Bienvenidos a ¡®MAGA, D. C.¡¯: Trump lanza su venganza contra Washington
El presidente se ceba con la capital de EE UU, una ciudad dem¨®crata cuyos vecinos sufren los despidos masivos de funcionarios, y los ataques a la independencia de sus instituciones culturales y de la prensa


Uno de los hits de la decoraci¨®n del Butterworth¡¯s, mezcla de bistr¨® franc¨¦s y sal¨®n ingl¨¦s pasada por Nueva Orleans, es un cartel original de la feria de San Isidro de 1967, en la que torearon Anto?ete, Paquirri y Curro Romero. ¡°Est¨¢ ah¨ª por lo que simboliza la figura del matador: el esp¨ªritu de riesgo y recompensa¡±, explica Raheem Kassam, copropietario del restaurante, que abri¨® sus puertas en octubre en Capitol Hill, barrio de Washington en la trasera del Congreso. ¡°Pero sobre todo¡±, a?ade, ¡°es un homenaje a las tradiciones que este lugar honra¡±.
Kassam, brit¨¢nico de 38 a?os y viejo colaborador del ide¨®logo trumpista Steve Bannon, junto al que present¨® su p¨®dcast, War Room, es una personalidad de la derecha alternativa estadounidense. As¨ª que no puede extra?ar que Butterworth¡¯s, bautizado con el apellido de su socio mayoritario, un abogado australiano de Uber, se haya convertido en lugar de encuentro en la capital del mundo MAGA (Make America Great Again) desde la vuelta de su l¨ªder, Donald Trump, al Despacho Oval. Aunque en su carta, donde el tu¨¦tano y steak tartare invitan a pensar en una versi¨®n m¨¢s refinada del culto trumpista, no haya rastro ¨D¡°conscientemente¡±, dice el tercer socio, Bart Hutchins¨D, del men¨² (infantil) favorito del presidente: hamburguesa y Coca-Cola Light. ¡°Solo servimos buena comida de caf¨¦¡±, advierte Hutchins.

Una noche cualquiera, uno puede encontrar entre la raci¨®n habitual de pol¨ªticos y trabajadores del Congreso que pululan por el barrio a Natalie Winters, jovenc¨ªsima reportera de War Room o a Kash Patel, cuya lealtad a Trump le ha llevado tan lejos como a dirigir el FBI. En las ocasiones especiales, como la fiesta con barra libre que dio Bannon la semana pasada, las dos plantas del Butterworth¡¯s ofrecen un ambiente a¨²n m¨¢s ins¨®lito en esta ciudad dem¨®crata: gorras rojas y pegatinas que piden un tercer mandato de Trump; a Kari Lake ¡ªla escogida para desguazar el medio gubernamental Voice of America¡ª tomando el micr¨®fono para recordar a los hombres presentes que solo su virilidad salvar¨¢ el pa¨ªs; y a un pu?ado de presos del 6 de enero reci¨¦n indultados.
Tal vez nada haya simbolizado m¨¢s crudamente qui¨¦n manda ahora en Washington, que dio un 92,5% de sus votos a Kamala Harris, que ver regresar cuatro a?os despu¨¦s con la cabeza alta al lugar del crimen a participantes en el asalto al Capitolio, y en especial, a Enrique Tarrio, cabecilla de los Proud Boys, a quien le cayeron 22 a?os de c¨¢rcel.
¡°Ahora, por lo menos, [los vecinos de la capital estadounidense] nos aceptan. No les queda otra: Trump ha ganado el voto popular y controla las dos C¨¢maras¡±, considera Kassam, que insiste en que en su local no preguntan a nadie ¡°por sus ideas pol¨ªticas¡±. Para probarlo, Hutchins confiesa que ¡°todo el mundo¡± organiza all¨ª fiestas privadas, ¡°de Bannon a Amazon, y todo lo que hay en medio¡±, tal vez sin darse cuenta de que ya no hay tanto en medio. Kassam tambi¨¦n recuerda que ha entrevistado al presidente ¡°varias veces¡± y que, ¡°aunque la gente no quiera creerlo¡±, se trata de ¡°un hombre que busca el entendimiento¡±.
¡°En su primer mandato, comprob¨® que la ciudad no lo quer¨ªa; se sinti¨® atacado¡±, rememora sobre su llegada por sorpresa al poder en 2017. Entonces, Trump y los suyos se atrincheraron en el hotel que el presidente ten¨ªa en la ciudad y que tuvo que vender despu¨¦s de dejar la Casa Blanca. A ¨¦l no se lo vio nunca fuera de all¨ª (m¨¢s concretamente, de BLT, su restaurante de carne), pero sus aliados comprobaron la hostilidad de la que eran capaces sus nuevos vecinos, como aquel que llam¨® ¡°fascista¡± al ide¨®logo xen¨®fobo Stephen Miller, cuando lo vio cenando en una taquer¨ªa despu¨¦s de decretar la separaci¨®n de menores migrantes en la frontera.
Esta vez, no se ha registrado a¨²n ning¨²n episodio como aquel. En parte, a?ade Kassam, porque han vuelto ¡ªMiller tambi¨¦n¡ª con la lecci¨®n aprendida: ¡°Han sido ocho largos a?os, y ocho a?os dan para aprender muchas cosas¡±, dice.

