La feminista Susan Sontag contra Norman Mailer
La carrera de la intelectual despeg¨® cuando estallaba el movimiento de liberaci¨®n de las mujeres
Es dif¨ªcil pasar por alto hasta qu¨¦ punto lo que se ha escrito sobre Susan Sontag tiene que ver con su aspecto. Incluso los ensayos m¨¢s serios sobre ella suelen incluir alg¨²n comentario sobre su f¨ªsico. Los r¨ªos de tinta pueden resumirse as¨ª: era excepcionalmente atractiva. Pero creo que ten¨ªa una relaci¨®n m¨¢s complicada con la belleza de lo que sugieren la admiraci¨®n de los observadores y la belleza de sus fotograf¨ªas. Sus cuadernos est¨¢n llenos de exhortaciones a s¨ª misma a ba?arse m¨¢s; sus contempor¨¢neos se?alaban que a menudo parec¨ªa desali?ada, con el pelo retirado de la cara, pero sin peinar, suelto. Incluso se presentaba as¨ª en televisi¨®n; en una entrevista, su pelo despeinado y la falta de maquillaje contrastan vivamente con la cuidada melena corta de la directora de cine Agn¨¨s Varda.
Sontag siempre vest¨ªa de negro, la estrategia de quienes no quieren dedicar tiempo a pensar en qu¨¦ ponerse. A edad m¨¢s avanzada, cuentan que le gustaba levantarse la falda y ense?ar sus cicatrices quir¨²rgicas. Aunque las personas atractivas a menudo tienen el privilegio de no tener que preocuparse de su aspecto, hab¨ªa algo en la indiferencia de Sontag que era genuino, no estudiado. Le gustaba que su aspecto f¨ªsico le abriera puertas, pero no estaba dispuesta a dedicarle tiempo.
Tambi¨¦n desde el principio le preocup¨® la imagen que sus publicistas quer¨ªan proyectar de ella. Las fotograf¨ªas empezaron a abrumarla. Un editor brit¨¢nico ofreci¨® sacar una edici¨®n limitada de Contra la interpretaci¨®n con reproducciones de las fotograf¨ªas de Rauschenberg, pero Sontag se neg¨®: ¡°?Se trata de uno de esos momentos ultrachic ¡ªRauschenberg y yo¡ª que es probable termine apareciendo en Life y en Time que confirmar¨¢ esa imagen m¨ªa de chica it, la nueva Mary McCarthy, la reina del McLuhanismo + camp, que estoy tratando de combatir?¡±.
Por suerte o por desgracia, la renuencia de Sontag a ser una it girl no funcion¨®. En sus entrevistas sol¨ªa citarse la ocurrencia de alguien de que Sontag era la ¡°Natalie Wood de la vanguardia estadounidense¡±. (¡)
Muchos de los intelectuales de Nueva York ve¨ªan con repulsi¨®n la energ¨ªa furiosa, ca¨®tica, del movimiento feminista de los setenta
La carrera literaria de Sontag acababa de despegar cuando el feminismo de segunda ola empez¨® a cobrar fuerza, a finales de la d¨¦cada de 1960. Como movimiento organizado, el feminismo llevaba invernando casi 40 a?os. La energ¨ªa de las sufragistas hab¨ªa quedado aplastada por el tac¨®n de las flappers, tal y como lo ve¨ªan los historiadores: una vez se consigui¨® el derecho al voto, a las mujeres m¨¢s j¨®venes les costaba identificarse con la lucha de sus antepasadas. Esto significaba que ya no se le preguntaba a una mujer escritora, como es casi habitual hoy d¨ªa, si era o no ¡°feminista¡±. Dorothy Parker y Rebecca West hab¨ªan hecho p¨²blicas sus simpat¨ªas hacia el movimiento sufragista, pero las feministas les exigieron poco. Mary McCarthy y Hannah Arendt no hab¨ªan tenido ocasi¨®n de decidir si se un¨ªan o no, como escritoras, a un movimiento feminista organizado. Sencillamente no existi¨® ninguno durante la mayor parte de sus carreras profesionales.
Pero para principios de 1970, cuando Sontag se convert¨ªa en la mujer intelectual m¨¢s prominente de todo Estados Unidos, el movimiento de liberaci¨®n de la mujer estaba en plena ebullici¨®n, con marchas, manifestaciones y colectivos que surg¨ªan en todas partes, sobre todo en Nueva York. New York Radical Women, un colectivo formado por, entre otras, la cr¨ªtica y periodista Ellen Willis, empezaba a ser conocido en la ciudad. Los c¨ªrculos de concienciaci¨®n eran el ¨²ltimo grito. Y poco a poco, a medida que estos debates empezaban a dominar los medios de comunicaci¨®n, empez¨® a esperarse de Sontag que declarara su adhesi¨®n al movimiento.
