La ciudad y los turistas
El turista urbano no busca nada nuevo, sino solo confirmar lo que ya hab¨ªa visto antes en las pel¨ªculas
Acaba de aparecer Ciudad de vacaciones. Conflictos urbanos en espacios tur¨ªsticos, una compilaci¨®n de Jos¨¦ Mansilla y Claudio Milano, publicada por Pol¡¤len Editorial y el Observatori d¡¯Antropologia del Conflicte Urb¨¤. Contiene aportes escenificados en San Crist¨®bal de las Casas, Madrid, Palma de Mallorca, Lisboa, Montevideo, Granada, Sevilla, R¨ªo de Janeiro, Buenos Aires y Valparaiso. Y es una excelente oportunidad para pensar sobre las implicaciones del turismo en el bienestar de las urbes, con frecuencia su principal fuente de recursos y oportunidad clave para su prosperidad; pero tambi¨¦n de consecuencias nefastas que, en su forma actual como turistificaci¨®n de barrios y ciudades enteras, puede acarrear, incluyendo su asesinato.
"Los lugares brillantes marcados en nuestros mapas de turistas no son reales; son decorados vac¨ªos, falsificaciones que nos venden como la "esencia" de las ciudades visitadas, convertidas para nosotros en aut¨¦nticos parques tem¨¢ticos"
Sin embargo, tambi¨¦n es buena ocasi¨®n para preguntarnos acerca de qui¨¦nes son los protagonistas del fen¨®meno, esto es los turistas, las v¨ªctimas de esa forma especial de xenofobia que es la turistofobia, que no hay que confundir con la turismofobia. No es lo mismo detestar el turismo que detestar a los turistas mismos.
?Qu¨¦ es un turista, incluso cada uno de nosotros cuando lo hemos sido o lo somos? Por encima de todo, sabemos que, como turistas, nos preocupa no dejar nunca de ver "lo que hay que ver", esos puntos de las gu¨ªas tur¨ªsticas, comentados con todo tipo de adjetivos admirativos y que no podemos soslayar en nuestro recorrido. Es por ello que cuando nos convertimos en turistas sufrimos una especie de "efecto t¨²nel": desplazamiento de punto a punto, sin atenci¨®n por los lugares intermedios o no previamente marcados como "a visitar".
Lo que ocurre es que en realidad nunca esperamos nada nuevo, nada distinto de lo que hemos visto en las fotograf¨ªas exhibidas en los libros o las revistas de viajes, en los prospectos, en las postales enviadas por alguien, en los v¨ªdeos de los amigos, en los documentales de la televisi¨®n o en las pel¨ªculas de ficci¨®n. Hemos llegado hasta donde sea para confirmar que todo lo que nos fue mostrado como en sue?os existe de veras.
Prometiendo cumplir su promesa de ciudades previamente so?adas, el turismo teje una trama social alternativa y paralela, un para¨ªso provisional, sin conflictos, sin contradicciones, sin paradojas. Una burbuja ideal, un marco en que podremos estar al mismo tiempo lejos y como en casa. Ahora bien, no nos enga?emos, ese territorio perfecto en el que nos abandonamos a hacernos selfis compulsivamente ¡ªcomo escribiera Javier Mar¨ªas¡ª existe en funci¨®n de nuestras expectativas y para satisfacerlas. Pero sus contenidos ¡ªd¨®nde ir, c¨®mo ir, qu¨¦ ver¡ª, nos son sutilmente impuestos a los individuos ¡ªentendidos como consumidores de nuestro propio tiempo libre¡ª por medio de est¨ªmulos publicitarios, dependientes a su vez de intereses econ¨®micos y pol¨ªticos perfectamente reconocibles.
El hecho tur¨ªstico se inscribe dentro de una sociedad que valora la movilidad espacial, el desplazamiento, como algo de lo que depende nuestra realizaci¨®n personal. Cada uno de nosotros se valora y es valorado en funci¨®n de cantidad y excepcionalidad de los sitios en que hemos estado, es decir, de nuestra cuenta personal de ciudades de las que podamos decir: "las conozco".
Pero los lugares brillantes marcados en nuestros mapas de turistas no son reales; son decorados vac¨ªos, falsificaciones que nos venden como la "esencia" de las ciudades visitadas, convertidas para nosotros en aut¨¦nticos parques tem¨¢ticos. Lejos de percibir esa realidad atroz, los turistas amamos el enga?o en que nos sumergimos. Buscamos, y a veces creemos encontrar, lo aut¨¦ntico, lo profundo, lo perenne¡ Cuando nos hacemos turistas somos como peregrinos en pos de lo fundamental y duradero de cada sitio, que, de la mano de los operadores tur¨ªsticos y las agencias de viaje, podemos entrar en contacto, ver con nuestros propios ojos, incluso tocar, cosas de las que hemos o¨ªdo hablar, pero que nunca hab¨ªamos visto y que ahora se nos presentan en toda su grandeza: la Cultura, el Arte, la Historia¡ de cada ciudad que visitamos y por la que paseamos a veces solo durante una horas, como los protagonistas de Si hoy es martes, esto es B¨¦lgica, El turista accidental o Lost in translation.
Hemos llegado a nuestro destino ¡ªnuestro destino tur¨ªstico¡ª y ah¨ª, ante nosotros, encontramos lo que ni existe, ni ha existido, ni existir¨¢ jam¨¢s: un mundo quieto, fuera del tiempo, inmutable, la Verdad luminosa de la ciudad visitada, una Verdad a la que se le puede perdonar todo, incluso que sea mentira.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.