Entre la felicidad y la infelicidad: los j¨®venes chinos buscan su identidad

La joven mira el m¨®vil y luego a trav¨¦s de la ventanilla. Atardece ah¨ª fuera y el paisaje des¨¦rtico va cubri¨¦ndose de sombras. Recostada en la litera del coche cama, las preocupaciones parecen contraerle el rostro. El tren avanza. Ella viaja en silencio. Ronda los 23 o 24 a?os. No dice su nombre. Cuando habla, de pronto despliega una sonrisa. ¡°Voy en busca de trabajo¡±, cuenta en ingl¨¦s cuando se le pregunta de d¨®nde es y ad¨®nde se dirige. Se percibe el v¨¦rtigo en sus palabras. Habla con el tono de las confidencias de los trayectos nocturnos en segunda clase. El vag¨®n est¨¢ formado por una hilera abierta de literas triples donde se juntan pasajeros de todo tipo ¡ªun pastor, una mujer con su beb¨¦, un conductor de camiones¡ª. En medio de ese guirigay de olores y bolsones, la chica cuenta que ha decidido dejar su vida en Yining, una ciudad de unos 600.000 habitantes en la regi¨®n aut¨®noma de Xinjiang, en el lejano oeste del pa¨ªs, ya casi en Kazajist¨¢n, para probar suerte en Urumqi, la capital de esta inmensa provincia. Estudi¨® gesti¨®n tur¨ªstica, pero durante los tiempos del coronavirus no hab¨ªa trabajo de lo suyo, dice. El turismo se fren¨® cortocircuitado por la f¨¦rrea pol¨ªtica de la covid cero decretada por Pek¨ªn. En esta zona, atravesada adem¨¢s por tensiones ¨¦tnicas ¡ªla ONU acusa a China de posibles cr¨ªmenes de lesa humanidad contra la minor¨ªa uigur¡ª, hubo aislamientos sanitarios dur¨ªsimos que duraron m¨¢s de 100 d¨ªas. Entretanto, ella estuvo trabajando en un banco, aunque le pagaban muy poco, admite. Unos 3.000 yuanes (unos 385 euros) al mes. De modo que tras la reapertura ha decidido dejar el empleo, comprar un billete y subirse a un tren rumbo a la gran ciudad en busca de oportunidades. Sabe que no corren los mejores tiempos para su generaci¨®n. El trabajo escasea. Pocos encuentran el empleo so?ado. Los salarios no son los que esperaban. ¡°Es por la pandemia¡±, se encoge de hombros, y prosigue su viaje rumbo a lo desconocido.

El trayecto resume el de otros muchos j¨®venes en el gigante asi¨¢tico. Son la generaci¨®n m¨¢s preparada de China. Han gozado de una educaci¨®n excelsa e hincado codos en jornadas maratonianas con carruseles de extraescolares. Pero al salir del cascar¨®n muchos se encontraron con el muro de la pandemia, una dura pugna geopol¨ªtica y un modelo de crecimiento que numerosos economistas consideran agotado. Todo este batiburrillo se traduce en una econom¨ªa a¨²n acatarrada que no termina de remontar. Y la incertidumbre de un mercado de trabajo que no logra casar oferta y demanda.

En julio, Pek¨ªn public¨® una cifra hist¨®rica de paro juvenil urbano: alcanz¨® un 21,3% en el mes de junio entre quienes tienen entre 16 y 24 a?os, muy por encima de cifras prepand¨¦micas y el doble que hace cuatro a?os. El mes siguiente, en agosto, se esperaba un dato a¨²n peor, al recoger la probable b¨²squeda de empleo de una nueva promoci¨®n de universitarios, la mayor de la historia de China. En lugar de eso, el Gobierno decidi¨® dejar de publicar estad¨ªsticas.

