucos de Ch¨¦jov, Harold Pinter o Edward Albee: en sus canciones, un personaje puede sentir dos cosas a la vez y admitir solo una, mentir sobre la dos o pretender que lo haga otro. O¨ªr el ¨¢lbum de un musical fuera de contexto suele resultar confuso; en el caso de este compositor, a ratos parece directamente chirriante.
El atribulado mel¨®mano espa?ol, en fin, tiene trabajo por delante si pretende abordar a Sondheim pero, a cambio, se le recompensar¨¢ con el torrencial talento de uno de los mayores genios del siglo XX estadounidense, autor de obras y canciones desbordantes de belleza compleja y sabia, galardonadas por el Pulitzer, el Oscar, el Laurence Olivier, ocho Tony o la Medalla Presidencial de la Libertad. Alguien a quien en teatro musical se suele comparar con Eur¨ªpides, por la forma en que, como el griego, fue capaz de amalgamar y multiplicar las posibilidades del g¨¦nero.
Pero ahora el mel¨®mano en cuesti¨®n tiene una v¨ªa m¨¢s directa al genio de Sondheim: el libro El teatro musical de Stephen Sondheim (Akal M¨²sica) no es un tomo m¨¢s de los much¨ªsimos que se vienen editando sobre el compositor desde su muerte. Es el primero escrito por un espa?ol, el acad¨¦mico valenciano Alberto Mira (Alzira, 59 a?os), quien no solo re¨²ne las cualidades arriba mencionadas, sino que a?ade una m¨¢s, que le convierte en el divulgador perfecto: una vida entera, casi literalmente, dedicada a la m¨²sica de su ¨ªdolo. ¡°He crecido con las canciones y esa aventura no la tienes con mucha gente¡±, defiende al tel¨¦fono desde Londres este profesor de cine en la Oxford Brookes University. Las canciones de Sondheim, dice, tienen tan buena factura que su significado muta con los a?os. Por eso pueden acompa?ar a lo largo de d¨¦cadas sin perder frescura.
¡°El libro es para la gente que sienta que en Espa?a se hablaba con superioridad de Sondheim¡±, admite Mira. ¡°Se trata de tender un puente entre la percepci¨®n que se tenga de ¨¦l en EE UU y en Espa?a¡±. A lo largo de 315 p¨¢ginas, el autor logra el imposible de traducir al espa?ol el intraducible estilo de Sondheim: c¨®mo se dio a conocer en 1957 como letrista en West Side Story, de Leonard Bernstein, y c¨®mo evolucion¨® su tino teatral componiendo musicales de tem¨¢tica tan dispar como los apegos en la era del amor libre (Company, 1970), el paso del tiempo (Follies, 1971), una adaptaci¨®n de Ingmar Bergman (A Little Night Music, de 1973, bebe de Sonrisas de una noche de verano), otra de un penny dreadful jacobino (Sweeney Todd, de 1979, sobre un barbero que deg¨¹ella a sus clientes) y una que musicaliza un cuadro puntillista (Un domingo por la tarde en la isla de la Grand Jatte, de Georges Seurat, es Sunday in the Park With George).
Y si el libro logra explicar una trayectoria tan amplia es gracias a una cuesti¨®n de dise?o: no pretende ser un manual de instrucciones para entender al compositor, ni es un ladrillo de teor¨ªa musical, sino un libro sobre un pu?ado de momentos teatrales concretos. La epifan¨ªa de una mujer adinerada y aburrida que va, como m¨ªnimo, por su cuarta copa. El discurrir de un pintor que intenta justificar su fascinaci¨®n con su propio mundo interior en contraposici¨®n con el exterior. El afeitado que el barbero Sweeney Todd le realiza a su mayor enemigo con toda la intenci¨®n de rebanarle el pescuezo al final. Para explicar a fondo, en toda su sondheimiana complejidad, en estas vi?etas Mira acaba describiendo t¨¦cnicas y herramientas, credos art¨ªsticos y etapas personales. Haciendo manejable lo inmanejable. Retratando al genio.
¡°Est¨¢ centrado en la cuesti¨®n teatral, y no en otras como podr¨ªa ser la ling¨¹¨ªstica, algo que me han afeado algunos amigos, pero es que el teatro me permit¨ªa explicar mejor el talento de Sondheim. ?l es un enorme dramaturgo musical, alguien capaz de hacer que, en una canci¨®n, alguien exprese una caracterizaci¨®n compleja [cita The Story of Jessie and Lucy, de Follies y My Friends, de Sweeney Todd], el desarrollo de toda una idea [Finishing the Hat en Sunday in the Park with George], o un momento dram¨¢tico. Nos puede gustar una canci¨®n m¨¢s que otra pero Sondheim es un incre¨ªble dramaturgo. Nadie lo hace tan bien. Es todo muy anglosaj¨®n y usa mitolog¨ªas muy anglosajonas y por eso me centro en exponer qu¨¦ materiales utiliza¡±.
