Una Europa con antieuropeos
Cambio clim¨¢tico, desigualdad, inmigraci¨®n y nacionalpopulismo son los asuntos clave a los que deber¨¢ hacer frente el Parlamento Europeo que ser¨¢ elegido en los pr¨®ximos comicios
Entre el pr¨®ximo jueves y el domingo est¨¢n llamados a votar 374 millones de personas en las elecciones al Parlamento Europeo, el mayor proceso electoral del mundo, excluyendo los comicios en India. La cita es crucial para definir el rumbo de la Uni¨®n. Pero si hubiese que poner un rostro a la UE del futuro habr¨ªa que mirar m¨¢s all¨¢ de las urnas y fijarse en el de la estudiante sueca Greta Thunberg. Aunque sea demasiado joven para votar, ella sola, manifest¨¢ndose cada viernes en Estocolmo con una pancarta escrita a mano, ha logrado dar impulso a la lucha contra el cambio clim¨¢tico y presentarla como una necesidad absoluta. Thunberg ha cambiado la agenda: despu¨¦s del verano de 2018, en el que el norte de Europa vivi¨® unas temperaturas r¨¦cord, ella y decenas de miles de otros j¨®venes se dieron cuenta de que el futuro podr¨ªa no llegar nunca en un planeta achicharrado y sin recursos. Dejar atr¨¢s el carb¨®n y los combustibles f¨®siles es, tal vez, el reto m¨¢s dif¨ªcil al que se enfrenta la UE. Y no es algo que se pueda retrasar a las calendas griegas.
En un sentido figurado, dejar el carb¨®n significa tambi¨¦n renunciar al ego¨ªsmo estatal, reconocer que solo desde las cesiones de soberan¨ªa a una entidad superior se pueden mantener los logros que han cimentado el periodo m¨¢s largo de estabilidad que ha conocido el continente. El primer paso hacia la UE fue una Comunidad Europea del Carb¨®n y del Acero, fundada en 1952. Compartir los recursos naturales signific¨® un avance esencial hacia una nueva forma de concebir las relaciones europeas. Ahora, la UE, que pronto tendr¨¢ 27 socios en vez de 28 con la salida del Reino Unido (si se resuelve el Brexit), necesita dar saltos tan contundentes y arriesgados como los que se dieron en los a?os cincuenta en los pa¨ªses fundadores.
Para continuar su camino hacia el futuro, la UE necesita enfrentarse a varias cuestiones cruciales: el cambio clim¨¢tico, con lo que todo esto significa de transformaci¨®n en los modos de vida (afecta a la forma en que comemos, nos movemos, nos calentamos, nos iluminamos); la desigualdad y la pobreza, una de las consecuencias m¨¢s perdurables de la crisis; la inmigraci¨®n, y la ultraderecha, que, m¨¢s all¨¢ de los votos que cosecha, ha logrado influir en la forma en que muchos europeos perciben la realidad.
El historiador brit¨¢nico Ian Kershaw ha publicado recientemente Roller-Coaster. Europe 1950-2017, la segunda parte de su ambiciosa historia de Europa. La traducci¨®n del t¨ªtulo de su ensayo ser¨ªa ¡°Monta?a rusa. Europa 1950-2017¡±, una referencia a los vaivenes que ha padecido el continente en este periodo de indiscutible progreso, pero tambi¨¦n ¡°de severas decepciones, incluso de desastres, como demostraron gr¨¢ficamente los efectos de la ¨²ltima crisis¡±, escribe Kershaw. La Europa que vemos no es la que reflejan las im¨¢genes de Don McCullin, actualmente en la Tate Britain de Londres, retratos de aquella pobreza desgarradora de la Inglaterra de los a?os sesenta. Pero seg¨²n Eurostat, la tasa de riesgo de pobreza se sit¨²a en la UE en el 23,4% de la poblaci¨®n, 117,5 millones de personas.
Las consecuencias sobre los sectores m¨¢s d¨¦biles de la poblaci¨®n y el hundimiento de las clases medias por lo que Kershaw llama el ¡°turbocapitalismo¡± est¨¢n lejos de ser paliadas. La desigualdad, el paro, los salarios miserables, el desempleo juvenil, la aver¨ªa ¡ªcuando no el par¨®n¡ª del ascensor social y las consecuencias de las pol¨ªticas de austeridad son problemas en los que la ultraderecha encuentra abono.