Hay quien estima que la situaci¨®n podr¨ªa ser incluso peor. Zhang Dandan, profesora asociada en la Escuela Nacional de Desarrollo de la prestigiosa Universidad de Pek¨ªn, elev¨® el desempleo juvenil urbano del mes de marzo hasta el 46,5% (el oficial era entonces del 19,7%), seg¨²n c¨¢lculos propios publicados en un art¨ªculo en la revista econ¨®mica china Caixin. En esa cifra inclu¨ªa a una legi¨®n de j¨®venes que ni estudiaban ni trabajaban. Similares a los ninis en Espa?a, en China se los conoce como tangping. El t¨¦rmino, que significa literalmente ¡°tumbarse¡±, se extendi¨® en 2021 en redes sociales como una forma de protesta contracultural de los j¨®venes contra las presiones sociales de la cultura del trabajo. Ante las exigencias de un entorno laboral extenuante y mec¨¢nico, resultaba preferible ¡°tumbarse¡± y esperar sin desear ni consumir demasiado. A menudo, el t¨¦rmino ha sido tambi¨¦n usado para criticar la presunta holgazaner¨ªa de una generaci¨®n que ha crecido con mayores comodidades que sus antecesores.

No es sencillo definir a la juventud china. Resultan inclasificables en un pa¨ªs que nunca se agota. Para hacerse una idea del tama?o de la cohorte, conviene indicar que hay m¨¢s personas chinas entre 15 y 34 a?os ¡ªj¨®venes, seg¨²n est¨¢ndares m¨¢s bien laxos¡ª que habitantes en Estados Unidos. Pero todos ellos comparten un rasgo: son la generaci¨®n de hijos ¨²nicos nacidos bajo la severa pol¨ªtica de planificaci¨®n familiar que limit¨® la descendencia hasta 2015. Se los ha denominado los ¡°peque?os emperadores¡±. Sobre ellos recaen todos los sue?os y riquezas de sus padres; tambi¨¦n las neuras, cargas y presiones, del mismo modo que ser¨¢n los responsables de mantener a sus progenitores cuando lleguen a la vejez.

Sus padres fueron los protagonistas de la transformaci¨®n de un pa¨ªs pobre en una superpotencia, pasaron de las cartillas de racionamiento a ser propietarios de pisos y negocios, decidieron invertir ingentes recursos en la educaci¨®n de sus hijos en una sociedad conocida por su competitividad. La suya es a¨²n una generaci¨®n por definir.

¡°Sus miembros son personas seguras de s¨ª mismas, privilegiadas, pr¨®speras y con un alto nivel educativo, la primera generaci¨®n de China que busca la felicidad m¨¢s que la riqueza¡±, asegura Keyu Jin en su reciente libro The New China Playbook (2023). ¡°Est¨¢n orgullosos del creciente poder e influencia de su naci¨®n, un sentimiento que se acent¨²a por la alarma de Occidente ante el auge de China¡±. Nacidos en los noventa y dos mil, han crecido en la China que se sumaba a la Organizaci¨®n Mundial del Comercio en 2001, la del desembarco de multinacionales extranjeras y los Juegos Ol¨ªmpicos en 2008, la que crec¨ªa a tasas de dos d¨ªgitos y desplegaba sus exportaciones por el mundo. Tambi¨¦n han visto los estragos medioambientales del desarrollismo y c¨®mo la econom¨ªa ha ido frenando sus motores.

¡°Siento que nuestra generaci¨®n es a la vez feliz e infeliz¡±, dice Gong Jianan, de 29 a?os, estudiante de doctorado en Arqueolog¨ªa de la Universidad de North West de Xian. ¡°Feliz, porque ha alcanzado la buena etapa del desarrollo de China¡±, pero a la vez se enfrentan a ¡°la gran presi¨®n de la vida¡±.

Se les dijo que estudiaran y lo han hecho. La enorme masa de reci¨¦n licenciados sum¨® en 2023 unos 11,6 millones de personas, 800.000 m¨¢s que el a?o anterior y un 66% m¨¢s que hace una d¨¦cada. Estos j¨®venes bien preparados no se conforman con cualquier cosa. Muchos prefieren seguir buscando antes que aceptar un empleo para el que se sienten sobrecualificados o que consideran mec¨¢nico y aburrido. Hace poco, un alto directivo europeo de una multinacional radicada en China resum¨ªa el sinsentido: ¡°El paro juvenil est¨¢ por las nubes, pero no encontramos mano de obra para el almac¨¦n¡±.

