La tiran¨ªa de la carne en salsa marr¨®n: a favor y en contra de la cocina francesa
Libros, pel¨ªculas y series profundizan en un asunto crucial: ?ha dejado de ser Francia el centro de la gastronom¨ªa mundial?
Cuando Audrey Hepburn quiere aprender a cocinar en Sabrina, viaja a Francia ¡ª¡±Par¨ªs es siempre una buena idea¡±, explica¡ª, aunque se le d¨¦ fatal el sufl¨¦. Cuando Marcus (Lionel Boyce) quiere aprender reposter¨ªa en la segunda temporada de The Bear (Disney +) ¡ªla serie sobre un restaurante de Chicago que est¨¢ arrasando en la temporada de premios¡ª viaja a Copenhague. Las dos escenas est¨¢n separadas por 70 a?os, durante los que, para algunos expertos, se ha producido una decadencia inexorable de la cocina francesa arrinconada por nuevos sabores, recetas y descubrimientos. Para otros ¡ªcomo le ocurre al periodista estadounidense Bill Buford en La transmisi¨®n del sabor, que acaba de publicar Anagrama en traducci¨®n de Rub¨¦n Mart¨ªn Gir¨¢ldez¡ª la cocina francesa sigue estando en el centro del universo gastron¨®mico. Cuando tuve la feliz idea de transmitir este debate a las integrantes de la secci¨®n de gastronom¨ªa de EL PA?S, provoqu¨¦ una encendida discusi¨®n y divisi¨®n de opiniones, que reflejaba lo que est¨¢ ocurriendo en las cocinas y recetarios de medio mundo.
Por un lado, est¨¢n los que creen que la comida francesa ha sido engullida por los experimentos de elBulli o de Noma, el gran restaurante que ha convertido a Copenhague en la capital gastron¨®mica de Europa, como queda claro en The Bear. La m¨¢xima afrenta es que el personaje de la serie, adem¨¢s, va a aprender reposter¨ªa, un campo en el que los n¨®rdicos les est¨¢n comiendo la tostada ¡ªen el sentido literal¡ª a los franceses. Ahora mismo, en Madrid, las panader¨ªas que ofrecen bollos de cardamomo suecos proliferan a ritmo fren¨¦tico, y empiezan a poner en peligro el reino del croissant, los churros y las ensaimadas. Algunos argumentos que esgrimen los cr¨ªticos de la gastronom¨ªa francesa son que las salsas esconden los sabores en vez de realzarlos, y la utilizaci¨®n de la nata y la mantequilla en cantidades absurdas en cualquier plato, en una ¨¦poca en que todos los m¨¦dicos apuestan por la dieta mediterr¨¢nea.
Pero, tambi¨¦n est¨¢n los defensores a ultranza de la cocina gala, sin la que no se podr¨ªa concebir ¡ªni sobre todo ejecutar¡ª la gastronom¨ªa europea. No es un solo una cuesti¨®n de sabores, sino de t¨¦cnicas, como la obligatoriedad para un arquitecto o un ingeniero de aprender las matem¨¢ticas elementales y el estudio de materiales antes de experimentar y ponerse a construir el Guggenheim. En Francia se inventaron lo que hoy conocemos como restaurantes, la gu¨ªa Michelin marc¨® durante a?os con sus estrellas el ritmo de la gastronom¨ªa mundial (aunque ahora ese trono de la prescripci¨®n lo ocupa The World¡¯s 50 Best Restaurants, donde Par¨ªs no aparece hasta el d¨¦cimo lugar). Pese a todo, si se habla de comida, tarde o temprano hay que pasar por Francia.
