Jos¨¦ Carreras: ¡°No creo en Dios. Creo en algo superior. No he descubierto qu¨¦ es¡±
El tenor catal¨¢n, una de las voces oper¨ªsticas m¨¢s aclamadas del siglo XX, defiende los riesgos que definieron (y, seg¨²n qui¨¦n, limitaron) su carrera, el c¨¢ncer que casi acaba con todo y c¨®mo vivi¨® para ser una de las figuras p¨²blicas m¨¢s inmaculadas de Espa?a
¡ª?Cree usted en Dios?
¡ªNo.
Jos¨¦ Carreras (Barcelona, 77 a?os) naci¨® con una de las voces musicales m¨¢s formidables del siglo XX, lo que a su manera es un milagro, y a?os despu¨¦s, enferm¨® y se cur¨® de un c¨¢ncer fulminante, lo que a su manera es otro milagro. Ahora, esta ma?ana de primavera al menos, pierde la mirada con frecuencia al hablar, y guarda silencio, a veces en mitad de una frase, en pausas cortas y hondas, y cuando lo hace da la impresi¨®n de que sabe algo que los dem¨¢s no, que de tanto contacto con la ¨®pera, la gloria, la muerte, la resurrecci¨®n y dem¨¢s contrafuertes de lo trascendente ha terminado por adquirir alg¨²n conocimiento profundo e imposible de expresar con palabras.
Pero Jos¨¦ Carreras no cree en Dios. Es un hombre de pelo blanco, modales exquisitos y la sonrisa, a¨²n, de quien ha sido muy guapo durante muchos a?os. Cl¨¢sicamente trajeado ¨Cchaqueta y corbata azules, pantal¨®n gris¨C y sentado en su despacho en la Fundaci¨®n Jos¨¦ Carreras, donde recibe la luz plateada de un d¨ªa lluvioso en Barcelona, se disculpa por las pausas, que no tienen nada que ver con lo invisible, inefable e incognoscible sino con la edad, dice con esa sonrisa.
¡ªYo no soy un hombre excesivamente religioso pero s¨ª un hombre que, como la mayor¨ªa, cree en algo superior. A¨²n no he descubierto qu¨¦ es. No creo que lo descubra nunca.
El despacho est¨¢ lleno de fotos, diplomas y recuerdos que cuentan su incre¨ªble historia. La del ni?o de barrio que acab¨® cantando en el Liceu, en la Scala, en la ?pera de Viena, en el Covent Garden, en el festival de Salzburgo, sin m¨¢s facilidades ni favoritismos que el don de su voz y su voluntad de trabajar mucho, de hacer mucho. El atleta musical que dio la vuelta al mundo insufl¨¢ndole vida nueva, la suya, a partituras centenarias en salones todav¨ªa m¨¢s centenarios donde el p¨²blico esnob y murmurador lloraba al o¨ªrle y se pon¨ªa de pie para aplaudirle, el que apasion¨® a Caball¨¦, a Karajan, a Bernstein, a Muti, a Abbado y a quien m¨¢s anduviera por la planta noble de la m¨²sica cl¨¢sica de su generaci¨®n. El superdotado f¨ªsicamente que, un d¨ªa y de repente, se vio definido por la enfermedad, la vulnerabilidad y, luego, contra todo pron¨®stico, la sanaci¨®n. La figura p¨²blica sin parang¨®n en el siglo XXI espa?ol, capaz de representar a su pa¨ªs desde el franquismo hasta hoy, de encarnar la excelencia sin olvidar sus ra¨ªces obreras, de no despertar animadversiones interesadas, el hombre sentado este jueves en el despacho, el que parece meditar cuando busca una palabra a mitad de frase, alguien cuya vida est¨¢ tan atravesada por la magia, por aquello que no vemos pero s¨ª sentimos y es real, alguien a quien cuesta tanto mirar desde el agnosticismo que al o¨ªrlo es casi imposible no preguntarse c¨®mo ser¨¢ envejecer para una persona que ha existido entre milagros.
