Menos pantallas y m¨¢s libros
Crece la alarma entre la comunidad educativa sobre los perjuicios de la excesiva exposici¨®n a los dispositivos electr¨®nicos en todas las etapas

Son las 10.15. En un colegio p¨²blico triling¨¹e del norte de la Comunidad de Madrid se celebra una jornada de puertas abiertas. Dentro del aula, un grupo de ni?os de entre 3 y 5 a?os danza alrededor de una televisi¨®n de plasma llena de colores y luces con movimiento fren¨¦tico. ¡°?Qu¨¦ es esto?¡±, pregunta una madre. ¡°La clase de ingl¨¦s¡±, le responden con total normalidad. En diciembre, la Asociaci¨®n Espa?ola de Pediatr¨ªa (AEP) aument¨® el rango de edad en la que se debe proteger a los ni?os de las pantallas: de los 2 a los 6 a?os. Pero todas las etapas educativas est¨¢n llamadas a repensar el porqu¨¦ y para qu¨¦ de la tecnolog¨ªa digital.
¡°Es una falacia decir que no hay estudios sobre los efectos de las pantallas en menores, porque hay un consenso s¨®lido de psic¨®logos, m¨¦dicos, maestros, logopedas¡ Los que est¨¢n en primera l¨ªnea est¨¢n dando la voz de alarma, pero hay gente capaz de contradecir hasta a la ciencia¡±, defiende a trav¨¦s de videoconferencia Michel Desmurget, neurocient¨ªfico y director de investigaci¨®n en el Instituto Nacional de la Salud y la Investigaci¨®n M¨¦dica de Francia. ¡°Llegar¨¢ el d¨ªa en que esos ni?os sean mayores y digan: ¡®Lo que me hiciste es inaceptable. Ahora tengo problemas de concentraci¨®n y cognitivos porque me dijiste que era seguro¡±.
¡°Los y las especialistas en infancia tenemos claro el impacto de las pantallas, pero somos minor¨ªa¡±, sentencia Anna Ramis Assens, maestra, pedagoga y miembro del comit¨¦ de expertos sobre el entorno digital seguro para la infancia y juventud de la Generalitat de Catalu?a. La autora de De 0 a 3, ?nada de pantallas? es partidaria de que la tecnolog¨ªa se aproveche en momentos puntuales donde nada podr¨ªa sustituirla. ¡°Imag¨ªnate que salen a ver bichos, pues una tableta puede permitir que se vean las mariquitas m¨¢s grandes, luego hacer una foto y seguir trabajando en el aula. Esto s¨ª tiene un sentido pedag¨®gico¡±.
Pero las herramientas tecnol¨®gicas est¨¢n por todas partes. Y no existe ning¨²n mecanismo para que las familias se nieguen a ellas. En esto no hay pin parental digital. Todo se justifica con la necesidad de adquirir competencias digitales, cuya definici¨®n, por cierto, queda muy abierta en los planes curriculares, que las incluyen desde los 3 a?os. Desde antes de que la escolarizaci¨®n sea obligatoria ¡ªde 0 a 6 no lo es¡ª ya se miden. Y a pesar de que la AEP excluye el uso durante la etapa de infantil, tambi¨¦n se incluye un bloque de alfabetizaci¨®n digital cuando a una criatura de esa edad se le eval¨²a a nivel psicopedag¨®gico para determinar retrasos madurativos u otros aspectos neurodivergentes. Solo Suecia, Pa¨ªses Bajos, Finlandia e Irlanda est¨¢n tomando medidas para repensar el asunto. Y de momento no son siquiera capaces de hacerlo de forma generalizada. En Espa?a empieza a abrirse el debate.
Ramis Assens defiende que ¡°las competencias digitales son necesarias, pero no es cierto que cuanto antes se introduzcan, mejor. Antes deben desarrollarse otras habilidades fundamentales¡±. Alberto Soler, autor junto a Concepci¨®n Roger de Los ni?os y las pantallas: m¨®viles, tablets, tv (Kailas, 2019), expone que ¡°en infantil la digitalizaci¨®n es contraproducente, en esas edades se necesita lo manipulativo. En primaria tampoco es esencial. En secundaria podr¨ªamos empezar a ver los beneficios¡±. Y a?ade que ¡°el desarrollo de la psicomotricidad fina y el procesamiento conceptual requieren experiencias concretas. Cognitivamente, se despiertan muchas habilidades cuando un ni?o o una ni?a dibuja¡±.
Herramientas cognitivas
Especialmente cuando se relaciona con el mundo con los cinco sentidos ¡°y en tres dimensiones¡±, expone Fran Villar, psic¨®logo especializado en suicidio y adolescencia, asesor de la Fundaci¨®n Hermes. ¡°Hasta los ocho es crucial que experimenten a trav¨¦s de est¨ªmulos sensoriales. Si se les limita a experiencias en dos dimensiones, se les priva de oportunidades en su desarrollo. La educaci¨®n no deber¨ªa centrarse en preparar a los ni?os para un mundo tecnol¨®gico, sino en dotarlos de herramientas cognitivas para adaptarse a cualquier escenario futuro¡±, reclama.

