Los oc¨¦anos se asfixian
Los mares lanzan se?ales de alerta cada vez m¨¢s inquietantes sobre el impacto humano. Est¨¢ en riesgo el equilibro del planeta y la vida tal y como la conocemos

Puede que a un urbanita europeo medio ¡ªque no bucee¡ª le resulte muy ajeno el problema de la desaparici¨®n y el deterioro de los arrecifes de coral en lugares como Maldivas. O le digan poco las noticias sobre la subida del nivel del mar que se traga literalmente pa¨ªses insulares como Kiribati, en el Pac¨ªfico. Pero la situaci¨®n es preocupante: en los oc¨¦anos, por ejemplo proliferan inmensas zonas muertas en las que la falta de ox¨ªgeno no permite la vida. El a?o pasado, un estudio se?alaba que un tercio del pescado capturado en Reino Unido conten¨ªa pl¨¢stico. Y muchas de las piezas de sushi favoritas de ese ciudadano ordinario est¨¢n en peligro de desaparecer de los mostradores.
¡°El oc¨¦ano nos est¨¢ hablando. Antes no lo sab¨ªamos, pero ahora vemos las se?ales¡±, se?alaba con gravedad la veterana ocean¨®grafa Sylvia Earle el mes pasado en Nueva York, donde asisti¨® a la primera Conferencia de los Oc¨¦anos organizada por Naciones Unidas. ¡°Ya era hora de tener una reuni¨®n sobre el estado de la mayor parte del mundo¡±, a?ad¨ªa. Los mares, los oc¨¦anos, o el Oc¨¦ano con may¨²sculas, representan alrededor del 71% de la superficie del planeta, pero son el 99% de la biosfera, es decir, del espacio donde se desarrollan los seres vivos. ¡°Hasta ahora hemos recurrido a ellos como un cubo de la basura ilimitado o una fuente inagotable de recursos¡±, denunciaba Earle ante miles de diplom¨¢ticos y expertos.
¡°Hace siglos que las sociedades desarrolladas no van por sus territorios tomando y cazando todo lo que encuentran. Cultivan, pastorean, producen¡ Sin embargo, en el mar lo seguimos haciendo: nos apropiamos de los recursos sin preocuparnos de las consecuencias, o pescamos animales a veces hasta extinguirlos¡±, coincide Murray Roberts, catedr¨¢tico de Biolog¨ªa Marina Aplicada de la Universidad de Edimburgo. M¨¢s del 31% de los recursos pesqueros se sobreexplotan a niveles que no permiten su recuperaci¨®n, seg¨²n los ¨²ltimos datos de la FAO, la agencia de la ONU para la alimentaci¨®n y la agricultura. ¡°La poblaci¨®n mundial se ha triplicado en los ¨²ltimos 40 a?os¡± y, con ella, la demanda de pescado y las presiones sobre los bancos de peces, explica Pedro Barros, experto de la agencia internacional. Y pr¨¢cticas como la pesca ilegal o no registrada ¡ª que pueden suponer hasta 26 millones de toneladas anuales¡ª o la de arrastre empeoran la situaci¨®n.
Como en el caso del amante del sushi, que ve c¨®mo sus platos favoritos se desvanecen de las cartas, la reducci¨®n de la cantidad y la variedad de la pesca es una de las se?ales de alerta de los mares que m¨¢s llegan a los ciudadanos y, a trav¨¦s de ellos, a los pol¨ªticos. Pero la sobreexplotaci¨®n no es lo ¨²nico que pone en peligro el futuro del oc¨¦ano como fuente de alimento. Vertidos de todo tipo y la contaminaci¨®n ¡ªalgunas estimaciones prev¨¦n que en 2050 habr¨¢ m¨¢s pl¨¢stico que peces en el oc¨¦ano¡ª generan una interminable lista de amenazas para los peces que comemos, y para los dem¨¢s organismos que forman la cadena alimentaria.