¡ªAlgo te da fuerza cuando la necesitas. No s¨¦ el qu¨¦.
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Carreras creci¨® en la ruina de la Espa?a de posguerra y en una Barcelona derrotada y proletaria. ¡°Viv¨ªamos, toda la familia, en el barrio de Sants, barrio trabajador pero tambi¨¦n¡ muy comprometido, si queremos usar esa palabra¡±. Su madre era peluquera. Su padre, maestro durante la Rep¨²blica; el franquismo le oblig¨® a convertirse en cabo de la Guardia Urbana. ¡°Era de los que llevaba el salacot ese blanco, muy impresionante cuando llegaba a casa¡±. Cuando su padre le llevaba al f¨²tbol, ¨¦l se met¨ªa dentro de ese abrigo para colarse.
¡°Un domingo por la tarde, yo tendr¨ªa unos seis a?os, fuimos toda la familia a alguno de los cines del barrio. Daban la pel¨ªcula El Gran Caruso [de 1951, en la que Mario Lanza interpreta al tenor italiano, que empez¨® cantando en la calle y acab¨® hecho una leyenda de la ¨®pera]. Me impact¨®. Me impact¨®, aparte de la m¨²sica y el canto, la figura de Mario Lanza, un hombre muy carism¨¢tico y con una magnifica voz. Me entusiasm¨®. Entonces empec¨¦, a mi manera, a cantar algunas de las melod¨ªas que hab¨ªa o¨ªdo en la pel¨ªcula. Y aqu¨ª empez¨® todo¡±. Su madre moviliz¨® a una amiga suya, Marta Prunera, profesora de m¨²sica, para que le formase al chaval. Su padre, al a?o siguiente, logr¨® meterle en una clase del Conservatorio Municipal (¡°con matr¨ªcula gratuita, naturalmente, en aquellos a?os se ten¨ªa que pensar en todo¡±) y le llev¨® al Liceu a ver a Renata Tebaldi en noviembre de 1953. Se sentaron en el quinto piso.
¡°No soy un hombre excesivamente religioso pero, como la mayor¨ªa, creo en algo superior. No he descubierto qu¨¦ es¡±
A los once a?os cant¨® ¨¦l en el Liceu, como el narrador de El retablo de maese Pedro, de Falla, junto al bar¨ªtono Manuel Ausensi y con Jos¨¦ Iturb¨ª de director: era 1958 y Carreras hab¨ªa despuntado un poco antes en alg¨²n programa de radio interpretando La donna ¨¦ mobile. ¡°S¨ª, pero esto fue puntual, ?no? Mis padres, con muy buen criterio, nunca quisieron que yo me convirtiera en¡ no quiero decir la palabra¡ en una atracci¨®n de feria, digamos. Ni much¨ªsimo menos. Ellos consideraron que era muy importante que yo continuara mis estudios de m¨²sica y mis estudios habituales, pues en este caso de bachillerato¡±. Carreras entra aqu¨ª en una larga pausa, con la mirada puesta en la ventana. ¡°Bueno. La vida ha ido por muy bien camino siempre¡±. Lo que cabe entre esa pausa y esa conclusi¨®n es que ¨¦l se centr¨® en estudiar Qu¨ªmica y lo acab¨® dejando. Que en 1970, por el propio peso de su talento y una irreductible capacidad de trabajo, recay¨® en su primer gran personaje en el Liceu, Genaro en Lucrezia Borgia, de Donizetti. Que a Lucrecia la interpretaba una Montserrat Caball¨¦ en plena apoteosis de su estrellato mundial, y que ella se qued¨® tan prendada de su voz que emplaz¨® a su representante, o sea, su hermanos Carlos, a que ayudase a este novato en todo lo que pudiera. Que Carreras se convirti¨® en parte de la familia Caball¨¦ y se encontr¨® ante una serie de posibilidades a las que se entreg¨® con gratitud obrera.