¡°Cuando vemos a un ni?o o adolescente hipnotizado por una pantalla, hay que preguntarse qu¨¦ pierde a cambio. Deterioro en la atenci¨®n, sue?o y clima emocional, que es lo que repercute en su manera de desenvolverse en el aula y en la vida¡±, explica Desmurget. La evidencia cient¨ªfica apunta a que la interacci¨®n prolongada o temprana con pantallas altera, sobre todo, la adquisici¨®n del lenguaje y la concentraci¨®n para la lectura.
Desmurget pide ¡°dejar las pantallas fuera del horario lectivo en los primeros cursos; sustituirlas por humanizaci¨®n en la ense?anza y formar m¨¢s a los y las docentes¡±. Para ¨¦l, ¡°el sistema intenta escudarse en un argumento pedag¨®gico, pero es econ¨®mico¡±. Se refiere a la precarizaci¨®n del oficio: ¡°Una pantalla nunca sustituir¨¢ a un maestro, pero es m¨¢s barato. La sociedad que no cuida a sus docentes est¨¢ abocada a ser peor. La democracia se resiente con la falta de esp¨ªritu cr¨ªtico¡±, advierte. Preocupa el empobrecimiento del pensamiento, derivado de los cambios de h¨¢bitos de lectura y escritura.
Esta preocupaci¨®n se traduce en documentos como el Manifiesto de Liubliana sobre la importancia de la lectura profunda (octubre de 2023) promovido desde la Universidad, y que llama a poner conciencia sobre cu¨¢ndo perjudican las TIC a la capacidad de leer, estudiar y pensar de forma cr¨ªtica. ¡°Escribir en papel fortalece la memoria de trabajo, mientras que hacerlo en una pantalla reduce ese esfuerzo, afectando a la capacidad de aprendizaje. Cualquier acci¨®n que reduzca el esfuerzo cognitivo de un ni?o es un robo a su desarrollo cerebral¡±, denuncia Villar.
El Laboratorio de Estudios sobre Convivencia y Prevenci¨®n de la Violencia (Laecovi) estudia los comportamientos en etapas adolescentes vincu?ladas a los h¨¢bitos digitales. Rosario Ortega-Ruiz, catedr¨¢tica de Psicolog¨ªa del Desarrollo y la Educaci¨®n, es parte de este grupo. Explica que ¡°el uso abusivo de dispositivos es da?ino; produce adicci¨®n, afecta al bienestar psicol¨®gico e impacta en el aprendizaje y la socializaci¨®n¡±, y lo vincula a los algoritmos dise?ados para ¡°la estimulaci¨®n emocional, que suelen buscar el descontrol o el control sin principios ¨¦ticos¡±.
Sin embargo, Ortega-Ruiz se?ala que por el momento no se hayan podido extraer conclusiones m¨¢s claras porque la acotaci¨®n a la digitalizaci¨®n en los centros es muy desigual. ¡°En ninguno de nuestros estudios actuales las escuelas hab¨ªan eliminado de forma homog¨¦nea las pantallas; la mayor¨ªa de ellas no permit¨ªan el m¨®vil, pero otras eran ambiguas o sin normas al respecto¡±. Tampoco, a?ade, existen directrices espec¨ªficas desde la autoridad educativa.
Los acuerdos de centros escolares con tecnol¨®gicas est¨¢n a la orden del d¨ªa, incluso en los p¨²blicos. M¨¢s de 1.700 colegios utilizan la pol¨¦mica metodolog¨ªa Innovamat para estudiar matem¨¢ticas. Muchos lucen la placa de Fundaci¨®n Vodafone con Digicraft, con acuerdos auton¨®micos, o el sello de Samsung Smart School, cuyo acuerdo es con el Ministerio de Educaci¨®n, Cultura y Deporte. Y Madrid, Andaluc¨ªa, Extremadura, Canarias, La Rioja y Murcia aplican Google Workspace for Education, a pesar de que la que la Agencia Espa?ola de Protecci¨®n de Datos (AEPD) ha emitido un informe desfavorable por, entre otros motivos, opacos t¨¦rminos de contrataci¨®n o poca claridad con la que trata la finalidad de los datos personales.
¡°La educaci¨®n ha firmado contratos con empresas tecnol¨®gicas a las que se ha permitido convertir la educaci¨®n en un modelo de negocio. Todo el mundo cre¨ªa que estaba haciendo acuerdos con alguien con quien compart¨ªan un prop¨®sito social, pero ?alguien midi¨® los riesgos?¡±, apunta Villar. Desmurget, por su parte, critica a ¡°estas industrias de miles de millones de euros, expertas en sembrar dudas porque no pueden contradecir los datos¡±. ¡°Saben perfectamente que sus productos son da?inos y aun as¨ª los venden¡±, reclama.