Muchos de los intelectuales de Nueva York ve¨ªan con repulsi¨®n la energ¨ªa furiosa, ca¨®tica, del movimiento. No la entend¨ªan. En su mayor parte la encontraban vulgar. Y es aqu¨ª donde Sontag empez¨® a cultivar una vena contestataria no muy distinta de la de esa escritora que ¡°nunca le interes¨® demasiado¡±, Mary McCarthy. La adopt¨® con mayor entusiasmo y libertad que casi ning¨²n otro miembro del c¨ªrculo de Partisan Review y The New York Review of Books.
La primera vez que Sontag habl¨® abiertamente como feminista fue en 1971. Form¨® parte de un panel feminista en el Ayuntamiento formado para plantar cara a Norman Mailer por un ensayo desde?oso que hab¨ªa publicado en Harper¡¯s sobre el movimiento de las mujeres titulado:?The Prisoner of Sex [prisionera del sexo]. Igual que un colegial, Mailer, de 40 a?os, segu¨ªa intentado llamar la atenci¨®n de las mujeres insult¨¢ndolas. En el art¨ªcu?lo hac¨ªa un repaso de muchas de las grandes figuras del movimiento feminista cuyo grado de atractivo f¨ªsico no dejaba de evaluar, al tiempo que atacaba y desacreditaba sus ideas. Por ejemplo, de Kate Millett, una conocida cr¨ªtica feminista y autora de Pol¨ªtica sexual, dec¨ªa que era una ¡°vaca aburrida¡±. Bella Abzug, abogada y con el tiempo congresista, era una ¡°bruja¡±.
Aquella noche Sontag no estaba en la mesa, sino entre el p¨²blico. Se puso de pie e hizo una pregunta a Mailer. ¡°Norman, lo cierto es que a las mujeres, por mucha voluntad que pongamos, tu manera de hablar nos resulta condescendiente¡±, dijo en un tono calmado, casi divertido, de alguien que sabe de qu¨¦ habla. ¡°Una de las razones es que usas el t¨¦rmino lady [se?ora]¡±, continu¨®. ¡°No me gusta que me llamen ¡®se?ora escritora¡¯, Norman. S¨¦ que a ti te parece galante, pero a nosotras no nos suena bien. Preferimos woman [mujer] escritora. No s¨¦ por qu¨¦, pero t¨² sabes que las palabras importan, somos escritores y sabemos esas cosas¡±.
M¨¢s tarde tambi¨¦n Sontag dio una extensa entrevista a Vogue en la que insisti¨® en que se hab¨ªa sentido discriminada en su carrera como escritora. La entrevistadora intent¨® decir que, hasta aquella noche, hab¨ªa tenido la impresi¨®n de que Sontag ¡°compart¨ªa el desprecio de Mailer por las mujeres como intelectuales¡±. ¡°?De d¨®nde ha sacado esa idea? Al menos la mitad de las personas inteligentes que he conocido son mujeres. No podr¨ªa solidarizarme m¨¢s con los problemas de las mujeres ni estar m¨¢s furiosa por su situaci¨®n. Pero la ira es tan vieja que no la siento en el d¨ªa a d¨ªa. Tengo la impresi¨®n de que es el cuento m¨¢s viejo del mundo¡±.
Como para reforzar su opini¨®n, Sontag public¨® al poco tiempo un art¨ªculo en Partisan Review pensado originalmente para la entonces incipiente revista Ms. Pero la publicaci¨®n de Gloria Steinem hab¨ªa decidido que el texto de Sontag era demasiado did¨¢ctico, as¨ª que esta se lo dio a los ¡°chicos¡±. Lo titularon?The Third World of Women [el tercer mundo de las mujeres]. Entre las recomendaciones que hac¨ªa el art¨ªculo a las mujeres estaba rebelarse abiertamente contra el patriarcado. ¡°Deber¨ªan silbar a los hombres por la calle, asaltar peluquer¨ªas, montar piquetes en las f¨¢bricas que hacen juguetes sexistas, alistarse en masa en las filas del lesbianismo, proporcionar asesoramiento feminista en divorcios, fundar centros de rehabilitaci¨®n para mujeres que quieren dejar de maquillarse, adoptar el apellido de sus madres¡±. Su indignaci¨®n pareci¨® agotarse en ese art¨ªculo, que ser¨ªa la ¨²nica llamada directa al feminismo que har¨ªa Sontag en sus escritos intelectuales.
Michelle Dean es cr¨ªtica y periodista. Este extracto forma parte de su libro ¡®Agudas. Mujeres que hicieron de la opini¨®n un arte¡¯, que publica en espa?ol la editorial Turner el 6 de marzo. Traducci¨®n de Laura Vidal.
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