Debut¨® en Italia en 1971, como Rodolfo en La Boh¨¨me en Parma, y el clamor cr¨ªtico le abri¨® las puertas de Londres con Maria Stuarda, de nuevo Donizetti y de nuevo junto a Caball¨¦; aquel ¨¦xito le permiti¨® debutar en Estados Unidos en 1972 como Pinkerton en Madama Butterfly, de Puccini, en la New York City Opera y all¨ª se qued¨® dos a?os, exhibiendo su creciente talento en la piel de Cavaradossi en Tosca; de Rodolfo en La Boh¨¨me; de Alfredo en La Traviata, de Edgardo en Luc¨ªa di Lammermoor o del Duque de Rigoletto: algunos de los roles m¨¢s jugosos de su registro, el l¨ªrico, ante el p¨²blico m¨¢s sediento de novedades, el de Estados Unidos.
¡°En su mejor momento, a mediados de los setenta, Carreras era un tenor l¨ªrico genuinamente impresionante¡±, cuenta de ¨¦l Ted Libbey, legendario cr¨ªtico musical de The New York Times en los ochenta y presentador de programas de m¨²sica cl¨¢sica de la radio p¨²blica estadounidense NPR entre 1987 y 2003. ¡°Con esa voz acaramelada y ese ardor en el fraseo, recordaba a un joven Giuseppe di Stefano. Cantaba de forma natural, espont¨¢nea y tan l¨ªrica que resultaba arrebatador. Su voz desprend¨ªa, en los registros m¨¢s altos, un fulgor con destellos de fuego inexistente en cualquier otro lugar¡±.
En 1975, se le plante¨® la posibilidad de debutar en la Scala de Mil¨¢n. Por la partitura, la complicada Un ballo in maschera de Verdi, y por la juventud del cantante, se le advirti¨® de que era un riesgo, que se jugaba un desastre irreparable. Fue una de las mejores noches de su vida. ¡°Cant¨¦ aquella noche¡ Digamos, que en la vida de un tenor, al menos para m¨ª, de 100 funciones, hay 70 que son normales. Todo va bien, te encuentras bien. Hay 15 donde el problema est¨¢ en acabar la funci¨®n porque no te encuentras con las condiciones. El aire acondicionado, el clima¡ todo eso influye en la voz de los cantantes. Pero luego hay otras 15 funciones. El d¨ªa que te encuentras con la bendici¨®n, que te¡ ¡®?Oh, oh, oh, hoy puedo hacer lo que me echen!¡¯, para decirlo en modo castizo¡±, se incorpora en la silla, levanta los brazos, abre los ojos. ¡°Tuve la suerte de que mi debut en la Scala fue una funci¨®n especialmente buena¡±. Aquel 13 de febrero de 1975, jueves, el chaval de Sants, el ni?o que se ten¨ªa que esconder en el abrigo de su padre para ver al Bar?a, se consagr¨® como estrella oper¨ªstica internacional, su voz coronada como una de las mejores de su ¨¦poca.
El nombre Carreras empez¨® a despuntar en el ocaso de la ¨®pera chic, era en la que el abaratamiento de los tocadiscos dom¨¦sticos permiti¨® que las actuaciones m¨¢s sublimes de los teatros m¨¢s burgueses se escucharan por primera vez en los salones de cualquier hogar. Ssurgi¨® un nuevo p¨²blico para el que esos vinilos eran un s¨ªmbolo de estatus, y con ese nuevo p¨²blico, la demanda de nombres reconocibles. A la vez, se hab¨ªa extendido un nuevo estilo de interpretaci¨®n entre los tenores l¨ªricos. Pl¨¢cido Domingo, Luciano Pavarotti o Jaume Argall se hab¨ªan hecho famosos por reforzar lo teatral en las letras: funcionaba especialmente bien para quien segu¨ªa ¨®pera solo por las grabaciones. Carreras era el rey de ese registro, como lo de era de ese formato.
