Diego Rivera, de coleccionista de arte prehisp¨¢nico a arquitecto de una ciudad ut¨®pica
El sue?o del pintor mexicano, la ambiciosa Ciudad de las Artes, se har¨¢ realidad en el Museo Anahuacalli, 80 a?os despu¨¦s de haberlo concebido
Prominente pintor, extraordinario muralista, Diego Rivera mantuvo durante toda su vida una afici¨®n poco conocida, la de coleccionista. A lo largo de varias d¨¦cadas, Rivera reuni¨® miles de figuras de arte prehisp¨¢nico. Su antigua amiga y mecenas, Dolores Olmedo, lleg¨® a contar 59.400 piezas. Fue el mayor coleccionista de figuras precolombinas de M¨¦xico y el due?o del conjunto m¨¢s rico que se haya reunido nunca en manos de particulares. Ahora, el Museo Anahuacalli las re¨²ne y presenta por primera vez en la Ciudad de las Artes, el proyecto arquitect¨®nico id¨ªlico del maestro.
En Memoria y raz¨®n de Diego Rivera, el pintor le cuenta a la periodista cubana Lol¨® de la Torriente que comenz¨® a reunir su primera colecci¨®n arqueol¨®gica en 1894, cuando ten¨ªa apenas ocho a?os. Fue entonces cuando arrancaron las obras de drenaje en Ciudad de M¨¦xico. Rivera se peg¨® al ingeniero civil Roberto Gayol. ¡°Examinaba la tierra extra¨ªda para descubrir, entre ella, los tepalcates antiguos o que cre¨ªa tales, pues en horas inquietas hab¨ªa ido a dar al Museo Nacional y se hab¨ªa vuelto loco por el arte prehisp¨¢nico¡±, le dicta a la cronista. Durante el periodo en que el pintor mexicano reuni¨® su excepcional conjunto arqueol¨®gico ¡ªde 1894 y hasta su muerte, en 1957¡ª no exist¨ªa como ahora una legislaci¨®n para el acopio de obras precolombinas, la compraventa de arte prehisp¨¢nico era cotidiana y abierta; las piezas se pod¨ªan adquirir en infinidad de sitios, incluyendo mercados de antig¨¹edades dispersos por la ciudad, como el mercado El Volador, lo que ahora ser¨ªa la Lagunilla, lugar favorito de Rivera.
¡°Sobre un lecho de tornillos, junto a un par de zapatos viejos estaban, como olvidadas, las im¨¢genes de dioses antiguos tallados en basalto, serpentina, jade¨ªta, obsidiana y alabastro¡±, escribe la periodista cubana. ¡°All¨ª, en El Volador, sus manos las asieron por vez primera mientras su sangre circulaba m¨¢s deprisa al adquirirlas para satisfacer su amor y placer por lo que m¨¢s le gusta en el mundo que son ellas¡ ?las esculturas de Am¨¦rica, en todas sus formas!¡±, escribe De la Torriente. Lamentablemente, esas primeras adquisiciones se perdieron. ¡°Diego parte a Espa?a en 1906 y deja encargado el invaluable tesoro a su mam¨¢.
A su regreso a M¨¦xico, en 1921, se encuentra con que vende la colecci¨®n en un apuro econ¨®mico a un carretonero, acto que el pintor le reclam¨® toda su vida. Se lamenta sobre todo de una pieza que le qued¨® en la cabeza, que era una figurita de jade¡±, cuenta en entrevista para EL PA?S Juan Coronel Rivera, escritor, historiador de arte y nieto del pintor. La colecci¨®n que conocemos ahora la comienza desde 1921 y hasta antes de irse a Estados Unidos, en 1929. ¡°Cuando la colecci¨®n era muy incipiente, hacia 1934, realmente ¨¦l tiene las piezas muy seleccionadas, todav¨ªa les pone base, ya despu¨¦s cuando es abrumadora, cuando va en la pieza 30.000, ya nada m¨¢s las coloca donde cabe¡±, cuenta el nieto de Rivera.