Pasar¨¢ una sola generaci¨®n, seg¨²n algunos expertos, antes de que la desaparici¨®n de ciertos pescados en los men¨²s muestre la tragedia
Por ejemplo, el uso excesivo de fertilizantes y nutrientes, que llegan al mar con la escorrent¨ªa de las aguas, dispara el crecimiento de algas y plantas marinas. Esa proliferaci¨®n acaba por matar a muchas de ellas, y el ox¨ªgeno de las aguas afectadas se agota. Este fen¨®meno, conocido como eutroficaci¨®n, da lugar a zonas muertas (hay m¨¢s de 400 en el mundo), como la del mar B¨¢ltico o la de 13.500 kil¨®metros cuadrados en el golfo de M¨¦xico, donde desemboca el r¨ªo Misisipi cargado de f¨®sforo y nitr¨®geno de las plantaciones del Medio Oeste estadounidense.
Y luego est¨¢ la madre del cordero (o del at¨²n) de la degradaci¨®n mediambiental: el cambio clim¨¢tico. El aumento de las emisiones de CO2 eleva la temperatura del planeta, derrite glaciares y hace que el nivel del mar se eleve, amenazando la existencia misma de ciudades costeras como Shangh¨¢i (China), Bombay (India), Lagos (Nigeria), o de archipi¨¦lagos como el ya mencionado Kiribati, cuyo presidente prev¨¦ evacuaciones masivas para 2020. Pero el efecto de los gases sobre los mares es m¨¢s directo. ¡°No olvidemos que asumen el 90% del calentamiento generado por el ser humano, y absorben directamente el 25% del di¨®xido de carbono que emitimos¡±, apunta Roberts. Y aqu¨ª el oc¨¦ano, ese regulador de la temperatura y los ciclos clim¨¢ticos que la Tierra trae incorporado, puede entrar en un c¨ªrcu?lo vicioso.
La situaci¨®n es preocupante. Proliferan en los oc¨¦anos inmensas ¡®zonas muertas¡¯ en las que la falta de ox¨ªgeno no permite la vida
La cantidad de CO2 que el oc¨¦ano puede asumir depende de la temperatura de sus aguas. A m¨¢s fr¨ªo, m¨¢s absorci¨®n, y viceversa. Por eso, y dado el aumento de las temperaturas ¡ªen los ¨²ltimos 25 a?os los mares europeos se han calentado 10 veces m¨¢s r¨¢pido que la media del siglo pasado¡ª, la mayor¨ªa de expertos defienden que la capacidad marina de almacenamiento de di¨®xido de carbono se reducir¨¢. Y si la atm¨®sfera sufre ese menor esfuerzo de captura por parte del cuerpo oce¨¢nico, el ciclo del calentamiento global se ver¨¢ exacerbado.
Por si fuera poco, el aumento del CO2 que se disuelve en las aguas da lugar a una serie de reacciones qu¨ªmicas conocidas como acidificaci¨®n. ¡°Estas tienen un efecto comprobado en los animales marinos con esqueleto calc¨¢reo, como almejas, ostras, erizos, gambas¡ No les permite desarrollarlo y puede hacerlos desaparecer¡±, ilustra Yoshihisha Shirayama, experto de la Universidad de Kioto y de la Agencia Japonesa para la Ciencia Marina (Jamstec). Tambi¨¦n se han verificado impactos de la acidificaci¨®n en especies comerciales, como el bacalao noruego. ¡°Da lugar a una gran mortalidad entre los alevines, lo que hace que los bancos no se repueblen tan r¨¢pidamente, y eso podr¨ªa obligar a reducir su pesca¡±, advierte Martina Stiasny, de la Universidad de Kiel (Alemania).