¡°Se da la casualidad de que los papeles que m¨¢s me desaconsejaban los gur¨²s [por arriesgar su voz] despu¨¦s han sido, con toda modestia, mis mayores ¨¦xitos¡±
Su cara estaba en vinilos legendarios como el Simon Boccanegra de 1977, dirigido por Claudio Abbado en la Scala o el Carmen de 1983, junto a Agnes Baltsa y dirigido por Herbert von Karajan. ¡°La fuerza del destino [en 1978] o Andrea Ch¨¦nier [1985] en la Scala¡±, completa ahora, preguntado por sus mejores momentos. ¡°En la ?pera de Viena, funciones con Karajan: Don Carlo [1978], Aida [1980]. La Tosca de Berl¨ªn [1980]¡±.
Karajan, uno de los mejores directores de su generaci¨®n, fich¨® a Carreras para los principales papeles del festival de Salzburgo de los ochenta: muchos de los mejores directores de aquella quer¨ªan trabajar con el tenor. El alem¨¢n hoy es tildado de nazi si no por su ideolog¨ªa, por su forma de tratar a las orquestas: ¡°No, no, no, no, no es verdad. Karajan era una hombre que lo que quer¨ªa es que la funci¨®n tuviera el m¨¢ximo esplendor, por qu¨¦ no decirlo. Era siempre el primero en llegar y el ¨²ltimo en marcharse. Era de una disciplina extraordinaria y rigurosa pero, al mismo tiempo, y hablo siempre por mis sensaciones con ¨¦l, era como un padre cuando dirig¨ªa¡±.
¡ª?Ricardo Muti?
¡ªBueno, Muti es napolitano [r¨ªe]. Un talento extraordinario.
¡ª?Abbado?
¡ªUn intelectual de la ¨®pera. Por su modo de ver la m¨²sica. C¨®mo proyectaba sus conocimientos y su talento. Era un hombre... comprometido, muy de izquierdas.
¡ª?Eso es raro en la ¨®pera?
¡ªNo.
¡ª?Leonard Bernstein?
¡ª[Pausa] Imag¨ªnese usted que ma?ana le dicen: ¡®Tienes que cantar La fuerza del destino y va a estar Verdi en el podio¡¯. Esa era la situaci¨®n.
De todas las c¨¦lebres grescas que tuvo con m¨²sicos en sus ¨²ltimos a?os Bernstein, el volc¨¢nico Bernstein, el de resultados brillantes y formas cuestionables, la m¨¢s antol¨®gica, la que vuelve y vuelve resurgir en las redes, es la que tuvo con Carreras grabando su propia composici¨®n, West Side Story, en septiembre en 1984. Est¨¢ documentada en v¨ªdeo y publicada en VHS por la misma casa. Director, tenor y orquesta est¨¢n en un estudio en Nueva York. Bernstein detiene la orquesta en cuanto Carreras abre la boca, una, dos, tres veces. ¡°Pepe, te est¨¢s adelantando¡±. ¡°Te has ido a una clave de si mayor en vez de la mayor¡±. Carreras intenta responder, Bernstein arranca la orquesta para callarle. Uno parece desesperado, aterradoramente irritado. ¡°Te has adelantado¡±. ¡°Otra vez Comp¨¢s 63¡å. Y una voz en off: ¡°Comp¨¢s 63, toma 135¡å. Vuelven a empezar, vuelven a parar: ¡°Est¨ªl?¡±, estalla Bernstein sobre la forma espa?ola del cantante de pronunciar still en la letra ¡°maybe just by holding still¡±. Cuando la orquesta vuelve a pararse m¨¢s tarde, durante la grabaci¨®n de Mar¨ªa, la balada m¨¢s famosa del musical, Carreras cierra su partitura y se marcha del estudio. La versi¨®n de Carreras con Bernstein de esa canci¨®n, dicen, es la mejor jam¨¢s grabada.