El libro corona una relaci¨®n de d¨¦cadas entre Mira y la obra de Sondheim. Seguirla es entender, tambi¨¦n, la relaci¨®n de Espa?a con el teatro musical. ¡°Mi primer contacto con ¨¦l fue en La calle 42, un programa sobre musicales de Radio Nacional de Espa?a, donde Concha Barral y Josep Mar¨ªa Pou hablaron de A Little Night Music. Yo entonces era muy joven y ya sabes lo importante que son la m¨²sica y las pel¨ªculas que te llegan antes de los 25 a?os¡±. En aquella ¨¦poca sin internet, cualquier inter¨¦s por los musicales abocaba a cualquiera a una vida a contracorriente, rascando material donde pudiera en rincones minoritarios. ¡°No hab¨ªa nada. No digo que trajeran las obras a Espa?a, es que ibas a El Corte Ingl¨¦s y no hab¨ªa nada en la secci¨®n de discos, m¨¢s all¨¢ de lo ¨²ltimo del pop. Ahora puedes ver cualquier funci¨®n cl¨¢sica de Sondheim en YouTube en cualquier momento. En esta ¨¦poca no ten¨ªas nada¡±.
En 1987, Mira viaj¨® al Reino Unido y descubri¨® Dress Circle, tienda especializada en musicales, as¨ª como los establecimientos de m¨²sica de Dean Street, donde no solo pudo adquirir aquellos discos imposibles sino los guiones que contextualizaban las canciones e, incluso, grabaciones de algunas representaciones legendarias. ¡°Se me fue una fortuna en aquellos a?os. Todav¨ªa me encuentro a los dependientes de Dress Circle cuando voy al teatro¡±, rememora.
¡°En los noventa, cuando conoc¨ªas a alguien, para ponerlo a prueba, soltabas el nombre de Sondheim a ver c¨®mo reaccionaba¡±, recuerda Mira. El club de fans espa?ol del compositor, que todav¨ªa no contaba con el visto bueno ni de la cr¨ªtica ni del p¨²blico, era reducido pero apasionado. A la cabeza estaba Mario Gas, quien dirigi¨® las superlativas adaptaciones al catal¨¢n y castellano de Sweeney Todd, en 1995 y 1998 respectivamente (as¨ª como una interesante Golfus de Roma, con Javier Gurruchaga, en 1993, y una brillante Follies en 2012), y quien ten¨ªa contacto directo con ¨¦l. ¡°Jorge Fiestas escrib¨ªa de ¨¦l en su columna en Fotogramas, Josep Mar¨ªa Pou se pasaba la vida yendo a Londres y hab¨ªa un se?or en Girona, Pere Garc¨ªa, que por lo visto hab¨ªa acudido en los setenta las producciones cl¨¢sicas: vio Follies en 1971¡±, rememora Mira. Y deja de contar.
Todo esto ha cambiado. La industria cultural europea ya no mira al musical como un g¨¦nero chico venido a m¨¢s, sino como una expresi¨®n teatral de primer orden. Espa?a, Madrid en concreto, acusa esta transformaci¨®n con el estreno de, como m¨ªnimo, una docena de musicales nuevos cada a?o. Antonio Banderas produjo, a trav¨¦s de su compa?¨ªa Teatro del Soho, Company en 2021 protagonizado por ¨¦l mismo. Hace unos meses estren¨® en M¨¢laga Gypsy, de la que Sondheim escribi¨® la letra. Se estrenar¨¢ en Madrid en febrero.
Y quien no quiera someterse a las traducciones y prefiera rebuscar en v¨ªdeos de producciones cl¨¢sicas de Sondheim se encontrar¨¢ en esos repartos con caras conocidas. Habr¨¢ visto muchas en series: ¡°La televisi¨®n siempre ha bebido de actores teatrales: Angela Lansbury estren¨® dos sondheims antes de Se ha escrito un crimen. Audra McDonald, de The Good Fight, est¨¢ haciendo Gypsy ahora en Broadway y hab¨ªa hecho otros tres sondheims antes. ?Patti LuPone!¡±, exclama, en referencia a la leyenda de las tablas estadounidenses, ahora conocida por las series de Marvel y por haber fichado en And Just Like That. ¡°Tambi¨¦n los actores comerciales buscan prestigio a trav¨¦s de Sondheim: Jake Gyllenhaal fue Seurat en Sunday in the Park with George [entre 2017 y 2020] y, ahora, Daniel Radcliffe [Harry Potter] ha ganado el Tony por hacer Merrily We Roll Along¡±.
Adentrarse en la obra de Stephen Sondheim desde Espa?a ya no supone vivir a contracorriente, pertenecer a un club minoritario y hambriento donde el apellido del compositor hac¨ªa de carnet de un club privado, un sitio donde cuatro personas con opini¨®n propia coincid¨ªan en una forma de entender la m¨²sica, el teatro y la est¨¦tica de una manera concreta. Ahora es la primera parada en un viaje largo a una disciplina, el del teatro musical, cada d¨ªa menos chirriante. Y en esa transformaci¨®n, atestiguando el antes y el despu¨¦s, est¨¢ El teatro musical de Stephen Sondheim.