La espinosa relaci¨®n de la izquierda con Venezuela
Las ¨²ltimas elecciones abren una etapa de mayor degradaci¨®n del proyecto chavista, convertido en un lastre para el progresismo latinoamericano, que nunca lo abraz¨®, pero tampoco lo critic¨®
Desconfianza-entusiasmo-decepci¨®n (m¨¢s o menos silenciosa). La relaci¨®n de las izquierdas latinoamericanas y la revoluci¨®n bolivariana pas¨® por diferentes etapas, al ritmo de las propias din¨¢micas del pa¨ªs caribe?o. El apabullante liderazgo de Hugo Ch¨¢vez ¡ªuna maquinaria casi infinita de carisma¡ª provey¨®, sin duda, una dosis de inusual energ¨ªa a una izquierda regional doblemente derrotada: la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn no solo afect¨® a la izquierda tanquista que apoyaba a los reg¨ªmenes del ¡°socialismo real¡± ¡ªcon los tanques sovi¨¦ticos incluidos¡ª, sino a la izquierda en su conjunto, al tiempo que el neoliberalismo parec¨ªa reinar sin contrapesos ideol¨®gicos.
Pero la relaci¨®n de la izquierda con el militar venezolano no fue un amor a primera vista. El Ch¨¢vez que sigui¨® al frustrado golpe de Estado de 1992 era a¨²n dif¨ªcil de escrutar para la izquierda, que lo miraba con desconfianza. Sus v¨ªnculos con figuras como Norberto Ceresole ¡ªun exizquierdista que termin¨® en una l¨ªnea nacionalista de derecha cercana a los militares carapintadas argentinos¡ª generaba suspicacias, mientras que su propuesta de tercera v¨ªa a la Tony Blair le daba tonalidades demasiado moderadas.
De hecho, la Constituci¨®n de 1999 no habla de socialismo, sino de ¡°democracia participativa¡±. Se trataba de un Ch¨¢vez que, en palabras del periodista Marc Saint-Up¨¦ry, parec¨ªa haber ¡°aprendido de los fracasos de las izquierdas estatistas del siglo XX y sab¨ªa que no hay ning¨²n modelo preconstituido y puramente voluntarista de alternativa econ¨®mica¡±. Luego, Ch¨¢vez ir¨ªa avanzando en una ¡°mezcla confusa de pragmatismo moderado, promesas de asistencialismo generalizado y ret¨®rica incendiaria sin sustento real¡±, en medio de un creciente ¡°caos administrativo debido a una mezcla de inexperiencia y de burocratismo¡±.
Fue el intento de golpe de Estado contra Ch¨¢vez en 2002 el que cambiar¨ªa radicalmente las cosas. La imagen de una ¡°plutocracia corrupta¡± echando del poder a un presidente constitucional y plebeyo, mediante un golpe de Estado apoyado por Estados Unidos y parte de Europa, constituy¨® un punto de quiebre.
El golpe fue el playa Gir¨®n de Ch¨¢vez. Si aquel intento chapucero de invasi¨®n de Cuba apoyado por Estados Unidos dar¨ªa a Fidel Castro la ¨¦pica necesaria para la ¡°construcci¨®n socialista¡± en la isla caribe?a, el golpe fallido, con aristas racistas, le dio a Ch¨¢vez un enorme impulso pol¨ªtico.
Venezuela terminar¨ªa siendo el ¨²nico pa¨ªs del mundo en declararse socialista tras la ca¨ªda de la Uni¨®n Sovi¨¦tica; eso s¨ª, con el apellido ¡°del siglo XXI¡±. La idea, se insist¨ªa, era no repetir ¡°los errores¡± del socialismo del siglo XX.
Si el golpe provey¨® a Ch¨¢vez de la imagen de un caudillo que concentraba en su persona el desprecio de las elites sobre el propio pueblo, para la oposici¨®n venezolana fue una mancha casi indeleble. A partir de entonces, ser¨ªa una ¡°oposici¨®n golpista¡±. Eso hizo que la izquierda regional adoptara un discurso que perdura hasta hoy: hiciera lo que hiciera Ch¨¢vez, y desde 2013 Nicol¨¢s Maduro, la oposici¨®n siempre ser¨ªa ¡°peor¡± que el chavismo.
Con la subida del precio del petr¨®leo ¡ªde 10 a 100 d¨®lares¡ª, Ch¨¢vez cont¨® con recursos para implementar abundantes pol¨ªticas sociales, como las denominadas ¡°misiones¡±, y fue un l¨ªder verdaderamente popular, dentro y fuera de Venezuela. El acto en la ciudad argentina de Mar del Plata, a finales de 2005, donde mand¨® ¡°al carajo¡± al ALCA, el ?rea de Libre Comercio de las Am¨¦ricas, promovida por Estados Unidos, marc¨® uno de los hitos del Ch¨¢vez latinoamericano, que reactiv¨® en su favor la vieja diplomacia petrolera venezolana. Ch¨¢vez pod¨ªa entonces decir en el Foro Social Mundial de Porto Alegre, del mismo a?o, que ¡°el camino es el socialismo¡±. Como ¡°un nuevo Fidel Castro¡±, seg¨²n un medio brasile?o. Fue el momento del entusiasmo. El de un presidente que hablaba de nuevo de revoluci¨®n, mandaba al carajo a los yanquis y hasta ten¨ªa sobre su escritorio libros de te¨®ricos como el fil¨®sofo marxista Istv¨¢n M¨¦sz¨¢ros. Referentes y militantes de izquierda comenzaron a viajar a Venezuela, vista como el territorio de una audaz experimentaci¨®n social.