Visto lo visto, tambi¨¦n para urdir una fenomenal revancha. En las seis semanas que lleva en el cargo, el presidente ha puesto patas arriba incontables ¨®rdenes de la vida estadounidense (as¨ª como el orden mundial) y se ha cebado especialmente con Washington, tanto con la ciudad, como con la idea del poder pol¨ªtico que esta representa. Ha lanzado un asalto sin precedentes a sus instituciones culturales, de su templo de la m¨²sica y las artes esc¨¦nicas, el Kennedy Center, a los museos, a los que ha ordenado acabar con sus pol¨ªticas de inclusi¨®n. Ha hostigado a los cerca de 373.000 empleados p¨²blicos que viven en la regi¨®n. Ha pulverizado las reglas de la prensa que cubre la Casa Blanca y cuestionado su arquitectura civil, que exige que cumpla criterios ¡°neocl¨¢sicos, regionales o tradicionales¡±. Incluso ha amenazado con hacerse con el control del Distrito de Columbia (DC) porque, asegura ¡ªcon su conflictiva relaci¨®n con la verdad¡ª que ¡°hay demasiado crimen¡± y ¡°demasiados campamentos de indigentes¡±. Podr¨ªa llegar a hacerlo: el Gobierno de DC, al no ser un Estado, depende de quien domine la C¨¢mara de Representantes; de los republicanos, en este caso.
¡°Su c¨¢lculo es que tomarla con la capital puede darle buenos resultados pol¨ªticamente en el resto del pa¨ªs¡±, explica el reportero de The Atlantic Mark Leibovich, autor de dos brillantes libros sobre la vida en Washington en tiempos de Obama (This Town, esta ciudad) y del primer Trump (Thank You for Your Servitude, gracias por su servidumbre). ¡°Ambos partidos llevan a?os haciendo campa?a con la idea de cambiarla, aunque nadie ha vendido mejor que ¨¦l la ficci¨®n de que es un lugar podrido, una ci¨¦naga [The Swamp] pestilente¡±.
Leibovich, que ha vivido varios cambios de Administraci¨®n, dice que esta vez hay m¨¢s gente que nunca afectada por el nuevo r¨¦gimen, y que eso ha cogido por sorpresa a sus vecinos, que, seg¨²n los expertos, podr¨ªan estar asom¨¢ndose a una recesi¨®n, con tanto despido y tanta contracci¨®n del consumo. No solo eso: acostumbrados a ser personajes de reparto del gran teatro del poder washingtoniano, se ven de pronto convertidos en sus involuntarios protagonistas.