Ante la falta de oportunidades, algunos tratan de crearse su propio hueco. Este verano, Mo Xue Mei, de 25 a?os, se paseaba por uno de los principales puntos tur¨ªsticos de Chongqing, una megaciudad de m¨¢s de 30 millones de habitantes en el centro de China, con una c¨¢mara fotogr¨¢fica r¨¦flex en la mano. A cambio de un pu?ado de yuanes, se dedicaba a inmortalizar a las legiones de visitantes. Llevaba un altavoz colgado a la cintura para promocionar su negocio, que hab¨ªa arrancado tras la pandemia. En su ciudad, dijo en un receso a orillas del r¨ªo Yangts¨¦, ¡°no hay mucho trabajo si no est¨¢s empleado en la industria¡±. En la urbe tienen sus plantas de manufacturas numerosos gigantes tecnol¨®gicos. Fuera de esto, la cosa se complica. Mo Xue Mei, que hab¨ªa picoteado en otros empleos (no dio demasiados detalles), ahora lograba juntar ¡°varios miles de yuanes al mes¡±. Lo suficiente, dijo, para ¡°sobrevivir si los gastos son bajos¡±. Defini¨® a su generaci¨®n: ¡°Somos impetuosos y luchadores por la vida¡±. Y asegur¨® que, aunque en internet se dijera que se quedan ¡°tumbados¡±, ellos ¡°siguen trabajando duro, intent¨¢ndolo y fracasando¡±. ¡°La mayor¨ªa de la gente que me rodea es as¨ª¡±.

Con el mercado de trabajo en horas bajas, el n¨²mero de j¨®venes aspirantes a funcionarios del Estado se ha disparado. En 2023 se han superado por primera vez los tres millones de candidatos al examen para formar parte de la Administraci¨®n china. La prueba, que arranc¨® a finales de noviembre, busca cubrir las 39.000 plazas convocadas: un ratio desalentador de 70 a 1. Las pruebas son dur¨ªsimas en un pa¨ªs cuya tradici¨®n de oposiciones para convertirse en mandar¨ªn (el funcionario al servicio de la Administraci¨®n imperial) se remonta siglos atr¨¢s y ha dado lugar a notables obras literarias.

Hace unos meses, por las redes chinas corr¨ªa una autoparodia de los j¨®venes: se comparaban con Kong Yiji, un c¨¦lebre personaje de un relato corto de Lu Xun, un escritor de principios del siglo XX considerado uno de los renovadores de la narrativa china. Kong Yiji era un tipo de t¨²nica larga y barba desgre?ada que acud¨ªa a la taberna casi todas las tardes, pero a diferencia de los dem¨¢s clientes, que eran jornaleros, ¨¦l ten¨ªa estudios. No hab¨ªa llegado a pasar, sin embargo, el primer examen de la carrera de funcionario, y tampoco fue capaz de ganarse la vida. ¡°Por eso, con el tiempo se fue volviendo cada vez m¨¢s pobre hasta convertirse casi en un mendigo¡±, cuenta Lu Xun.

Enseguida se encendi¨® uno de esos debates en l¨ªnea sobre el verdadero sentido del relato. ¡°La intenci¨®n original de Lu Xun no era satirizar lo decadente que era Kong Yiji, sino utilizar a Kong Yiji para satirizar el sistema imperial de ex¨¢menes por crear un gran n¨²mero de personas in¨²tiles¡±, escribieron los autores de un blog con un toque cr¨ªtico llamado El melanc¨®lico Tocqueville. La situaci¨®n de los estudiantes universitarios de hoy en d¨ªa es similar, a?adieron: ¡°Como Kong Yiji, tambi¨¦n se han encontrado con el predicamento de ser in¨²til, pero un erudito¡±. Entre otras cosas, argumentaban, ya no sucede como en los noventa y primeros dos mil, cuando un t¨ªtulo universitario abr¨ªa en China las puertas a los mejores trabajos. Ahora hay un excedente de licenciados en un pa¨ªs donde casi el 30% del PIB a¨²n depende de la industria manufacturera.

CCTV, la televisi¨®n estatal, en cambio public¨® un art¨ªculo que animaba a los j¨®venes a despojarse de esa ¡°larga t¨²nica¡± de Kong Yiji. ¡°La raz¨®n por la que tuvo problemas en la vida no fue por haber le¨ªdo libros, sino porque no pod¨ªa desprenderse de sus pretensiones de erudito y no estaba dispuesto a cambiar su situaci¨®n mediante el trabajo¡±.