¡°La verdad es muy sencilla. La sesiones iban de diez a una y de tres a seis. Con al orquesta de RCA, nada menos, que grabamos en el RCA Building de Nueva York. El d¨ªa anterior me hab¨ªan dicho: ¡®Ma?ana a primera hora haremos esto¡¯. ¡®Muy bien, maestro, s¨ª se?or, solo faltar¨ªa¡¯. Llegan las diez: no. Llegan las once: no. Las doce, la una. ¡®Bueno, ser¨¢ por la tarde¡¯. Las tres, las cuatro. Y a las seis menos diez: ¡®Jos¨¦, ven que vamos a cantar Mar¨ªa¡¯. ¡®Maestro. No me d¨¦ diez minutos para el momento m¨¢s importante de la obra¡¯. ¡®No, no. Ya ver¨¢s que sale muy bien¡¯. Yo estaba tenso de todo el d¨ªa y as¨ª fue. Pero siempre he tenido una gran admiraci¨®n por Bernstein¡±, cuenta. ¡°Cada poro de su cuerpo transmit¨ªa m¨²sica. Un hombre nada f¨¢cil, ?eh? Nada f¨¢cil. Ya no hace falta decirlo¡±.
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Casi todo hab¨ªa cambiado entonces, y lo que no, iba a hacerlo dram¨¢ticamente. La voz de Carreras empez¨® a acusar en los ochenta ese rasgo de la personalidad de su amo: la necesidad de estar a la altura, de no renunciar a una oportunidad, de superarse, de trascender el sonido l¨ªrico, buscar papeles dram¨¢ticos, y abordarlos con abandono apocal¨ªptico, dejarse en alma en ellos. Dejarse la voz. ¡°Pasar de tenor l¨ªrico a dram¨¢tico no implica cambiar de registro, no es cantar m¨¢s agudo o m¨¢s bajo. Es el color y la intensidad del sonido: el volumen, por hablar llanamente¡±, cuenta Tim Anderson, director de orquesta especializado en ¨®pera. ¡°Estos papeles exigen un instrumento distinto al del tenor l¨ªrico, o, al menos, que el instrumento l¨ªrico haya desarrollado ciertas capacidades¡±.
Los efectos de cantar papeles dram¨¢ticos cuando el instrumento no se ha desarrollado a¨²n pueden ser catastr¨®ficos. ¡°Los cantantes de ¨®pera tomamos dos piezas muy peque?as de piel, las cuerdas vocales, y las sometemos al esfuerzo y la coordinaci¨®n de un atleta ol¨ªmpico¡±, explica el contratenor Anthony Roth Costanzo, director general y presidente de la ?pera de Filadelfia. ¡°Si las forzamos m¨¢s all¨¢ de sus l¨ªmites, o no elegimos un repertorio que respete esos l¨ªmites, ah¨ª empiezan los problemas. No se debe equilibrar lo que uno siente y lo que uno canta, no equiparar la pasi¨®n por una pieza con la realidad f¨ªsica que demanda¡±.
Carreras se lanz¨® a por este tipo de personajes. Manrico de Il Trovatore, Andrea Ch¨¦nier, Canio en Pagliacci. Los encarn¨® a todos, someti¨® su voz a todos. Su Radam¨¦s en la A¨ªda de 1980 es el ejemplo paradigm¨¢tico de una garganta a pleno rendimiento y sufriendo. La total entrega que le hab¨ªa llevado a la Scala en 1975, empleada a diario. A mediados de los ochenta, sus registros agudos eran menos ricos, los m¨¢s bajos, menos brillantes. Su voz se hab¨ªa vuelto, simplemente, m¨¢s ronca.
