Hermanos Alba, una marisquer¨ªa familiar de ¨¦xito que se nutre de la bah¨ªa de M¨¢laga

Si alguna etiqueta cabe adjudicar a Hermanos Alba es la que corresponde a un restaurante de los denominados de producto. En esencia, un lugar de alma marinera en el barrio malague?o de El Palo, donde en funci¨®n de las subastas de las lonjas de Motril y Caleta de V¨¦lez, se ofrecen pescados y mariscos de calidad superlativa, tratados con recetas aparentemente sencillas. Lo gestionan la familia Alba ¡ªManuel, en la cocina, con su hijo Juanma, y su nuera Ana Berm¨²dez, en la sala¡ª, herederos de una familia cuyos antecedentes hosteleros se retrotraen a la primitiva casa de comidas que en 1988 fund¨® Manuel con el resto de sus hermanos, ya retirados, en el barrio Cerrado de Calder¨®n.

En el momento actual, un rinc¨®n de ¨¦xito que con razones de peso se ha encaramado a uno de los puestos m¨¢s destacados de la provincia. Reviste tanta importancia en esta casa el apabullante bodeg¨®n con la pesca del d¨ªa que se exhibe a la entrada de su comedor, como las t¨¦cnicas que Manuel aplica en sus cocinas. Las frituras, la plancha, las cocciones y las preparaciones en crudo se adecuan de tal manera que potencian la calidad de los productos con los que trabaja.

Dos sopas, el delicado gazpachuelo de M¨¢laga y su versi¨®n ilustrada, la sopa Vi?a AB al amontillado de Gonz¨¢lez Byass preceden a una lista de especialidades con algunas sombras. Dudas que surgen de refil¨®n con las croquetas de gambas, correctas, aunque mejorables. Y con el carpaccio de gambas rojas, anodino, carente del sabor y la textura esperables. Lo contrario que su celeb¨¦rrima ensaladilla, suave, de gusto profundo, un hito entre los entrantes.

Los crust¨¢ceos y moluscos, algunos procedentes de las lonjas de Huelva, crudos, hervidos o a la plancha, que en el men¨² degustaci¨®n se sirven por unidades, acaparan un tercio de la carta. Excelentes las conchas finas y los bolos (escupi?as) crudos; de gusto intenso los b¨²sanos (ca?a¨ªllas) de Isla Cristina (Huelva), y portentosas las coquinas de la costa, abiertas en sart¨¦n con un hilo de aceite, sin la presencia del ajo y el perejil que suelen desfigurarlas. La degustaci¨®n prosigue con las quisquillas de huevas azules en tres versiones, crudas, hervidas y a la plancha. Y contin¨²a con dos gambas blancas de M¨¢laga en contraposici¨®n a una roja (alistado) de Huelva a la plancha, en una suerte de amistosa confrontaci¨®n gastron¨®mica.

A la plancha se hacen los tacos de mero, algo secos, y tambi¨¦n las cigalas, impecables. Y en la sart¨¦n frituras imprevisibles, tal vez boquerones victorianos, lomos de raya o pijotas, que demuestran su dominio de esta t¨¦cnica en aceite limpio. Y como plato estrella, t¨ªtulo con el que figura en la carta, las patatas fritas con huevos y carabineros, conjunto menos logrado de lo esperable al que no aporta nada la trufa negra rallada que lo acompa?a.

Los postres (tarta de queso, tarta de lima) cumplen sin despertar entusiasmo a excepci¨®n del tocino de cielo. En paralelo figura una bodega muy cuidada, con m¨¢s de 400 referencias seleccionadas a conciencia, que incluye grandes marcas espa?olas e internacionales a precios razonables, otro de los puntos fuertes de la casa.

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