En la mayor¨ªa de los casos, la ciencia tras estos diagn¨®sticos y predicciones es relativamente reciente y novedosa, circunstancia que los esc¨¦pticos aprovechan para poner en duda los vaticinios pesimistas. ¡°Lo que es un hecho es que estas cosas est¨¢n pasando. De una u otra forma estamos alterando todo el ecosistema marino. La desa?parici¨®n del coral o de las esponjas sin duda tendr¨¢ efectos en las especies que las necesitan para vivir. Y la cadena se extiende hacia arriba¡±, dice Roberts. Las esponjas, por ejemplo, cumplen funciones de bombeo y procesamiento de nutrientes en las capas inferiores del oc¨¦ano. As¨ª que su desaparici¨®n afectar¨ªa al sistema en conjunto. ¡°Todo est¨¢ profundamente interconectado¡±, zanja el experto escoc¨¦s, que trabaja en Atlas, un proyecto de investigaci¨®n de las profundidades del Atl¨¢ntico Norte financiado conjuntamente por Estados Unidos, la UE y Canad¨¢.
Porque aunque se estima que el 95% del volumen del oc¨¦ano contin¨²a inexplorado, la tecnolog¨ªa avanza a pasos agigantados con la introducci¨®n de robots submarinos y un creciente inter¨¦s humano y econ¨®mico por lo abisal. ¡°Sabemos m¨¢s de lo que hemos sabido nunca¡±, se felicita Stiasny. ¡°Conocemos lo que podemos hacer y hemos visto cosas que funcionan¡±, a?ade la experta. Todo ello pese a las dificultades que implica trabajar en zonas reci¨¦n descubiertas, y la ausencia de datos anteriores que permitan hacer comparaciones. Pero su colega brit¨¢nico Roberts hace autocr¨ªtica y llama a ¡°no seguir haciendo el mismo tipo de estudios todo el tiempo¡±.

En la conferencia de junio en Naciones Unidas se vio que por todas partes florecen centenares de iniciativas para, por ejemplo, reducir el uso del pl¨¢stico y otros desperdicios arrojados a los mares ¡ªcomo las redes de pesca abandonadas que acaban con cientos de animales marinos¡ª. Tambi¨¦n se atacan otros problemas, como la contaminaci¨®n ac¨²stica, que perjudica a numerosas especies, o se pide regular cuidadosamente las perforaciones y la extracci¨®n de minerales en el lecho oce¨¢nico. Y se presentan pruebas de que una d¨¦cada de gesti¨®n cuidadosa de una especie muy pescada (de nuevo el bacalao, en este caso el del ?rtico oriental) ha permitido que los bancos se recuperen, las capturas alcancen cifras r¨¦cord y la industria local reviva sin riesgos de extinci¨®n, seg¨²n destaca Barros, de la FAO.
Pero las medidas aisladas o localizadas, aunque sean m¨¢s que bienvenidas como primeros pasos (hay quien defiende que gota a gota se hace el mar), se antojan insuficientes para la mayor¨ªa. Son necesarios cambios profundos y globales en los patrones de pesca, pero tambi¨¦n, y principalmente, de consumo energ¨¦tico, de pr¨¢cticas agr¨ªcolas e industriales, y de transporte.
99%
Los oce¨¢nos representan el 99% de la biosfera del planeta. Cubren aproximadamente el 71% de la superficie de la Tierra, pero suponen casi la totalidad del espacio en el que se desarrollan los seres vivos.
Por eso, la principal dificultad para acometer esas transformaciones, coinciden todos los consultados, reside en hacer visibles las amenazas m¨¢s difusas para arrastrar la conciencia social y la voluntad pol¨ªtica. ¡°En la conferencia de Nueva York, por ejemplo, se habl¨® mucho de acabar con los pl¨¢sticos. Es algo que se ve, a nadie le gusta y no afecta a los derechos de pesca ni a grandes temas geopol¨ªticos. Pero no podemos ignorar otras cuestiones m¨¢s complicadas¡±, ruega Roberts. Hay que ir a por todas a la vez. ¡°No podemos priorizar unas cosas sobre otras, porque est¨¢n todas relacionadas. Atacar el cambio clim¨¢tico no puede ir antes que la sobrepesca. Debemos ir trabajando en todas ellas¡±, coincide Stiasny, la experta en acidificaci¨®n.