Carreras todav¨ªa se rebela contra ese consejo. ¡°Se da la casualidad de que estos papeles, ya veremos si son dram¨¢ticos, que ten¨ªan desde el primer momento a gur¨²s diciendo: ¡®No, no, esto no, porque tal y cual¡¯, despu¨¦s han sido, con toda la modestia, los ¨¦xitos m¨¢s importantes de mi carrera. La fuerza del destino en la Scala. Sab¨ªa que hab¨ªa un riesgo pero [resopla] estaba m¨¢s que contento de aceptarlo¡±.
¡ª?Sab¨ªa a lo que se expon¨ªa entonces?
¡ªHay dos cosas muy importantes. Para un cantante de ¨®pera, aparte del instrumento, que es fundamental, y del talento, que es todav¨ªa m¨¢s fundamental en mi opini¨®n, est¨¢ el entusiasmo con el que uno recoge un personaje y el car¨¢cter de una obra. Y a m¨ª las ¨®peras que me interesaban, sabiendo del riesgo, pues eran las del tenor l¨ªrico spinto. Yo encantado de hacer, porque soy un gran admirador, ¨®peras de Rossini y algunas de Mozart. Pero no me ve¨ªa en esta cuadratura del tenor ligero. Aparte de que mi voz tampoco lo es [suspira] o lo era. Digamos que a m¨ª me atra¨ªan los personajes no heroicos pero s¨ª rom¨¢nticos y que tienen algo que decir, aparte de cantar. Andrea Ch¨¦nier, por ejemplo.
¡ªHa mencionado a Ch¨¦nier [el idealista franc¨¦s que se enfrenta a la corte del Par¨ªs prerrevolucionario y acaba guillotinado] en esta entrevista varias veces. ?Es el arquetipo de rol que le atrae?
¡ªS¨ª, es un personaje que, aparte de ser el tenor rom¨¢ntico que cantas arias y d¨²os maravilloso, est¨¢¡ el personaje, el hombre digamos¡ C¨®mo dir¨ªa¡ Tengo la palabra pero¡ El hombre que¡ La edad no perdona... el hombre comprometido.
Es la misma palabra con la que, no hace tanto, defin¨ªa el barrio de su infancia.
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El 18 de julio de 1987, Carreras entr¨® en el hospital Cl¨ªnico de Barcelona. Fue directo desde Par¨ªs, donde estaba preparando un nuevo personaje. Pasar¨ªan d¨ªas antes de que pudiera salir del hospital. Leucemia linfobl¨¢stica tipo 3. Agud¨ªsima. Letal. Tuvo que dejar de trabajar de inmediato. ¡°La primera vez que me cojo vacaciones en 17 a?os¡±, intent¨® bromear. Ten¨ªa 39 a?os, un pie en la tumba y el otro, en el comienzo de un largo y penoso viaje m¨¦dico que marcar¨ªa los d¨ªas que le quedasen por delante, los que fueran, y del que no se sab¨ªa nada. La primera tanda de medicaci¨®n le provoc¨® una infecci¨®n maxilofacial; esa infecci¨®n requer¨ªa una intervenci¨®n urgente; el tipo de anestesia empleada en la operaci¨®n tendr¨ªa efectos imprevisibles en su cuerpo, en su voz. En Espa?a se le busc¨® un donante de m¨¦dula, entonces todav¨ªa un m¨¦todo revolucionario; en Estados Unidos se le propuso trasplantarle su propia m¨¦dula tras someterla a un proceso completo de regeneraci¨®n durante diez d¨ªas, un m¨¦todo todav¨ªa m¨¢s revolucionario, el ¨²nico que al menos le ofrec¨ªa un 50% de posibilidades de vivir. Se hizo en el Fred Hutchinson Cancer Reserach de Seattle, el 16 de noviembre. Carreras permaneci¨® en Washington la larga recuperaci¨®n. Pas¨® la Navidad con su hermano Albert, vomitando y con n¨¢useas. Cuando pod¨ªa, escuchaba ¨®pera en CD. Ten¨ªa el es¨®fago tan ulcerado por la cantidad de antibi¨®ticos que no pod¨ªa ingerir alimentos s¨®lidos. Los m¨¦dicos le retiraron los antibi¨®ticos, el paciente recay¨® y por un momento tras A?o Nuevo, pareci¨® que transplante hab¨ªa sido un fracaso.