Ante el panorama incierto de los j¨®venes, los mensajes del Gobierno animan a no lamerse las heridas y a ponerse manos a la obra. Algunos esl¨®ganes recuerdan a otra era. En mayo, el presidente chino, Xi Jinping, escribi¨® una carta dirigida a universitarios en la que les ped¨ªa que se ¡°tragaran la amargura¡±, expresi¨®n china que podr¨ªa traducirse como ¡°pasarlo mal¡±, con cierta connotaci¨®n de lucha voluntaria. En diferentes ocasiones, la propaganda oficial pone como ejemplo las penurias que sufri¨® el mandatario en su juventud, cuando vivi¨® en una cueva en una aldea a la que fue enviado durante la Revoluci¨®n Cultural. ¡°Deber¨ªamos animar a los j¨®venes funcionarios a trabajar y adquirir experiencia en comunidades locales y zonas en las que las condiciones son duras¡±, dijo Xi en el ¨²ltimo Congreso del Partido, en 2022. La Liga de las Juventudes Comunistas ha lanzado en los ¨²ltimos tiempos programas de ¡°revitalizaci¨®n rural¡± para fomentar el retorno de los licenciados a las aldeas.

Yang Mai, un artista de 32 a?os nacido y criado en la provincia de Cant¨®n, dice que la suya es una generaci¨®n ¡°desgarrada¡± por las dificultades, por mucho que la propaganda se empe?e en hablar de un ¡°pa¨ªs fuerte y pr¨®spero con un futuro brillante¡±. Pero cree que hay en marcha un proceso de ¡°desconexi¨®n¡± que ha llevado a la juventud a cuestionar los valores inculcados por el Gobierno. Lo cual ha provocado a su vez una ola de reac?ci¨®n de las autoridades ¡°intensificando a¨²n m¨¢s su propaganda ideol¨®gica, haciendo que la gente se sienta m¨¢s conflictiva e insegura cuando se enfrenta a la realidad, como desgarrada¡±. El legislativo chino aprob¨® por ejemplo en octubre una nueva ley de educaci¨®n patri¨®tica teledirigida a sellar las grietas que puedan asomar entre la juventud.

Yang tiene un discurso que en China supone jugar con fuego. Pero prefiere no callarse. Considera que es su obligaci¨®n como artista: expresarse. Con estudios y parte de su carrera desarrollada en Estados Unidos, fue uno de los miles de personas que salieron a la calle hace un a?o para mostrar su rechazo contra la pol¨ªtica de covid cero. Liderado por j¨®venes en Shangh¨¢i, Pek¨ªn y otras ciudades, aquel chispazo fue la mayor muestra de descontento de la d¨¦cada de Xi en el poder. Portaban folios en blanco para simbolizar la falta de espacios para decir lo que uno quiere. Durante ese zarpazo de furia, en parte motivado por una situaci¨®n econ¨®mica agravada por los cierres antipand¨¦micos, se escucharon tambi¨¦n consignas contra el sistema: ¡°?Abajo el Partido Comunista! ?Abajo Xi Jinping!¡±. Yang acudi¨® en silla de ruedas, de la que tiraban unos amigos. Se hab¨ªa lesionado unos d¨ªas antes. All¨ª tambi¨¦n dijo que era su ¡°responsabilidad como artista¡± estar presente y ¡°alzar la voz¡±. Pek¨ªn reaccion¨® con un despliegue policial que acall¨® las protestas (Yang fue amenazado por tel¨¦fono por la polic¨ªa para que no volviera a salir a la calle). Numerosos manifestantes fueron detenidos. Solo unos d¨ªas m¨¢s tarde, el Gobierno dio por muerta la pol¨ªtica de cero covid.

Meses despu¨¦s, Yang, que tiene una larga melena oscura hasta media espalda, recibe en su estudio ubicado a las afueras de Pek¨ªn. All¨ª guarda algunas de las obras en las que ha estado trabajando y que expuso recientemente en una sala en esa zona perif¨¦rica y cotizada de la capital donde sol¨ªa vivir el artista hoy exiliado Ai Weiwei. Una de ellas es de enormes dimensiones. Est¨¢ compuesta por uniformes de colegio que cualquier chino reconocer¨ªa, todos id¨¦nticos, son como cuerpos anudados entre s¨ª, parecen eslabones de una gran cadena homog¨¦nea. A Yang le gusta experimentar con la ropa para transmitir sus ideas. La mayor lucha de su generaci¨®n es ¡°la identidad propia¡±, dice. ¡°Al crecer en China en los a?os noventa, nuestra educaci¨®n fue paralela a la industria manufacturera, borrando nuestras identidades individuales y conduci¨¦ndonos a la conformidad¡±. Tras los encierros de covid, a?ade, muchos se dieron cuenta de un descontento con el sistema pol¨ªtico, los valores sociales dominantes y las expectativas culturales que les dificulta sentirse conectados con el resto de la sociedad. ¡°Estamos insatisfechos con nuestra situaci¨®n, pero somos impotentes para cambiarla¡±.