Primero, Trump ha ido ¡ªcon la ayuda de Elon Musk¡ª a por los funcionarios. Los ha insultado, humillado y despedido, mientras la sociedad civil, exhausta tras 10 a?os de retransmisi¨®n ininterrumpida de su reality show pol¨ªtico, ha organizado t¨ªmidas protestas contra esas medidas, a la espera de ver si los tribunales logran pararlas y en vista de que los dem¨®cratas parecen desaparecidos en combate. En el punto de mira de esa resistencia est¨¢ el hombre m¨¢s rico del mundo y sus colaboradores en el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), una especie novedosa en el h¨¢bitat de la capital: son muy j¨®venes, campan a sus anchas por las agencias federales y ya se han ganado el apodo de muskrats, ratas almizcleras.
En otra muestra de un vasto repertorio de crueldad laboral, los trabajadores despedidos del organismo dedicado a la Cooperaci¨®n Internacional, USAID, tuvieron este jueves 15 minutos para recoger sus cosas. Un grupo de gente los esperaba fuera para darles ¨¢nimos, y una joven llamada Juliane Alfen explicaba con l¨¢grimas en los ojos que dentro los operarios estaban descolgando las fotograf¨ªas de los proyectos de ayuda humanitaria en los que hab¨ªa participado.
Para consolar a Alfen y al resto, no dejan de surgir ideas para ayudarles a pasar el trago: caf¨¦s y entradas al teatro gratis o descuentos en tiendas. En un restaurante de Adam¡¯s Morgan, la zona m¨¢s animada (es un decir) del centro, el restaurante ¡°queer e inclusivo¡± Her Diner ha colocado fotos de funcionarios en su escaparate y un cartel en la marquesina: ¡°Cada tarde, abrimos nuestras puertas para proveerles de un espacio seguro en el que puedan compartir sus historias¡±, explicaba el encargado, Shane Patil, este viernes por la noche.

Por la tarde, en el gran hall del Kennedy Center (KC), a los asistentes a un concierto gratuito de la Sinf¨®nica Nacional les un¨ªa la incertidumbre por el futuro de un complejo que se inaugur¨® en memoria de JFK y que alberga la ¨®pera y el auditorio de la ciudad. En un movimiento inesperado para alguien que no ha pisado en su vida el lugar, Trump anunci¨® a principios de febrero que tomaba el control del centro cultural, del que pasaba a ser su presidente. Despidi¨® al patronato bipartidista, nombr¨® uno nuevo, lleno de fieles, como su jefa de Gabinete, Susie Wiles, y el cantante de country Lee Greenwood, y puso al frente a Richard Grennell, exembajador en Alemania, con la misi¨®n de limpiar del ¡°virus woke¡± del KC, y espec¨ªficamente, ¡°los shows de drag queens dirigidos a los j¨®venes¡±.
Cancelaciones y dimisiones
De momento, han eliminado espect¨¢culos como la actuaci¨®n del Coro de Hombres Gais de Washington y ha habido cancelaciones voluntarias de m¨²sicos (Rhiannon Giddens) y actrices (Issa Rae). La soprano Ren¨¦e Fleming y el cantautor Ben Folds han dimitido de sus puestos de asesores, y, seg¨²n cuenta Toni Codinas, miembro del patronato del Washington Bach Consort, dedicado a la m¨²sica antigua, en la ciudad ya se habla de los ¡°refugiados del Kennedy¡± para referirse a los donantes, esenciales para el sustento de las artes en este pa¨ªs, que han decidido llevarse su mecenazgo en busca de otros horizontes en vista del asalto de Trump.
El director de orquesta espa?ol ?ngel Gil-Ord¨®?ez, que vive en Estados Unidos desde 1993 y act¨²a con regularidad en el KC, afirma, por su parte, que ¨¦l no piensa irse ¡°a ninguna parte¡±: ¡°Es mi casa¡±, a?ade. ¡°Lo primero que hacen los reg¨ªmenes autoritarios es tratar de controlar las artes; lo sabe cualquiera que estudie la historia de Weimar. Hay que resistir desde dentro¡±.
El p¨²blico del viernes se debat¨ªa entre pensar que el cambio se traducir¨¢ en ¡°m¨¢s country y en conciertos de [el rapero MAGA] Kid Rock y del tenor ese espantoso que tanto le gusta a Trump [Christopher Macchio]¡± y confiar en que el presidente tendr¨¢ cosas m¨¢s urgentes que meterle mano a un centro que ofrece unos 2.000 eventos anuales, con uno que destaca sobre el resto: la Kennedy Honors Gala, que desde 1978 distingue anualmente a personalidades de las artes en una tradici¨®n que Trump interrumpi¨® en su primera Administraci¨®n, temi¨¦ndose un desplante, del que ahora se est¨¢ cobrando la venganza. ¡°Ser¨¢ interesante ver a qui¨¦nes escogen ahora. Ah¨ª [en septiembre] veremos claramente hasta d¨®nde llegan sus ganas de intervenir¡±, opina Leibovich.

