Gonzalo Pont¨®n: ¡°Espa?a ha sufrido las clases dirigentes m¨¢s corruptas, reaccionarias e incompetentes de Europa¡±
El editor escribe una dura historia de los espa?oles desde el neol¨ªtico al coronavirus centr¨¢ndose en ¡°el 95% de la poblaci¨®n, la que est¨¢ bajo el pie de las ¨¦lites¡±
El veterano editor Gonzalo Pont¨®n (Barcelona, 77 a?os) ha acabado literalmente enfermo tras redactar y publicar Espa?a. Historia de todos nosotros desde el neol¨ªtico hasta el coronavirus en el sello Pasado & Presente, que ¨¦l mismo fund¨® con sus hijos. La culpa la tiene, seguramente, su reconstrucci¨®n del pasado partiendo del 95% de la poblaci¨®n. ¡°La historia tradicional solo habla de los reyes y los poderosos y sus epopeyas, las ¨¦lites. A m¨ª me interesaba la gente que est¨¢ bajo el pie de esas clases dirigentes, su pathos¡±, explica.
Aunque el libro no es pesimista, al acabar sus documentadas 908 p¨¢ginas es inevitable pensar que el de Espa?a es un problema irresoluble, si se repasa una historia marcada por prebendas y corruptelas, una ancestral mala organizaci¨®n territorial y un peor sistema educativo dejado en manos de una Iglesia poderos¨ªsima (¡±su desasosiego por el dinero es horroroso: bloque¨® la creaci¨®n de institutos p¨²blicos de ense?anza media hasta el extremo de que en 1956 solo quedaban en Espa?a 119, los mismos que en 1939¡å). Pero, sobre todo, porque ¡°hemos sufrido las clases dirigentes m¨¢s corruptas, reaccionarias e incompetentes de toda Europa; Rusia aparte, no creo que exista, en ese sentido, un pueblo m¨¢s desgraciado en el continente que nosotros¡±, reflexiona el veterano editor y fundador del sello Cr¨ªtica, tras el humo de un cigarrillo en el despacho de su casa, donde alberga algunos de los 449 t¨ªtulos que referencia en su particular manual de una historia de Espa?a que bien podr¨ªa ser un anexo de su elogiado La lucha por la desigualdad (2017, Premio Nacional de Ensayo). ¡°Con este es imposible que gane nada porque muchos de los que mandan quedan fatal: he quemado todas las barcas¡±.
Reconquista y 1714, dos mitos desmitificados
Entre los muchos episodios a los que quita ¨¦pica est¨¢n la Reconquista cristiana y la carga simb¨®lica catalana del asedio de Barcelona en 1714 por las tropas de Felipe V. ¡°Lo importante de al-?ndalus es la pata africana de los ¨¢rabes, que comportaba la llegada a la Pen¨ªnsula de oro del Sud¨¢n y que es el inicio de un incipiente capitalismo primitivo, vinculado por un lado a pagos por protecci¨®n o, en el caso de los condes catalanes, a la venta de semiesclavos. Cuando esos equilibrios se rompen, empieza a caer todo, no hay otras razones¡±.
M¨¢s dura es la deconstrucci¨®n del ¡°mito rom¨¢ntico¡± del 11 de septiembre catal¨¢n. ¡°De los cerca de 40.000 habitantes de la ciudad, la defienden unos 5.000, de los cuales 4.000 son de la Coronela, la milicia que pagan los gremios. Es decir, defendiendo las murallas est¨¢n los obreros, las mujeres y alg¨²n cura porque, mientras tanto, los mercaderes ricos negocian con las provisiones que traen de Mallorca en barcos que dejan en Castelldefels para especular con el precio, embarcaciones que acabar¨¢n en manos felipistas, con la consiguiente hambruna en la ciudad. Terminado el conflicto, familias pudientes como los Duran no tardar¨¢n ni semanas en ser ya proveedores de Felipe V¡¡±, apunta. Y puestos a escoger un mito catal¨¢n que sirva de ariete contra Castilla, Pont¨®n propone a Carlos I, quien, para hacerse con los servicios del genov¨¦s Andrea Doria, le regala la ruta catalana de comercio de esclavos del norte de ?frica. ¡°Eso s¨ª dej¨® hundida a Catalu?a durante m¨¢s de un siglo¡±.
Vivir de las rentas
Un triste hilo conductor de la historia de Espa?a es, para Pont¨®n, el compuesto por unas clases dirigentes ¡°mezquinas y medrosas¡± que, ni en el campo ni en la ciudad, ¡°han tenido necesidad alguna de invertir en tecnolog¨ªa o desarrollo porque han gozado de una mano de obra constante, abundante y barata; y porque su mentalidad ha sido vivir de rentas bajo la famosa premisa del ¡®m¨¢s vale poca renta y sin cuidado que muchos negocios sin complicaciones¡±.