Los espa?oles de varias generaciones han aprendido a guisar ¡ªy siguen haci¨¦ndolo¡ª con las 1080 recetas de cocina (Alianza Editorial), de Simone Ortega, uno de los libros m¨¢s vendidos en la historia de este pa¨ªs. No se trata solo de que Ortega fuese francesa, sino que su gran m¨¦rito fue, en realidad, modernizar una cocina que hab¨ªa salido muy tocada de d¨¦cadas de aislamiento y dictadura, como el resto del pa¨ªs. Y lo hizo a trav¨¦s de Francia. El chef David de Jorge explicaba en un post de El Comidista sobre Simone Ortega: ¡°Recuerdo que gracias a ese libro fui capaz por primera vez en mi vida de hacer una salsa¡±. Algo parecido ocurri¨® en Estados Unidos con Julia Child, la primera chef televisiva, protagonista de la serie Julia (HBO). Su libro m¨¢s conocido se llama El arte de la cocina francesa (Debate) y sigue entre los m¨¢s vendidos de manera irreductible.
La profunda relaci¨®n entre cultura y comida en Francia qued¨® reflejada en el filme A fuego lento, que Par¨ªs envi¨® a los Oscar para competir en la categor¨ªa de mejor pel¨ªcula internacional, en vez de Anatom¨ªa de una ca¨ªda que hubiese tenido todas las posibilidades de ganar si llega a concursar. Pero, la gastronom¨ªa es lo primero. Dirigida por el franco-vietnamita Tr¨¤n Anh H¨´ng, las primeras secuencias del filme muestran a Juliette Binoche trabajando en un inmensa cocina antes de la era industrial. No hay neveras, todo es fresco, se guisa con le?a¡ Para los amantes de la comida francesa, se trata de un fest¨ªn visual. Para sus detractores, es una tortura ver como un rodaballo reci¨¦n pescado es sacado del horno¡ para ser sometido a todo tipo de salsas cargadas de nata destinadas a provocar un engrudo en el est¨®mago.
Bill Buford, un periodista estadounidense autor de un libro brutal sobre los hinchas violentos del f¨²tbol ¡ªEntre los v¨¢ndalos¡ª que luego se pas¨® a la gastronom¨ªa ¡ªCalor¡ª, quiere aprender a cocinar como un profesional y su b¨²squeda le lleva a restaurantes y cocineros franceses. Aterriza en el instituto Bocuse, uno de los templos gastron¨®micos franceses, despu¨¦s de trabajar con el chef Le Cossec que le ense?a, por ejemplo, a manejar un h¨ªgado de oca. ¡°Es tremenda y profundamente marr¨®n¡±, escribe Buford. ¡°Y las venas est¨¢n enmara?adas. Hay una larga que va de norte a sur. La otra va de este a oeste. Se cruzan en el alg¨²n punto del hemisferio norte del l¨®bulo¡±. La cocina francesa no es para aficionados, ni melindrosos.
Una de los grandes propagandistas en Estados Unidos ¡ªy por lo tanto, en todo el planeta¡ª de la fascinaci¨®n por la gastronom¨ªa gala fue A.J. Liebling (1904-1963), un mito de la revista The New Yorker, del que la editorial Catedral rescat¨® su cl¨¢sico Apetito por Par¨ªs. Recuerdos de un ¡®bon vivant¡¯ (traducci¨®n de Ana Isabel S¨¢nchez; pr¨®logo de James Salter). ¡°El primer requisito para escribir bien sobre comida es tener apetito¡±, explica el autor, que a?ora ¡°la ¨¦poca anterior a la Primera Guerra Mundial, cuando hab¨ªa hombres y mujeres que com¨ªan, adem¨¢s de un almuerzo contundente y una cena gloriosa, una voluminosa recena despu¨¦s del teatro¡±.
Por su libro desfilan bistrots y foie gras, cocineras gasconas, un civet de cr¨ªa de jabal¨ª¡ Se trata de un interminable banquete de Ast¨¦rix y Ob¨¦lix. Pero la comida que describe Liebling en un libro publicado en los a?os cincuenta es la misma que se encuentra en los restaurantes tradicionales franceses (salvo tal vez el jabato): muchas veces las cartas permanecen inmutables desde hace d¨¦cadas.
