La sociedad da la espalda a la propiedad: usuarios de todo; due?os de nada
Un cambio en los h¨¢bitos de consumo de los ciudadanos est¨¢ transformando la econom¨ªa y las empresas. Bien por necesidad bien por convencimiento, los ciudadanos relegan la adquisici¨®n de objetos en favor del arrendamiento de servicios.
Olvide la forma en la que ha gastado su dinero hasta ahora y resetee. Los h¨¢bitos de consumo de la sociedad est¨¢n cambiando a un ritmo fren¨¦tico. Las prioridades se han dado la vuelta como un calcet¨ªn. Las cosas ya no se compran, ni se acumulan; ahora se alquilan, como y cuando uno quiere. Las plataformas digitales perpet¨²an este fen¨®meno, que impacta de lleno en el modelo econ¨®mico por su car¨¢cter deflacionista y el riesgo de precarizaci¨®n en el mercado laboral. Tambi¨¦n pone contra las cuerdas a las empresas tradicionales, que deben adaptarse con celeridad para seguir siendo competitivas. Y a los Gobiernos, que no pueden dilatar por m¨¢s tiempo la regulaci¨®n de la denominada econom¨ªa de las plataformas.
La nueva sociedad del alquiler, de la suscripci¨®n y del pago por acceso es ya una forma de vida para millones de personas en todo el mundo, especialmente para los m¨¢s j¨®venes. Ellos muestran menos apego a la propiedad, son m¨¢s digitales y tienen m¨¢s conciencia medioambiental. Aunque en demasiadas ocasiones es la necesidad ¡ªpor la precariedad laboral y salarial¡ª quien gu¨ªa sus decisiones de consumo. Se alquilan viviendas y coches, sobre todo. Pero el fen¨®meno se extiende a m¨¢s productos y servicios: ropa, oficina, licencias de software, herramientas de bricolaje, muebles y electrodom¨¦sticos, piscinas, terrazas, trasteros, luz o joyas. Todo lo que pueda imaginar se puede alquilar o usar mediante una suscripci¨®n; y si no es posible hoy, lo ser¨¢ muy pronto.
¡°Ahora es tan com¨²n que pocas personas piensan en ello, pero sus libros, m¨²sica y pel¨ªculas favoritos est¨¢n en la nube y no en el estante de su apartamento, por cortes¨ªa de iTunes, Netflix y Amazon¡±, escribe Joseph Coughlin, director del Instituto de Tecnolog¨ªa de Massachusetts AgeLab, en la revista Forbes bajo el t¨ªtulo Having It All, But Owning None Of It: Welcome To The Rentership Society ("Tenerlo todo y no tener nada: bienvenido a la sociedad del alquiler"). Estos gigantes son los que han marcado el camino. Netflix ha llevado la suscripci¨®n de series a 140 millones de hogares de todo el planeta y Spotify tiene 108 millones de suscriptores premium.
Es la primera ola del gran tsunami que recorre el mundo. ¡°La tendencia es irreversible y solo estamos en las primeras etapas¡±, asevera Antonio Pedraza, presidente de la Comisi¨®n Financiera del Consejo General de Economistas. Y remata: ¡°La propiedad est¨¢ pasando de moda¡±.
Tambi¨¦n en Espa?a, un pa¨ªs tradicionalmente basado en la cultura de la propiedad. Aqu¨ª operan unas 400 plataformas que ofrecen servicios bajo tres modelos: colaborativo, bajo demanda y de acceso, se?ala Jos¨¦ Luis Zimmermann, director general de Adigital (Asociaci¨®n Espa?ola de la Econom¨ªa Digital). La mayor¨ªa se centra en movilidad (coche, moto, patinete¡) y turismo (alquiler de casas a turistas a trav¨¦s de plataformas como Airbnb o Rentalia).
La econom¨ªa de las plataformas representa ya un 1,4% del PIB espa?ol y la cifra podr¨ªa duplicarse en 2025, hasta alcanzar entre un 2% y un 2,9%, seg¨²n un estudio de la Fundaci¨®n EY. El avance en apenas tres a?os ha sido tremendo. ¡°En 2016 tuvo una contribuci¨®n cercana al 0,2% del empleo y al 0,3 % del PIB de Espa?a¡±, indica Enrique Porta, socio responsable del sector Consumo y Retail para Management Consulting de KPMG en Espa?a, echando mano de una estimaci¨®n de la Comisi¨®n Europea. Pero las cifras de la nueva sociedad del alquiler se quedan obsoletas de un d¨ªa para otro.