Pero pese a la buena relaci¨®n de los gobiernos de izquierda con Ch¨¢vez, los grandes pa¨ªses de la regi¨®n no se sumaron a su Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra Am¨¦rica (Alba). Para el Brasil de Luiz In¨¢cio Lula da Silva, era un peque?o club sin inter¨¦s, y para la Argentina de N¨¦stor Kirchner era demasiado ideol¨®gica. De hecho, seg¨²n su bi¨®grafo Walter Curia, alguna vez Kirchner le dijo a Ch¨¢vez: ¡°Hugo, dejate de joder con el socialismo¡±, que el pragm¨¢tico peronista consideraba cosa del pasado. Entonces, el juego entre una Venezuela radical y un Brasil moderado parec¨ªa funcionar desde el punto de vista geopol¨ªtico.
Ch¨¢vez, a lo largo de sus sucesivas gestiones, entre 1999 y 2013, se fue enamorando de diferentes modelos, pero pese a las diversas formas de ¡°participaci¨®n popular¡± adoptadas, se mantuvo el tr¨ªpode ¡°caudillo, ej¨¦rcito, pueblo¡± que propon¨ªa Ceresole, lo que fue derivando en un r¨¦gimen cada vez m¨¢s autoritario. La ¨²nica vez que plebiscit¨® el socialismo (en el refer¨¦ndum constitucional de 2007) perdi¨®, pero avanz¨® igual en su proyecto.
Frente a los problemas, la mayor parte de la izquierda latinoamericana adopt¨® una posici¨®n similar a la que mantuvo en relaci¨®n con Cuba: no criticar a Ch¨¢vez/Maduro, ni los retrocesos democr¨¢ticos, mientras el pa¨ªs fuera acosado por el ¡°imperio¡± y la ¡°oligarqu¨ªa¡± local. Las figuras opositoras que ped¨ªan una invasi¨®n alimentaban, sin duda, estos discursos.
Pero el problema es que este abordaje dej¨® siempre de lado la dimensi¨®n depredadora que fue adquiriendo el r¨¦gimen, con un saqueo de los recursos p¨²blicos que march¨® en paralelo a una catastr¨®fica ca¨ªda en las condiciones de vida de la poblaci¨®n, que se agrav¨® con Maduro, quien se apoy¨®, a¨²n m¨¢s que Ch¨¢vez, en los militares. Al punto de que, en la ¨²ltima campa?a electoral, elogi¨® la ¡°uni¨®n c¨ªvico-militar-policial perfecta¡± que encarna el chavismo-madurismo.
Si en el pasado el chavismo fue un activo ¡ªmaterial y simb¨®lico¡ª para las izquierdas regionales, desde mediados de la d¨¦cada de 2010 devino cada vez m¨¢s un peso. Las fuerzas conservadoras se cansaron de apelar a la cuesti¨®n venezolana como material de propaganda dom¨¦stico, m¨¢s a¨²n luego del ¨¦xodo venezolano. El fantasma de la venezuelizaci¨®n, usado hasta el rid¨ªculo en todas partes, form¨® parte del cambio de ciclo pol¨ªtico de 2015, cuando la regi¨®n pareci¨® girar a la derecha. Fue el momento de la decepci¨®n, pero tambi¨¦n del silencio, hacia Venezuela de gran parte de la izquierda (con excepci¨®n de los sempiternos creyentes).
Las elecciones del 28 de julio han marcado una etapa mayor de degradaci¨®n del proyecto bolivariano. Esta vez, la victoria de Maduro, como dijo el presidente chileno, Gabriel Boric, es ¡°dif¨ªcil de creer¡±. La ilegitimidad del mandatario en el poder se vuelve m¨¢s evidente, mientras que la apuesta electoral del conjunto de la oposici¨®n ¡ªque siempre estuvo dividida entre sectores favorables a la insurrecci¨®n y partidarios de la batalla electoral¡ª la ha reforzado dentro y fuera del pa¨ªs. Incluso el Partido Comunista venezolano reclama el respeto a la voluntad popular.
En este marco, Lula da Silva, Gustavo Petro y Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador buscan una salida ordenada a la crisis. Incluso la expresidenta argentina Cristina Kirchner ha pedido que se publiquen las actas, ¡°por el legado de Ch¨¢vez¡±. Pero la salida no es clara: sin quiebres internos, que por ahora no hay, el Gobierno de Maduro no tiene incentivos para iniciar una transici¨®n pactada.
Un incremento de la represi¨®n, que parece la ¨²nica v¨ªa para sortear la crisis, adem¨¢s de las consecuencias para los venezolanos, tendr¨¢ un alto costo para las izquierdas de la regi¨®n. No solo para los remanentes bolivarianos que militan en favor de los resultados oficiales y de la ¡°amplia ventaja¡± de Maduro sobre Edmundo Gonz¨¢lez, sino tambi¨¦n para las izquierdas cr¨ªticas, que hoy se enfrentan a nuevas derechas radicalizadas.
Las im¨¢genes de represi¨®n en Venezuela ¡ªy de un Gobierno que se atrinchera sin siquiera mostrar las actas de su supuesta victoria¡ª constituyen un regalo inestimable para los reaccionarios de todos lados. Un ¡°socialismo¡± asociado a la represi¨®n, las penurias cotidianas y el cinismo ideol¨®gico no parece la mejor base para ¡°hacer grande al progresismo otra vez¡±.
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