Una de las muchas subtramas de la divertida serie sobre el vino Las gotas de dios (Apple TV), basada en un c¨¦lebre manga (c¨®mic japon¨¦s) de Tadashi Agi y Shu Okimoto que firman bajo el pseud¨®nimo de Tadashi Agi, trata precisamente de eso. La serie arranca con la muerte de un personaje imaginario, Alexandre L¨¦ger, autor de una gu¨ªa de vinos que le hizo multimillonario. ?Cu¨¢l fue el secreto de su ¨¦xito? Fue el primer en¨®logo que comenz¨® a criticar a las grandes bodegas francesas, porque consideraba que se hab¨ªan dormido en los laureles: en otros pa¨ªses ¡ªSur¨¢frica, Chile, Australia¡ª estaban experimentando y llenando el mercado mundial de botellas, mientras en Francia se aferraban a unas tradiciones cada vez m¨¢s a?ejas.
Otro cl¨¢sico de The New Yorker, Adam Gopnik, fue el que abri¨® la veda sobre esta pol¨¦mica cuando titul¨® un c¨¦lebre art¨ªculo de 1997: ¡®?Hay una crisis en la comida francesa?¡¯. El texto arrancaba explicando que ¡°por primera vez en cientos de a?os, la gente est¨¢ preocupada por la cocina francesa¡±. Lo citaba como argumento de autoridad la escritora y periodista estadounidense afincada en Par¨ªs Wendell Steavenson, autora de Paris. Metro, en un reportaje publicado en 2019 en The Guardian, que provoc¨® cierta conmoci¨®n en Francia. Se titulaba ¡®Esplendor y ca¨ªda de la cocina francesa¡¯ y era tan provocador como informado.
¡°En 2006, tras a?os como periodista en Oriente Pr¨®ximo, me mud¨¦ a Par¨ªs¡±, escribe Steavenson. ¡°Fue una elecci¨®n accidental. En aquel momento solo buscaba un lugar donde refugiarme y terminar un libro. Todos mis amigos dec¨ªan: ¡®?Oh, Par¨ªs, qu¨¦ bonito! Debes de estar comiendo muy bien¡¯. Se sorprend¨ªan al o¨ªrme quejarme de que los men¨²s parisinos eran aburridos y repetitivos. ¡®Pat¨¦ seguido de nada m¨¢s que entrecot, entrecot, entrecot. De vez en cuando, cordero asado, pechuga de pato. Nada de verduras¡¯, les dije. ¡®Es la tiran¨ªa de la carne en salsa marr¨®n¡¯. Mientras el resto del mundo empezaba a (re)descubrir sus propias cocinas y a innovar, el restaurante franc¨¦s parec¨ªa estancado en un charco de demi-glac¨¦ congelado¡±.
La gastronom¨ªa francesa forma parte del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de la Unesco, pero se trata de un reconocimiento que mira al pasado, no al futuro. Es toda una met¨¢fora que Juliette Binoche y sus fogones ni siquiera entrasen en la recta final de las mejores pel¨ªculas internacionales en los Oscar. Los acad¨¦micos de Hollywood buscaron otros sabores y sensaciones. Como muchos gastr¨®nomos.
Libros, pel¨ªculas y series
La transmisión del sabor
Bill Buford
Traducción de Rubén Martín Giráldez Anagrama, 2024
541 páginas. 22,90 euros
Apetito por París
Recuerdos de un ‘bon vivant’
A. J. Liebling
Traducción de Ana Isabel Sánchez Catedral, 2022
285 páginas. 21,90 euros
A fuego lento
Dirección: Tràn Anh Hùng
Estrenada en salas
The Bear
Segunda temporada
Dirección: Christopher Storer (creador),
Joanna Calo y Ramy Youssef
Disney +
Las gotas de Dios
Dirección: Quoc Dang Tran (creador) y Oded Ruskin
Apple TV
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