Para alojar su enorme colecci¨®n, sustraerla de Ia destrucci¨®n y salvarla de caer de manos extranjeras, concibi¨® un museo-ciudad. La Anahuacalli, en Ia que tendr¨ªa asiento una serie de pabellones en los que artesanos conservaran viva Ia tradici¨®n del arte popular. Pero apenas alcanz¨® a ver los primeros dos pisos del edificio central de aquello, que concluy¨® primero su hija, la arquitecta Ruth Rivera, junto con Juan O¡¯Gorman y el poeta Carlos Pellicer, como muse¨®grafo, en 1963, tras la muerte de Rivera, en 1957.
Pero ahora, 80 a?os despu¨¦s, el sue?o m¨¢s ambicioso de Diego Rivera est¨¢ a punto de materializarse. Se trata de la llamada Ciudad de las Artes, lugar ut¨®pico donde el pintor imagin¨® un M¨¦xico mejor y propon¨ªa ¡°juntar al artista de la escuela y de la academia con el alfarero, con el tejedor, con el cestero, con el cantero, con todo aquello que es una expresi¨®n pura y alta del pueblo de M¨¦xico¡±, seg¨²n las propias palabras del muralista mexicano. Rivera, que comenz¨® la obra del Anahuacalli en 1941 ¡ªun edificio que parece surgir de la tierra y est¨¢ construido con la piedra que dej¨® el volc¨¢n Xitle cuando hizo erupci¨®n en el 400 a. C., donde se logran ver unas 2.000 figuras teotihuacanas, olmecas, toltecas, nahuas o zapotecas¡ª no vio m¨¢s que el esbozo, los planos, algunas deudas y sue?os del proyecto que abrir¨¢ sus puertas pr¨®ximamente, al sur de la Ciudad de M¨¦xico.
¡°La Ciudad de las Artes es un sue?o muy ambicioso. Es el manifiesto de Diego Rivera de una arquitectura y un urbanismo americanos, un proyecto que tiene un cierto grado de utop¨ªa y de ambici¨®n prof¨¦tica¡±, opina Cuauht¨¦moc Medina, curador de arte contempor¨¢neo, autor de Olinka, la ciudad ideal del Dr Atl, la cr¨®nica de un fracaso de otra ciudad ut¨®pica que imagin¨® Gerardo Murillo, maestro de Rivera. ¡°Es un fragmento del futuro¡±, contin¨²a Medina, ¡°un lugar y un objeto de una civilizaci¨®n alternativa. Su condici¨®n no solo es extratemporal, sino extraterrestre. Corresponde a un momento hist¨®rico de la gran obsesi¨®n del arte moderno y la arquitectura mexicana con el Pedregal y que guarda cercan¨ªa con otras ideas demenciales como Ciudad Universitaria, que s¨ª se realiz¨® y la Ciudad Olinka, del Dr. Atl, que no¡±.
El encargado de llevar a cabo esta ¡°idea demencial¡±, producto de la fantas¨ªa de Diego Rivera, es Mauricio Rocha, una de las voces m¨¢s importantes de la arquitectura en M¨¦xico, hijo de la c¨¦lebre fot¨®grafa Graciela Iturbide y del tambi¨¦n arquitecto Manuel Rocha, quien gan¨®, junto con su despacho Taller de Arquitectura, el concurso para la ampliaci¨®n y remodelaci¨®n del museo. El arquitecto busca no solo ser respetuoso con el entorno ecol¨®gico del sitio, sino estar en armon¨ªa con ¨¦l; seguir la l¨®gica de Rivera de construir espacio p¨²blico, pero con una reinterpretaci¨®n contempor¨¢nea. Su dise?o parte del concepto ideado por el pintor mexicano de edificar una serie de edificios que van construyendo plazas y patios. ¡°Dialogar con Rivera y con Juan O¡¯Gorman, quien colabor¨® con ¨¦l, es uno de los retos m¨¢s importantes en mi carrera¡±, afirma Rocha, en entrevista para EL PA?S.