La mayor¨ªa en China no lleva el discurso hasta este extremo. Al contrario. Aunque las protestas de los folios en blanco fueron un aviso a las autoridades de que los j¨®venes no est¨¢n dispuestos a tragar con todo, no se percibe en el pa¨ªs un cuestionamiento global del estado de las cosas. Pueden ser cr¨ªticos si toca. Pero no antisistema. Lo que s¨ª hay es mucha gente tratando de buscarse la vida, como en casi todas partes.

Chen Yenru se desliza a toda velocidad sobre sus patines por los pasillos del Centro Internacional de Comercio de Yiwu, el mayor espacio de venta al por mayor de manufacturas del planeta, una especie de bazar infinito donde uno puede encontrar de todo, de luces de Navidad a sillas de playa. Tiene 18 a?os, aparato en los dientes y una mirada audaz. Cada d¨ªa ha de cruzar varios sectores por los kilom¨¦tricos corredores, desde el comercio familiar, donde ayuda a su madre a vender una amplia gama de medallas, insignias y trofeos, al Kentucky Fried Chicken, donde trabajaba este verano cinco horas diarias para hacer frente a sus gastos cotidianos. Apenas tiene tiempo de charlar un instante. Llega tarde al trabajo. Va vestida con la gorra y la camiseta del KFC. Tras haber hecho el gaokao, el hiperexigente examen de selectividad chino, cuenta que ir¨¢ a estudiar a la ciudad de Nanjing. Describe a la juventud china: ¡°Todos bastante independientes¡±. Se larga patinando como un rayo.

Para muchos, los estudios siguen siendo la oportunidad de subirse al gran ascensor social. China es la segunda potencia econ¨®mica del planeta, ha logrado posar un cohete en la cara oculta de la Luna y por algunas de sus megaurbes ya se desplazan robotaxis futuristas. En las ¨²ltimas d¨¦cadas ha sacado a millones de personas de la miseria, pero persisten enormes desigualdades. El reci¨¦n fallecido ex primer ministro Li Keqiang advirti¨® en 2020 que un 40% de los chinos a¨²n ganaba menos de 140 d¨®lares al mes.

En la ciudad de Chongqing, una noche de este verano, un reci¨¦n licenciado en Administraci¨®n de Empresas con la tez pecosa cont¨® que, ahora que acababa de terminar la carrera, quer¨ªa volver a su T¨ªbet natal para montar un negocio y ¡°romper con la tradici¨®n familiar¡±. En el m¨®vil ense?¨® un v¨ªdeo de esa tradici¨®n: sal¨ªa su t¨ªo orde?ando a un peludo yak.

¡ª?Hay trabajo?

¡ªNo mucho.

?ltimamente, haciendo caso a la familia y ya de vuelta en el pueblo, a una altitud de 3.200 metros, se ha puesto a estudiar oposiciones para acceder a la Administraci¨®n de la regi¨®n aut¨®noma. Dice que es muy dif¨ªcil, compite con todos los estudiantes tibetanos por ¡°una o dos plazas¡±. Tal y como contaba hace poco a trav¨¦s de WeChat (el WhatsApp chino): ¡°Envidio que puedas sentir la prosperidad de la gran ciudad todos los d¨ªas¡±.

En aquella zona de Chongqing, un hormiguero de restaurantes colgantes arracimados en una encrespada ladera, hab¨ªa multitud de j¨®venes. Una pareja contaba que acaba de pasar ¡°con muy buena nota¡± el gaokao, y ahora les tocaba disfrutar del verano antes de empezar la universidad. Hab¨ªan acudido desde Shandong, una provincia de la costa este, para asistir a un concierto de Lu Han, uno de los mayores ¨ªdolos de K-pop de China. De voz atiplada y sobredosis de autotune, Lu Han canta en ingl¨¦s cosas tipo: ¡°Si las miradas mataran estar¨ªa muerto; nena, tu cuerpo en ese vestido¡±.