El 29 de enero de 1988, los an¨¢lisis confirmaron que la leucemia no se hab¨ªa reproducido.
El 21 de julio de 1988, Carreras volvi¨® a cantar. Junto al Arco del Triunfo de Barcelona, en un concierto ante 150.000 personas, la reina Sof¨ªa entre ellas, el tenor dio las gracias ¡°a la ciencia, al pueblo y a Dios¡±.
Sigui¨® cantando los a?os siguientes. No tanto solo, sino como uno de Los Tres Tenores. Se hab¨ªa asociado a dos de los grandes cantantes l¨ªricos de su quinta, Luciano Pavarotti y Pl¨¢cido Domingo, y, juntos, ofrec¨ªan conciertos en estadios a rebosar, donde fusionaban la ¨®pera con la zarzuela, el musical y, a veces, el pop. Si su estilo teatralizado de cantar hab¨ªa resultado perfecto para la ¨®pera chic de las grabaciones fastuosas, Los Tres Tenores, que ofrecieron su primer concierto en 1990 y el ¨²ltimo en 2003, estaban dise?ados para una era m¨¢s acelerada, una de singles y radiof¨®rmulas. Fueron habituales de los mundiales de f¨²tbol. ¡°Hicimos, en las Termas de Caracalla, el de Roma [1990], el segundo en Los ?ngeles [1994], el tercero fue en Par¨ªs [1998] y un cuarto en Yokohama [Jap¨®n, 2002], siempre vinculados con el f¨²tbol¡±, rememora Carreras.
Millones de personas fueron a verles, pocos seguramente los recuerden ahora. ¡°Creo que eran muy hijos de su tiempo, y a m¨ª me gustaban de peque?o. Hoy no usamos la palabra fusi¨®n en ¨®pera¡±, explica Roth Costanzo. ¡°Fue estupendo que llevaran los niveles m¨¢s altos del canto cl¨¢sico al p¨²blico m¨¢s amplio con selecciones muy creativas en su repertorio: podemos aprender de su monumental ¨¦xito pero debemos buscar formas distintas de hacerlo¡±.
Pavarotti muri¨® en 2007 y en 2019, varias mujeres acusaron a Domingo de acoso sexual. El tenor admiti¨® los hechos y dimiti¨® como director de la ?pera de Los ?ngeles. Carreras dej¨® las producciones de ¨®pera, redujo su agenda de conciertos, se retir¨® de los titulares, dio hueco (y alguna clase) a los nuevos. Su historia estaba contada, como la de un atleta al pasar 50. Una cosa que le pas¨® a Espa?a en otra era, una figura tot¨¦mica de cuando la cultura era tot¨¦mica.
¡°Ser¨¢ recordado siempre no solo por la belleza de su voz, sino por la veracidad que ha sabido insuflar a todos los personajes que ha interpretado¡±, a?ade por correo electr¨®nico Luis Gago, cr¨ªtico musical en EL PA?S, coordinador en su d¨ªa de la Orquesta Sinf¨®nica de RTVE, editor del Teatro Real y miembro el Grupo de Expertos de M¨²sica Seria de la Uni¨®n Europea de Radiodifusi¨®n. ¡°En un mundo como el de la ¨®pera, basado en convenciones seculares y en la ficci¨®n de que es posible expresar cualesquiera sentimientos mediante el canto, ¨¦l posee el raro don de conseguir que estos sentimientos resulten siempre cre¨ªbles, naturales, espont¨¢neos, sin incurrir nunca en excesos ni amaneramientos¡±.