El psic¨®logo franc¨¦s celebra que ¡°hay colegios que han tomado decisiones valientes a la hora de retirar las pantallas; han entendido que la educaci¨®n debe centrarse en dotar a los estudiantes de herramientas cognitivas que les permitan adaptarse a cualquier escenario futuro. Lo interesante es recu?lar¡±. En esta l¨ªnea, Regi¨®n de Murcia anunci¨® en junio que eliminar¨¢ las pantallas de infantil y primaria porque ¡°la evidencia cient¨ªfica demuestra que estos procesos [leer, escribir, calcular] se aprenden mejor cuando no se hacen en pantallas¡±, seg¨²n su presidente, Fernando L¨®pez Miras. ¡°Dar marcha atr¨¢s, cuando como administraci¨®n has hecho inversiones millonarias, produce recelo, pero es preferible reconocer el error y rectificar que arrastrarlo durante d¨¦cadas¡±, zanja Desmurget.
El papel de las familias
Una v¨ªa para la transici¨®n, seg¨²n expone Paola de la Cruz, docente, experta en primera infancia y madre de tres chicos, es promover un uso responsable de la tecnolog¨ªa en espacios educativos; capacitar a los docentes y alinearse con las familias. ¡°Necesitamos su compromiso para que haya coherencia y se respeten los tiempos y necesidades de la infancia¡±. Al mismo tiempo, ¡°tenemos la obligaci¨®n de compartir con las familias el conocimiento cient¨ªfico y pedag¨®gico que ya tenemos sobre los efectos negativos del uso inadecuado de la tecnolog¨ªa en la primera infancia¡±, a?ade, y propone ¡°abrir espacios de di¨¢logo en las escuelas, donde familias y educadores podamos reflexionar sobre el impacto del uso de pantallas y compartir estrategias para un manejo adecuado¡±.
Este guante lo recogi¨® el educador social Ren¨¦ Rodr¨ªguez, activo divulgador contra un uso prematuro de las pantallas en la adolescencia. Acompa?a a las familias en la reflexi¨®n hacia un uso razonable de las pantallas en el aula y fuera de ellas; a difundir los riesgos de no hacerlo e inspirar un cambio. Advierte de que ¡°se est¨¢ sometiendo a los ni?os y ni?as a una inmersi¨®n abrupta para que encajen en el modelo de ciudadano moderno e inteligente del siglo XXI, mientras se deja toda la responsabilidad a las familias¡±.
A su entender, muchas de estas toman como normal lo que viene impuesto en el colegio, por desconocimiento. ?l intenta hacerlas entender que deben cuestionarse los motivos did¨¢cticos y pedag¨®gicos que justifican el uso de pantallas. Les recomienda que lleguen a ¡°acuerdos de conciliaci¨®n horaria y temporal con las escuelas para que el uso de pantallas no sobrepase las recomendaciones de presencia ante las mismas por parte del alumnado¡±. E insiste en que se cuestionen lo contradictorio que resulta ¡°hablar de derecho a desconexi¨®n digital de los adultos, pero que los chicos y chicas tengan que hacer deberes en casa con el ordenador, y tengan de fecha de entrega para la tarea el domingo a las 23.59¡å. En esta l¨ªnea, pide establecer ¡°el principio de precauci¨®n, en los mismos t¨¦rminos en los que se plantea en la normativa sobre prevenci¨®n de riesgos laborales¡±.
Para ¨¦l, la direcci¨®n adecuada es que las familias se al¨ªen, pero ¡°que su asociacionismo avance hacia un activismo cr¨ªtico con las pol¨ªticas educativas, levantando la mirada m¨¢s all¨¢ del colegio para poner el foco en la administraci¨®n auton¨®mica y local¡±. La f¨®rmula adecuada ser¨ªa que ¡°las AMPA, AFAS, APAS sean instrumento de participaci¨®n independiente y colaborativo¡±. En definitiva, que ¡°las familias deber¨ªan recuperar su rol activo en los consejos escolares, mejorando la transparencia en las decisiones que afectan al alumnado¡±, concluye.
El riesgo de crear adictos
Una de las cuestiones más polémicas de la tecnología refiere al contenido que se consume y cómo se presenta. Especialmente las gamificaciones. “Si a un niño le das una estrella virtual en lugar de permitirle sentir el orgullo de haber logrado algo por sí mismo, le robas una parte fundamental del aprendizaje. Necesitan vivir experiencias reales, enfrentarse a la frustración, tener pataletas y desarrollar recursos propios”, expone el psicólogo Fran Villar. Su colega Alberto Soler añade que “la educación no tiene por qué ser siempre divertida; los estudiantes tienen que tolerar que el aprendizaje requiere esfuerzo”. Y recuerda todos problemas emocionales y psicológicos que pueden derivar de esas adicciones creadas desde tan temprana edad.
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