95%
Se estima que un 95% del volumen de mares y oc¨¦anos permanece inexplorado. Pese a los avances tecnol¨®gicos, que han permitido llegar incluso a las profundidades de las Fosas de las Marianas, gran parte del cuerpo marino sigue siendo pr¨¢cticamente desconocido.
El oc¨¦ano es de todos y de nadie. Y ese car¨¢cter condominial supone un escollo ¡ªotro m¨¢s¡ª a la hora de adoptar soluciones. El 67% de la superficie marina est¨¢ fuera de la jurisdicci¨®n nacional, por lo que protegerla precisa recurrir a la exasperante maquinaria de las organizaciones y tratados internacionales. Conferencias como la de Nueva York pueden ayudar, y hay buenas noticias en la preparaci¨®n de un tratado para proteger la biosfera compartida, pero el reloj apremia.
400
Hay m¨¢s de 400 ¡®zonas muertas¡¯ en todo el mundo. El vertido de nutrientes procedentes de la agricultura y otras actividades industriales da lugar a zonas sin apenas ox¨ªgeno.
Alguien podr¨ªa preguntarse por qu¨¦ ahora. ?Por qu¨¦ de pronto los oc¨¦anos se han convertido en una urgencia, como hace unas d¨¦cadas comenzaron a serlo los bosques? Roberts opina que se debe a la coincidencia en el tiempo, por un lado, de una serie de eventos preocupantes, y, por otro, al aumento de la conciencia social sobre el medio que nos rodea.
31%
Tres de cada 10 especies pescadas est¨¢n sobreexplotadas. El 31% de los recursos pesqueros sufren una presi¨®n que no les permite repoblarse, seg¨²n datos de la FAO.
En cuestiones planetarias o clim¨¢ticas como la degradaci¨®n oce¨¢nica o la acidificaci¨®n, el tiempo escasea si se trata de evitar da?os irreversibles. Pasar¨¢ una sola generaci¨®n humana, seg¨²n Shirayama, antes de que el cambio forzoso de los men¨²s de los puestos de sushi confirme la tragedia en los centros urbanos modernos. En otros lugares m¨¢s rec¨®nditos ya hay pruebas de ello: la huella de la humanidad y su contaminaci¨®n ha llegado incluso a las fosas de Las Marianas, el punto m¨¢s profundo del oc¨¦ano. ¡°Y el tiempo de recuperaci¨®n de esas ¨¢reas hay que medirlo en siglos, cuando no en milenios¡±, indica Kristina M. Gjerde, asesora de la Uni¨®n Internacional para la Conservaci¨®n de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en ingl¨¦s).
¡°No podemos aspirar a que el oc¨¦ano vuelva a ser lo que era hace 100 a?os. Ni es realista, ni estoy segura de que sea lo que queremos¡±, se?ala Stiasny. ¡°Pero s¨ª necesitamos un oc¨¦ano sano que, adem¨¢s de conectar el mundo, sirva como fuente de alimento y medio de vida para millones de personas¡±. Los que m¨¢s sufrir¨¢n las consecuencias, avanza Roberts, ser¨¢n las poblaciones de pa¨ªses en desarrollo y de Estados insulares¡ Parece avecinarse una tormenta perfecta que la humanidad sigue alimentando, pero los estudiosos piden no ser excesivamente pesimistas. ¡°El problema de centrarnos en el apocalipsis es que nos distraemos y no nos ocupamos de la acci¨®n¡±, argumenta Pedro Barros, el experto pesquero de la FAO.
Actuar es obligatorio. ¡°Siempre decimos que queremos salvar el planeta, los bosques o los mares¡ Es rid¨ªculo. La pregunta es si los humanos podremos sobrevivir en el mundo que estamos modelando¡¡±, insiste Stiasny. Un mundo del que alteramos por completo ese componente b¨¢sico que es el oc¨¦ano: el que genera ox¨ªgeno, almacena carbono, define la qu¨ªmica del planeta, regula la temperatura, dirige el clima y nos da de comer.
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