Aquel concierto multitudinario de 1988 ten¨ªa como objetivo recaudar fondos para la Fundaci¨®n Jos¨¦ Carreras contra la leucemia que ¨¦l hab¨ªa creado el mes anterior, lo primero que hizo al recuperarse. El primer concierto de Los Tres Tenores, el que demostr¨® el ¨¦xito y la durabilidad que pod¨ªa tener el tr¨ªo, tambi¨¦n se ide¨® primero como recaudaci¨®n de fondos para la Fundaci¨®n. Si Carreras ha generado una fortuna tras su enfermedad, buena parte de esa fortuna ha ido al mismo sitio. Actualmente tiene sedes en Suiza y en Alemania.
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Jos¨¦ Carreras no cree en Dios. Si lo hiciera, tal vez su tr¨¢nsito por la enfermedad le habr¨ªa empujado a pensar en la eternidad y el M¨¢s All¨¢ y no tanto en este mundo. ¡°Algo te da fuerza cuando la necesitas, no s¨¦ el qu¨¦¡±. Tras su sanaci¨®n se entreg¨® a los enfermos de leucemia y pacientes en potencia, como se hab¨ªa entregado a la Scala, a Radam¨¦s y a Karajan. Como si aquella ¨¦poca, en vez de ser la procesi¨®n hacia la muerte que dibujaron los medios, para ¨¦l, hubiera sido una forma de ver la vida, de descubrir su entorno. ¡°Se volcaron en m¨ª tantas, tantas, tantas, tantas personas, miles de verdad, no son exageraci¨®n, miles de cartas y de mensajes deseando que me recuperara. Gente de todo el mundo que ni sab¨ªan qui¨¦n era yo exactamente, que ni estaban muy interesadas por la ¨®pera. No, no, en esto fui muy afortunado, fui muy afortunado¡±, recuerda y aqu¨ª no hace pausas, aqu¨ª habla con la mirada fija e iluminada. ¡°No es que yo me recuperara y me sentara en una silla ante la televisi¨®n, porque mi f¨ªsico no me permit¨ªa otra cosa que esa, sino que volv¨ªa a recuperar todo lo que antes ten¨ªa¡±.
¡°A m¨ª me atra¨ªan los personajes no heroicos pero s¨ª rom¨¢nticos y que tienen algo que decir, aparte de cantar¡±
A Carreras cuesta mirarlo desde el agnosticismo porque su vida parece envuelta por la magia y el misterio, pero el agnosticismo es la mejor forma de mirarlo porque entonces todo lo que ocurrir¨ªa porque s¨ª ocurre por algo. Es un hombre, solo un hombre, de 77 a?os, sentado en un despacho ba?ado de luz plateada y cansado tras hablar de s¨ª mismo durante una hora, un hombre que lleg¨® donde lleg¨® porque ten¨ªa una familia que potenci¨® sus talentos, que emocion¨® como emocion¨® porque la humanidad tiene siglos de tradici¨®n musical a sus espaldas, que se cur¨® como se cur¨® porque la humanidad tiene siglos de tradici¨®n cient¨ªfica a sus espaldas y que su mundo, aunque sea uno en el que un chico de barrio haya logrado conquistar la m¨¢s alta burgues¨ªa, es el nuestro y es el mundo que ¨¦l quiere enriquecer, porque es mejor eso que creer en lo invisible.
¡ª?C¨®mo se procesan los milagros siendo agn¨®stico?
¡ªBueno, cuando est¨¢s enfermo tienes mucho tiempo para pensar. Aunque no est¨¦s en la mejor de las condiciones. Y esto evidentemente es algo en lo que piensas. Y lo contin¨²o pensando igual que antes, ahora. ¡°Bueno, yo algo tengo que hacer¡±. La primera idea fue que era alguna fundaci¨®n. Porque algo tengo que hacer. Por agradecimiento.
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