¡°Es un fen¨®meno imparable en todos los ¨¢mbitos de la sociedad y del consumo¡±, a?ade Porta. Hace tres a?os, la consultora PwC calculaba que solo la econom¨ªa colaborativa tendr¨ªa un volumen de negocio mundial de 570.000 millones de d¨®lares (unos 491.000 millones de euros) en 2025. Estas cifras ya se podr¨ªan haber quedado cortas. ¡°Cualquier dato de penetraci¨®n y n¨²mero de usuarios se va a incrementar de forma exponencial en el futuro, ya que son mercados todav¨ªa inmaduros con un perfil de cliente early adopters, millennials o generaciones j¨®venes totalmente digitales. Poco a poco ir¨¢n entrando perfiles de usuarios de mayor edad¡±, comenta Anna Merino, directora de Strategy & Economics de PwC.
De hecho, ya han entrado. Hay consumidores con 40 a?os que alquilan el despacho en centros de coworking y un coche para los fines de semana. ¡°La gente no necesita tener un autom¨®vil que usa menos del 5% del tiempo. Necesita ir de A a B. Lo mismo ocurre con electrodom¨¦sticos, productos electr¨®nicos, ropa e incluso edificios¡±, opina Ida Auken, pol¨ªtica danesa y miembro del Parlamento del Partido Liberal Social. En un discurso pronunciado en el Foro Econ¨®mico Mundial en 2016 ya fantaseaba con la sociedad del alquiler que est¨¢ por llegar: ¡°Bienvenido a 2030. No tengo nada. No tengo auto. No soy due?o de una casa. No tengo electrodom¨¦sticos ni ropa¡¡±.
El coche pierde tir¨®n
Precisamente el coche es el mejor ejemplo del cambio. La sensaci¨®n de bienestar, ¨¦xito y estatus social asociada a comprar un veh¨ªculo pierde tir¨®n. Los j¨®venes de hasta 29 a?os gastan la mitad en el coche en propiedad: del 11,25% en 2006 al 6,94% en 2018, seg¨²n datos de la Asociaci¨®n Espa?ola de Fabricantes de Autom¨®viles y Camiones (Anfac). Por otro lado, el n¨²mero de personas de entre 18 y 25 a?os que se han sacado el carn¨¦ de conducir ha ca¨ªdo m¨¢s de un 40% en la ¨²ltima d¨¦cada. ¡°La probabilidad de adquirir un autom¨®vil crece cuando lo hace el tama?o familiar, su nivel de ingresos y el n¨²mero de ocupados del hogar¡±, se?ala Juan Ram¨®n Garc¨ªa, economista de BBVA Research.
Y esto sucede muy tarde en Espa?a, as¨ª que la poblaci¨®n urbana de entre 24 y 45 a?os ha descubierto que hay muchas alternativas a la compra. Una que despunta es la suscripci¨®n o el uso por meses sin compromisos a largo plazo. Es lo m¨¢s parecido al pago en Netflix y Spotify. ¡°Se esperan m¨¢s de 16 millones de veh¨ªculos en 2025 bajo este modelo de pago en Europa y que el 10% de los nuevos coches ya se ofrezcan bajo esta modalidad de uso y no de compra para esta fecha¡±, calcula Jos¨¦ Pacheco, uno de los socios fundadores de B4Motion, empresa de movilidad. Bipi ha sido la primera compa?¨ªa en Espa?a en ofrecer una suscripci¨®n bajo esta nueva f¨®rmula y lidera el mercado. Ya tiene 75.000 clientes y m¨¢s de 10.000 coches entregados.
Pero existen otras muchas formas de acceder a un coche sin pr¨¦stamos ni mantenimientos. Es el carsharing y lo hay por minutos (Car2go, Wible, Emov o Zity) o por horas (Respiro, Ubeeqo, Pick & Drive, Getaround). Y parece que las cuentas salen. La Asociaci¨®n Espa?ola de Carsharing (AEC) ha calculado que con unos 7.000 kil¨®metros al a?o ¡ªla media habitual de un coche en Espa?a¡ª, el coste del veh¨ªculo compartido ser¨ªa de unos 2.900 euros anuales. Con uno en propiedad aumentar¨ªa hasta 5.200 euros.