Si uno pasa por las zonas de bares de Pek¨ªn o se adentra en una de las abarrotadas tiendas de iPhone, pondr¨ªa en duda que la econom¨ªa china tenga problema alguno. Se siguen viendo cochazos en los barrios m¨¢s caros. Al volante, muchas veces se ve gente muy joven. Los caf¨¦s est¨¢n abarrotados, los restaurantes repletos. Y, sin embargo, cuando uno pregunta, muchos expresan un malestar difuso. Se percibe el golpe en el ego de las expectativas. Protestan por la falta del trabajo so?ado, de un salario suficiente, de un apartamento asequible. La vida es cara en las ciudades, muchos regresan a casa en las provincias, otros viven en albergues juveniles para aligerar costes mientras acuden a entrevistas de trabajo. Es habitual que a un extranjero le pregunten c¨®mo hacer para irse fuera, quiz¨¢ a estudiar o a trabajar. Quienes pueden dan el paso (Yang Mai, el artista, ahora est¨¢ en Kenia, por ejemplo). Las quejas se parecen a las de los j¨®venes de las sociedades posindustriales europeas, hay algo en el ambiente que recuerda al humor ¨¢tono que qued¨® tras la crisis de 2008 en Espa?a; quienes dan los primeros pasos laborales se desenvuelven en un magma de insatisfacci¨®n imprecisa vinculado a la falta de perspectivas.

Mientras, al Gobierno le preocupa la ca¨ªda en picado de la natalidad, pero quienes han de tenerlos replican que criar un hijo implica un dineral y supone una traba al inicio de sus carreras. La tasa de nacimientos ha ca¨ªdo a la mitad desde 2016, cuando Pek¨ªn puso fin a la pol¨ªtica de hijo ¨²nico. Los matrimonios tambi¨¦n se han desplomado. Y ese crisol urbano, de torres modernas, flamantes rascacielos y b¨²squeda existencial de los universitarios, convive con la realidad de los trabajadores migrantes, venidos de todos los rincones del pa¨ªs, que se ganan el jornal como repartidores surcando la urbe a lomos de una moto.

La econom¨ªa de plataformas en una sociedad altamente digitalizada se ha convertido en uno de los mayores empleadores del pa¨ªs. Da alg¨²n tipo de trabajo a unos 200 millones de personas en China, esto es, un quinto de la fuerza laboral, seg¨²n un reciente estudio del Instituto de Investigaci¨®n Econ¨®mica y Social de la Universidad de Jinan citado por el diario econ¨®mico Yicai. No es necesariamente un trabajo bueno ni uno a tiempo completo ni bien remunerado. Es lo que a menudo se denomina un empleo ¡°flexible¡±, eufemismo que comprende desde la legi¨®n de repartidores a domicilio a quienes retransmiten en directo a trav¨¦s de plataformas como Douyin (el nombre de TikTok en China).

Carrie, una wuhanesa de 26 a?os, pas¨® buena parte de la pandemia vendiendo ropa en directo a trav¨¦s de Douyin. Era lo que se puede denominar una live ?streamer. Dobl¨® el salario que ganaba en un empleo previo en la universidad. Le gustaba, pero reconoce que era dur¨ªsimo; las sesiones arrancaban con el maquillaje a las cuatro de la madrugada. De ese trabajo pas¨® a una firma financiera, que ¨²ltimamente hab¨ªa enfocado sus inversiones en el sector del coche el¨¦ctrico, pero decidi¨® dejarlo antes del verano para darle un vuelco a su vida: ahora es profesora de paddle-surf, un deporte que se est¨¢ popularizando en Wuhan, ciudad conocida por sus numerosos lagos. ¡°He decidido dedicarme a algo que me apasiona¡±, contaba este verano, pertrechada como para lanzarse al agua. Tambi¨¦n ha abierto un canal en redes sociales al que sube v¨ªdeos sobre este deporte. En invierno ten¨ªa la idea de continuar como profesora en Tailandia o Maldivas. Con estudios universitarios y un ingl¨¦s excelente, Carrie dice que la suya es una generaci¨®n marcada por la ¡°soledad¡±, lo ¡°desconocido¡± y el ¡°avance a trav¨¦s de la ruptura¡±. Su mayor reto es vivir su propia vida sin ser forzados por sus padres, a?ade. ¡°Nadie nos gu¨ªa ni nos muestra de qu¨¦ va la vida. Es dif¨ªcil encontrar un trabajo con tu t¨ªtulo universitario y desenvolverse en todo tipo de relaciones. Encontraremos el camino. Probablemente, por nuestros propios medios¡±.

