Patricia L¨®pez Arnaiz: ¡°Me siento muy vasca, aunque no tenga los ocho apellidos¡±
Hace solo unos a?os trabajaba como monitora de comedor en una ikastola de Vitoria. Hoy es uno de los rostros principales del nuevo cine espa?ol. La actriz vive en las monta?as de ?lava, lejos de las miradas y de los focos, mientras se enfrenta a la p¨¦rdida gradual de su anonimato. Con ¡®Los destellos¡¯, presentada en el Festival de San Sebasti¨¢n, ha ganado la Concha de Plata a la mejor interpretaci¨®n protagonista
Patricia L¨®pez Arnaiz vive apartada del mundo y de su ruido. Reside en un pueblo de la monta?a alavesa en el que habitan unas pocas decenas de personas ¡ª23 hombres y 26 mujeres, seg¨²n el ¨²ltimo censo¡ª, que se encuentra al final de una carretera empinada, no muy lejos de su Vitoria natal. Las casas de este lugar, del que prefiere que no revelemos el nombre, se asoman a un valle lleno de campos de trigo dorado, aunque a ella le gusten m¨¢s cuando est¨¢n te?idos de verde. En la ladera se alza una iglesia que parece rom¨¢nica, aunque sea del siglo XIX. De lejos se escuchan los ladridos de un perro solitario. Su pareja pasa con el coche de vuelta a su casa. El resto es silencio.
En este paisaje de w¨¦stern, la actriz espera al forastero junto al antiguo lavadero del pueblo, fumando un cigarrillo de liar. No tiene redes sociales, sino un tel¨¦fono Nokia y una cuenta de Hotmail. Cuando tiene un mal d¨ªa se pierde por los bosques de pinos, helechos y cardos, por los que, en esta ma?ana fr¨ªa de septiembre, bajo una llovizna obligatoria, solo circula alg¨²n senderista despistado. Fardos de paja se alinean en la carretera. Pasan una manada de potros y un reba?o de ovejas. ¡°Me gusta esta paz, me aterriza y me procura placer¡±, dir¨¢ un rato m¨¢s tarde, sentada en el bar de un pueblo vecino en el que suena rock en euskera. De todas las mesas ha escogido la m¨¢s alejada de la entrada, tal vez para evitar un lugar de paso: empiezan a reconocerla por la calle m¨¢s de lo que le gustar¨ªa. ¡°Desde el principio he sido muy cautelosa. Lo que m¨¢s miedo me daba era perder el anonimato¡±, confirma. ¡°Estoy en el proceso de soltar ese temor. Es una negociaci¨®n conmigo misma. En el fondo, tal vez no sea tan grave que me conozca la gente¡±. Esta asceta confesa, que ha escogido este refugio neorrural como ant¨ªdoto a los peligros de la fama, teme perder ¡°la libertad¡±, su apego a una soledad elegida y a su gusto por la contemplaci¨®n. ¡°Pero tambi¨¦n me digo que tal vez esa fase ya termin¨®¡±, se resigna, sonriente.
Hasta hace unos a?os, esta actriz de 43 a?os convertida en uno de los rostros m¨¢s destacados del nuevo cine espa?ol ten¨ªa tres trabajos: dos como monitora en una ikastola ¡ªen el turno de primera hora de la ma?ana y luego en el de comedor¡ª y un tercero como productora de una sala de conciertos de Vitoria. Antes hab¨ªa sido camarera en Bilbao. ?Le gustaba esa vida? ¡°S¨ª, estaba bien¡±, responde con cierta vacilaci¨®n. ¡°Aunque, cuando surgieron los primeros proyectos en el cine y la televisi¨®n, ya sent¨ªa que ese cap¨ªtulo se estaba cerrando¡±. A la vez, la interpretaci¨®n nunca fue una opci¨®n a tiempo completo. Cursaba talleres de teatro y danza en sus ratos libres y hac¨ªa alg¨²n papel breve cuando se presentaba la ocasi¨®n, pero m¨¢s como estrategia de autoconocimiento que como carrera profesional. ¡°Nunca fue un sue?o, no quer¨ªa ser actriz¡±, afirma L¨®pez Arnaiz, que estudi¨® Publicidad pese a no tener ninguna vocaci¨®n, como tantos otros adolescentes obligados a escoger un camino a los 17 a?os, sin saber qu¨¦ quer¨ªan hacer todav¨ªa con sus vidas.