La burgues¨ªa liberal del XIX ¡°tampoco es la de la Revoluci¨®n Francesa, tambi¨¦n aspira a ser rentista: nunca entendieron la revoluci¨®n industrial inglesa; nunca estas clases dirigentes han hecho inversiones industriales de futuro, pero tampoco lo han hecho en ciencia o educaci¨®n¡¡±, fija el historiador. ¡°Todo se ha movido por pelotazos o a partir de estafar directamente al Estado, como el caso Matesa en pleno franquismo, en el marco de un Estado que ha pagado siempre por sus bonos los intereses m¨¢s altos de Europa. ?Para qu¨¦ invertir si ya ingresas del erario por los juros o los vales reales?¡±.
Y la pr¨¢ctica viene de lejos: ¡°El negocio de las Am¨¦ricas lo har¨¢ toda Europa menos nosotros; Carlos I y Felipe II vivir¨¢n del dinero que viene de Holanda y Carlos V acabar¨¢ pagando intereses de capital al 50%...¡±. Ni coyunturas tan favorables como la neutralidad durante la I Guerra Mundial fueron aprovechadas porque ¡°industrias como la textil no se desarrollaron estructuralmente, sino que se opt¨® por hacer tres turnos de trabajo, subcontratar o tirar de econom¨ªa sumergida. Finalizada la guerra, desaparecieron 6.000 empresas y la especulaci¨®n en divisas acab¨® hundiendo hasta entidades financieras, como el Banco de Barcelona. Las clases populares no vieron nunca beneficio alguno cuando las bonanzas¡±. Su an¨¢lisis de industrias mitificadas como la sider¨²rgica vasca y la textil catalana demuestra que se han sustentado en ¡°un proteccionismo a ultranza del mercado interior y una represi¨®n policial de los obreros. El empresariado nunca ha querido arriesgar el capital, siempre ha esperado una coyuntura favorable que en las fases expansivas crea empleo y en las depresivas, lo destruye¡±, resume.
La situaci¨®n ha ido a peor desde el ¨²ltimo tercio del siglo XX, durante el cual, seg¨²n Pont¨®n, la econom¨ªa espa?ola ha vivido ¡°asistida desde el exterior por el capital extranjero, incapaz de generar una infraestructura s¨®lida: se dice que no tuvimos un Plan Marshall, pero, desde un temprano 1949, Estados Unidos empieza a hacernos pr¨¦stamos¡±. Esa ayuda econ¨®mica ser¨¢ de 1.688 millones de d¨®lares entre 1955 y 1964, casi 2.200 millones si se suman los 521 de apoyo militar. ¡°El milagro espa?ol fue eso¡±, dice Pont¨®n. Hasta 1973 hubo crecimientos anuales del 7,5%, junto a una p¨¦rdida del poder adquisitivo de los trabajadores que ven¨ªa desde 1959. Luego vinieron los beneficios fruto del ingreso en la Comunidad Econ¨®mica Europea o la introducci¨®n del euro, pero ¡°se sigue sin generar una estructura econ¨®mica s¨®lida, despilfarrando ese dinero en los Juegos Ol¨ªmpicos y la Exposici¨®n Universal de Sevilla en 1992 o la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia o un aeropuerto en Ciudad Real, sinsentidos como la l¨ªnea f¨¦rrea Santander-Sagunto de cuando la dictadura de Primo de Rivera¡±.
Una Transici¨®n rosa y un PSOE neoliberal
El manual de Pont¨®n califica la Rep¨²blica de 1931 de ¡°burguesa: solo arregl¨® las desigualdades m¨ªnimas que imped¨ªan instaurar una sociedad capitalista¡±; el mismo presidente Alcal¨¢ Zamora era ¡°un se?orito cordob¨¦s que obstaculiz¨® la reforma agraria¡±. Pocos pa?os calientes usa al abordar la controvertida Transici¨®n: ¡°Fue una reforma que conservar¨¢ lo esencial de la arquitectura del r¨¦gimen franquista, a la vez que buscar¨¢ proteger la impunidad personal y asegurar la pervivencia del poder¡±, escribe. ¡°Tuvo mucho de novela rosa, no se hizo limpieza de nada de la estructura franquista: ni de la judicatura ni de los estamentos policiales y militares, a los que se hicieron concesiones para que no dieran un golpe de Estado, que acabar¨ªan dando igualmente en 1981, con un papel ambiguo del rey Juan Carlos¡å.
Tambi¨¦n apunta una posible manipulaci¨®n de los resultados del refer¨¦ndum constitucional de 1978, que habr¨ªa tenido una participaci¨®n inferior a la que se dijo, especialmente en Barcelona y Zaragoza. ¡°No hubo un gran entusiasmo con la Constituci¨®n, demostraci¨®n de que un tanto por ciento de los espa?oles cree que no est¨¢n concernidos por la pol¨ªtica, que est¨¢n fuera de ella, y eso deja una democracia d¨¦bil, cuando justamente se necesita una participaci¨®n m¨¢s directa de ese 95% de la poblaci¨®n para cambiar las cosas¡±.
