Una nueva revoluci¨®n en Francia
El El¨ªseo va a dejar de ser el epicentro del poder tras las elecciones legislativas del domingo. La pol¨ªtica parlamentaria puede significar m¨¢s democracia, pero los riesgos de bloqueo aumentan
Este fin de semana, la pol¨ªtica francesa ha cambiado el rostro. Las elecciones legislativas han dividido el pa¨ªs en tres bloques distintos: el presidencial, que no ha logrado la mayor¨ªa absoluta; la coalici¨®n de izquierdas, que ha crecido, y la extrema derecha, que ha obtenido un resultado hist¨®rico, con 10 veces m¨¢s diputados que en 2017, al pasar de 8 a 89.
Francia ha pasado de tener un r¨¦gimen presidencial a un r¨¦gimen parlamentario. Es una crisis institucional. Emmanuel Macron y su Gobierno ya no van a poder hacer nada sin alianzas; van a necesitar forjar pactos con 44 diputados para poder gobernar. Se trata de una situaci¨®n completamente in¨¦dita: Macron, quien hasta ahora hab¨ªa administrado el poder de forma vertical, va a tener que contemporizar y negociar con otras fuerzas pol¨ªticas, o Francia ser¨¢ ingobernable.
En 2017, Macron quiso encarnar al hombre providencial, el hombre nuevo. Prometi¨® que, durante sus cinco a?os de mandato, desaparecer¨ªan los extremos. Aspiraba a abolir la divisi¨®n entre derecha e izquierda en el Parlamento. El reci¨¦n elegido presidente quer¨ªa construir un centro lo m¨¢s amplio posible, reunir a la gente en un proyecto ¡°de derechas y de izquierdas¡± para acabar con los extremos. Avanz¨® con un pie en la derecha liberal y otro en la izquierda social, como un equilibrista. Se present¨® como el hombre de la naci¨®n emergente, como un exministro de Econom¨ªa dotado de conciencia social porque proced¨ªa de un Gobierno de izquierdas. La imagen era perfecta.
Enseguida reclut¨® a miembros de la derecha y la izquierda republicanas. De esa forma, la mayor¨ªa presidencial desestabiliz¨® a los partidos tradicionales y se apoder¨® de sus ideas. Los partidos empezaron a dividirse y a debilitarse. Con su voluntad de construir un gran centro moderado, Emmanuel Macron ha designado qui¨¦nes son sus enemigos: la izquierda radical y la extrema derecha. Por un lado, ha trivializado a la extrema derecha y la ha convertido en una fuerza de oposici¨®n cre¨ªble. Por otro, moviliz¨® contra ella a los votantes de izquierdas durante la campa?a de las elecciones presidenciales, pero luego los demoniz¨® tambi¨¦n en las legislativas, cuando pareci¨® que la alianza de izquierdas (NUPES) pod¨ªa ganar. La semana pasada, todos sus ministros ¡ªincluida la primera ministra, ?lisabeth Borne¡ª calificaron a la izquierda radical de ¡°extrema izquierda¡±. Cuando se considera que todas las fuerzas de la oposici¨®n son ¡°extremistas¡±, deja de haber jerarqu¨ªa, todos son iguales. Con tanto demonizar, lo que se hace es desdemonizar y trivializar. Exactamente lo que quer¨ªa la extrema derecha de Marine Le Pen, a la que tambi¨¦n favoreci¨® la candidatura de ?ric Zemmour, un aspirante a¨²n m¨¢s extremista que ella y sobre el que volcaron toda la atenci¨®n los medios de comunicaci¨®n. Las elecciones legislativas han confirmado el triunfo de Le Pen: con 89 diputados (10 veces m¨¢s que en 2017, la verdadera sorpresa de estas elecciones), el Parlamento puede servirle de trampol¨ªn para las pr¨®ximas presidenciales, en 2027.
A estos errores pol¨ªticos hay que a?adir la repercusi¨®n de la crisis sanitaria en la moral de los franceses. Durante la pandemia, cientos de j¨®venes tuvieron que hacer cola frente a los bancos de alimentos, sin que a nadie le pareciera preocupante. En los hospitales trabajaban auxiliares de enfermer¨ªa mal remunerados. Muchos enfermeros prefirieron la opci¨®n liberal y han ido abandonando la sanidad p¨²blica, que paga demasiado poco. Todo esto ha debilitado al Gobierno.
Macron se ha acostumbrado a gobernar solo. Durante la crisis sanitaria tomaba las decisiones convocando Consejos de Defensa semanales, una especie de procedimiento de urgencia. Se ha acostumbrado a no contar con la opini¨®n de los parlamentarios. Sin embargo, antes de su elecci¨®n hab¨ªa prometido implantar cierto grado de representaci¨®n proporcional y rendir cuentas ante el Parlamento todos los a?os. Ninguna de esas promesas resisti¨® ante el ejercicio del poder.