El problema no es el poder real de la ultraderecha, sino su influencia
en los grandes debates
Cuando estall¨® la Gran Recesi¨®n, en 2008, muchos economistas ¡ªentre ellos, el premio Nobel Paul Krugman¡ª auguraron que el euro no aguantar¨ªa, que sin una pol¨ªtica econ¨®mica realmente com¨²n la moneda acabar¨ªa por estallar en mil pedazos. Esto no ocurri¨®, aunque el peligro no est¨¢ descartado. La sensaci¨®n de que la locomotora franco-alemana anda gripada, en este y en otros temas cruciales, no ayuda al optimismo. Pero la amenaza al proyecto europeo, ahora, parece venir por otro lado.
El auge de la derecha ultranacionalista es palpable. Ha llegado al poder o tiene una influencia decisiva en pa¨ªses como Polonia, Hungr¨ªa, Italia o Austria. Resulta dif¨ªcil no encontrar inquietantes ecos de los a?os treinta en esa mezcla peligrosa de nacionalismo y pobreza. Y la idea de que Europa era una v¨ªa para solucionar los problemas, la sensaci¨®n de que la uni¨®n hace la fuerza, no ha sido derrotada, pero s¨ª se ha resquebrajado gravemente.
El problema no es tanto el poder real de la ultraderecha ¡ªpeque?o¡ª, sino su influencia en los grandes debates, explica Julia Ebner, analista experta en ultraderecha del Institute for Strategic Dialogue (ISD), con sede en Londres. ¡°Hemos detectado un patr¨®n desde Europa del Este hasta Europa Occidental, desde los pa¨ªses escandinavos hasta los mediterr¨¢neos. Los partidos de extrema derecha han aumentado exponencialmente sus esca?os. Han marcado el paso en los debates nacionales de Gobiernos, peri¨®dicos y redes sociales m¨¢s que el resto de partidos. Y, lo que es m¨¢s importante, han sabido aprovechar el creciente resentimiento contra las ¨¦lites y explotar la crisis de identidad que se cierne sobre Europa¡±.
La idea de que la uni¨®n hace la fuerza no ha sido derrotada, pero s¨ª ha quedado resquebrajada
Esto no se ha traducido todav¨ªa en un recorte dr¨¢stico de las libertades, ni siquiera en aquellos pa¨ªses donde la democracia est¨¢ camino de ser secuestrada, como la Hungr¨ªa de Vik?tor Orb¨¢n o la Polonia de Jaroslaw ?Kaczynski. Pero, como dice un anciano historiador brit¨¢nico, Peter Pulzer, que huy¨® del nazismo de ni?o ¡ªy a quien Kershaw cita en su libro¡ª, ¡°solo los que han vivido bajo un Estado policial saben lo que significa no vivir en uno¡±.
La actitud ante la inmigraci¨®n y los refugiados ha sido tal vez lo que m¨¢s ha hecho crecer a estos partidos. Han logrado imponer su discurso, plante¨¢ndolo como un problema, consiguiendo que muchos Gobiernos arrastren los pies en este terreno. Niegan as¨ª la esencia misma de Europa, un continente cuya historia representa un largo viaje, dentro de las fronteras de los pa¨ªses ¡ªde sur a norte, del campo a la ciudad¡ª y tambi¨¦n hacia el exterior. La UE necesita inmigrantes para sostener su econom¨ªa y su envejecida demograf¨ªa. Tiene la obligaci¨®n, moral y legal, de acoger a los refugiados, pero el reto y los problemas que la inmigraci¨®n plantea son grandes.
Con todo, los nacionalistas radicales no han logrado superar el 20% en las urnas en casi ning¨²n Estado miembro. Cuando se evocan las consecuencias de la crisis de los refugiados de 2015 en Alemania, periodo en el que el Gobierno de Angela Merkel acept¨® a m¨¢s de un mill¨®n de personas, se suele recordar el regreso de la ultraderecha al Parlamento por primera vez desde 1945 con el partido Alternativa para Alemania (AfD). Pero se olvida que millones de ciudadanos se presentaron voluntarios para ayudar en todo lo que fuese posible. Lo recuerda G¨¦raldine Schwarz en Les Amn¨¦siques, ensayo con el que gan¨® el premio al mejor libro europeo en 2018: ¡°En mi barrio de Berl¨ªn, Kreuzberg, la riada de voluntarios fue tal que los responsables municipales tuvieron que mandarnos a casa explic¨¢ndonos que ¨¦ramos m¨¢s que los refugiados¡±. Esa Europa, sobre todo esa, tambi¨¦n votar¨¢ el pr¨®ximo domingo. El continente puede librarse de dos huellas: una es econ¨®mica, la del carbono; la otra es pol¨ªtica.
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