¡°La idea es que, como en las ciudades precolombinas, los edificios se vayan conectando y permitan la relaci¨®n entre las partes. Lo que intentamos es recodificar la idea de Rivera y O¡¯ Gorman en un lenguaje contempor¨¢neo. Los edificios est¨¢n construidos sobre muros de piedra volc¨¢nica que s¨ª emergen, pero remetidos, para que tengan menos impacto con la piedra y con el paisaje; tambi¨¦n creamos celos¨ªas, atm¨®sferas lum¨ªnicas que ya exist¨ªan en el edificio principal de Diego. Adem¨¢s, con las nuevas tecnolog¨ªas que usamos, parece que los edificios navegan en una especie de mar de lava¡±, explica Rocha.
¡°El ¨²ltimo proyecto que realic¨¦ fue La Ciudad de las Artes¡±, dice Hilda Trujillo, quien fuera directora de los museos Frida Kahlo y Anahuacalli, durante 18 a?os. ¡°Fue adjudicado mediante concurso al despacho de Rocha. Requiri¨® de seis a?os: cuatro de proyecci¨®n y dos de ejecuci¨®n e incluye una pinacoteca, una nueva explanada, espacios para talleres; salones de usos m¨²ltiples, una biblioteca, oficinas y una b¨®veda de la colecci¨®n de arte prehisp¨¢nico, que va a estar abierta al p¨²blico de manera controlada¡±. Ciudad de las Artes est¨¢ inspirada en las ciudades prehisp¨¢nicas, en Pompeya y la Bauhaus. El nuevo sitio cuenta con un espacio de unos 2.294 metros cuadrados, que implic¨® una inversi¨®n de unos 20 millones de pesos.
Pero la joya de la corona es la bodega con la colecci¨®n completa de arte prehisp¨¢nico de Diego Rivera. Son m¨¢s de 50.000 piezas que han estado ocultas para el p¨²blico y, por fin, saldr¨¢n a la luz. Este repositorio se encuentra en el centro de la nueva edificaci¨®n del Anahuacalli. ¡°Con estos nuevos edificios de Rocha, la idea es que la gente vea las piezas que Diego acumul¨® desde muy joven¡±, dice Juan Coronel Rivera. ¡°El eje central de la nueva plaza se vuelve esta bodega, una especie de templo de contemplaci¨®n de las miles y miles de piezas de Diego. Lo que hicimos fue poner una serie de repisas de concreto, pero ahora con una vitrina y cajones, para que el visitante pueda ir de un lugar a otro viendo todas las piezas¡±, explica el arquitecto Mauricio Rocha.
Guadalupe Mar¨ªn, segunda esposa del pintor dec¨ªa: ¡°No s¨¦ pa¡¯ qu¨¦ diablos Diego junta esos monos sentados, parados, acostados o jugando. Miren c¨®mo tiene los muebles; no hay lugar en toda la casa que no est¨¦ lleno de estos tepalcates. Me lleva a Teotihuac¨¢n, camina y camina con los ojos puestos en el suelo y la lluvia buscando cabecitas y pedazos de ollas, los recoge como si fueran tesoros, los ve, los huele y hasta los prueba¡±. La respuesta que buscaba Mar¨ªn quiz¨¢ la encontramos en la placa de piedra que se encuentra a la entrada del Museo Anahuacalli: ¡°Devuelvo al pueblo lo que la herencia art¨ªstica de nuestros ancestros pude rescatar¡±, un remanso al sur de la ciudad ca¨®tica, donde los sue?os son posibles y donde Diego Rivera se convirti¨® en arque¨®logo y arquitecto de utop¨ªas.
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