?Son menos libres los ni?os hoy?
Son muchas las voces que se?alan c¨®mo intentando proteger a los ni?os estamos en realidad perjudicando su desarrollo: no les damos autonom¨ªa, no les damos confianza
¡°Ya no hay que proteger a los ni?os, sino sus derechos¡±. Esta frase del psic¨®logo y educador Richard Farson ya anunciaba en 1974 que era necesario un cambio de rumbo porque, desde hace d¨¦cadas, existen evidentes dificultades para encontrar el equilibrio entre la protecci¨®n de la infancia y el reconocimiento de sus derechos. De hecho, son muchas las voces que se?alan c¨®mo intentando proteger a los ni?os y ni?as estamos en realidad perjudicando su desarrollo: si no les damos autonom¨ªa, si no les damos confianza, si no les dejamos participar y decidir, si hiperagendizamos sus vidas con actividades para adaptarles a nuestros ritmos adultos, estamos vulnerando en realidad muchos de los derechos que creemos salvaguardar. Para Iv¨¢n Rodr¨ªguez, soci¨®logo de la Universidad de Huelva y miembro del Comit¨¦ de Investigaci¨®n de Sociolog¨ªa de la Infancia de la Federaci¨®n Espa?ola de Sociolog¨ªa (FES), no es incompatible protegerles y al mismo tiempo velar por sus derechos, siempre y cuando ese ¡°proteger¡± no sea sin¨®nimo de privar, restar, excluir o apartar, sino de acompa?ar. ¡°Para alcanzar una protecci¨®n respetuosa, los miedos adultos no pueden ser el criterio que administre la libertad y la autonom¨ªa de la poblaci¨®n infantil. Bastar¨ªa con estar lo suficientemente vigilantes cuando surge un problema sin llegar a sofocar la autonom¨ªa que necesitan los ni?os y ni?as. Es imposible desarrollarse y hacerlo de una manera integral sin, al mismo tiempo, enfrentar ciertos riesgos y hacerse conscientes de ellos¡±, se?ala.
Mar¨ªa Jos¨¦ Garrido Mayo, doctora en antropolog¨ªa y especialista en maternidad e infancia, cree que acompa?ar sin intervenir es lo que m¨¢s nos cuesta como sociedad porque seguimos viendo a los ni?os y ni?as como personas incompletas. Y una caracter¨ªstica clara de c¨®mo tratamos a los ni?os es, seg¨²n la antrop¨®loga, el exceso de control adulto sobre el desarrollo infantil, lo que impide a los ni?os experimentar y desarrollar su autonom¨ªa. ¡°Los ni?os ahora tienen menos capacidad de decidir. Les estamos privando del tiempo, de crecer a su ritmo, estamos forzando su desarrollo. A veces, adelant¨¢ndonos a su maduraci¨®n neurol¨®gica. Esto lo vemos desde el control de esf¨ªnteres hasta la adquisici¨®n de la lectoescritura, por ejemplo¡±, explica.
Infancias hiperagendizadas
De ese exceso de control, Mar¨ªa Jos¨¦ Garrido considera que restringimos el tiempo de los ni?os con demasiadas actividades dirigidas por adultos a lo largo del d¨ªa. ¡°Invadimos sus d¨ªas con actividades escolares y extraescolares adaptadas a las necesidades de nuestra sociedad, y las consecuencias se reflejan en m¨²ltiples trastornos y enfermedades exclusivas de nuestras sociedades¡±, se?ala. Comparte esta idea el soci¨®logo Iv¨¢n Rodr¨ªguez, quien recuerda como durante las primeras semanas de confinamiento por coronavirus se vio claramente la necesidad adulta de establecer rutinas y estar siempre ocupados. ¡°Fue llamativo que los psic¨®logos comenzaran a recomendar ¡°rutinas¡± para los ni?os porque eran buenas para ellos. La realidad es que muchos ni?os y ni?as vivieron aquella circunstancia, m¨¢s bien como una liberaci¨®n (parad¨®jica) de toda esa sobrerutinizaci¨®n y excesiva planificaci¨®n que hemos introducido en sus vidas, como un espacio de libertad en medio de algo que los adultos m¨¢s bien interpret¨¢bamos como un arresto domiciliario¡±, dice.
?Son menos libres los ni?os hoy? Para Rodr¨ªguez hay aspectos en los que la infancia actual ha ganado en autonom¨ªa y libertad, y disponen, adem¨¢s, de una ventana abierta al mundo que es Internet. ¡°Hoy ni?os y ni?as pueden disponer de una enorme cantidad de informaci¨®n y son m¨¢s libres para hablar de muchos aspectos que les preocupan tanto en el ¨¢mbito familiar como educativo. Crecen dentro de relaciones m¨¢s dialogantes e igualitarias y tambi¨¦n tienen acceso a un mejor bienestar material¡±. Sin embargo, se?ala que hay otros aspectos en los que ha habido retrocesos: ¡°Los ni?os y ni?as pueden convivir menos con hermanos y otros coet¨¢neos (por el menor tama?o de las familias), gestionar menos aut¨®nomamente su tiempo de ocio, que cada vez es m¨¢s angosto y se compone de intersticios entre actividades docentes y extraescolares, e igualmente son menos libres a la hora de circular en el espacio p¨²blico y, por nuestra manera de vida, dependen cada vez m¨¢s de los movimientos (y los veh¨ªculos) de sus padres¡±. Todo esto se traduce en que se les est¨¢ privando en muchas ocasiones de la posibilidad de tomar sus propias decisiones porque, seg¨²n Rodr¨ªguez, ¡°su vida est¨¢ crecientemente institucionalizada y gobernada por criterios adultos¡±.