Sus padres, un electromec¨¢nico y una monitora de transporte escolar, la criaron en el barrio obrero de El Pilar, en el noroeste de Vitoria. ¡°Era un barrio de construcci¨®n nueva, lleno de ni?os y ni?as. Pas¨¦ mi infancia en la calle y en la ludoteca del barrio. Cuando ten¨ªa hambre, mi madre me tiraba la merienda por la ventana. Viv¨ª all¨ª hasta los 20 a?os, cuando me fui a Bilbao. Regres¨¦ a?os despu¨¦s, cuando descubr¨ª el arraigo que sent¨ªa¡±. Su familia no vio con buenos ojos que estudiara Bellas Artes, su primera opci¨®n. ¡°Les entr¨® miedo y lo puedo entender. ?C¨®mo se come del arte? No me lo prohibieron, pero fui d¨®cil¡±. Cuando su madre se disculpa por no haberla entendido en su d¨ªa, le responde que todo ha salido bien. ¡°La oportunidad me lleg¨® en el momento adecuado. A los 20 a?os hubiera sido una p¨¦rdida. Me alegro de haber construido una vida fuera de este sector tan convulso¡±.
Despu¨¦s de una d¨¦cada haciendo papeles invisibles ¡ªun personaje en la serie vasca Qu¨¦ vida m¨¢s triste, un musical titulado Miren Poppins, una breve aparici¨®n en Aqu¨ª no hay quien viva¡ª, se alinearon los astros. En un lapso de pocos meses, entre 2017 y 2018, encaden¨® series de envergadura como La peste y La otra mirada, donde interpretaba a dos mujeres avanzadas a sus respectivas ¨¦pocas. Particip¨® en la adaptaci¨®n de El guardi¨¢n invisible y obtuvo dos personajes, secundarios pero destacados, en proyectos dirigidos por Alejandro Amen¨¢bar (Mientras dure la guerra) y Julio Medem (El ¨¢rbol de la sangre). Y, sobre todo, lleg¨® Ane, donde interpretaba a una madre coraje con las heridas del terrorismo en la sociedad vasca como tel¨®n de fondo. Con ella gan¨® un Premio Goya en 2020 y dej¨® de ser una perfecta desconocida.
Desde entonces no ha parado. Encarn¨® a una mujer desesperada por ser madre en La hija y a una periodista que cubr¨ªa la crisis de refugiados en Mediterr¨¢neo, y tuvo papeles estelares en series como Intimidad, Apag¨®n y Galgos, en un registro burgu¨¦s hasta ahora inexplorado. Tambi¨¦n el thriller vengativo Nina, estrenado el pasado mes de mayo. Y, sobre todo, otra Ane, la protagonista de 20.000 especies de abejas, que se acerc¨® con sensibilidad a la cuesti¨®n trans mientras la guerra cultural rug¨ªa ah¨ª afuera. Ahora estrena Los destellos, que llega a los cines el pr¨®ximo viernes tras su paso por el Festival de San Sebasti¨¢n. La pel¨ªcula, dirigida por Pilar Palomero, es una adaptaci¨®n de Un coraz¨®n demasiado grande, un cuento de Eider Rodr¨ªguez sobre una mujer obligada a cuidar de su ex, enfermo, al que no ha visto desde hace a?os, por amor a su hija. ¡°El t¨ªtulo original alude a ese amor que trasciende el inter¨¦s propio, que te impulsa a hacer algo que puede ser dif¨ªcil o incluso nocivo para ti¡±, sostiene. ¡°Sucede con la enfermedad. Cuando alguien muy querido est¨¢ a punto de morir y decides acompa?arlo en ese proceso, el amor crece. Lo vives con sufrimiento, pero tambi¨¦n es un regalo, porque hay una devoluci¨®n¡±. De repente, le tiembla un poco la voz. ¡°S¨ª, me ha pasado¡±.
Lleva bien su nueva vida, seg¨²n el d¨ªa. ¡°Es un torbellino. No es un trabajo de lunes a viernes del que desconectes. Es algo que lo cambia todo. De repente te cuesta controlar el ritmo de tu vida. He tenido picos de estr¨¦s y ansiedad. Me he despertado alguna ma?ana llorando, sintiendo que no pod¨ªa m¨¢s¡±, admite. Cuando sucede, se toma un d¨ªa libre. ¡°A¨²n me queda mucho por entender sobre por qu¨¦ me sucede esto y qu¨¦ puedo hacer para gestionarlo¡±. En un oficio en el que la mayor¨ªa busca m¨¢s y m¨¢s exposici¨®n, ella prefiere no salir en las portadas. Ha entendido la importancia de ¡°la quietud¡± en su vida, la necesidad de preservar una intimidad ¡°casi sagrada¡±, lo que explica que no se vaya a vivir a Madrid, aunque parezca un requisito imperativo en la profesi¨®n.