Aunque si hay un servicio que evidencia la traves¨ªa en el desierto de las compras es el renting. Los particulares y aut¨®nomos ¡°han desmitificado que sea un servicio exclusivo de la gran empresa y han optado por esta forma de consumo m¨¢s racional¡±, expresa Agust¨ªn Garc¨ªa, presidente de la Asociaci¨®n Espa?ola de Renting de Veh¨ªculos. Estos clientes se han multiplicado por cinco en los ¨²ltimos tres a?os, con un incremento de 44.708 unidades (24.187 solo en el ¨²ltimo ejercicio). Adem¨¢s, ha calado en usuarios de todas las edades porque ahorran un 10% frente a la adquisici¨®n, dice Garc¨ªa, que recuerda que no se pagan seguros, impuestos ni visitas al taller. Tal es el tir¨®n que el propio Amazon ofrece coches de renting por 36 o 48 meses.
Y as¨ª, a una velocidad de v¨¦rtigo, la vida bajo demanda se va abriendo paso. ¡°Veremos muchos m¨¢s productos convertirse en servicios¡±, vaticina Ida Auken. En parte por obligaci¨®n y en parte por devoci¨®n. La precariedad en los trabajos y salarios, la falta de ahorros, la tecnolog¨ªa, el cambio de mentalidad con respecto a las generaciones m¨¢s adultas, la p¨¦rdida de apego a la propiedad, la falta de espacio en las viviendas, la concienciaci¨®n medioambiental¡ El caso es que la acumulaci¨®n de objetos ya no es un s¨ªmbolo de ¨¦xito. ¡°Las nuevas generaciones cada vez est¨¢n m¨¢s convencidas de que alquilar es mejor trato econ¨®mico que comprar¡±, dice Marcos ?lvarez, economista y consultor de retail.
El nuevo consumo est¨¢ muy ligado ¡°con la mayor concienciaci¨®n ambiental de la poblaci¨®n que apuesta por la econom¨ªa circular, el reciclaje y la reutilizaci¨®n¡±, cuenta Merino. Se tiene muy en cuenta la subutilizaci¨®n de los productos: ¡°Se puede ganar mucha eficiencia al pasar de una propiedad a un modelo de alquiler¡±, cree Auken. Y, adem¨¢s, hay una nueva sensibilidad a la hora de consumir. ¡°Lo duradero ha cedido paso a lo ef¨ªmero, lo perdurable cansa y aburre y se impone el consumo acelerado de bienes¡±, piensa Mariano Urraco, soci¨®logo y profesor en la Universidad a Distancia de Madrid (Udima). En definitiva, ¡°las nuevas generaciones quieren vivir la experiencia. No quieren el coche, quieren el viaje¡±, afirma Albert Ca?igueral, conector de la red de econom¨ªa colaborativa OuiShar y autor del libro Vivir mejor con menos.
Vivienda: ?obligaci¨®n o devoci¨®n?
En el caso de la vivienda no est¨¢ tan claro. El alquiler es muchas veces la ¨²nica opci¨®n posible y no una apuesta consciente. Carlos Guti¨¦rrez, secretario de Juventud y Nuevas Realidades del Trabajo de CC OO, cree que tras la elecci¨®n del alquiler ¡°se esconde una situaci¨®n de absoluta precariedad laboral, y eso se ve m¨¢s claro en el terreno de las viviendas¡±. Lo ratifica el soci¨®logo Mariano Urraco: ¡°Estas formas de consumo hacen de la necesidad virtud, intentando presentar como algo positivo lo que, en muchos casos, es la representaci¨®n de una imposibilidad: los j¨®venes querr¨ªan contar con el dinero suficiente para ser propietarios¡±. Y prosigue: ¡°La sonata de la posmodernidad pretende vender como positivo lo que, en muchos casos, se experimenta con frustraci¨®n y como s¨ªntoma de fracaso individual y social¡±.
