El debate | ?Es viable una semana laboral de cuatro d¨ªas?
Replantear los horarios de trabajo para reducir la jornada laboral es una iniciativa que ya se ha experimentado en otros pa¨ªses pero que en Espa?a se enfrenta a las reticencias de los empresarios y a la baja productividad de la econom¨ªa
El PSOE y Sumar han pactado reducir esta legislatura la jornada ordinaria de trabajo, de las 40 horas semanales actuales a 37,5. Seg¨²n las estimaciones del Ministerio de Trabajo, si el Gobierno consigue el apoyo de la mayor¨ªa del Congreso y la medida sale adelante, esta beneficiar¨¢ a 12 millones de personas asalariadas del sector privado. Espa?a no est¨¢ sola. Son muchos los pa¨ªses que est¨¢n poniendo en marcha experimentos en la misma l¨ªnea, para valorar c¨®mo afecta al trabajo, a la productividad y a la econom¨ªa.
En el debate de esta semana, los economistas expertos en empleo Joan Sanch¨ªs y Mar¨ªa Jes¨²s Fern¨¢ndez exponen los beneficios y problemas de reducir por ley la jornada semanal a cuatro d¨ªas.
Un trabajo m¨¢s compatible con la vida
JOAN SANCHIS I MU?OZ
Hace m¨¢s de cien a?os, el industrial norteamericano Henry Ford, fundador de la Ford Motor Company, impuls¨® en sus f¨¢bricas dos grandes transformaciones que cambiar¨ªan el mundo del trabajo y la econom¨ªa para siempre: la cadena de montaje y la semana laboral de cinco d¨ªas. Poco despu¨¦s, en 1919, tuvo lugar en Barcelona la huelga de La Canadiense, movilizaci¨®n que culmin¨® con el establecimiento en Espa?a de una jornada laboral m¨¢xima de ocho horas diarias. Estos dos acontecimientos dieron forma a un nuevo est¨¢ndar de organizaci¨®n del tiempo de trabajo, consagrado por la Organizaci¨®n Internacional del Trabajo (OIT), que estableci¨® la recomendaci¨®n de una jornada laboral m¨¢xima de 40 horas semanales.
Aunque parezca mentira, poco o nada ha sucedido en materia de pol¨ªticas de reducci¨®n del tiempo de trabajo desde entonces. Peor a¨²n, a pesar de los notables incrementos de la productividad fruto de la revoluci¨®n tecnol¨®gica, hemos asistido a un proceso de erosi¨®n sistem¨¢tica de la jornada laboral estandarizada, permitiendo desviaciones y excepciones. Son cada vez menos las personas que pueden disfrutar de una semana laboral de cinco d¨ªas y 40 horas con un horario claro y previsible. El tiempo de trabajo ha tendido a diversificarse, a extenderse m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites preestablecidos, y tambi¨¦n a intensificarse. Los resultados en t¨¦rminos colectivos distan mucho de ser positivos. En el caso de Espa?a, trabajamos m¨¢s horas de media que los pa¨ªses de nuestro entorno (1.686 anuales), y a pesar de ello somos sustancialmente menos productivos. Adem¨¢s, cada vez son m¨¢s evidentes las dram¨¢ticas consecuencias que la precariedad y el agotamiento laboral est¨¢n teniendo sobre la salud de los trabajadores.
El paradigma de organizaci¨®n industrial del tiempo de trabajo se encuentra hoy en la UCI. No solo porque este ya no responde a las necesidades de un modelo productivo globalizado, digitalizado y terciarizado, sino porque tampoco resulta funcional para las nuevas generaciones que se incorporan al mercado de trabajo, sobre todo j¨®venes y mujeres. Las largas jornadas laborales, por lo general, no resultan compatibles con una vida plena, libre y saludable, tampoco con empresas sanas, competitivas y resilientes. Buena prueba de ello es el inter¨¦s que durante los ¨²ltimos a?os ha generado la propuesta de la jornada laboral de cuatro d¨ªas o 32 horas semanales. Avanzar hacia un nuevo paradigma de semana laboral m¨¢s corta parece una necesidad social y econ¨®mica, aunque entra?e tambi¨¦n ciertos riesgos.
La clave del ¨¦xito de este modelo de innovaci¨®n organizativa reside en su aparente capacidad de aunar los intereses empresariales con las necesidades de los trabajadores. Esto implica un compromiso mutuo no exento de sacrificios: la empresa mantiene el salario y el trabajador se compromete a desarrollar el mismo trabajo que antes en menos tiempo. Todo esto requiere, por supuesto, medidas de acompa?amiento, nuevas metodolog¨ªas de trabajo o incluso ayudas econ¨®micas como las que se han planteado en Espa?a. Si este compromiso funciona, la empresa puede mejorar sus resultados, atraer y retener mejor el talento, y el trabajador libera tiempo para tareas de conciliaci¨®n o para consumir cultura y ocio. Los resultados de las experiencias piloto en el Reino Unido, Portugal o en la Comunidad Valenciana avalan sobradamente la presencia de estos beneficios.
