Sue?o infantil: por qu¨¦ el mejor indicador de un buen descanso es la ausencia de somnolencia y no el n¨²mero de horas
A medida que los beb¨¦s crecen se reduce el tiempo que necesitan dormir, y es a los 10 u 11 a?os cuando se define el cronotipo, una caracter¨ªstica gen¨¦tica que clasifica a las personas en alondras (madrugadoras) o b¨²hos (trasnochadoras)
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Aunque parezca extra?o, la ciencia contempor¨¢nea a¨²n no ha determinado con precisi¨®n la funci¨®n primordial del sue?o, su raz¨®n b¨¢sica. Si bien se han logrado avances significativos en la comprensi¨®n de sus mecanismos biol¨®gicos y funciones, todav¨ªa desconocemos el prop¨®sito fundamental de dormir y las razones evolutivas que han preservado este estado neurobiol¨®gico. A diferencia de la alimentaci¨®n voluntaria, el sue?o representa una necesidad fisiol¨®gica ineludible. Mientras una persona puede elegir dejar de comer, resulta imposible suprimir indefinidamente la necesidad de dormir o respirar. La evoluci¨®n ha situado el control del sue?o bajo mecanismos cerebrales aut¨®nomos de supervivencia, evidenciando as¨ª su papel cr¨ªtico para el mantenimiento de la vida.
Para comprender su funci¨®n, es necesario abordarlo desde dos perspectivas complementarias: la filogenia, que estudia su evoluci¨®n a trav¨¦s de las especies animales durante millones de a?os, y la ontogenia, que analiza su desarrollo a lo largo de la vida individual, particularmente en humanos. Este enfoque dual requiere investigar tanto el comportamiento animal como el desarrollo infantil.
El estudio cient¨ªfico del sue?o requiere observar la actividad cerebral, ya que este es el ¨®rgano protagonista del proceso, mientras el resto del cuerpo simplemente lo acompa?a. La t¨¦cnica principal para ello es el electroencefalograma (EEG), que implica conectar el cerebro a un dispositivo de registro mediante un procedimiento meticuloso: preparaci¨®n del cuero cabelludo, limpieza de la piel, aplicaci¨®n de pasta conductora y colocaci¨®n de electrodos. Este proceso, ya complejo en adultos, presenta desaf¨ªos particulares en animales y ni?os, cuya inquietud natural puede comprometer horas de preparaci¨®n en cuesti¨®n de segundos. A un animal o a un ni?o, si algo le molesta, simplemente se lo quita.
En la Universidad Aut¨®noma de Madrid, colaboramos con el Zoo de Madrid o el Oceanogr¨¤fic de Valencia para estudiar el sue?o animal y mejorar los sistemas de registro en humanos, especialmente en menores. Esta investigaci¨®n, que cumple con estrictas normas de bienestar animal, ha permitido desarrollar dispositivos de encefalograf¨ªa no invasivos e inocuos que facilitar¨¢n la investigaci¨®n. Son ligeros y adhesivos, no causan apenas molestia y conect¨¢ndose a un smartphone pueden detectar las ondas cerebrales y enviar los datos a especialistas que pueden identificar si los patrones de sue?o son normales o requieren evaluaci¨®n m¨¦dica especializada.
Todos los animales duermen, aunque de formas diferentes. Los mam¨ªferos y aves tienen dos fases de sue?o: NREM (sue?o profundo sin movimientos oculares r¨¢pidos) y REM (sue?o activo con movimientos oculares r¨¢pidos). Como analog¨ªa, estar despierto es como un coche en marcha, el sue?o NREM como un motor en ralent¨ª, y el REM como acelerando en punto muerto. Mientras dormimos, el cerebro mantiene una intensa actividad con diferentes patrones. Por ejemplo, como dato curioso, en la fase REM, que suele ser cuando so?amos, el cerebro est¨¢ muy activo, pero unas neuronas del tronco cerebral paralizan todo el cuerpo, evitando que podamos movernos de acuerdo a lo que estemos so?ando.