Se ha llegado a preguntar si este trabajo es realmente para ella. ¡°Claro que me lo pregunto. Pero, por otro lado, tambi¨¦n lo disfruto mucho¡±. Le gusta, sobre todo, la preparaci¨®n para cada papel, acompa?ada de un proceso de introspecci¨®n para dotarlo de verdad. Tambi¨¦n la magia que se produce al inicio de cada toma. ¡°Actuar es como agarrar algo escurridizo, como atrapar un pececillo¡±. Los directores con los que ha trabajado destacan su entrega. ¡°Me resist¨ª a darle el papel, porque me parec¨ªa demasiado famosa¡±, confiesa la directora de 20.000 especies de abejas, Estibaliz Urresola. ¡°Hasta que lleg¨® a su prueba con un gran trabajo hecho, como si fuera una detective que hubiera seguido al personaje durante meses. Nunca la vi interpretar, sino ser. Patricia est¨¢ anclada a la tierra y a la realidad. Viene de una familia humilde y es muy currela¡±. Por su parte, Alfredo Sanzol la dirigi¨® en una puesta en escena de La casa de Bernarda Alba en Madrid a comienzos de 2024, tras coincidir con ella hace una d¨¦cada cuando impart¨ªa un taller de teatro en Vitoria. ¡°Es lorquiana en dos sentidos: tiene duende, esa magia que solo tienen algunos int¨¦rpretes, y tambi¨¦n un compromiso innegociable con el trabajo art¨ªstico, que abarca lo ¨ªntimo, pero tambi¨¦n lo social y lo pol¨ªtico¡±, coincide.
Eso explica lo que tienen en com¨²n sus proyectos, que a menudo abordan tem¨¢ticas sociales desde una perspectiva femenina. ?Tienen sus proyectos una dimensi¨®n pol¨ªtica? ¡°Me gustar¨ªa que la tuvieran, aunque no sea premeditado. Me gusta hacer pel¨ªculas que nos acercan a la experiencia del otro. El cine, como todas las artes, puede ser ¨²til. Y no solo por lo pol¨ªtico y lo social, sino tambi¨¦n a trav¨¦s de la belleza¡±, responde ella. Suele interpretar, con una naturalidad a prueba de bomba, a mujeres obstinadas y silenciosas, a veces aisladas en el mundo rural, en las que hay una mezcla de dulzura y dureza, desgarro y empat¨ªa, a menudo una ira subterr¨¢nea. ¡°En muchos de mis personajes hay una porci¨®n de culpa. Es algo que, como persona, tengo muy interiorizado¡±, apunta sin dar m¨¢s detalles. ¡°Tienen un sentimiento de injusticia, un orgullo, no s¨¦ si una dignidad. Pero no s¨¦ cu¨¢nto hay del personaje y cu¨¢nto hay de m¨ª misma¡±.
Otra cosa que sus papeles tienen en com¨²n es su rostro, de una belleza serena y no posproducida, que parece en paz con sus pliegues y que desprende una humanidad, o incluso un humanismo. ¡°La fisonom¨ªa es la parte visible de nuestro car¨¢cter¡±, dice la actriz con cierto pudor. A Pilar Palomero, directora de Los destellos, le recuerda a Katharine Hepburn. ¡°Tiene una mirada contradictoria, vulnerable y fuerte a la vez. Es capaz de transmitir mucho con poco. Le da igual la fama. Lo que le interesa es profundizar en nuestros conflictos como seres humanos¡±. Al director Jos¨¦ Mari Goenaga, que le dio su primera oportunidad en el cine en En 80 d¨ªas tras una audici¨®n improvisada en una cafeter¨ªa de San Sebasti¨¢n, le hace pensar en ¡°una actriz de los hermanos Dardenne¡±. ¡°Ten¨ªamos otra actriz en mente, pero su mirada cristalina nos cautiv¨®. Es un tipo de actriz que sol¨ªa ser m¨¢s com¨²n antes. Transmite una gran fortaleza y entereza, y a la vez resulta muy cercana¡±.
No le disgusta o¨ªr que encarna a un prototipo de mujer vasca, que ha interpretado repetidamente en el cine, aunque ella sea euskald¨²n de primera generaci¨®n. Su familia procede de La Rioja y de Burgos, y aprendi¨® euskera, lengua en la que ha rodado varias pe?l¨ªculas, en la escuela y en la calle, aunque no se hablaba en su casa. ¡°Me siento muy vasca, aunque no tenga los ocho apellidos. En realidad, no tengo casi ninguno¡±, bromea. Ahora anda buscando un nuevo patron¨ªmico. De joven, mientras le¨ªa, fascinada, las ense?anzas de El lobo estepario, de Hermann Hesse, o se ve¨ªa turbada por la brutal poes¨ªa de la pe?l¨ªcula L¨¦olo, cay¨® en sus manos un libro sobre los abor¨ªgenes australianos. ¡°Se ponen un nombre a s¨ª mismos en funci¨®n de sus capacidades y atributos. Te nombras a ti mismo en lugar de dejar que lo hagan los dem¨¢s¡±. La idea reson¨® en su fuero interior, en un momento en que intentaba despojarse de la mirada inquisitiva del otro. ¡°Yo quer¨ªa saber cu¨¢l era mi nombre. Por eso empec¨¦ con el teatro. Ser actriz puede ser un trabajo terap¨¦utico de la hostia. En realidad, puede que lo est¨¦ siendo¡±. Dice que todav¨ªa no sabe cu¨¢l es su nombre. ¡°Pero cada d¨ªa me acerco m¨¢s. Ese es mi proyecto de vida¡±.
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