Hasta entonces, lo ¨²nico claro es que el movimiento de Trump carece de precedentes. Tambi¨¦n, que es ampliamente apoyado por los conservadores de Washington, entre cuyos referentes figura el matrimonio Schlapp, dos de las criaturas m¨¢s trumpistas de la ci¨¦naga. ?l, Matt, preside la Conferencia Pol¨ªtica de Acci¨®n Conservadora (CPAC), la cumbre republicana m¨¢s importante de Estados Unidos. Ella, Mercedes, es una personalidad de los medios y presenta el evento. Considera que el asalto al KC era ¡°necesario¡±, porque supon¨ªa ¡°una sangr¨ªa de dinero¡± [cuenta con un presupuesto de 268 millones de d¨®lares (258 millones de euros) y el a?o pasado registr¨® un d¨¦ficit de un mill¨®n]. ¡°Hab¨ªa que acabar con la promoci¨®n de lo woke y de la agenda radical¡±, opina. O, como lo resume Kassam, el aliado de Bannon metido a hostelero, ¡°una cosa es montar La Traviata y otra es que la izquierda se comporte como acostumbra de un modo dictatorial con la cultura¡±.
A Schlapp tambi¨¦n le complace ver c¨®mo Trump est¨¢ ¡°dominando la narrativa¡±, ¡°sin dar respiro a los medios que siempre fueron hostiles con ¨¦l¡±, obligados ahora ¡°a cubrir todas las cosas sensacionales que est¨¢ haciendo cada d¨ªa¡±. En la misma semana en la que Jeff Bezos, propietario de The Washington Post, ha puesto al servicio del nuevo Gobierno la p¨¢gina de Opini¨®n del gran diario de la ciudad, el presidente, que ha vetado a la agencia de noticias AP por su negativa a usar la denominaci¨®n adoptada por decreto para el Golfo de M¨¦xico, ha ido a¨²n m¨¢s lejos al arrebatar a la Asociaci¨®n de Corresponsales de la Casa Blanca el poder para organizar la cobertura del pool, ese grupo de periodistas que sigue al presidente y comparte la informaci¨®n con el resto. Desde 1914, ellos decid¨ªan qu¨¦ medios participaban de ese privilegiado acceso. La portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, proclam¨® el mi¨¦rcoles que ahora ser¨¢ su equipo el que se encargue de eso, para ¡°devolver el poder al pueblo¡±, dijo, y dar cabida a ¡°otros¡±. Que han resultado ser, adem¨¢s, afines a Trump.
Un escalofr¨ªo ruso
Esa es la explicaci¨®n de por qu¨¦ en la desagradable encerrona del viernes en el Despacho Oval al presidente ucranio, Volod¨ªmir Zelenski, un tipo en representaci¨®n del conglomerado MAGA Real America¡¯s Voice, cogiera el micr¨®fono y afeara a Zelenski que no vistiera traje en tan solemne lugar (el mismo solemne lugar que casi cada d¨ªa profana Musk con sus camisetas). Resulta que ese tipo es adem¨¢s novio de Marjorie Taylor Greene, la congresista m¨¢s trumpista del Capitolio (y eso que la competici¨®n es dura).
En vista de las nuevas reglas, Peter Baker, de The New York Times, uno de los reporteros m¨¢s veteranos y respetados de la Casa Blanca, recurri¨® a su pasado como corresponsal en Rusia a finales de los noventa para escribir que ¡°en estos d¨ªas en Washington se siente un escalofr¨ªo similar al de Mosc¨²¡± en los primeros tiempos de Putin.

Muchos en la ciudad dem¨®crata est¨¢n estos d¨ªas experimentando escalofr¨ªos parecidos. Otros ¡ªalgunos de los cuales cenan habitualmente tu¨¦tano en el Butterworth¡¯s con la feria de San Isidro enfrente¨D considerar¨¢n ¡°hist¨¦rico¡± el an¨¢lisis de Baker, como le dijo la portavoz de la Casa Blanca al periodista en un post de X al que a?adi¨® el emoticono del payaso. Leivobich, el gran cronista de los vaivenes de Washington en funci¨®n de qui¨¦n se siente en el Despacho Oval, aconseja un poco de paciencia. Han pasado seis semanas que parecen seis a?os, pero a¨²n la capital no se ha rendido, dice, ante el asedio de Trump.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