Si observamos el sue?o a lo largo de la ontogenia (el desarrollo de la vida en el tiempo), constatamos que, al nacer, el sue?o ocupa entre 16 y 17 horas diarias, interrumpido por peque?as vigilias, que pueden ocurrir por la noche, como bien saben los padres, especialmente las madres lactantes. A medida que avanza el primer a?o de vida, ocurren dos cambios importantes: las horas de sue?o se reducen hasta aproximadamente 14 horas y el descanso se consolida en el periodo nocturno, entre las 20.00 y las 8.00, complementado con tres siestas diurnas a los 6 meses, y dos entre los 9 y 12 meses (una a media ma?ana y otra por la tarde). Estos son los patrones m¨¢s comunes, aunque en el primer a?o las diferencias individuales pueden ser notables sin que ello indique necesariamente un problema.
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Con variaciones de hasta una hora arriba o abajo, la cantidad de sue?o sigue disminuyendo en la primera infancia: a los 2 a?os es de unas 13 horas; a los 4 a?os, 12 horas; y a los 6 a?os se sit¨²a en torno a 11 horas. Paralelamente, las siestas van desapareciendo: primero la de la ma?ana y, cerca de los seis a?os, la de la tarde. En esta etapa son normales los despertares nocturnos, y, si el ni?o ya camina, probablemente busque a sus padres. Tambi¨¦n son frecuentes los terrores nocturnos y las pesadillas, dependiendo de si ocurren en la fase NREM o REM, respectivamente.
A los 10-11 a?os, los ni?os requieren un promedio de 10 horas de sue?o diario, sin siestas. Este patr¨®n se ve influenciado por factores como el horario escolar, el entorno familiar y el uso de dispositivos electr¨®nicos. La necesidad de sue?o var¨ªa individualmente: los dormidores cortos necesitan cerca de 9 horas, mientras los dormidores largos requieren hasta 11 horas. Hay que tener en cuenta que el mejor indicador de un descanso adecuado no es tanto el n¨²mero de horas, sino la ausencia de somnolencia al d¨ªa siguiente. A esta edad tambi¨¦n se define el cronotipo, una caracter¨ªstica gen¨¦tica que clasifica a las personas en alondras (madrugadoras) o b¨²hos (trasnochadoras). Las alondras se levantan con facilidad y son m¨¢s activas por la ma?ana, pero al anochecer sienten mucho sue?o. En contraste, los b¨²hos tienen m¨¢s dificultades para madrugar, pero permanecen activos hasta altas horas de la noche, retrasando la hora de acostarse porque no sienten sue?o.
Finalmente, en la adolescencia el tiempo de sue?o se estabiliza entre 8 y 9 horas diarias. Adem¨¢s, se produce un fen¨®meno curioso: el retraso en el inicio del sue?o de hasta dos horas de manera natural. Aunque se desconocen las causas, hay teor¨ªas sobre su beneficio evolutivo. Por eso no les cuesta salir hasta altas horas de la madrugada. En Dinamarca, por ejemplo, algunas escuelas han probado retrasar la entrada al colegio para los adolescentes y se ha notado un mejor rendimiento escolar. (Por ejemplo, Taastrup Realskole, situada a unos 20 kil¨®metros al oeste de Copenhague, es uno de los 20 centros que han aplicado la medida en el pa¨ªs con resultados positivos, seg¨²n informaba Euronews el pasado mes de julio de 2024).
La mayor¨ªa de los ni?os desarrollan sus patrones de sue?o con normalidad y, a veces, somos los adultos con nuestras ideas preconcebidas y la vida en la sociedad industrial en la que nos movemos los que influimos de manera negativa. En las sociedades preindustriales, donde no hay que levantar a los menores para ir al colegio a horas intempestivas porque van en coche en pleno atasco, no hay televisi¨®n ni smartphones, no entienden por qu¨¦ tenemos tantos problemas con el sue?o infantil. Para ellos, los peque?os duermen con los padres desde que nacen hasta que son independientes y deciden no hacerlo; se acuestan cuando se va el sol y se levantan cuando sale, cero problemas.
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