Carrera contrarreloj
Las empresas tradicionales se adaptan a marchas forzadas a las nuevas demandas del consumidor para seguir siendo competitivas. En la industria del autom¨®vil, "veremos menores m¨¢rgenes y beneficios, aunque el sector ya se est¨¢ preparando", precisa Noem¨ª Navas, portavoz de Anfac. Y tanto. Las firmas ya est¨¢n metidas en el nuevo negocio de la movilidad. Es el caso de Daimler (car2go), Renault (Zity) o PSA (Emov). "Los fabricantes tradicionales est¨¢n transformando su propio modelo de negocio, pasando de fabricar y vender un producto a proveer a sus clientes de una panoplia de servicios", explica Enrique Porta. En el sector hotelero, la compa?¨ªa Room Mate vio que ten¨ªa que mover ficha ante el gigante Airbnb y cre¨® Be Mate, que consiste en ofrecer a los clientes de apartamentos cercanos a sus hoteles los servicios de recogida y entrega de llaves, consigna de maletas y conserjer¨ªa.
Muchas empresas tradicionales se quedar¨¢n en el camino. Aunque tambi¨¦n lo har¨¢n muchas plataformas. "Es algo a ordenar", indica Jos¨¦ Luis Zimmermann, de Adigital, porque muchas actividades est¨¢n pendientes de ser legisladas y reguladas. Y est¨¢ por ver si son rentables, ya que en muchas el crecimiento ha llegado antes que los beneficios al no haber alcanzado a¨²n un nivel de operaciones estable y una masa cr¨ªtica de usuarios. "Hay numerosos ejemplos de plataformas que se han quedado en el camino y les seguir¨¢n m¨¢s. El incremento de la competencia hace que no todas sean capaces de alcanzar los ratios m¨ªnimos de rentabilidad o crecimiento que aseguren su sostenibilidad", dicen en KPMG.
De hecho, el 50% de los que alquilan lo hace porque su situaci¨®n econ¨®mica les impide comprar una casa (falta de ahorros, contrato temporal¡). Despu¨¦s, est¨¢n los argumentos relacionados con las virtudes que siempre se han atribuido al alquiler: m¨¢s libertad y flexibilidad (34%) y movilidad laboral (38%), se?alan en Fotocasa. Solo un 22% asegura que la compra no entra en sus planes.
Sea en compra o en alquiler, lo cierto es que el presupuesto solo da para unos cuantos metros cuadrados, pocos, en los que es complicado acumular trastos. Toca alquilar trasteros y, por qu¨¦ no, muebles y electrodom¨¦sticos. Ikea est¨¢ poniendo en marcha el arrendamiento de mobiliario en una treintena de pa¨ªses. Controlar¨¢ la propiedad del producto para asegurarse que sea utilizado tanto como se pueda antes de ser reciclado.
Mientras llega a Espa?a, ya hay algunas plataformas operando, como Dom¨¦sticoRent o Home Essentials, que alquilan muebles y equipamiento para viviendas. Tambi¨¦n existe la posibilidad de arrendar utensilios para bricolaje. La empresa Milherramientas lleva a casa del cliente en menos de 24 horas cualquier utensilio: desde un kit para alicatar a una azada o un generador el¨¦ctrico.
El objetivo es seguir el ejemplo de los gigantes tecnol¨®gicos que ya han conseguido el benepl¨¢cito del nuevo consumidor. El modelo de Netflix o de Amazon recorre el mundo y el mundo se rinde a sus pies. Su f¨®rmula ha llegado hasta la ropa. Nike ha sacado una suscripci¨®n mensual para zapatillas infantiles. Los padres recibir¨¢n el par que elijan cada 30, 60 o 90 d¨ªas y pagar entre 20 y 50 d¨®lares mensuales (entre unos 18 y 45 euros). Por ahora el programa Nike Adventure Club solo est¨¢ disponible en Estados Unidos. La compa?¨ªa donar¨¢ las zapatillas usadas que est¨¦n en buen estado a una ONG o las reciclar¨¢.