Claro est¨¢ que la jornada laboral de cuatro d¨ªas tampoco es la panacea. Existen riesgos evidentes vinculados a su planteamiento como semana laboral compactada (mismas horas en menos d¨ªas) o a su aparejamiento a reducciones salariales encubiertas. Tampoco liberar tiempo se traducir¨¢ autom¨¢ticamente en patrones de movilidad y de consumo m¨¢s sostenibles, o en un reparto m¨¢s igualitario de las tareas de cuidados. Aun as¨ª, la jornada laboral de cuatro d¨ªas, abordada de una manera proactiva y flexible, abre una ventana de oportunidad in¨¦dita para construir un nuevo contrato social que d¨¦ respuesta a los grandes retos contempor¨¢neos.
Primero la productividad, despu¨¦s la reducci¨®n de jornada
MAR?A JES?S FERN?NDEZ
Los argumentos en defensa de la reducci¨®n por ley de las horas de trabajo parecen sustentarse muchas veces sobre una visi¨®n caricaturizada del mundo laboral, conforme a la cual todos trabajamos en oficinas, y podr¨ªamos producir lo mismo en menos horas, pero unos rancios empresarios nos obligan a un presencialismo obsoleto. No obstante, ni todo el mundo trabaja en una oficina, ni tiene ning¨²n fundamento la idea de que, de forma general, todos los que lo hacen podr¨ªan trabajar menos y producir lo mismo.
Tanto en los servicios que implican atenci¨®n al p¨²blico como en las actividades fabriles, la producci¨®n depende del n¨²mero de horas trabajadas. Dado un nivel de productividad por hora, a menos horas trabajadas, menos clientes ser¨¢n atendidos y menos productos ser¨¢n fabricados. Es decir, se reducir¨¢ la productividad por trabajador. Esto es un hecho incontestable.
Para cualquier empresa, ceteris paribus, menos horas de trabajo sin rebaja del sueldo implicar¨¢, en general, menos facturaci¨®n a igualdad de costes. Esto se traducir¨¢ o bien en una reducci¨®n de m¨¢rgenes y, por tanto, menor competitividad, menor inversi¨®n, menos empleo y menos impuestos, o bien cuando la empresa opere en sectores resguardados de la competencia exterior, en subidas de precios para el consumidor. Las empresas m¨¢s perjudicadas ser¨ªan las de menor tama?o. Peque?os negocios de servicios tendr¨ªan que adelantar la hora de cierre, lo que adem¨¢s tendr¨ªa la consecuencia a?adida de reducir las opciones de los clientes para recibir un servicio en el horario que m¨¢s les conviene.
Los pa¨ªses m¨¢s productivos, los que se encuentran en la frontera tecnol¨®gica, quiz¨¢s podr¨ªan plantearse reducir la jornada laboral sin graves consecuencias, gracias a que su diferencial de productividad frente a sus competidores les ofrece margen para ello. Pero no es el caso de Espa?a, una econom¨ªa cuyo primer problema es, precisamente, su baja productividad. No parece sensato ser los primeros en reducir las horas de trabajo cuando otros pa¨ªses que ya nos llevan una gran ventaja a¨²n no lo han hecho, ampliando todav¨ªa m¨¢s esa brecha. Primero viene la productividad, y despu¨¦s la reducci¨®n de la jornada laboral, no se puede poner el carro delante de los caballos.
De hecho, de lo que deber¨ªamos estar debatiendo es de c¨®mo aumentar la productividad, y eso significa hablar de la calidad de la ense?anza, de la formaci¨®n profesional, de la sobrecarga e impredecibilidad fiscal y regulatoria, de la eficiencia de las Administraciones, etc. Todo esto est¨¢ en la base de la mejora de la productividad, y ¨¦sta se encuentra en la base de toda mejora en el nivel de bienestar de una sociedad. La productividad es lo que permite elevar los salarios, crear empleo, reducir las desigualdades, aumentar los ingresos p¨²blicos y, tambi¨¦n, reducir las horas de trabajo.
Eso no quiere decir que no se deba reducir la jornada laboral en ning¨²n caso. Hay actividades y sectores en los que s¨ª es posible, y de hecho ya se ha hecho en multitud de empresas, a trav¨¦s de la negociaci¨®n colectiva. Y esa es la v¨ªa por la que los avances tecnol¨®gicos y productivos deben conducir a una reducci¨®n del tiempo de trabajo de una forma natural, al ritmo al que en cada sector, actividad y pa¨ªs pueda implantarse, teniendo en cuenta su realidad, sus condiciones competitivas y su propia naturaleza. Mientras no estemos en condiciones de reducir la jornada de forma generalizada, hacia donde se deber¨ªa avanzar es hacia la racionalizaci¨®n de los horarios. Pero, tampoco en este caso, a trav¨¦s de una imposici¨®n r¨ªgida e indiferenciada, sino mediante la negociaci¨®n y adaptaci¨®n a las circunstancias particulares, compatibiliz¨¢ndolo con la capacidad para que las empresas puedan prestar servicios en los horarios y condiciones que demandan los consumidores.
Algunos consideran que los decretos y el intervencionismo son una manera eficaz e infalible de moldear el mundo para que sea tal y como nos gustar¨ªa, pero la econom¨ªa es como un complejo ecosistema que se desequilibra si intentamos transformarlo por la fuerza. Hay que dejar que evolucione a su ritmo, y, en su caso, eliminar las trabas que impiden que esto sea as¨ª.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.