Tras las manifestaciones de los chalecos amarillos en 2018, Macron organiz¨® un gran debate para devolver la palabra al pueblo. Muchos franceses acudieron a los ayuntamientos para rellenar los libros de quejas, para decir que quer¨ªan tener m¨¢s representaci¨®n y que se les consultara m¨¢s. Hoy, los 10.000 libros de quejas reposan en las b¨®vedas de los archivos oficiales de los departamentos.
El resultado es que las urnas han servido para que los franceses expresaran su indignaci¨®n: Francia est¨¢ harta de que le digan lo que tiene que hacer o a qui¨¦n tiene que votar. El frente republicano, al que segu¨ªan de buen grado de elecci¨®n en elecci¨®n, ha dejado de existir. Ya no hay nadie que sirva de barrera contra los extremos.
En la actualidad, la coalici¨®n presidencial tiene solo 245 diputados, frente a los 350 que consigui¨® en 2017. Estamos lejos de la mayor¨ªa absoluta ¡ªque ahora requiere 289 diputados¡ª , as¨ª que Francia entra en terreno desconocido. En la historia de la V Rep¨²blica ¡ªdesde el general De Gaulle¡ª ha habido periodos de crisis y de cohabitaci¨®n, pero nada comparable a la situaci¨®n actual.
Francia est¨¢ en pleno cambio de r¨¦gimen. Estamos ante el fin del presidencialismo. La V Rep¨²blica siempre ha sido una especie de monarqu¨ªa presidencial, pero ahora estamos asistiendo al final de los plenos poderes del presidente. La Asamblea Nacional va a tener una importancia primordial. Todas las miradas estar¨¢n puestas en el Parlamento. Los 577 nuevos diputados deber¨¢n mostrarse constructivos, porque tendr¨¢n que recordar que m¨¢s de uno de cada dos franceses no ha ido a votar por ellos.
El propio Emmanuel Macron se ha ca¨ªdo del trono este fin de semana. Por miedo a que le hicieran sombra, hab¨ªa elegido a ?lisabeth Borne para que fuera una primera ministra discreta y poco carism¨¢tica, y ahora est¨¢ atrapado. Borne procede de las filas de la izquierda, cuando las posibles alianzas que pueda forjar en el Parlamento van a estar ahora en la derecha. El martes por la ma?ana, present¨® su dimisi¨®n, pero el presidente se la ha rechazado, por ahora. Probablemente, tendr¨¢ que nombrar a un nuevo primer ministro en los pr¨®ximos d¨ªas, un hombre o una mujer capaz de encabezar la mayor¨ªa y navegar en aguas turbulentas.
?Impulso democr¨¢tico o crisis de la democracia? El El¨ªseo va a dejar de ser el epicentro del poder. Y eso tiene dos caras: la pol¨ªtica parlamentaria puede significar m¨¢s democracia; los franceses, sin duda, se sentir¨¢n mejor representados. Pero los riesgos de bloqueo aumentan. Frente a la crisis, Macron puede tener la tentaci¨®n de disolver la Asamblea Nacional de aqu¨ª a uno o dos a?os.
Ya podemos ver cu¨¢les van a ser los obst¨¢culos. La alianza circunstancial formada en la izquierda para las elecciones legislativas ya se est¨¢ deshaciendo. Los insumisos ¡ªla izquierda radical¡ª prometen debates ¡°violentos¡±. Los nuevos diputados de extrema derecha ¡ªlos diputados de Reagrupamiento Nacional¡ª tienen grupo propio en la Asamblea y, por tanto, tendr¨¢n que adaptarse a los engranajes de la maquinaria republicana e institucional. Y van a estar vigilados muy de cerca. En cuanto al bando presidencial, el objetivo tendr¨¢ que ser simplemente poder trabajar en un terreno hostil. Francia necesita reformas: las pensiones; la transici¨®n ecol¨®gica. Hay muchos proyectos importantes que no se pueden dejar en suspenso.
La Asamblea Nacional ha sido durante a?os una especie de antesala del poder. A partir de ahora, ocupar¨¢ el centro de la actividad pol¨ªtica. En el mejor de los casos, los ciudadanos asistir¨¢n a verdaderos debates pol¨ªticos y se sentir¨¢n m¨¢s interesados. En el peor, ser¨¢ el circo de siempre, un espect¨¢culo pat¨¦tico que no beneficiar¨¢ a ning¨²n partido y que inflar¨¢ a¨²n m¨¢s las cifras de abstenci¨®n.
Pase lo que pase, el periodo pol¨ªtico que comienza se anuncia apasionante y lleno de imprevistos.
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