El Netflix de la ropa
Pero el aut¨¦ntico pelotazo est¨¢ en la ropa. La consultora Allied Market Research estima que el alquiler de ropa alcanzar¨¢ en el ¨¢mbito global una facturaci¨®n de 1.900 millones de d¨®lares (m¨¢s de 1.730 millones de euros) en 2023. Rent The Runway es la start-up que domina el mercado en Estados Unidos y que ha ido m¨¢s all¨¢ que ninguna otra, al ofrecer el primer servicio de suscripci¨®n de ropa (para diario o para ocasiones especiales). La compa?¨ªa est¨¢ valorada en 1.000 millones de d¨®lares. Por 159 d¨®lares al mes (unos 145 euros) se pueden alquilar hasta cuatro prendas. Compite con Le Tote en EE UU, y en el Reino Unido sigue un modelo parecido Girl Meets Dress. En Espa?a opera Ecodicta, que ofrece un servicio de suscripci¨®n. ¡°Con una cuota fija puedes renovar tu armario sin acumular, ayudando a reducir la huella ecol¨®gica de la moda¡±, precisan en su web. Y tambi¨¦n Ouh Lo L¨¤, con 2.000 mujeres inscritas de 28 a 48 a?os que alquilan ropa de firmas como Zara o Mango. ¡°La clienta busca ahorro de tiempo y dejar de malgastar dinero en ropa. Se ahorra entre 350 y 400 euros¡±, dice Lola Ribas, fundadora y consejera delegada. Se pueden alquilar entre 5 y 12 prendas de 12 a 30 d¨ªas y el coste va de 49,90 a 89,90 euros. Tras finalizar el alquiler, se recoge la caja y se llevan las prendas a la lavander¨ªa.
Se abre una enorme puerta que impactar¨¢ claramente en la econom¨ªa y en las empresas, pero cuyo alcance es dif¨ªcil de cuantificar hoy. ¡°Medir el impacto total, directo e indirecto, de este cambio de h¨¢bitos en las variables macroecon¨®micas cr¨ªticas es todav¨ªa complejo¡±, opina Porta. ¡°Estamos lejos de que los cambios que empezamos a ver en el mercado a escala micro y local tengan un efecto en las principales magnitudes macro¡±, incide Merino. Pero, sin duda, marcar¨¢n el paso de la inflaci¨®n, la productividad y el empleo.
Para empezar, la tecnolog¨ªa provoca la desinflaci¨®n a trav¨¦s de todos los sectores. A medida que las empresas se modernizan y se vuelven m¨¢s eficientes, bajan los costes de producci¨®n y esto repercute en precios m¨¢s bajos para los consumidores, explican en Capital Group. ¡°Una econom¨ªa de alquiler de servicios (muebles, inmuebles, ocio¡) es menos inflacionista por el ahorro que supone supeditar el uso al tiempo, por ajustar el gasto a la utilizaci¨®n, sin tiempos muertos o desuso¡±, cuenta Pedraza. De momento, el IPC no recoge estos nuevos gastos. ¡°Se reflejar¨¢n cuando en la encuesta de presupuestos familiares aparezcan como un gasto relevante en la cesta de la compra¡±, indican en el INE. Dada su penetraci¨®n, es m¨¢s que probable que en el pr¨®ximo cambio de base en 2021 ya vengan reflejados. Mientras eso no ocurra, ¡°vamos a tener distorsiones en la tasa de inflaci¨®n¡±, dice el profesor del Departamento de Econom¨ªa, Finanzas y Contabilidad de ESADE, Pedro Aznar. Porque, contin¨²a, ¡°podr¨ªa ser que el IPC que se publica sea superior a la inflaci¨®n real por el alquiler de estos servicios m¨¢s econ¨®micos¡±.
Efectos econ¨®micos
Los efectos van m¨¢s all¨¢. ¡°Es probable que a la larga tambi¨¦n afecte a la productividad gracias a la introducci¨®n de tecnolog¨ªas que permiten un mejor aprovechamiento del tiempo y los recursos¡±, cree Merino. ¡°Se minimizan costes fijos, reducen al m¨¢ximo personal y se maximiza la utilizaci¨®n de tecnolog¨ªa. Es la amenaza que entra?a la digitalizaci¨®n y robotizaci¨®n, a la que ineludiblemente nos dirigidos¡±, incide Pedraza. Y no solo repercutir¨¢ en el empleo, sino tambi¨¦n en su calidad. ¡°Se abre un mundo en el que hay que evitar muchas cuestiones, como la precarizaci¨®n de los trabajos, la erosi¨®n de los sistemas fiscales y la acumulaci¨®n de poder econ¨®mico de los gigantes tecnol¨®gicos que ponga en jaque la democracia¡±, dice Carlos Guti¨¦rrez, de CC OO. ¡°Se necesita una regulaci¨®n suficientemente flexible que entienda las nuevas necesidades del mercado y que, a la vez, proteja los derechos de los trabajadores¡±, concluye Merino.