Unos meses antes, poco despu¨¦s de la reapertura tras la pandemia, pero cuando en la ciudad de Wuhan a¨²n se sent¨ªa fresca la cicatriz por haber sido el origen del coronavirus, Carrie explic¨® en una cena en un animado restaurante su visi¨®n sobre el descenso de la natalidad. En parte, se deb¨ªa al cambio de rol de las mujeres: ¡°Ahora est¨¢n viviendo sus vidas. Son m¨¢s independientes. Pueden ganar dinero como los hombres. Trabajan fuera, mientras que en el pasado su deber era ¨²nicamente cuidar del hogar¡±. El aumento de la natalidad, seg¨²n ella, pasaba por una mayor implicaci¨®n de los varones. ¡°Estoy deseando ver a m¨¢s hombres dispuestos a criar un beb¨¦ con su mujer, que sea responsabilidad de los dos¡±. Ella hab¨ªa puesto sobre la mesa la cuesti¨®n en una app en la que buscaba pareja.

Aquellos d¨ªas de invierno, muchos bares segu¨ªan a¨²n cerrados y sus due?os lamentaban los estragos de la pandemia. Tambi¨¦n continuaban clausurados los locales de conciertos, como la m¨ªtica sala de punk VOX (Wuhan es conocida por ser una de las cunas del punk chino). Este verano, sin embargo, ya hab¨ªan reabierto y programaban actuaciones a diario. Un viernes de julio tocaba The Bootlegs, una banda de rock de Qingdao, una ciudad en la costa este, con melod¨ªas guitarreras de baja fidelidad y un aire surfero.

En el camerino, poco antes de salir al escenario, los tres miembros del grupo tomaban una cerveza y contaban an¨¦cdotas sobre los innumerables empleos que hab¨ªan ejercido: de peluquero a tatuador, pasando por pe¨®n de obra, podr¨ªan llenar varios folios con sus curr¨ªculos. ¡°Comparado con el pasado, los j¨®venes tienen ahora m¨¢s opciones¡±, dijo Zhao Hong, el cantante y guitarrista, de 31 a?os. Pueden ir a la universidad, dijo, y elegir la carrera que quieren; ¨¦l comenz¨® Literatura, aunque la dej¨® antes de terminar. La capacidad de elegir, a?adi¨®, en cualquier caso, no implicaba una mayor felicidad. ¡°Nosotros tenemos suerte porque sabemos lo que queremos hacer¡±, continu¨®. La banda se form¨® en 2019, justo antes de la pandemia. Esta era su segunda gira nacional. Hab¨ªan sacado ya cuatro discos y ten¨ªan previsto tocar 36 conciertos por todo el pa¨ªs. Zhao dijo que sus temas hablaban de la vida corriente. No hab¨ªa ficci¨®n en sus letras, contaba sus experiencias, quiz¨¢ por eso enganchaban con el p¨²blico. El cantante ten¨ªa los brazos llenos de tatuajes. Eran unos dibujos muy ecl¨¦cticos. En el pecho, al levantarse la camiseta, descubri¨® otro que dec¨ªa: ¡°Libertine¡±. Se lo hab¨ªa grabado, dijo, porque aspiraba a serlo, pero era consciente de que no pod¨ªa. Luego la banda enfil¨® el escenario. Fuera, los esperaban unos 200 o 300 chavales que levantaron el m¨®vil para inmortalizar el instante. Las guitarras rugieron, pero en ning¨²n momento el p¨²blico se movi¨® demasiado. Nadie perdi¨® la cabeza. Todas las letras, contaban los miembros del grupo, hab¨ªan sido previamente aprobadas por el organismo de censura correspondiente. Sucede siempre as¨ª. Conviene recordarlo. En una de las paredes se iluminaba el eslogan de la sala: ¡°La voz de la juventud¡±.