Sobre esto, Francesco Tonucci, psicopedagogo, pensador y dibujante italiano, explica que desde hace unas d¨¦cadas, el tiempo libre de los ni?os ha desaparecido, sustituido por actividades que ocupan casi todo el poco tiempo que les queda tras la escuela, que, adem¨¢s, ha ampliado su horario. ¡°Las pocas experiencias l¨²dicas se desarrollan siempre y ¨²nicamente con el acompa?amiento y supervisi¨®n de adultos. Esto significa que los ni?os de hoy han perdido la oportunidad de jugar, con graves consecuencias en su desarrollo cognitivo, emocional y social y con altos costos pagados en la adolescencia¡±. Tonucci considera que el derecho a jugar, despu¨¦s de los derechos fundamentales, a la vida, a la salud y al respeto, debe ser considerado el derecho m¨¢s importante y, sin embargo, hoy en d¨ªa se encuentra seriamente amenazado. Adem¨¢s, recuerda que los ni?os y ni?as llevan mucho tiempo privados de libertad: no les dejamos salir solos, siempre van de la mano de un adulto y esto influye negativamente en su desarrollo. ¡°Dejarles ser ni?os tiene mucho que ver con la confianza, con confiar en ellos como personas capaces¡±, explica.
Asumir los riesgos
¡°Socialmente, manifestamos un gran amor por la ni?ez, como si fuese un bien muy preciado, pero en realidad no les dejamos vivir¡±, se?ala el psicopedagogo italiano. Esto ya lo recog¨ªa en 1919 Janusz Korczak, pediatra y pedagogo polaco, en su Magna Charta Libertatis para los ni?os: ¡°Por miedo a que la muerte nos pueda arrebatar al ni?o, nosotros lo privamos de la vida¡±. La Convenci¨®n sobre los Derechos del Ni?o de 1989 dio un salto cualitativo relevante en este sentido porque reconoc¨ªa por primera vez la ciudadan¨ªa del ni?o desde su nacimiento. Por tanto, como apunta el psicopedagogo, ya no es un futuro ciudadano, sino un ciudadano con derechos, que tiene derecho a expresar su opini¨®n al tomar decisiones que le conciernen, y un ciudadano que debe ser educado, no seg¨²n programas externos e iguales para todos por los cuales ser evaluado, sino sobre la base de su personalidad, actitudes y habilidades. Ahora bien, esto para Tonucci no se ha visto reflejado en la pr¨¢ctica: ¡°La Convenci¨®n, que ha sido ratificada por todos los Estados del mundo ¨Cexcepto Estados Unidos¨C, deber¨ªa haber resuelto de mejor manera la situaci¨®n de la infancia en el mundo. En cambio, al menos en el rico mundo occidental, ha empeorado sustancialmente¡±. Tonucci mantiene que la idea que tenemos del ni?o es que es un ser fr¨¢gil, inmaduro, incapaz y, por lo tanto, necesita y tiene derecho a la protecci¨®n y orientaci¨®n para que pueda convertirse en lo que la sociedad quiere de ¨¦l.
Para Iv¨¢n Rodr¨ªguez, en la medida que nos hemos hecho m¨¢s conscientes de la importancia de la crianza ¡°hemos desarrollado una hiperpercepci¨®n del riesgo y de la vulnerabilidad de la infancia, lo que ha generado a su vez actitudes de hipercontrol, sobreprotecci¨®n, institucionalizaci¨®n y anulaci¨®n de su autonom¨ªa, particularmente en las familias y los centros educativos¡±. Esto, para el soci¨®logo, se ha traducido en una tendencia social y pol¨ªtica a reducir riesgos, pero abiertamente incompatible con hacer efectivos los derechos de ni?as y ni?os y que acaba por trasladar la responsabilidad exclusivamente hacia los padres. De hecho, dar una mayor autonom¨ªa (que puedan salir solos a la calle, que se muevan m¨¢s libremente, que hagan suyos los espacios, que tomen decisiones, por ejemplo) se entiende socialmente como un desinter¨¦s de los padres. O, incluso, como una irresponsabilidad.
?Hay futuro? Rodr¨ªguez cree que es complejo, pero apunta al di¨¢logo y la reflexi¨®n social como motor para el cambio. ¡°Es necesario un mayor di¨¢logo intrafamiliar, para tener una imagen fiel de nuestros hijos como personas competentes. Tambi¨¦n un di¨¢logo social, para convencernos de que los derechos de ni?as y ni?os son algo bueno para toda la sociedad, porque nos permite aprender de ellos y compartir parte de esa autonom¨ªa que puedan ir ganando desde nuestro respeto¡±, concluye Rodr¨ªguez.
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