Y que sea cuanto antes porque, seg¨²n algunos expertos consultados, no queda mucho para que todo o casi todo se podr¨¢ alquilar.
Privacidad: desnudos en la econom¨ªa digital
A muchos j¨®venes no se les pasa por la cabeza comprar un coche teniendo la opci¨®n de suscribirse a un Fiat 500 h¨ªbrido por tres meses ¡ªa raz¨®n de 249 euros mensuales¡ª para despu¨¦s alquilar una scooter por 150 euros al mes. Si llueve puede que decidan pagar por los servicios de Uber o Cabify (coche con conductor). Y si hace sol es m¨¢s que probable que se decanten por coger un patinete o una bici porque justo est¨¢n aparcadas bajo su casa. Quiz¨¢ montar en patinete son palabras mayores, pero lo cierto es que no solo los m¨¢s j¨®venes dan muestras del cambio de h¨¢bitos. Los baby boomers y la generaci¨®n X (nacidos entre 1946 y principios de los a?os ochenta) ya han integrado en sus vidas el pago por escuchar m¨²sica, ver cine y leer libros.
Por el camino se pierde toda la privacidad. Todo lo que el usuario hace, dice o piensa en la sociedad del alquiler queda registrado en alg¨²n lugar. "Vivimos en la era de los datos y la informaci¨®n, que adem¨¢s se encuentra en constante movimiento, ya que cada vez tendemos a aumentar nuestra presencia en comunidades online de carsharing, patinetes, etc¨¦tera. Este tipo de aplicaciones recaba una gran cantidad de informaci¨®n personal, adem¨¢s de la geolocalizaci¨®n, que puede poner en riesgo la seguridad de los usuarios puesto que, en caso de vulnerabilidad, un cibercriminal tendr¨ªa acceso a una gran cantidad de datos sensibles, como credenciales bancarias, contrase?as y ubicaci¨®n", se?ala Eusebio Nieva, director t¨¦cnico de Check Point en Espa?a y Portugal.
Muchos usuarios caen en el error de pensar que no ocurre nada por ceder sus datos o no tienen en cuenta toda la informaci¨®n personal que comparten cuando aceptan las pol¨ªticas de privacidad al registrarse en un servicio o descargar una aplicaci¨®n. Ahora bien, "las empresas pueden utilizar todos esos datos personales, como el correo electr¨®nico, la direcci¨®n de facturaci¨®n, el m¨¦todo de pago o preferencias y gustos, para comercializarlos a terceros o realizar otros an¨¢lisis de mercado, obteniendo as¨ª un r¨¦dito de ellos. De esta forma, los usuarios ceden sus datos a las empresas sin obtener nada a cambio", explica Sergio Maldonado, consejero delegado de PrivacyCloud. Pero es que, adem¨¢s, la empresa puede verse expuesta a una fuga de informaci¨®n y que esos datos sean robados por ciberdelincuentes, perdiendo as¨ª el control de ellos. Nieva recuerda que incluso en servicios muy utilizados y de vocaci¨®n y nacimiento puramente digital han surgido multitud de brechas de seguridad que han expuesto las contrase?as de los usuarios o sus tarjetas de cr¨¦dito.
Por esto, es conveniente seguir ciertas normas de higiene digital al conectarse a estos servicios. Por ejemplo, "utilizar doble factor de autenticaci¨®n, tener especial cuidado al incorporar datos de pago, no usar alguna contrase?a o usuario que ya tengamos en otros servicios (especialmente en el correo o el acceso a la entidad financiera)", expone Nieva. En definitiva, se trata de minimizar el impacto en el caso de que uno de estos servicios tenga una brecha de seguridad.
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