Emprendedores, p¨ªcaros y piratas
La gran selva americana vive el tiempo de los nuevos pioneros. En cada rinc¨®n del bosque aparecen emprendedores decididos a rescatar productos como el moriche
Ricardo dedic¨® seis a?os al rescate del aguaje. Tambi¨¦n le dicen moriche o burit¨ª y es el fruto de una variedad de palma, tan abundante en estado silvestre que a menudo se recolectaba tumbando el ¨¢rbol. Es un fruto chico y sabroso, rodeado por una extra?a cubierta de escamas que encierra una pulpa rica en sales minerales y vitaminas A, C y E. Algunos lo encajan entre los llamados superalimentos. Omnipresente en los mercados de la selva y desconocido lejos de ella por su car¨¢cter perecedero. Apenas aguanta unos d¨ªas y sufre los traslados como un castigo. Es muy dif¨ªcil que el viaje llegue a buen fin. Ricardo trabaj¨® para conseguir la sostenibilidad de la producci¨®n y desarroll¨® t¨¦cnicas que permitieran transformar el aguaje en pulpa o en polvo, tr¨¢nsitos imprescindibles si quieres encontrar mercados de valor. Es uno de los emprendedores que abren huecos en el muro de la Amazonia a golpe de cabezazos.
La gran selva americana vive el tiempo de los nuevos pioneros. En cada rinc¨®n del bosque aparecen emprendedores como Ricardo, decididos a rescatar y poner en valor productos a los que siempre hemos dado la espalda. Trabajan duro y empe?an su patrimonio en aventuras inciertas que a menudo no prosperan. La Amazonia es una tierra dura y fascinante, cuna de una despensa prodigiosa que apenas empezamos a descubrir. Guarda tesoros incre¨ªbles con registros ¨²nicos, perfectos desconocidos m¨¢s all¨¢ del l¨ªmite de la propia frontera vegetal. Poco se sabe de los productos del mayor bosque h¨²medo del planeta en las cocinas de las grandes capitales de la regi¨®n. Acercarse a ellos, profundizar en su conocimiento o asegurarse v¨ªas de abastecimiento, son tareas que a la mayor¨ªa le vienen anchas. S¨®lo un pu?ado de emprendedores se atrevieron a mirarlos.
El despertar gastron¨®mico de Am¨¦rica Latina impulsa la proliferaci¨®n de iniciativas como la de Ricardo, comprometidas con productos que cada d¨ªa se muestran menos lejanos. Desde la cocona al tucup¨ª, pasando por la chonta, el camu camu, el copoaz¨², el caracol amaz¨®nico, la casta?a o el paiche. Avanzamos por el camino del descubrimiento y los compromisos de la mano de productores que trabajan por obtener valor a?adido de lo que cr¨ªan, cosechan o recolectan, e investigadores empe?ados en crear t¨¦cnicas que hagan llegar cada producto a los nuevos mercados.
Tambi¨¦n es el momento de los p¨ªcaros. A Ricardo le llegaron en forma de falsa ONG, que vienen a ser los nuevos piratas de la selva. A menudo incorporan las palabras Amaz¨®nico o Ecol¨®gico en sus siglas y no es f¨¢cil identificarlos. Se presentan con el disfraz de la cooperaci¨®n y la promesa de la financiaci¨®n asociada a proyectos de desarrollo, recaban informaci¨®n sobre tu trabajo, se interesan por las t¨¦cnicas aplicadas, los secretos para tratar este o aquel producto, los productores que te abastecen, la forma de relacionarse con ellos y sus puntos d¨¦biles, las v¨ªas de comercializaci¨®n, los clientes... Desnudan d¨ªa a d¨ªa tu aventura mientras lo prometen todo. Apoyo, responsabilidad, desarrollo, redes comerciales y v¨ªnculos internacionales. Hasta que un d¨ªa desparecen para crear su propio negocio sobre las bases del tuyo. Aplican tus t¨¦cnicas, embaucan a tus proveedores, aprovechan su estructura para hacerse con tus clientes y dinamitan tu sue?o. Aplican los principios de los viejos acopiadores, m¨ªnimo precio al productor para el m¨¢ximo rendimiento personal.
La cadena puede terminar en alg¨²n restaurante de prestigio, m¨¢s preocupado por renovar su despensa sin esfuerzo que por asumir compromisos con el producto o los productores. En algunas cocinas prefieren no hacer preguntas, tal vez para evitar respuestas, pero por el camino contribuyen al aniquilamiento de unos cuantos programas de desarrollo y al empobrecimiento del productor. En ocasiones, acaban siendo c¨®mplices de operaciones il¨ªcitas e irresponsables, como el viaje al que invitaron a un conocido cocinero lime?o. Se trataba de conquistarle como cliente en la venta de paiche, el gigantesco pescado de la Amazonia. Le trasladaron a una cocha natural, hasta ese momento gestionada de forma responsable en el interior de la Reserva Nacional Pacaya Samiria, embarc¨¢ndole en una partida de pesca en plena veda de la especie. El desprop¨®sito result¨® rentable; hoy es su cliente.
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