Santiago Carrillo y Felipe Gonz¨¢lez no quedan demasiado bien parados. Lo de Carrillo cree que ¡°es m¨¢s grave por la historia de muertos y represaliados que arrastraba el propio PCE¡±, si bien se mostr¨® ¡°muy inteligente¡± cuando control¨® la reacci¨®n de los militantes tras la matanza de los abogados laboralistas de Atocha (1977). ¡°Ah¨ª se gan¨® la legalizaci¨®n del partido¡±, reflexiona. Gonz¨¢lez sale tan trastabillado del libro como su partido, un PSOE que entra en el Consejo de Estado de la dictadura de Primo de Rivera (1924); pacta con la derecha de Gil Robles un apoyo a una futura reinstauraci¨®n mon¨¢rquica si sal¨ªa la opci¨®n en un plebiscito (1948), o cuando en la Transici¨®n maniobra con un Manuel Fraga que permite m¨ªtines del partido aun cuando no est¨¢ legalizado¡ ¡°Se entrevistaron; creo que Fraga quer¨ªa que fueran juntos a las elecciones. Esto no lo escribo porque no tengo pruebas: solo publico lo que es demostrable¡±, dice, con rigor de historiador.
Entre lo demostrable apunta el dato de que el Gobierno del PSOE de Gonz¨¢lez fue el m¨¢s privatizador de la historia de Espa?a: ¡°Traspas¨® el doble de las empresas p¨²blicas que privatizar¨ªan luego los gobiernos del PP; y lo peor: se invent¨® las contrataciones temporales en 1984, creando la divisi¨®n entre los trabajadores¡±, resume, reproduciendo un texto del secretario de Estado de Econom¨ªa de la ¨¦poca, uno de los casi 140 documentos que, irrevocables, pespuntean el libro. Las liberalizaciones del mercado laboral ¡°para tener m¨¢s mano de obra barata¡± se radicalizaron en 1994 (PSOE) y en 1997 (PP). ¡°No hay ninguna diferencia en las pol¨ªticas econ¨®micas que aplicaron UCD, PSOE y PP. Ese es el resumen¡±, concluye.
El ¡®proc¨¦s¡¯
Pont¨®n zanja el proc¨¦s catal¨¢n: ¡°Artur Mas es un neoliberal que recort¨® m¨¢s de 5.500 millones de euros en gasto p¨²blico antes de que empezara Rajoy. Todo ha sido un teatrillo¡ Para los catalanes de a pie, ser independientes no tendr¨ªa ventaja alguna porque perder¨ªan el refugio de la UE. Los bancos fueron los primeros en ver eso y sacaron sus sedes centrales de Catalu?a¡±, se?ala. ¡°Estamos, como pa¨ªs, contra la pared¡±, a?ade con preocupaci¨®n.
Pont¨®n maneja, en un estilo que recuerda al de su ¡°maestro de vida y profesional¡± Josep Fontana, cifras muy recientes: ¡°Casi 100.000 personas se van de Espa?a cada a?o buscando trabajo, la natalidad est¨¢ estancada y se suicidan 10 personas de media al d¨ªa¡±, enumera. El libro est¨¢ dedicado a sus hijos, pero piensa en sus nietos: ¡°Est¨¢ escrito para los j¨®venes, para que abran sus mentes y digan: ¡®Eso no me lo volver¨¢n a hacer¡¯, y se movilicen, en la l¨ªnea de lo que significaron las asociaciones de vecinos en el franquismo¡±. Cree, firmemente, que ¡°la soluci¨®n a la mala pol¨ªtica es la pol¨ªtica, no la revoluci¨®n¡±. Es un error esperar que el capitalismo se autodestruya: ¡°No implosionar¨¢, sino que se convertir¨¢ en una cosa peor: la privatizaci¨®n total del Estado, dejar¨¢ de existir como tal el Estado del bienestar, precisamente cuando m¨¢s lo necesitamos¡±.
Y lanza: ¡°Espa?a es hoy uno de los pa¨ªses con m¨¢s desigualdad de la Uni¨®n Europea y esta se ha ido construyendo lentamente a lo largo de la historia. Pero son las decisiones pol¨ªticas las que la generan, no las divinas; cambiar la actitud de los votantes no es una utop¨ªa¡±. Por eso, dice, se hizo en su momento editor y ahora lanza una tirada de 5.000 ejemplares de su nuevo libro. ¡°Soy editor porque no quiero que la gente sea ignorante; he publicado 2.500 t¨ªtulos en mi vida no para convencer a los convencidos. Mala cosa si esta Espa?a solo la leen los que piensan como yo¡±. Se conformar¨ªa con que, tras su lectura, cale el mensaje de que ¡°igual las clases dirigentes espa?olas deber¨ªan pedirnos perd¨®n¡±.
Babelia
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